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Gabriela Guadalupe Sepúlveda Vázquez

Preparatoria 19

Matamoscas

Mosca, pelotón de membranas.

Una de ellas reconoció mi pómulo,

cóctel a medida.

Mosca que simula ser ave de rapiña,

tan blanda y astuta,

en credo existe

draga, muerde y burla,

así la muerte encuentra vida

desde el antojo nacido en sus ocelos.

Ocurrencias etéreas,

no la busco, pero encuentra,

te invento en polvo de mosca

para creer que tu cuerpo

duerme en cenizas.


Pluma disfónica

Cuando un padre muere

el tiempo enflaquece,

la vida es una palabra reseca

en los labios de últimas voces,

los rincones son vestigios

para guardar memorias,

—sin ojos.

El sol es una pronunciación obligada

y los abrigos mueren en frío,

los pájaros trinan,

—sin traductor.

Cuando un padre muere

los ríos se arrastran sin habla,

jugamos a ser adultos en tronos de fango.

Los pequeños montículos de caricias semanales

no barren mejillas

los espejos no se reflejan

nacen las voces,

—sin partera.

Cuando un padre muere

se tejen relatos que no existen,

se esfuma la canción de cuna

cesan los diminutivos de tus nombres,

—sin labios.


Bajo su propio riesgo

Hoy escuché que los mundos se agotan.

Entre los gestos de mi sábana,

mis costillas han creado un nido,

se columpian.

Somos días de guardar.

Un ojo barre el polvo de mi ventana,

sueño con pestañas nenúfares.

Cantan distinto los pájaros,

sus pechos son puertas que se abren por dentro.

Descubro que la línea azul de mi calendario me recuerda,

mi almohada lo inmortalizó.

Sueño el juego del eremita,

sus pasos son lentitud y los míos reposan.

Soy cuando aprendo a hablar con animales,

pero sus voces son pasos de conversión.


Mar de voces

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