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Alma Yazmín López Magaña

Preparatoria de Tonalá Norte

Ambrosía

Mis muslos se derraman

como gotas deslizándose en cristales

al contacto sediento de tus manos.

La piel se funde cuando llegas

a ese punto misterioso que se abre

y me absorbe a un precipicio de dulzura,

cuyo vórtice colapsa,

como un dique cuando pierde la batalla

en la frenética embestida de la ola que lo arrastra.

En un punto se condensan mis sentidos

y proclaman victoriosos su embeleso,

cada zona de mi piel se vuelve presa

del andar resuelto de tus dedos tan certeros.

El tiempo y el espacio se suspenden

ante la atónita respuesta de mi cuerpo.

Como flores que se abren con la aurora

los suaves pliegues que por ti cedieron

se vuelven fuentes de alborozo intenso.


Premura

Lascivia licenciosa

que deambula sin reparos

en mi mente

que se hace notar

en cada uno de mis actos cotidianos

y deambula afanosa

por mi cuerpo,

en busca de un refugio

en donde desahogarse.

O va en pos de unas manos

que entusiastas la aprisionen,

o unos labios sustanciosos

—con grilletes de fuego en cada espacio—

que logren engarzarla

para siempre al paraíso.

A ese lugar sublime y añorado

en el que tornará

sus ojos repletos de apetencias

en una zona divina

de anhelos delirantes satisfechos.


Refulgente

Me fui apagando:

como bengala

que lanza un náufrago

en el negro océano.

Como la vela

que ya sin cera

vence al pabilo;

como las brasas

que envuelve el humo

entre las hogueras

como la fuerza

de un clamor hondo

que fue arrancado

de las entrañas

de un moribundo.

¡Me consumí!…

Ya sin alma,

sin rumbo cierto,

me fui abrazando

a mi soledad.

Desde el martirio

de mis silencios,

ahogué mi juicio

sin protestar.

Y el fuego intenso

de tu mirada

por el que a diario

solía vivir,

se fue extinguiendo

junto conmigo

hasta olvidarme

de mi existir.


Mar de voces

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