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3. Un complemento: ¿por qué debo matar un gallo para Esculapio?

A no des-cuidarse, o una forma de cuidado que termina con la muerte

–Critón, debemos un gallo a Esculapio, no te olvides de pagar esta deuda.

Y no habló más.

Platón, Fedón

Michel Foucault, en El coraje de la verdad, se plantea un asunto que parece menor, pero en realidad nos estaría develando el más profundo sentido, o sin sentido, de la vida y la muerte de Sócrates. Son tres los libros de Platón referidos a la muerte de Sócrates: la Apología, el Critón y el Fedón. Los tres textos nos darían perspectivas complementarias de un mismo asunto, el misterio que rodea a la muerte socrática; pero también serían escritos dentro de la tradición del cuidado de sí, cuestión que se plantea Foucault en las primeras clases del libro referido. La polémica que nos trae Foucault gira, precisamente, en torno a la última frase supuestamente dicha por Sócrates antes de su muerte, pidiéndole a Critón que le mate un gallo en honor a Esculapio. Sobre esto, Nietzsche encenderá una polémica en su Gaya ciencia, aforismo 340. Cito algunas partes de este fragmento al que hace referencia Foucault:

Ya fuera la muerte o el veneno, la piedad o la malignidad, en ese momento algo le desató la lengua y lo hizo decir: “Oh, Critón, debo un gallo a Esculapio”. Estas ridículas y últimas palabras significan, para quien sabe escuchar: “Oh, Critón, la vida es una enfermedad”. ¿Es posible? Un hombre como él, que había vivido alegremente y como un soldado a los ojos de todos, ¿era un pesimista? […] ¡Sócrates, Sócrates, por tanto, sufrió la vida! (Nietzsche, citado por Foucault, 2010: 113)

Foucault llega a la conclusión, basándose también en la interpretación de Georges Dumezil (1984) de que, si bien lo dicho por Nietzsche puede ser una mala interpretación, es una plausible interpretación. ¿Por qué? Porque era usual precisamente en esa época realizar alguna ofrenda a Asclepio o Esculapio (según la tradición griega o latina), el dios de la Medicina, si uno se había curado de alguna enfermedad. ¿Pero de qué enfermedad se ha curado Sócrates, que tiene que poder agradecer con la ofrenda del gallo una vez que está a punto de morir? ¿No es acaso la enfermedad que llamamos “vida” que curamos con la muerte? Evidentemente no es así, pero habrá que indagar más de cerca los dos textos que siguen a la Apología y que hablan precisamente de la reacción que Sócrates tiene ante su condena. Es decir, la condena por parte de los jueces a beber cicuta. ¿Por qué nos interesa este problema, ante la perspectiva del cuidado de sí y la formación humana, que es el tema que nos ocupa? Pues no podemos decir que elegir la muerte sea un tema de cuidado de sí y de los otros. Vayamos al punto de lo que queremos comunicar.

Sócrates tenía otras salidas que la muerte. Por ejemplo, aceptar el exilio, pagar una multa, o incluso escaparse de la cárcel. Éstas son las últimas “tentaciones” en las que precisamente hubieran incursionado aquellos que querían o valoraban la vida por sobre esta condena injusta. Para explicar por qué éstas no son opciones para él, entre otras cosas, existen estos dos libros a los que hacemos referencia. Y también para explicar de qué nos hemos curado y por qué, y para descifrar cuál es la preocupación de Sócrates, y su mayor “ocupación”, y por qué no pone en duda esta misión incluso al optar por cumplir con su condena. Es importante ir a estos textos pues, a partir de la Apología socrática, quedan muchas preguntas abiertas acerca del cuidado de sí y de la forma de vida que ha elegido. Sabemos que Sócrates pudo liberarse de la condena. De alguna manera, hay que replicar estas posibles “salidas” a la muerte que Sócrates evitó o rechazó, y su posible relación con el cuidado y un nuevo concepto, que aquí aparece, que es el “descuido de sí”. Una es la perspectiva de los amigos. Si Sócrates no acepta la ayuda de los amigos, alguien podría pensar que sus amigos no se preocupan por él. Otra es la perspectiva familiar: es un padre que abandona a sus hijos, a su esposa, que los deja desamparados, que los “descuida” al aceptar morir, teniendo otras alternativas. Mas ¿de qué se curan entonces Critón y Sócrates (pues la cura es plural)? ¿De qué están enfermos, qué es lo que tienen que agradecer a Asclepio? Critón contiene varias posibles respuestas. Vayamos a Critón, texto cercano, por cierto, a la Apología socrática. El argumento primero tiene que ver con “el qué dirán” los demás al ver que Sócrates murió sin que ningún amigo lo socorriese (cosa que no es cierta). El argumento socrático es que no hay que preocuparse de la opinión de la mayoría sino de la verdad. ¿Acaso un hombre “bueno” puede decidir no salvar su vida y, por ende, dejar amigos, familia, etc.? (Éste es uno de los temas discutidos en el Crítón.) Sócrates ha de hacer caso a los razonamientos para ver si esto es así. Lo que resulta de esta deliberación es que Sócrates no está dispuesto a responder injustamente a la injusticia. Antes que actuar injustamente, escapar, pagar para salir, etc., prefiere acatar las leyes. Las leyes lo han beneficiado, pues él, al vivir en la ciudad, las ha aceptado; si no ha podido persuadir a los hombres de que lo absolvieran, el mal está en los hombres, no en las leyes. No debo responder con injusticia, ni hacer mal a ningún hombre, aunque haya recibido mal de él. Nada debe estar por encima de lo justo, ni los amigos ni los hijos. Los injustos son los hombres, no las leyes. Sócrates no puede responder injustamente, no puede ir contra las leyes. A través del Fedón nos encontramos con un texto de madurez, más platónico que socrático. Por ejemplo, donde, en vez de la dubitación acerca de la muerte, tenemos la convicción de la inmortalidad del alma (en la Apología, texto platónico de juventud cercano a la muerte de Sócrates, teníamos la dubitación). En él, Sócrates no está afligido, pues está seguro de la inmortalidad del alma. Un hombre que se ha dedicado toda la vida a la filosofía, dice Sócrates, ha de morir con mucho valor. Porque la filosofía ha de entenderse para Platón como una “preparación para la muerte”, pero esto no es otra cosa que ir dejando el cuerpo y las cuestiones del cuerpo, e ir concentrándose en el alma. “Los hombres ignoran que los grandes filósofos no trabajan durante su vida sino para prepararse para la muerte”, dice el Platón del Fedón. Y los cuidados del filósofo son los cuidados del alma (en el contexto del platonismo). Debe desprender su alma del comercio del cuerpo; es por medio del razonamiento como el alma descubre la verdad. No es el cuerpo sino el alma la que nos conduce a la sabiduría. Incluso dice que gozamos de la sabiduría después de la muerte, pues el cuerpo en la vida nos lo impide. Por más convicción que Sócrates tenga acerca de la vida ultraterrena, lo cierto es que la vida, aunque sea una preparación para la muerte, es al menos imprescindible para que se realice esta preparación. Hay un fragmento que quizá pueda ser clave en esta disquisición.

Porque es preciso que sepas, mi querido Critón, le dijo, que hablar impropiamente no es sólo cometer una falta ante lo que se dice, sino causar un mal a las almas. Es preciso tener más valor, decir que es mi cuerpo el que tú entierras; y entiérrale como te acomode, y de la manera que creas más conforme a las leyes. (Fedón, 116a)

Luego, al final del diálogo, surge este famoso pedido de matar un gallo a Esculapio. Hay un mal al que ahora se refiere bien concretamente; es el mal que producen en el alma los malos razonamientos. Los estoicos dirán después que no es la realidad la que nos hace daño, sino los juicios erróneos que emitimos sobre ella. Hay que separar, como decían los estoicos, entonces, lo que depende de nosotros de lo que no depende. ¿Qué depende de nosotros en este caso, razonar bien? Critón no está hablando apropiadamente, incluso no está sintiendo apropiadamente, porque interpreta mal la realidad al razonar mal. Lo cierto es que Sócrates, con su muerte, va a recibir un bien, no porque la vida sea algo malo que haya que expiarse con la muerte, sino concretamente porque la vida ha sido una preparación, un proceso de purificación continua, para llegar hasta este momento cuando el alma se separa del ciclo de reencarnaciones, si es que se ha purificado, y comienza un proceso donde lo que pervive es ella, a la que finalmente se le depara un sitio espiritual para bienaventurados.

Varios asuntos están presentes en el diálogo del Fedón: el suicidio. No hay que suicidarse porque los dioses cuidan de nosotros y, en cierto sentido, nosotros somos propiedad de ellos. No podemos escapar a la solicitud y la benevolencia de los dioses. El tema es separar primero el asunto del suicidio; la muerte de Sócrates no es un suicidio. Si bien es una “automuerte”, se produce por acatamiento a las leyes o a la autoridad. Ocuparse de uno mismo no es seguir la opinión de la mayoría, sino seguir lo que es justo, y esto está determinado por la verdad. Es siguiendo la verdad como se evitará el deterioro del alma. Según Foucault, es el logos racional el que es capaz de impedir la corrupción del alma, o de devolver al alma el estado de salud. De lo que se libera Critón es entonces de la opinión de todos, sin distinción, para acogerse al saber que proviene de la búsqueda racional y que se vincula con la verdad, así sea la verdad de uno solo frente a los más. Dice Foucault (2010: 122) que estos dos textos (el Critón y el Fedón), que se presentan en una situación posible previa a la muerte de Sócrates y el sacrificio final, muestran, por una parte, que una opinión falsa, mal establecida, mal examinada, es un mal del que hay que curarse; y, por otra, que Sócrates, en su último momento, hace efectivamente eco a todo un debate de Critón, pero también con otros interlocutores del Fedón. La idea que rescata Foucault es que en el Fedón efectivamente hay una cura, la cura de la opinión falsa. La opinión mal formada es un mal que afecta el alma. Critón está afectado por el mal de la opinión, que le hace creer que es mejor que Sócrates viva a que muera. No está aquejado por el mal de la vida, sobre el bien de la muerte. No es así. “Debemos” un gallo a Esculapio debido al lazo de amistad y cariño que tiene a sus discípulos, lo que le hace incluirse en la proposición (Foucault menciona el criterio de la homología). La operación “curativa” del logos es aceptada por todos en general. Hay un compromiso con la verdad de los compañeros o amigos que buscan la sabiduría. La actividad que permite la cura es la actividad del filosofar. Ocuparse de un enfermo, esto es, la epimelesthai. La curación socrática es parte de la actividad filosófica y su compromiso con el cuidado de la comunidad. Según Foucault, el ciclo de la muerte de Sócrates –de la Apología, el Critón, el Fedón– está atravesado por el tema de la epimeleia. Sócrates les enseña que se ocupen de sí mismos. Y al final, en el Fedón, les pide que se ocupen de sí mismos, que no se descuiden. En el Fedón, Sócrates dice: “Haced lo que siempre digo […] Cuidad de vosotros mismos (Hymón autón epimeloumenoi) ésa es mi última voluntad. No se descuiden, no sean descuidados (me amelésete)” (Platón, citado por Foucault, 2010: 1). Los dioses enviaron a Sócrates para que nos cuidáramos, mas esta misión finalmente conduce a Sócrates a la muerte, que le depara a él una posvida bienaventurada. Entonces, para nosotros, era importante repensar el tema de la muerte a la luz de los textos, sobre todo de los textos que específicamente refieren a la muerte de Sócrates. La misión de Sócrates es instar a que los hombres se cuiden. Los dioses cuidan de nosotros, no nos es permitido matarnos. Debemos obedecer las leyes, y no responder injustamente ante las injusticias de los hombres. Las leyes cuidan también de nosotros. Evitar la muerte, para Sócrates, hubiera implicado muchas cosas: primero, no reconocer las leyes, cuando él había sido beneficiado por ellas; ahora que no es beneficiado, entonces, negarlas habría sido una contradicción, además de tener consecuencias nefastas para él y para sus amigos. El que había perseguido la virtud, ¿qué clase de vida tendría siendo perseguido por la ley?, viviendo fugitivo, o pagando ilícitamente a personas para que lo dejaran escapar, etc. Si hubiera vivido en el exilio, seguiría filosofando y tarde o temprano lo apresarían, etc. No hay salida digna que no sea la muerte, aunque sea injusta. Es un hombre que, por otra parte, se ha preparado toda la vida para muerte. El problema no es la muerte, sino el tipo de vida que sostuvo y que debió defender incluso a riesgo de muerte. Su tarea es la epimeleia, el cuidado de sí y de los otros. Su mensaje final también es la epimeleia. Se le rinde el culto al dios de la Medicina, quien cuida de nosotros. El último culto debe rendírsele también a un dios que se ocupa del cuidado. El último mensaje es porque alguien ha sido curado de una enfermedad, aunque sea una enfermedad del alma. En la tradición socrático-platónica de la que partimos, el cuidado de la vida de los sujetos tiene que ver con la construcción de un sujeto ético ligado a la idea del Bien, la Verdad y la Belleza. Ideas que se daban conjuntamente en el pensamiento platónico, aunque lideradas por la idea del Bien, que unifica las tres. La vida “terrena” no es el último valor: puede ser mejor morir para defender un modo de vida, una coherencia con un ethos. No hay que dejarse llevar por la voz de la mayoría, hay que pensar bien, pensar de acuerdo con la razón o logos. Cuidarse o no descuidarse implica aprender a pensar bien, pensar rectamente y actuar en consecuencia con ello. El principio rector que rige una vida es el logos. El logos se hace “carne” en una vida, que es la vida del filósofo. Éste tiene, en el caso de Sócrates, la más alta misión que es el cuidado de los otros, el cuidado de la ciudad misma, y no de las cosas de la ciudad. El forjar a través no de contenidos, sino de un diálogo racional entre amigos, respaldado por una forma de vida, un ser humano capaz de cuidarse, conocerse, pensar y actuar rectamente. La filosofía es el camino para la formación de este ser humano. La filosofía enseña a vivir, pero también enseña a morir. Morir no tiene por qué constituirse en algo malo. Es mucho peor cometer injusticia y defender la vida de una manera indigna. Construir una vida que valga la pena de ser vivida a riesgo de muerte. Pues la filosofía puso en riesgo de muerte la vida de Sócrates, pero Sócrates ve, como principio más alto, su misión propuesta por un dios. El que hizo el mayor bien para la ciudad es matado por los hombres de la ciudad, porque los hombres piensan mal, son influidos por la envidia, los malos pensamientos, las emociones mal fundadas. Sócrates debe ser coherente con la vida que ha elegido vivir; su gran vocación de ser maestro sin ser maestro de los hombres debe llevarla hasta la muerte si es preciso, como realmente ocurrió.

La formación humana desde una perspectiva filosófica

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