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José de Jesús Aguilera Silva

Preparatoria de Tonalá Norte

Mi amigo Artaud

i

Conocí a Antonin un día en la biblioteca

el olor a libro recorría los pasillos

afuera llovía

Los días se desdoblaban de a poco

como si alguien los jalara para enrollarlos en el dedo.

Su voz crujía en los muros

era un ruido como de témpano

un grito de manicomio que se estiraba

Yo enmudecía de tanto mundo

caminaba como despojado del tiempo

La ciudad se me cerraba en la boca

y la mano temblaba por el encuentro.

Artaud gritaba desde el fondo de su vientre

me decía que los médicos mienten

que hay voces en los muros

que se contienen de reír

y de llorar para que la gente no tema.

Lo conocí un día que la garganta se me hacía un nudo

Eran las palabras y la poesía

arremolinándose

carcomiendo la idea

y la palabra

Lo escuché hablar de los tiempos y de las horas

me hizo entender a Pessoa

y desconocer a Eliot

Me hizo saber que el tiempo no existe

que las palabras son un témpano

que las imágenes están vivas

y se retuercen en las manos

en espera del vocablo exacto.

Conocí a Artaud un día que me quedé sin palabras

un día que fui témpano

y nada.

Su voz era el grito contenido

era mil infancias

Trago amargo y dolor en alguna parte del cuerpo

lo escuché gritar en los libros de la biblioteca

lo vi desdoblarse en los pasillos de la facultad

Era una mirada ardiente

en busca de las palabras exactas para decir el mundo

Supe de su angustia y su indiferencia

Supe de todas sus cartas escritas en arrebatos

lo vi moverse lento y en círculos en el salón

Escuché su carcajada burlona

cuando el maestro hablaba de semántica

vino y me tomó de la mano

Me hizo escribir cartas de reclamos

a Dios

al tiempo (que también es Dios)

a las horas y a los días

al cuerpo que se enrosca en las manos

a las palabras que nunca salen

y se aglutinan en el vientre.

Conocí a Artaud un día

caminaba por los pasillos

se adhería a los muros de los edificios de la facultad

reía a carcajadas cuando alguien filosofaba

En el jardín repleto de humo

enmudecía

Sus labios sólo se abrían para blasfemar

o insultar a la autoridad en turno

Me decía que las hojas de los árboles

dicen toda la verdad del mundo

que las manzanas deben estar podridas siempre

que el frío Ártico es abrasador

y que las ideas flotan sobre el asfalto.

ii

Artaud caminaba en silencio

perseguía témpanos

y luciérnagas

Escapaba del manicomio

pensando en los días

y en las palabras

Se detenía de vez en cuando

y escribía en la arena del parque

cosas indescifrables.

Encontré a Artaud un día

hace una década

Él perseguía murciélagos

y palabras

Se despertaba del dolor

de cabeza y caminaba por los hilos

delgados del pensamiento

Yo caminaba las horas y los días

pensaba en el autobús

sentía cómo el sol se metía por mis poros

y se volvía palabras

o témpanos en la garganta

sus manos sostenían libros

incomprensibles

Sus dedos estaban llenos de lenguas

de fuego furiosas

que lo decían todo

su voz era un incendio en los pasillos de Letras

yo guardaba silencio.

Conocí a Artaud un día

mientras la cadera dolía como ha de doler la vida

Mi cuerpo temblaba de dolor de ser

Mis manos se sujetaban fuerte del sillón

de los muros

de la muerte.

Conocí a Artaud un día

mientras leía un poema extenso

y pensaba que la vida es breve

y las palabras muy largas.


Mar de voces

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