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Ana Gabriela González Martínez

Preparatoria 12

Las tres estaciones

i

No hay un sitio a donde pueda voltear

y mirarte,

pero tu sombra ya emprende el vuelo

se cimbra en la luz del agua.

Navegas entre el asombro de ser duda

o la fuerza de una palabra pronunciada.

Todo es incierto en ti,

no hay forma de nombrar al orden,

derrumbas la lógica del tiempo:

puedo recordarte desde el futuro

y añorarte sin presente

es igual.

Puedes nacer y renacer a cualquier hora,

te creas a fuerza de ilusiones,

te escucho en el pensamiento,

atónita de luces

de risas nuevas.

ii

Vuelvo a mi sillón de domingo,

en donde aún no estás

y en un vértigo de saliva naces en forma de pregunta

¿cómo volveré a saber que eres tú?

Algo me vas a dejar en la sangre

y un llanto mío viajará contigo por todas las latitudes.

Sabré de ti, quizá, por la forma de los árboles

o por el olor del viento.

Habré aprendido entonces que no dejas de latir nunca.

iii

Un silencio,

un compás y una certeza…

Puedo mirarte.

Ahora conozco el eco de tu llanto

y le he dado forma a este hueco de tus alas.

Llegas

y llego contigo a la tierra,

a trinar y a reír sin importar el sol.

Tu nombre surge de un puñado de hojas sueltas

y cuando me dirijo a ti

nombro al universo en interminables posibilidades.

La vida nos arde:

Tú, al fin,

vuelas.


Tributo

Mi cuerpo es una llama que se extingue,

ardo en la sombra de mi propio juego,

escupo fuego en donde nadie puede verme,

brillo en silencio cuando un dedo me apunta

hacia el rincón en el que debo estar callada.

Afuera desvanezco al tiempo con mi ráfaga de luces,

adentro mi llanto es eco del temblor de un ciego.

No existo bajo la luz latente de la mano que me envuelve.

No siento pena

ni muerte.

Ni en la luz misma

ni fuera de ella,

tu voz alcanzará mi furia.


Muerte prematura

El dolor es un hilo animal.

La sangre brama

en dirección opuesta

a mi propio entendimiento.

Me reconozco en el silencio

del cuerpo que me habita.

La sangre aúlla,

primero lento

luego, vibra.

Soy el torrente de mi propio nombre.

La sangre gime…

Ahora mismo enciendo

la llama de mi vientre

que se apaga para siempre.

Mar de voces

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