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Civilización

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La Real Academia de la Lengua Española define el término «civilización» como el conjunto de cosas que perduran y que son propias a una sociedad humana, costumbres, saberes y artes, por un lado; y por el otro lado, la RAE define la palabra «civilización» como el estadio —de progreso material, social, cultural y político— propio a las sociedades más avanzadas; en esta segunda definición se hace referencia a aquello que ha sido alterado, a lo que no perdura. Interesante paradoja. Civilización es, además, el efecto de civilizar, conviene entonces conocer la definición y la etimología de este verbo.

Civilizar se define como una elevación del nivel cultural de las sociedades poco adelantadas. La palabra adelanto viene del verbo adelantar que es una acción propia a contextos de competencia. Civilizar significa, además, mejorar la formación y el comportamiento de las personas o grupos sociales; a partir de esta última definición se podría afirmar que el acto de «civilizar» es algo bueno, una acción benéfica, positiva, no adelantemos, sin embargo, conclusiones.

El término civilizar proviene del adjetivo «civil» y del sufijo flexivo «izar» lo que indica el acto de volver a alguien o a algo «civil». Civil proviene del latín, civīlis, que hace por un lado referencia al ciudadano, perteneciente a la ciudad, además de ser sinónimo de los adjetivos calificativos: sociable, atento y urbano, que no es, ni militar, ni religioso. Civiles son las obras de servicio público, pero también lo son los intereses privados de personas, familias, bienes, contratos, responsabilidades, etc. Se les llama civiles a las autoridades laicas por oposición a las de la Iglesia o a las militares. La séptima definición del diccionario de la RAE rompe con el resto de las definiciones citadas porque, en ese caso, «civil» hace referencia a una persona ruin y mezquina.

La definición comúnmente utilizada de la palabra «civil» concierne lo relacionado con las ciudades y se le utiliza en general para referirse a personas comunicativas, cordiales, sociables, educadas, afables, correctas, amables, atentas, en oposición a la barbarie que se sobreentiende es la que reina en la vida campesina. Interesante, muy interesante. Para terminar con este análisis del término «civilización», veamos cómo ha sido definida la palabra «ciudad» en el diccionario. Este término que proviene del latín civĭtas, -ātis, hace referencia al conjunto de edificios y calles regidos por un ayuntamiento cuya población, densa y numerosa, se dedica por lo común a actividades no agrícolas. Cuando se habla de ciudad se piensa en todo lo urbano en oposición a lo rural. En la antigüedad, «ciudad» era el título que se les daba a las poblaciones que gozaban de mayores preeminencias que las villas. Una preeminencia es el privilegio, la ventaja o preferencia que goza alguien por mérito especial. Las ciudades y ciudadanos han sido pensados a través de la historia como las merecedoras de ventajas por sus méritos. ¿Cuáles méritos? El de no mantener el trabajo agrícola. No es sorprendente entonces que hayan proliferado en el mundo las ciudades arrasando con todo lo que es la vida rural y campesina.

Civilizar suena en el imaginario común como un acto de nobleza, todo discurso «respetable» suele contener palabras relacionadas a la ciudad, al ciudadano, a la civilización. La naturaleza, lo rural, han sido, por el contrario, utilizados en general, para hacer referencia a las «barbaridades», de la vida «salvaje» de zonas tribales, de la vida ruda y «violenta» del campesinado, de forma que, parece lógico entonces, que sea preciso civilizarles erradicando lo que quede de rural y de natural en el mundo. He aquí por qué el Planeta está como está en nuestros días. Las palabras tienen un poder inimaginable, por lo tanto, todo ser humano debería pensarlas detenidamente, cuestionarlas, analizarlas y hacer uso de ellas con responsabilidad y en plena consciencia.

Los grandes mitos de Occidente

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