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Capítulo Dos “La cita previa…”
ОглавлениеDespués de una dosis de sal de uvas, un buen coctel contra la resaca y un buen baño, quedé bastante aliviada. Busqué a papá y parecía que no durmió en la casa pues no había indicios de su desorden habitual. Alguien tocaba en la puerta desesperadamente y mi celular sonó al mismo tiempo, era Lola.
Abrí la puerta y en cuanto me vio se lanzó con los brazos abiertos a mi cuello. —¡Eva! —chilló y me reclamó— ¿Dónde carajos estabas? Te estuve llamado y no dabas señales de vida.
Le respondí el abrazo y traté de calmarla. —Creo que tomé de más y cuando llegué me desmayé en mi cama, perdón por preocuparte.
Claro que no le iba a decir que no recordaba nada.
—Beto habló con Marco. Dijo que te había dejado en tu casa y como no contestabas dudé de él, pero como Beto confía ciegamente en Marco me tranquilicé un poco —Tomó aire y continuó—. Y como te conozco sé que te pierdes al dormir, también imaginé que habías llegado fundida.
Revisé mi celular y justamente tenía varias llamadas perdidas.
Fuimos a la cocina donde ella, muy familiarizada con todo y como en su casa, tomaba todo lo que quería, realmente no me molestaba sino todo lo contrario, que me sentía más a gusto que ella se atendiera sola, además de que se la pasaba la mayoría del tiempo metida aquí en mi casa. Sentía como si fuera mi hermana.
Le pregunté cómo le había ido con Beto y fue como si hubiera presionado el botón de play de una reproducción. Al mismo tiempo que se preparaba un cereal con leche y yo me servía un café comenzó a contarme.
—¡Ay, Eva! Ni te imaginas lo genial que es, es tan distinto a todos lo zoquetes con los que me he topado —Me veía con ojos de borrego a medio morir mientras hablaba.
—Siempre dices eso de todos los zoquetes con los que has andado —Le di un sorbo a mi café evitando su mirada.
—¡Ash! Ya sé que siempre lo digo —Aventó la cabeza hacia atrás—, pero esta vez siento que sí es diferente —Me apuntó con la cuchara.
—¿Acaso tiene un pene de chocolate, o qué? —dije como reflejo después de un trago de mi café y Lola escupió el cereal, le salió leche por la nariz y explotamos en risas.
—¡Imagínate! —dijo entre carcajadas mientras golpeaba la mesa y unos segundos después se calmó— Ya entendí… —Se limpió las lágrimas y tomaba aire, yo no dejaba de toser— Pero tiene ese no sé qué…
Me aclaré la garganta para poder hablar —Pues más le vale, y espero que lo conozcas bien antes que nada.
Era justo la dosis de risas que necesitaba hoy y mientras ella me seguía platicando de su hombre maravilloso, me llegaban recuerdos de todas sus decepciones amorosas y que me empezaban a cansar de que era siempre la misma historia. Aunque mi hombro siempre estaría para ella en cualquier situación, ya sabía cómo iba a terminar incluso antes de que empezara. No sabía si pensar esto me hacía mala amiga pero yo siempre trataba de abrirle los ojos porque no me gustaba verla triste ni con el corazón roto. Siempre esperaba equivocarme respecto a eso, pues no deseaba más que verla feliz y con alguien que realmente la valorara, pero a fin de cuentas los hombres solo la usaban.
Mi celular sonó, un mensaje había llegado y solo me llegaban a la mente dos posibilidades: mi papá avisando que otra vez llegaría tarde o no llegaría, o un bonito mensaje de las noticas. Cuando tomé mi celular y lo revisé no reconocí el número así que lo leí:
<<Hola, ¿Cómo estás?>>
<<¿Cómo te trata la cruda?>>
—¿Reconoces este número? —le pregunté a Lola.
Después de verlo contestó —No, pero seguramente es de Marco.
—¡¿Le diste mí número?! ¿Por qué? —Me sentí un poco nerviosa.
—Se veía a kilómetros que le gustabas y también parece ser un buen chico —respondió sin importarle— ¿Le vas a contestar?
Negué con la cabeza y ella puso los ojos en blanco. —¿Y si es el amor de tu vida? y tú no te das la oportunidad de conocerlo o ni siquiera lo dejas intentar al pobre chico.
Me quedé pensando un momento y en eso llegó otro mensaje.
—Ya me tengo que ir —expresó Lola mientras terminaba a toda prisa su segundo plato de cereal—. No quiero que mamá haga un drama —se quejó.
La acompañé a la puerta y nos despedimos con un abrazo, regresé por mi taza de café y me aplasté en el sillón junto a morgan. Volví a revisar mi celular y era un mensaje del mismo número:
<<Por cierto, soy Marco>>
<<Lola me pasó tu número, espero no te moleste>>
Me quedé un momento pensando en lo que Lola había dicho y pensé ¿qué es lo que podría perder? Así que le respondí:
<<Hola>>
<<Aún recuperándome>>
<<>>
En ese entonces recuerdo que solo pensaba: “Ay, ¿por qué le mandé una carita feliz? Agh ¿Qué estoy haciendo?” Me revolví el cabello y me puse un cojín en la cara, no sabía cómo coquetear y menos por mensaje. ¿Qué se dice en estos casos? Solo deseaba que Lola se hubiera quedado un poco más.
Sonó de nuevo mi teléfono:
<<Tengo el remedio perfecto>>
<<¿Tienes planes para hoy?>>
Se dibujó una pequeña sonrisa en mi rostro y di un rápido vistazo a mi alrededor tratando de recordar si tenía algo que hacer, morgan solo me veía moviendo la cola. En la cocina solo había platos sucios del desayuno y recordé que no había ido al supermercado, así que no tenía nada para prepararme de comer y papá no me había avisado aún si vendría o no y cuando no lo hace casi siempre es que no:
<<No, hoy no tengo planes>>
<<¿Por qué?>>
<<Paso por ti en un rato y verás”
<<¿Está bien?”
<<Si, está bien>>
<<¿Te mando mi ubicación?>>
<<No es necesario>>
<<Ayer te acompañé a casa>>
<<!Oh! sí, es cierto>>
<<Perdón>>
<<Ayer conociste mi peor lado>>
<<No tienes por qué disculparte>>
<<Ayer solo te divertías>>
<<Paso por ti en una hora>>
<<¿De acuerdo?>>
<<Ok>>
Me tomé mi tiempo para arreglarme, como ya me había bañado solo tenía que cambiarme y tal vez un poco de maquillaje, tampoco quería que viera que me esforcé mucho. Como Lola decía: solo tenía que sacarme un poco de provecho.
Cuando llamaron a la puerta comencé a ponerme nerviosa, pues hace mucho tiempo no salía con un chico en plan cita, el único problema es que no sabía si era una cita.
Abrí la puerta y ahí estaba Marco, parecía que le gustaba mucho ese estilo rebelde de la chamarra de cuero y jeans, pero esta vez traía tenis y sin gorro. Tenía un corte de cabello que le quedaba realmente bien y lucía mejor así que con gorro.
Al verme me sonrió dulcemente y me dio un abrazo cálido que no esperaba, recuerdo su aroma colándose entre mis fosas nasales de forma agradable.
—Hola —Fue lo único que salió de mi boca después del abrazo.
—¿Estás lista? —preguntó sin quitar su sonrisa, y asentí con la cabeza.
Cerré la puerta de mi casa y me guió hasta su carro, me abrió la puerta e incluso me ayudó a subir y las mariposas en mi estómago comenzaron a revolotear.
Se subió al carro y se puso en marcha. —Para estar cruda, te ves muy bien —dijo un poco apenado por el comentario.
Le sonreí. —Ya pasan de las cuatro, ya sería mucho para una cruda —Trataba de hacer el rato más relajado—. Tu tampoco te ves nada mal.
Sonrió mordiéndose el labio mientras veía al frente y no pude evitar notar que se sonrojaba, no sabía de qué manera había tomado mi comentario.
—Nada que un buen baño no arregle —Se peinó con los dedos sus lacios mechones que le caían en la frente.
—¿A dónde vamos? —pregunté ya que el camino por el que iba solo llegaba a la salida de la ciudad.
—A un parque de camiones de comida. Está junto a un mirador donde se puede ver toda la ciudad —explicó con emoción.
—Creo saber cuál dices.
—¿Ya lo conoces? —Me volteó a ver un poco decepcionado.
—No, solo lo he visto anunciado por ahí —le sonreí— ¿Tú has ido?
—Sí, solo una vez —mencionó orgulloso.
—¿Con tu novia? —Solo tenía curiosidad de saber qué tipo de galán era.
—No, con Beto —No pudo aguantarse la risa y agregó—: Te quería llevar porque hay muy buena comida, perfecta para una resaca. Además de la vista.
—Qué bueno, porque tengo mucha hambre —Abrí la ventana del carro para tomar aire. Esperaba que no hubiera tomado mi pregunta de una manera equivocada y pensara que estoy loca.
Al llegar había bastante gente, en cada camión de comida había hasta cuatro personas formadas y todas las mesas estaban ocupadas.
—No pensé que fuera a estar tan lleno —Un poco preocupado se rascaba la cabeza.
—Vamos a comprar algo de comer y si no encontramos mesa, nos sentamos por allá en el pasto —Señalé un lugar lejos de las mesas que era perfecto para sentarse y disfrutar de la vista.
—Me parece buena idea —Miró alrededor y preguntó— ¿Qué se te antoja?
Tras ver todas las opciones elegí la hamburguesa y nos formamos.
—Yo invito.
—No está bien, yo puedo pagar lo mío.
—Seguramente sí —dijo amablemente—. Pero déjame invitarte hoy —insistió.
—¿Solo si la próxima me dejas invitar a mí?
—¡Va! —Estuvo de acuerdo.
Fuimos al lugar que sugerí y nos acomodamos. Nos sentamos viendo hacia la ciudad y comenzamos a platicar.
—Respondiendo a tu pregunta de antes: No —dijo nervioso.
No entendía a qué se refería.
—No tengo novia si es lo que querías saber —explicó, esta vez muy seguro.
Le sonreí en respuesta. —Bueno, una nunca sabe con qué tipo de locos se pueda encontrar en estos días —contesté a modo de broma.
—En eso tienes razón —dijo serio, se mordió el labio y agregó:— Pero no sé si estoy del todo cuerdo.
Me clavó una sensual mirada y no sé por qué me quedé sin aliento ante sus palabras, no sabía cómo tomar el comentario y tras varios segundos de procesamiento se me ocurrió decir: —¿Quién lo está realmente?
—Exacto —Sonrió aliviado, como si hubiera dudado de haber dicho aquel comentario.
Después de eso seguimos hablando de muchos temas al azar, casi ni comíamos por estar inmersos en la plática. Hubo una conexión casi inmediata. Sentí que podía ser yo misma, y aunque no podía hablar por él se veía bastante a gusto.
Tras un par de horas hablando sin parar, por alguna razón recordé el sueño que había tenido en la noche y sentí una punzada en el pecho, le di un trago a mi bebida pero no se me pasaba, era más molesto que doloroso.
—Eva ¿estás bien? —Marco se dio cuenta por mi angustiado rostro.
—Sí, todo bien —Sonreí y no le tomé importancia a lo que sentí. Seguimos charlando pero unos minutos después sentí una fuerte punzada en el pecho y sentía que no podía respirar, por instinto tomé el brazo de Marco que volteó al instante dándose cuenta de lo que pasaba, me preguntó de nuevo si estaba bien pero no pude responderle, solo veía cómo su boca se movía. Había un ligero zumbido en mis oídos, pero constante, que no me dejaba escuchar, había miedo en sus ojos y mi visión se empezaba a nublar pues me faltaba oxígeno, no podía entender por qué y de un momento a otro todo se oscureció.
Sin noción del tiempo y espacio abrí los ojos lentamente mientras se acostumbraban a la luz, comenzaba a escuchar de nuevo las voces de los demás, el ruido de la carretera y las ráfagas repentinas de aire que rozaban el mirador. Sentí una mano aferrada a la mía, la apreté por reflejo y me senté dándome cuenta que estaba acostada sobre el pasto.
—¡Ay, Eva! —Marco suspiro aliviado.
—¿Qué pasó? —pregunté desorientada.
—Te desmayaste y me diste un gran susto. ¿Cómo te sientes? —Realmente sonaba preocupado. No recordaba la última vez que alguien se preocupó así por mí, además de Lola.
—Lo mejor sería que fueras a casa y descansaras —dijo alguien detrás de nosotros mientras Marco me ayudaba a levantarme—. Y si es posible ve a checarte, esto no debería pasar así porque sí.
—Es un paramédico que por suerte estaba cerca —explicó Marco.
—Muchas gracias por su ayuda y perdón por molestarlo en su día de descanso —Le di la mano, sonrió y se reunió de nuevo con su familia.
Marco me tomó de la mano mientras caminábamos hacia el carro, lo cual se sintió muy agradable y me ayudó a subirme con toda delicadeza.
—Eres la única persona que he conocido que se desmaya y pide perdón —expresó Marco cuando ya estuvo dentro.
—¡Ay, lo sé! —Suspire— Es una mala costumbre.
—¿Quieres ir a algún hospital o algo para que te revisen?
—No, gracias. Ya estoy bien —contesté, pero él parecía no creerme levantando la ceja—. Te lo juro, ya me siento mejor —lo convencí.
—Bueno, te llevaré a casa para que descanses —concluyó y arrancó.
Durante el camino de regreso seguíamos platicando y riendo como dos viejos amigos. No recordaba la última vez que me sentía así de a gusto saliendo con un chico.
—¿A qué velocidad venías? —cuestioné.
—¿Por qué preguntas? —Sonaba curioso.
—Llegamos muy rápido, ¿no crees?
—El tiempo vuela cuando te la pasas bien —dijo entre risas. Se bajó del auto y como antes volvió a abrirme la puerta, cuidadoso me ayudó a bajar y me acompañó a la puerta de mi casa.
—Gracias por hoy. A pesar de todo me la pasé muy bien —Le sonreí y me volteé para abrir mi puerta.
—Sí, bueno, fue una cita extraña —Quiso hacerse el gracioso y yo volteé apenada—, pero también me la pasé muy bien —agregó y sonrió dulcemente lo que me enterneció, le di un beso en la mejilla que lo tomó por sorpresa.
—¿Te puedo llamar luego? —preguntó entre tartamudeos.
—Claro —Me despedí.
Cerré la puerta y escuché cómo se subía al carro y arrancaba. Tenía mariposas en el estómago que no dejaban de revolotear aceleradamente, ni siquiera recordaba el colapso que acababa de tener y ni importancia le di. Al entrar de nuevo a mi casa era como regresar a la realidad y la cita que acababa de tener hubiera pasado como en un sueño.