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Capítulo cinco “Segundo encuentro”

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El caballo seguía corriendo sin darle lugar al temor; parecía un verdadero guerrero; en cambio yo estaba aterrada y solo me aferraba a las riendas y por más que trataba de esquivar a los que llegaban por arriba no lograba evitar su arañazos y cada vez estaban más cerca. Después de que uno casi me toma del pelo volteé la mirada hacia delante y uno venía de frente, el caballo agachó la cabeza reaccionando más rápido que yo y me tomó de los hombros levantándome de las monturas y llevándome hacia arriba sobre las copas de los árboles, no sabía qué hacer, ni siquiera un grito salía de mí por el miedo y la velocidad que llevaba aquella criatura, solo pensé en que no quería morir de esa forma así que empecé a retorcerme. No dejaba de moverme y en uno de tantos movimientos me soltó aventándome hacia adelante y solo así liberé un grito por la caída libre.

Otra criatura me atrapó en el aire tomándome de un hombro, encajándome sus cuatro garras profundamente, creí que el brazo se me desprendería, sentía cómo se desgarraba mi músculo poco a poco, nunca había sentido un dolor tan fuerte. Seguía volando y tenía que actuar rápido si no en cualquier momento se desgarraría mi brazo, se me ocurrió agarrarle un ala y lo intenté hasta que pude, pues las movía muy rápido, trataba de zafarse pero no lo solté, empezamos a perder altura y un sonido muy fuerte; parecido al sonido que hace una rama seca partiéndose a la mitad; nos extrañó a ambos. Lo primero que me imaginé fue el ala de la criatura que se desprendía de su cuerpo por la fuerza que ambos imponíamos hacia sentidos opuestos, pero estaba completamente equivocada.

Lo recuerdo como si mi mente lo hubiera grabado en cámara lenta: al distraerme, la criatura tiró fuertemente de su ala y se me resbaló de la mano dándome cuenta de que era lo único que me pegaba a ella. Comencé a caer y veía a la criatura flotando en el aire mientras yo me acercaba cada vez más al suelo, pero aquel sonido estrepitoso que nos distrajo a los dos, fue mi brazo que se había desprendido totalmente de mi cuerpo y que aún sostenía la criatura entre sus garras.

A pesar de que parecería que la caída era de unos tres o dos segundos, yo la sentí como si hubiera estado años cayendo lentamente, viendo cómo la criatura se alejaba con mi brazo. Pero al fin caí sobre un árbol cuyas ramas amortiguaron mi caída, aun así, azoté tan fuerte el suelo que se me escapó el aire, la cabeza me daba vueltas y mi vista se nubló, abriendo y cerrando los ojos para despejar mi vista alcancé a ver que llegaban más de esas criaturas. Me levanté como pude aún mareada, extrañamente aún no sentía dolor; era como si el rush de adrenalina luchara por mi débil supervivencia; di un par de tropezones y agarré una de las ramas que rompí con mi caída, me rodearon aquellas criaturas, no podía ni ver bien, no sabía si estaba mareada por mi hombro que se desangraba o por la caída que me dejó aturdida. No valía la pena gritar por ayuda pues nadie me escucharía, estaba sola, así que si me iban a comer por lo menos no se las dejaría tan fácil.

Recuerdo que en ese momento no pude evitar pensar en la última vez que tuve tanto miedo de verdad y lo primero que surgió en mi mente fue cuando papá me explicaba que mamá se había ido. Después de ese día temía tanto ser una mala niña, para que papá no me dejara también.

Les grité que se apresuraran; no era porque tuviera algo más que hacer; no quería tener más esta angustia de esperar a que atacaran en cualquier momento. Lista con mi rama una de las criaturas se empezó a acercar, dio un brinco hacia mí y le di un ramazo tan fuerte que se rompió mi arma, pero aun así logré desviar a la criatura que emitió un corto pero horrible chillido que retumbó en mis oídos desorientándome. Las criaturas se quedaron quietas unos segundos y al ver a uno de los suyos tumbado en el suelo todas se abalanzaron contra mí al mismo tiempo, yo con mi pequeña y rota ramita de apenas treinta centímetros la sostuve firmemente frente a mí, giré mi cabeza y cerré los ojos con fuerza y por más que quisiera no podría evitar lo que evidentemente iba a pasar, y por más valiente que fuera no podría contra estas horribles criaturas. Ya habían probado mi sangre y querían más.

Un fuerte gruñido diferente, apagó el de las criaturas y sentí cómo algo me empujó hacia atrás. Con el empujón y mi mareo caí fácilmente sobre mi trasero y cuando vi lo que pasaba me sorprendí al ver de nuevo al gran lobo que ahora peleaba contra esas cosas. Parecía una escena de terror, sangre por todos lados, cuerpos desmembrados por ahí, alas desgarradas por allá, incluso se podía escuchar cómo de repente chocaban diente con diente entre la pelea y cómo penetraban los dientes del lobo en los cuerpos de esas criaturas, unas eran valientes y lo enfrentaban pero otras salían volando asustadas y lastimadas.

El lobo volteó a verme jadeando, con sangre en su hocico y pupilas dilatadas y se dio cuenta de que estaba herida y se acercó a mí lentamente, un poco más tranquilo. Estaba aún sentada en el suelo, atónita por lo que acababa de ver y a pesar de la sorpresa que me había llevado, mi corazón latía lentamente, el lobo se echó frente a mí poniendo sus patas a mis costados e intentó lamer mi hombro, pero lo detuve con mi mano en su cuello evitándolo.

—¿Qué haces? —reclamé con esfuerzo.

—Tengo que limpiar tu herida —respondió con voz serena.

—¿Cómo qué limpiar? Tienes el hocico lleno de sangre —Apenas podía hablar pero insistí en apartarlo.

—La sangre fresca de los maderns es curativa. Aunque puede que te quede cicatriz —explicó con calma.

—Claro, ¡¿cómo no se me había ocurrido antes?! —dije con sarcasmo, suspiré tratando de calmarme— ¿Te refieres a esas cosas?

—Así es —afirmó y trató de quitarme la tela desgarrada que quedaba de la manga de mi suéter, delicadamente, con su hocico. Yo no quería ni ver, solo sentía cómo chorreaba la sangre y escurría hasta mi abdomen y sin aviso lamió mi herida que ardió como si un fierro caliente tocara la herida, como si la cauterizara, no recuerdo que dolió más si el mismo desprendimiento de mi brazo o la cura. Apreté mis dientes, mi mano contra su pecho y casi le arranco un mechón de pelo del dolor pero hizo caso omiso a eso, como si entendiera mi reacción y siguió lamiendo dejando su lengua sobre la herida unos segundos, cada vez ardía menos y era un poco más confortable, como si la sangre de esas cosas aliviara el dolor realmente, después de un rato se me escapó un suspiro, relajé mi mandíbula, pues aún sentía una leve pulsación como si siguiera sanando pero ya no era un dolor insoportable; aflojé el puño pero aún sostenía el mechón de pelo; con miedo de que sí se lo hubiera arrancado.

Me relajé tanto que dejé caer mi rostro en su pecho; no dejaba de temblar; el lobo se quedó inmóvil como si supiera que necesitaba ese momento de calidez, giró su cabeza a un lado creando algo parecido a un abrazo con su cuello, lo que fue muy confortante, se sentía tan cálido, aún olía a sangre y algo parecido a baba, pero logró calmarme y dejé de temblar. Nos quedamos ahí inmóviles, me sentí tan cómoda que parecía como si lo conociera de años, haciendo que el silencio fuera pacífico y no incómodo, se sentía extrañamente familiar. Me sentía tan aliviada de estar en su compañía que mis lágrimas empezaron a brotar, no podía más con la angustia de no saber dónde estaba y ahora mi brazo izquierdo no existía más; uno nunca está preparado para asimilar la pérdida de un miembro de su cuerpo. No tenía ni idea de cómo iba a superar esto y no sabía cómo continuar, ni hacia dónde.

Unos segundos después sin aviso el lobo se levantó de un solo movimiento.

—Suficiente —dijo con tono serio.

Se dirigió hacia el cuerpo de una de esas cosas y desgarró un pedazo de carne y empezó a comer de ahí, fue tan desagradable que me tuve que voltear para no ver, pero extrañamente mi estómago rugió y sentí un enorme vacío; después de todo no había comido nada en días y estaba muy débil. Agarré mi estómago como si eso disminuyera el sonido del monstruo que llevaba por estómago, una pequeña nubecita de polvo me distrajo de apaciguar mi hambre y frente a mí un gran trozo de carne, vi al lobo que solo se relamía los bigotes.

—Come —ordenó y siguió devorando todo.

Volteé a ver el pedazote de carne que aún temblaba y le escurría sangre, no me dio asco pero tampoco se me antojó. Aunque, si ellos ya habían probado algo de mí, creí que sería bastante justo hacer lo mismo, sería casi poético. Y así se me ocurrió que tal vez, podría cocerla, decidida me levanté con dificultad y busqué ramas cerca de mi lugar para hacer una pequeña fogata para que por lo menos se ahumara, busqué hojas secas, ramitas de todos tamaños, hice la fogata como pude y fue bastante raro y frustrante hacerlo con una mano, aún tenía el instinto de tomarlo con la otra mano. Prenderla no significó un reto menos, pues nunca lo había hecho, solo había visto a mi papá hacerlo alguna vez, tardé mucho en encenderla.

El lobo ya había devorado como tres cuerpos y al ver lo que intentaba hacer me preguntó: —¿Qué haces?

—No me voy a comer eso así como tú —respondí, sin dejar de poner atención a lo que hacía.

—Qué desperdicio de tiempo —replicó, sin dejar de masticar sus grandes bocados. Se podía escuchar cómo molía huesos y cómo desgarraba la piel, fue un poco difícil concentrarse con ese sonido y solo quería ignorarlo.

—A diferencia de ti, lobito, no estoy acostumbrada a comer esto —dije mientras clavaba varias ramitas al pedazo de carne y lo clavé en el suelo cerca de la llamita que había creado y pacientemente esperé.

—Los maderns son un manjar una vez que te acostumbras —dijo mientras se limpiaba la sangre de su hocico, y ya había terminado con los dos últimos cadáveres, se recostó y se recargó junto a un árbol, parecía que reposaba de la comida. A pesar de que la carne no sabía nada a algo que ya hubiera comido antes, lo devoré por completo y cuando terminé me tumbé en el suelo.

—Gracias por compartirme un poco —exhalé satisfecha.

—¿Te duele? —preguntó el lobo, viendo mi hombro que aún palpitaba.

—No tanto. Creo que me ayudó bastante ese remedio tuyo —contesté, queriendo tocar mí herida con curiosidad y temor a la vez—. Gracias, por ayudarme, con esas cosas, si no hubieras llegado… —Se me hizo un nudo en la garganta y no supe qué más decir.

—No lo hice por ti —dijo rápidamente—. Buscaba algo para comer ¿Recuerdas?... Y además, no me gusta deberle nada a nadie.

Me dio un poco de tristeza su comentario, claro por qué me ayudaría sin razón, pero al entender que ya estábamos a mano no pude evitar sonreír.

El lobo se levantó de prisa y con la mirada y orejas atentas hacia una dirección, se quedó inmóvil unos segundos. Se le escapó un gruñido y sin más desapareció dando tres zancadas hacia el bosque.

—¿Es en serio? Te vuelves a ir así —grité y levantándome torpemente quise seguirlo pero supe que sería inútil—. ¿Y si más de esas cosas vienen o algo peor? —grité sin sentido.

Puse la mano en mi cintura recordando que otra vez estaba sola, ni siquiera el caballo estaba, quizá hasta esas cosas se lo comieron, solo esperaba que estuviera bien. Apagué el intento de fogata que había hecho, y me di cuenta de la masacre que había ocurrido, pues aquí sí llegaban los rayos de sol y descubrían todo con su luz, y pensé que ese lobo realmente estaba hambriento.

Me quedé ahí parada pensando qué debería hacer ahora. Ví lo que ahora era mi hombro solitario y el pequeño muñón que se había creado después de que el lobito me curara, si así se le podía llamar; observé además, mi suéter favorito totalmente arruinado y la gran mancha de sangre que ahora lo teñía. Pensé que tal vez cambiarlo de lado sería lo más prudente y que el estarlo viendo no me impidiera pensar en lo que debía realmente enfocarme. Lo cual en ese momento no tenía ni la menor idea.

Escuché un crujir de ramas a mis espaldas y volteé con una sonrisa esperando que fuera el caballo, pero esta se borró al instante, al ver quién salía de entre los árboles.

El mismo cazador y sus tontos achichincles. ¡Ja! pensé, mientras reaparecía mi sonrisa, fijándome en uno de ellos que me veía con odio, pero solo con un ojo hinchado y rojo, el otro lo tenía vendado, era al que había pateado en la posada; al verme avanzó hacia mí pero el jefe lo detuvo con una mano.

—Miren muchachos, el bosque siempre te regresa lo que pierdes —dijo el jefe levantando ambas manos como si agradeciera, y todos sus seguidores se rieron en coro. Se paseó por el lugar mientras observaba los cuerpos desmembrados de las criaturas y con asombro en su mirada dijo: —Estábamos siguiendo el rastro de un grupo de maderns y tú los encontraste por nosotros —Volteo a verme con la mirada fija en mi brazo descubierto y mi suéter hecho trizas—. E hiciste nuestro trabajo —Dio dos aplausos con un mirada perturbadora.

—Cuando llegué así estaban —dije lo primero que se me ocurrió. Retrocedí un poco, no creí que fuera buena idea decirles que fue el lobo y comencé a pensar cómo salir de ahí.

Analizando mis palabras dio otra vuelta por el lugar y se detuvo cuando vio lo que quedaba de la pequeña fogatita y opinó: —Parece que fue una buena pelea, me hubiera gustado presenciar eso —Con un tono de desilusión pero a la vez burlón empezó a caminar hacia mí lentamente—. Aunque, ¿no les sorprende que ella sola haya podido con cinco de estas cosas y que solo tenga rasguños? —preguntó a sus adeptos que solo murmuraron entre ellos; creo que sí fue buena idea tapar mi muñón. Él no iba a creer nada de lo que yo dijera, así que decidí dejar que llegara a sus propias conclusiones y pensar en cómo salir de ahí.

—Ya pasaron un par de horas, parece que no hay nada útil —dijo desalentado y se detuvo justo frente a mí.

—Otro grupo escapó, creo que aún pueden alcanzarlos —dije, dejando que de nuevo mis impulsos torpes me ganaran. Le señalé una dirección cualquiera esperando que de alguna forma solo se alejaran y me dejaran tranquila. Mi corazón se aceleraba pero no dejé que viera mi miedo y puse una mirada seria.

—Entiendo —Entrecerró los ojos analizándome. Parecía que había captado que quería esconder mi miedo, retrocedió unos cuantos pasos y exhalé aliviada, se detuvo y regresó con la mano sobre su sucia barba—. Pero, ¿sabes cuál es el problema, querida? —Sacó una daga de su cinturón y con un dedo en la punta la empezó a girar presumiéndola; me asusté y no pude evitar abrir los ojos ante la impresión de la daga y fruncir el ceño de angustia.

El jefe continuó diciendo: —El problema es que siempre te llevas mis premios, incluso tú te fuiste —Sus achichincles empezaron a acercarse también y no pude imaginar cómo podría salir de ahí.

—E-es solo un accidente —dije para tratar de distraerlos.

—No querida, los accidentes solo pasan una vez, dos es destino y tu destino es que seas mí tesoro —Esbozó una sonrisa repulsiva y seguía avanzando hacia mí mientras yo retrocedía, pero un árbol me impidió continuar.

—Es una maravilla eso del destino, ¿no creen? —gritó un hombre que llegaba montando al caballo que me hizo compañía todo este tiempo, junto con una lechuza posada con orgullo en la montura, siguió cabalgando hasta que se detuvo entre los cazadores y yo. El caballo parecía saludarme con un movimiento de cabeza y recordé lo que el lobo me dijo sobre su jinete y me asusté un poquito más.

Desmontó moviendo su enorme capa azul hacia atrás.

—Yo creo que todos podemos reescribir nuestro destino. Además no creo que esta hermosa doncella quiera que su camino termine con ustedes —puntualizó muy soberbio. Empuñó su espada lista para desenvainarla en cualquier momento contra los cazadores—. Atreviéndome a hablar en nombre de esta doncella, lo mejor sería que se fueran a cazar a otro lado —ordenó con tono serio pero tranquilo.

—¿Qué hace un soldado de Evolet tan solitario? —preguntó el jefe sintiéndose fuerte por el respaldo de sus hombres.

El caballero se puso tenso ante sus palabras. —Será mejor que se vayan —advirtió con un tono aún más serio que antes.

—Creo reconocerte, noble caballero —burlándose lo analizó de arriba abajo y sus hombres se rieron—. Además tu lechuza te delata.

El caballero desenvainó su espada y apuntándole al jefe le dijo: —No lo repetiré.

—Estuvo en la posada, jefe —dijo el más joven de sus hombres.

—Claro… —El caballero interrumpió al jefe con el filo de su espada posado en su garganta, todos se callaron.

—Largo —dijo serio y conciso. Todos empezaron a retroceder después de un movimiento de la mano del jefe, subieron a sus caballos y lo esperaron.

—Te veré de nuevo —Guiñándome el ojo retrocedió lentamente con las manos arriba, montó y se alejaron al fin. El caballero se cercioró de que se fueran, mientras yo recobraba el aliento y me recuperaba del susto.

—Qué bueno que estás bien, pensé que te había pasado algo —le dije al caballo abrazándolo por el cuello y él solo resoplaba olisqueando mi nuevo muñón, parecía también feliz de verme; eso quería pensar—. Lo sé, esto fue lo que gané de la pelea —le susurré con tristeza.

Escuché un carraspeo y cuando volteé el caballero me apuntaba con su filosa espada.

—Creo que te tengo que agradecer verdad, gracias —recalcaba alejándome del caballo. Me analizó con la mirada como todos desde que llegué aquí, observando de más mi suéter buscando una herida. Él caminaba hacia el caballo interponiéndose entre los dos.

—¿Por qué todos aquí son tan violentos? —pregunté— Supongo que es tu jinete —Me dirigí al caballo.

Él sintió cómo lo ignoraba —Pase días recorriendo este horrible bosque siguiendo unas torpes huellas y al final resultó que tú, una extraña niña fue la que se robó a mi caballo —Se desahogó con un tono grosero, ya no parecía tan caballeroso.

—Ya no soy una bella doncella —reclamé dirigiéndome al caballo.

—Deja de hablar con Sphider como si fuera tu amigo —replicó el caballero.

—Conque así te llamas, qué bueno saber que tienes nombre, Sphider.

Caminé hacia él para abrazarlo de nuevo, me alegré de saber su nombre. Él, no tan caballero, me quiso jalar del brazo pero solo tomó mi manga vacía, me quejé un poco por el roce de la tela con mi muñón aún sensible.

Me soltó de inmediato al ver mi reacción y parecía que había averiguado donde estaba mi herida —Deja de hablar con él, no sé ni cómo, ni por qué, pero fue un error que te siguiera, en cualquier otro caso no te habría dejado montarlo y no te hubiera seguido —dijo ahora más tranquilo. Parecía que regañaba a Sphider.

—Yo tampoco lo sé, pero le debo la vida. Si no fuera por él me hubiera vuelto loca en este bosque tan tenebroso. —Logre llegar a él y lo abracé de nuevo, Sphider parecía también feliz.

La lechuza revoloteó en mi cabeza haciendo que lo soltara y solo así regresó al hombro del caballero que enojado me dijo de nuevo: —No te acerques más —Lo tomó de las riendas y lo alejó de mi—. Mira cómo está de maltratado y sucio —Sonaba como un chico que adora su auto.

Era cierto que tenía unas cuantas heridas de las criaturas que nos atacaron anoche y tenía un poco de lodo, pero nada que no pudiera solucionarse, me quedé viendo a Sphider agradecida que se soltó de su amo y vino a mí; acción que lo dejó sorprendido.

—Es cierto que está un poco sucio y herido, igual que yo —Se me escapó una risita y Sphider resopló—. Pero desde que llegué aquí es el único que ha sido amable conmigo —Lo abracé y se me escaparon un par de lágrimas, Sphider me distrajo trotando a mi alrededor, limpié mis ojos y sonreí como si nada pasara. No quería que el caballero sintiera pena por mí ni nada parecido.

El caballero dio un gran suspiro y sin ganas me preguntó: —¿De dónde vienes?

—No lo sé —contesté sin ponerle atención y seguí jugando con Sphider.

—¿Cómo que no sabes, niña? —dijo un poco molesto y señaló varias direcciones, enseñándome los puntos cardinales como si fuera tan tonta para no saberlo.

Quise cruzar los brazos por inercia, solo puse mi mano sobre la cintura y arqueé la ceja mostrándole mi desagrado ante su actitud nada caballeresca.

—Claro que sé de dónde vengo, pero sí te digo te burlarías de mí y me tacharías de loca y ya he tenido suficiente de malos modos —confesé.

—Sé bien que no eres de los alrededores, por tus ropas y tu manera de hablar. No tengo motivos para no creer en tus palabras… y tal vez nunca encuentre la razón para que Sphider te siguiera —respondió a mi acusación un poco más tranquilo y se quedó callado, cruzó los brazos y me hizo una seña con la mano para que yo dijera lo que tuviera que decir.

Caminando de un lado a otro y con expresivos ademanes les platicaba a mis tres espectadores cómo llegué a este lugar y todo lo que me había pasado desde entonces, no me di cuenta de todo el peligro en el que me había metido y lo sola que estaba. Tomé aire después de hablar sin parar y me desplomé en el suelo, crucé las piernas, dejé caer mi mano entre ellas y ya no pude contener más mis lágrimas. Después de unos minutos de desahogarme en mi llanto sentí la mano del caballero en mi hombro y de alguna manera sentí un poco de calma.

El caballero carraspeó y dijo con voz serena: —Lo siento.

Me prestó su pañuelo bordado con hilos azules.

Me sequé los ojos y sollozando vi que me tendió su mano para ayudar a levantarme, la tomé y sin esfuerzo me levantó, y con el dorso de su dedo índice limpió la última lágrima; con sus tiernos ojos azules y viéndome fijamente se disculpó.

—Siento haberme enojado. Estaba preocupado por Sphider, también me ha salvado varias veces, más de las que quisiera admitir —Con una mirada apenada vio a su leal compañero y se le escapó una sonrisa contagiosa.

Volteó a verme, ambos sonreímos y me llenó una sensación de que nada podría ser tan malo.

Pasó sus dedos entre su sedosa cabellera dorada e intentó acomodárselo pero la pequeña brisa se lo despeinaba de nuevo. Empezó a arreglar unas cosas en las monturas de Sphider mientras parecía buscar algo.

—Me alegra que dejaras de llorar, no todas las doncellas se ven lindas llorando, te queda mejor la sonrisa.

No supe si eso era un cumplido o qué, pero este hombre tenía una actitud rara. Sacó una larga capa y una playera de algodón con cuello en v muy largo con una cinta.

—Ten, ponte esto —Me dio ambas prendas y me señaló mi suéter, dudé un poco en aceptar—. Están limpias y es mejor que traer prendas llenas de sangre. Atraerás compañías no deseadas con el olor.

Solo esperaba que se refiriera solo a la sangre. Las tomé y me quité el suéter fácilmente pues era holgado, al hacerlo el caballero se volteó rápidamente, me pareció muy tierno. Me puse la playera, me quedaba un poco ajustada pero cómoda sobre la blusa de tirantes rasgada que traía debajo del suéter. No me había dado cuenta de que sentía frío hasta que esta calientita capa me cubrió por completo y con la mirada le agradecí.

Con un movimiento de la cabeza me indicó que lo siguiera y empezamos a caminar pero de la nada se detuvo.

—¿Dónde están mis modales? Soy todo un resabiado —No entendía a qué se refería y girando sobre sí mismo volteó a verme, hizo una pequeña reverencia y tomó mi mano—. Mi nombre es Flariel, hijo de Toviel, caballero de la corte del rey Mickel de Evolet —Besó mi mano y se enderezó aún sujetando mi mano esperando a que yo le contestara, pero me puse tan nerviosa que no supe qué decir y solo parpadeé dos veces y quité mi mano de la suya.

—Y-yo —Me aclaré la garganta y con voz tímida le dije mi nombre—, solo Theva —nos quedamos callados unos segundos. Pensé que hacía mucho no le decía a nadie mi verdadero nombre.

—Muy bien, solo Theva —con un poco de burla rompió el silencio, tomó a Sphider y empezó a caminar de nuevo, su lechuza levantó el vuelo sobre las copas de los árboles.

—¡Wow! es hermosa —pensé en voz alta.


—Si, así es Garla —dijo tranquilamente y añadió—. Le gusta presumir.

—¿A dónde vas? —pregunté corriendo para alcanzarlo.

Parecía que no había comprendido mi comentario. —¿Quieres decir, hacia dónde nos dirigimos? —aclaró. Asentí con la cabeza— Te ayudaré a regresar a casa —concluyó.

Me emocioné tanto que sin pensarlo me lancé a abrazarlo rodeándole el cuello con mi único brazo. —¡¿En serio?! —exclamé. Después de unos segundos me di cuenta de lo que hice y lo solté de inmediato, él solo se quedó inmóvil y yo me volvía un tomate— L-lo siento. Es que me emocioné mucho, nadie ha sido tan amable conmigo —Me enroscaba un mechón de pelo en mi dedo apenada.

—No os preocupéis —dijo con un tono serio pero amable y siguió adelante.

—¿Cómo sabes a dónde ir? —Con mucha curiosidad le buscaba el rostro pero él solo me evitaba como si estuviera apenado por el abrazo de antes.

—Mencionaste algo parecido a lo que seguramente es el árbol de Gera —recalcó, orgulloso de su conocimiento.

—¿El árbol de quién? ¿Qué es eso?

—Es justamente eso, un árbol que seguramente le pertenecía a alguien llamado Gera.

No pude evitar reír ante su profunda especulación y él solo me vio extrañado.

—Lo siento —Traté de controlarme—, Así como lo dices suena muy lógico —Se me escapó otra risilla pero traté de contenerme un poco esta vez.

—Está bien —También se le escapó una pequeña risita—. La verdad no sé lo que es y no sé si sea un árbol realmente —Cada vez se le desvanecía más la sonrisa y me veía de reojo para ver mi reacción.

Me confundí un poco al escuchar sus palabra. —Espera un momento, ¿nunca lo has visto? Entonces por qué lo dijiste tan seguro la primera vez —Empezaba a dudar de sus intenciones—. Si no crees lo que digo no es necesario que digas mentiras —Me detuve.

—Estoy siendo totalmente honesto —Se detuvo delante de mí—. Nadie a quien yo conozca lo ha visto, por eso tal vez ni exista.

—Entonces, ¿cómo sabes a dónde ir?

—Escuché un rumor de que alguien lo vio cerca de Heim.


—¿Dónde es eso? ¿Es muy lejos?

Esperó unos segundos antes de contestarme —Es donde los cazadores te llevaron.

—¿Qué, quieres regresar ahí? —Con asombro cuestioné.

—Tranquila, ahora estás conmigo —Avanzó un par de pasos orgulloso—. Además tenemos que reabastecernos y Sphider tiene que descansar, acaso no te gustaría dormir en un lugar seco y caliente y al día siguiente podrás regresar a casa —Sonaba muy persuasivo.

—Entonces, ¿basas mi regreso a casa en un rumor que escuchaste de alguien en una taberna?

—¿Qué? —preguntó extrañado.

—Bueno, tu preciada lechuza es inconfundible. —Llegaba Garla oportunamente posándose en el hombro de Flariel—. Estuvieron ahí el día que escapé de los cazadores y no te veías precisamente sobrio que digamos. Así que discúlpame si no confío mucho en que me guíes a casa —caminé unos pasos atrás y Sphider graciosamente se puso detrás de mí.

—Sphider, ¿qué haces? —Suspiró y se apretó las sienes un poco desesperado— Todo aquí se basa en rumores que casi siempre son ciertos, no hay otra manera de saber lo que pasa en el mundo. Y la nueva información tarda meses en saberse —dijo, mientras acariciaba el pecho de Garla para calmarse y agregó—. Si quieres regresar lo más pronto posible a casa tendremos que usar la información que tenemos ahora.

Decidí creer que lo que decía era cierto, no creí que tuvieran internet por ahí y se impresionaban fácil por mi manera de vestir, caballeros de reluciente armadura, personas sin ningún sentido de la higiene personal y animales que hablaban, mis sospechas eran realidad y ciertamente estaba en una época totalmente diferente a la mía, ¿cómo era todo eso posible?

—Theva ¿estás bien? —preguntó, mientras retornaba de mi viaje mental. Le respondí que sí con la cabeza. Flariel le preguntó a Garla qué camino seguir y la lechuza levantó un ala señalando el camino, así Flariel me hizo otra pregunta de la cual mi respuesta lo decidiría todo— ¿Vendrás conmigo?

Al parecer no tenía nada mejor que hacer o siquiera una opción, y no quería quedarme sola en el bosque. Aún no confiaba del todo en Flariel pero era la única opción en ese momento. Tomé las riendas de Sphider en respuesta a su pregunta y empezamos nuestro camino.

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