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CAPÍTULO TRES
CALLUM

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—Así que, sí, eso es lo más asqueroso que haya hecho jamás.

El chico frente a mí resopló mientras le daba palmaditas al brazo que le había ayudado a coserse. La piel ya estaba empezándose a pegar de nuevo y la sangre y el hueso comenzaban a desparecer de la vista.

—No debes salir mucho.

Se pasó una mano por el pelo oscuro mientras se ponía de pie de un salto.

—Gracias.

—De nada. La próxima vez cuídalo más.

Se carcajeó; los dos sabíamos que no había mucho que hacer ante la bomba que había estallado apenas a unos metros de distancia de él. Después de que dejara a Wren, había tenido la suerte de quedarme lejos de gran parte de la acción, pero la primera y la segunda oleadas fueron diezmadas considerablemente. No todos los Reiniciados habían sobrevivido.

Había comenzado a sentir pánico desde que Wren cruzó las rejas con Micah hacía como una hora. Él la escoltó hasta una de las tiendas de campaña grandes con algunos otros Ciento-Veintes y no los había visto desde entonces.

—Soy Isaac, por cierto —dijo el chico, estrechándome la mano. No tenía código de barras en ninguna de las muñecas. Tenía alrededor de quince años, quizás un poco más. Era varios centímetros más bajo que yo y tenía una complexión delgada; pensé que eso lo hacía parecer más joven de lo que realmente era.

—Callum —le dije, estrechándole la mano. Señalé la piel oscura de sus brazos, donde le faltaba un código de barras—. ¿Nunca has estado en la CAHR?

—Nop.

—¿Cómo llegaste aquí?

—Sólo tuve suerte, supongo —clavó la mirada en un punto detrás de mí, como si no quisiera discutir más el tema, y se metió las manos en los bolsillos, con los hombros desplomados hacia delante—. ¿Qué número tienes?

—Veintidós.

Soltó una breve carcajada.

—Bueno, estoy seguro de que tienes otras cualidades.

—Gracias —dije secamente.

—Sólo estoy bromeando —dijo con una sonrisa grande—. Yo soy un Ocho-Dos. Tampoco es muy impresionante.

—¿Cómo sabes tu número si nunca has estado en la CAHR? —pregunté.

—Hay cronómetros de la muerte aquí.

—No sé qué es eso.

—Te toma la temperatura corporal y determina cuánto tiempo has estado muerto. La temperatura de un Reiniciado siempre permanece constante, así que podemos usarla aunque haya transcurrido un tiempo desde que ocurrió el Reinicio —Isaac señaló detrás de él, donde los Reiniciados estaban reunidos alrededor de la fogata con platos en las manos—. ¿Quieres comer?

Asentí y me quité la tierra de los pantalones mientras me ponía de pie. Entrecerré los ojos frente al sol de la tarde, miré hacia la tienda de campaña grande, pero la puerta seguía cerrada. No había señal de Wren.

—Ésa es la tienda de mando de Micah —dijo Isaac, siguiendo mi mirada—. No puedes entrar a menos que te inviten.

—¿Qué hacen ahí dentro?

—No lo sé. ¿Darse palmadas en la espalda por haber permanecido muertos mucho tiempo y ser geniales?

—En realidad no me puedo imaginar a Wren haciendo eso —dije.

—¿Uno-Siete-Ocho? Lo más seguro es que todos la estén adulando ahí dentro.

Suspiré, tentado a entrar a rescatarla. Pero Wren nunca necesitaba que la rescataran. Vendría a buscarme cuando estuviera lista.

Seguí a Isaac hasta la fogata y cogí un plato de algo que parecía avena, mientras le echaba un vistazo a los Reiniciados que había en torno al fuego. El ánimo era principalmente de alivio, pero había algunos rostros sombríos esparcidos entre la multitud. Antes habían estado emocionados y de celebración, pero ahora que todo había terminado parecían agotados y tristes por los amigos que habían perdido.

Pasé caminando junto a los rostros desconocidos y encontré un lugar junto a Addie. Isaac se echó junto a nosotros.

—Addie, Isaac —dije—. Addie ayudó a Wren a rescatar a todos los Reiniciados de Austin.

Addie asintió.

—¡Eh! —le pasó su plato vacío a un Reiniciado que se acercó para llevárselo, luego se dio la vuelta y me miró rápidamente—. Aprecio que no te hayas muerto. Me habría enfadado que nos hubiéramos tomado la molestia de conseguirte el antídoto sólo para que te murieras unas cuantas horas después.

Una sonrisa se crispó en las comisuras de sus labios.

—He hecho todo lo que he podido —dije con una carcajada—. ¿Te he dado las gracias? ¿Por ayudar a Wren?

Agitó la mano.

—No me des las gracias. Sé lo que es tener que tomar esas sustancias —su mirada se cruzó con la mía brevemente y asentí. Luego bajé la vista de inmediato a mi plato. Addie era la única persona además de Wren que sabía que había matado a un hombre inocente mientras estaba medicado por la CAHR, y podía ver una compasión en sus ojos que yo no quería. No estaba seguro de qué quería, pero la compasión me hacía sentir mal, considerando lo que había hecho.

—¿Así que normalmente lo reconstruís después de esto? —le preguntó Addie a Isaac.

Miré alrededor, hacia dónde gesticulaba. Las tiendas de campaña formadas por los senderos a mi derecha estaban destrozadas y la tela ondeaba con los fuertes vientos. Muchas de las tiendas más pequeñas habían sobrevivido, en especial las que estaban hacia la parte de atrás del complejo, pero calculé que alrededor de cincuenta estaban hechas pedazos en el suelo.

El área de baños y duchas había sufrido daños también. Había ido hacía un rato y había visto que había un gran hueco del lado de los chicos. Al menos el sistema de drenaje todavía funcionaba.

La torre del lado derecho del complejo había desaparecido por completo, así como una pequeña parte de la barda en esa área. Pero en general habíamos sufrido menos daño que la CAHR. Sólo los miré un momento, pero había fragmentos de sus transbordadores esparcidos por el suelo frente al complejo.

—Sí, quizá comenzaremos mañana —dijo Isaac—. Primero pondremos parches en todas las tiendas que podamos.

—En realidad no está tan mal —dijo Addie—. Sois impresionantes.

—Llevábamos un año preparándonos —Isaac se encogió de hombros—. Y nuestros sistemas de monitoreo son nuevos. No tenían idea de que sabíamos exactamente cuándo llegarían.

Abrí la boca para preguntar dónde habían conseguido el equipo, pero escuché el sonido de alguien que arrastraba los pies y me giré para mirar a Wren tirarse junto a mí. Tenía grandes ojeras, pero cuando entrelazó su brazo con el mío y sonrió, me pareció realmente feliz. Se la presenté a Isaac y ella enseguida le dio la mano antes de apoyarse en mi hombro otra vez.

—¿Todo bien? —pregunté, echando una mirada a la tienda de Micah.

—Sí. Micah sólo quería escuchar la historia completa. Cómo escapamos de Rosa, llegamos a Austin, conocimos a los rebeldes —me dirigió una mirada entre divertida y molesta—. Tenía un millón de preguntas.

Me incliné hacia delante y le quité un mechón de pelo del rostro. Apreté los labios contra su frente fresca mientras bajaba la otra mano por su cuello. El sol apenas comenzaba a ocultarse, pero quería que se acercara más y preguntarle si podíamos buscar una tienda para pasar ahí el resto de la tarde.

—Isaac, cuídamela unos minutos, ¿puedes?

Levanté la mirada y vi a una chica que le pasaba un bebé regordete a Isaac, quien si bien parecía menos que entusiasmado, lo cogió y se lo colocó en el regazo. Deslizó un brazo alrededor de su pequeña barriga mientras la mujer se alejaba caminando.

—¿Qué demonios…? —Wren se separó de mí y se quedó mirando al bebé, con los labios entreabiertos—. ¿Ese bebé está…?

Bajé la mirada y respiré profundo cuando me di cuenta. La niña tenía los brillantes ojos azules de un Reiniciado.

—¿Murió y Reinició? —preguntó Wren.

—No, nació así —dijo Isaac. Cogió el brazo del bebé y lo hizo gesticular—. ¿Espeluznante, no?

—Muy espeluznante —dijo Wren, dando un ligero pellizco al brazo del bebé, como si le diera un mordisco—. Así que cuando los Reiniciados tienen hijos, ¿nacen así?

—Sí.

—¿Se curan? —preguntó Addie.

—Por supuesto que sí —dijo Isaac—. Son completamente Reiniciados.

—Pero… ¿sin número, supongo? —preguntó Wren.

—Sí, sin número, obviamente. Creemos que podrían coger el del padre con el mayor número, pero con el tiempo eso no importará.

—¿Es tuya? —pregunté, tratando de ocultar el horror en mi voz. Digo, los bebés son adorables y todo eso, pero Isaac parecía demasiado joven.

—Dios, no —hizo una mueca—. Sólo la estoy cuidando —echó una mirada alrededor y le tendió el bebé a Wren—. Ten, cógela un minuto. Tengo que ir al baño.

—¿Qué? No —se inclinó hacia atrás rápidamente.

—Sólo un minuto, regreso de inmediato —dejó caer al bebé en el regazo de Wren y luego se levantó de un brinco. Wren cogió a la niña con los brazos extendidos y frunció el ceño. Al parecer, eso no le gustó a la pequeña, pues de inmediato comenzó a sollozar.

—Ten —me la acercó Wren—. Coge al bebé mutante.

Me reí cuando la cogí. Nunca antes lo había hecho, al menos no lo recordaba. Tenía cuatro años cuando nació mi hermano David, pero dudo que mis padres me dejaran cogerlo. Por lo visto lo estaba haciendo mal, ya que el bebé seguía gritando. Le eché una mirada a Wren.

—La has hecho enfadar.

—Ay, Dios mío —dijo Addie exasperada y me arrancó a la niña de las manos. La balanceó en sus brazos y el llanto comenzó a apaciguarse.

Wren le parpadeó unas cuantas veces al bebé y luego se giró hacia mí con una expresión extraña. Apreté bien los labios para no reír.

—No eres una mutante —dijo Addie, cogiendo la mano del bebé y sacudiéndola con suavidad. Se giró hacia Wren. Su rostro reflejaba preocupación. Agachó la cabeza y bajó la voz—. ¿Hay algo que deberíamos saber?

—¿Sobre qué? —preguntó Wren, cubriéndose la boca mientras bostezaba.

—¿Sobre Micah? ¿Sobre todos ellos?

—Sabes tanto como yo —se encogió de hombros mientras echaba un vistazo veloz alrededor—. Pero vaya si saben pelear.

Addie mantuvo la mirada fija en el bebé, mientas se mordía el labio inferior y asentía ligeramente. Me dio la impresión de que quería que Wren la tranquilizara, que le dijera que estábamos a salvo y se podía relajar. Pero Wren se quedó con la mirada clavada en otra parte, mirando a un grupo de Reiniciados reírse al otro lado de la fogata.

Consideré señalar que la gente la estaría buscando para que les ofreciera respuestas, pero se frotó una mano sobre los ojos y volvió a bostezar. Sentí un estallido de compasión por ella. Quizás ahora no era el momento correcto para mencionarlo.

—Oye —bajé mi mano por su espalda—. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que dormiste por última vez?

Frunció el entrecejo e inclinó la cabeza.

—¿Hace un par de días? Cuando estábamos en tu casa.

—Voy a ver si podemos conseguir una tienda o algo así para nosotros —me puse de pie—. ¿Tienes hambre? Te puedo conseguir algo de comida.

Negó con la cabeza.

—No, Micah me ha dado un poco.

—Está bien. Vuelvo enseguida.

Me sonrió por encima del hombro mientras me dirigía hacia la tienda grande. Micah parecía el único que estaba a cargo aquí y tenía la sensación de que estaría más que feliz de ceder a cualquier solicitud por parte de Wren.

La puerta de la tienda estaba cerrada, así que examiné la zona, inseguro de qué hacer. Necesitaban poner aldabas o algo así en estas cosas.

—¿Micah? —llamé.

Sacó la cabeza un momento después, con el ceño fruncido.

—¿Qué?

Por lo visto su amabilidad no se extendía mucho más allá de Wren. Me crucé de brazos.

—Wren no ha dormido como en dos días y está agotada. ¿Tienes algún lugar donde pueda descansar un rato?

Desapareció el ceño fruncido.

—Ah, claro. Se lo tenía que haber dicho. He pedido que vaciaran una tienda de campaña allí.

Me giré para mirar adonde apuntaba, hacia una pequeña tienda estilo tipi que había quedado intacta pese al bombardeo. Me pregunté de quién la había vaciado para hacerle espacio a ella.

—¡Oye, Jules! —gritó—. ¿Has llevado almohadas y mantas y todo a la tienda?

—Sí, ¡todo está listo! —dijo ella desde dentro.

—Gracias —dije y luego di la vuelta para marcharme.

—¡Dime si necesitáis algo más! —señaló.

Medio gesticulé como respuesta, vacilando entre el trato especial que le daba y el agradecimiento por que aquello hubiera sido tan fácil.

Encontré a Wren en el mismo lugar. La luz del fuego titilaba contra su pelo rubio e incluso exhausta era impactante, la chica más interesante que hubiera visto jamás, en muchos sentidos. Sus facciones delicadas y pequeñas contrastaban con la expresión dura, casi aterradora, que solía mostrar. Fue lo primero que noté de ella. Recuerdo haber estado tirado en el suelo, mirándola, sintiéndome medio asustado y medio excitado al mismo tiempo.

Addie estaba tratando de conversar con ella sin llegar a ningún lado, así que le extendí la mano a Wren.

—¿Vienes conmigo?

Me cogió la mano y dejó que tirara de ella para ponerse de pie. Mientras caminábamos, deslizó un brazo alrededor de mi cintura y se apoyó contra mi pecho, lo que hizo que algunos Reiniciados nos miraran. Los números parecían tan importantes aquí como lo eran en la CAHR, y me pregunté si sólo la miraban a ella o si nos veían porque un Veintidós y una Uno-Siete-Ocho iban juntos.

La llevé hasta la tienda y abrí la puerta hacia atrás. Había una pequeña hoguera en medio, pero no estaba encendida. Al lado había dos mantas y dos almohadas encima de un colchón delgado hecho a mano. Dada la cantidad de ropa y sábanas que tenían, debían haber estado cultivando algodón en alguna parte. Y con éxito, por lo visto.

Wren se dejó caer en el colchón, mientras yo la seguía adentro.

—¿Esto es sólo para nosotros?

—Sí, Micah me ha dicho que la ha mandado vaciar para ti.

Me quedé agachado cerca de la puerta de la tienda, de súbito consciente de que no teníamos que dormir en la misma tienda si no queríamos. Cuando escapamos de Rosa tuvimos que quedarnos juntos, acurrucados detrás de unos cubos de basura o contra los troncos de los árboles. Pasamos la noche en mi antigua habitación, pero no quería suponer que dormiríamos en la misma cama todas las noches.

Parecía nerviosa, jugaba con un hilo suelto en sus pantalones y rehuía mi mirada. Quería subirme al colchón y abrazarla sin la amenaza de la CAHR pendiendo sobre nuestra cabeza, pero quizá no era lo que ella deseaba.

—No me importa quedarme con los demás Reiniciados, si quieres estar sola —dije. Me moví más hacia la salida de la tienda para mostrar que hablaba en serio.

Me lanzó una mirada confundida.

—¿Por qué querría estar sola?

Me reí con suavidad.

—Quiero decir, si estás más cómoda durmiendo aquí sin mí. No quería dar por hecho…

Negó con la cabeza, extendiendo su mano hacia mí. Deslicé mis dedos entre los suyos y caminé hacia la cama, hasta que quedé lo suficientemente cerca de ella para inclinarme hacia abajo y rozar sus labios con los míos.

—Siempre estoy más cómoda contigo —susurró.

Sonreí y la volví a besar mientras me deslizaba sobre el colchón. Se sacó los zapatos con un par de patadas y yo hice lo mismo. Me deslicé debajo de la manta que levantó para mí. Aún llevaba puesta la camisa que le di cuando visitamos la casa de mis padres y me llegó un ligero aroma a hogar cuando la acerqué hacia mí.

No quería recordar mi casa, ni a mis padres, ni cómo me habían rechazado. Cómo había matado a un hombre minutos después de que les dijera que era la misma persona que ellos recordaban. Sabía que eran los medicamentos de la CAHR los que me habían transformado en un monstruo desquiciado que ansiaba comer carne, pero no podía evitar sentir que les había mentido. Después de todo lo que había visto y hecho durante nuestra fuga, no era ni remotamente la misma persona que los había dejado hacía unas cuantas semanas. Era ridículo creer que lo era.

Pero a menudo no me sentía como un Reiniciado. Me preguntaba si Wren realmente no sentía nada por la gente que había matado o si sólo lo escondía bien. Si ser menos emocional era en realidad un rasgo de Reiniciados, entonces yo no lo había adquirido en mis veintidós minutos.

En realidad, menospreciar las cosas terribles como hacía Wren podría haber resultado útil. Me daba cuenta de que la insensibilidad era preferible al peso que me oprimía el pecho.

Hice un gesto de dolor. Mi versión humana jamás habría considerado eso. Me habría horrorizado la posibilidad de apagar la culpa.

Wren levantó la mirada hacia mí, le pasé la mano por el pelo y la besé con más intensidad de la que hubiera querido. Ella me abrazó alrededor de la cintura y me devolvió el beso, inclinando la cabeza ligeramente hacia arriba, mientras se movía un poco hacia atrás. Sus ojos buscaron en los míos y sospecho que se podían ver algunas de mis emociones, porque parecía estar tratando de encontrar las palabras correctas.

—Creo que ahora estamos bien —dijo suavemente—. Creo que estamos seguros aquí.

Apreté mi mano contra su espalda, tocando mi frente con la suya mientras sonreía. Me dio la sensación de que mentía, o por lo menos exageraba la verdad, porque no había manera de que Wren se sintiera segura todavía. Pero aprecié que quisiera hacerme sentir mejor.

—Gracias —le dije en voz baja mientras la besaba de nuevo.

Rebeldes

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