Читать книгу Memorias de Nehober - Andrea ODS - Страница 9

Capítulo cuatro “Primer encuentro”

Оглавление

Sentí algo húmedo recorriendo mi mejilla. —¡No, Morgan! Déjame dormir un poco más —murmuraba adormilada mientras ponía mis manos en su hocico para quitarlo de encima, pero se sentía diferente, por lo que abrí los ojos y me sorprendió ver que era aquel caballo blanco que se había ido corriendo después de que la rama me había tirado.

—¡Hey! Hola —Me alegré pues pensé que estaba sola en este tenebroso bosque. Me levanté toda contracturada ya que no estaba nada acostumbrada a dormir en un árbol, me estiré y toqué el tronco del árbol dándole las gracias, de alguna manera, por acogerme durante la noche.

—Espera ¡¿noche?! Aún sigue oscuro —le decía al caballo que parecía ponerme atención o eso quería pensar. Volví a echar un vistazo con la mirada a mi alrededor y me di cuenta que no se veía tan oscuro como antes, pensé en trepar un árbol pero eran muy altos y sin ramas para escalarlos.

¡Mhmm! —me quejé con el caballo—. Bueno, será mejor que sigamos caminando —Lo tomé de las riendas y sin protestar avanzó.

Buscando un camino o algo parecido seguíamos a paso constante, pero los árboles, hierbas, plantas y demás estaban muy al azar, no conseguíamos caminar en línea recta y parecía que solo dábamos vueltas en el mismo lugar pues todo se veía igual, los árboles aquí se veían como los que ya habíamos dejado atrás hace unos minutos.

—No puedo creer que no hayamos llegado a ningún lugar —le comentaba a mi único compañero mientras él solo me ignoraba y comía algo del suelo—. Qué presumido, tú sí puedes comer cualquier cosa —Mientras avanzaba tropecé y caí cerca de un árbol, al meter las manos para no caer de hocico una de ellas se sentía húmeda y viscosa y solo me imaginé que había aplastado a un insecto y no quería ni levantarla, pero lo hice y al mirarla no tenía nada solo estaba húmeda y con tierra, me fijé dónde había caído—. ¡Mira musgo! —Me alegré tanto al verlo que abracé al caballo—. Recuerdo que papá mencionaba algo sobre el musgo y si estoy en lo correcto debe haber algo de agua cerca, ¡vamos! —Le hice una seña al caballo para que me siguiera y así hizo como si de verdad le gustara mi compañía. Seguimos el rastro de musgo unos cuantos metros —¡Escucha! —Corrí hacía aquel hermoso sonido que me provocaba salivar, pasamos algunas hierbas que al cruzarlas se descubrió un hermoso y cristalino arroyo que apenas si mediría dos metros de ancho y no se le veía inicio ni fin.

—¡Si, no moriremos! —grité. Me apuré y a tropezones por el montón de rocas y piedras que había a la orilla der arroyo, caí hincada y sumergí mi cabeza al igual que el caballo, fue tan refrescante que no me quería ir de ahí y quedarme sumergida para siempre. tomé unos cuantos sorbos para saciar mi sed, el caballo también tenía el hocico sumergido en el agua y bebía sin parar.

Me quedé contemplando el arroyo y se veían unos cuantos peces pasando por ahí. —Hasta que veo otro animalito por aquí —pensé en voz alta. Me di cuenta de que había mucha luz pero no era de día, volteé hacía arriba y por fin vi el cielo después de tanto y la luna era tan grande y brillante que iluminaba todo perfectamente.

Me recosté sobre las piedras para contemplar el cielo y las miles de estrellas, era un cielo diferente pero hermoso, además de insectos y pececillos en el arroyo escuchaba al caballo pasearse por ahí y cómo arrancaba y masticaba hierbas, se escuchaba tan claro como el sonido del agua fluyendo y chocando con las rocas, se sentía una brisa tan refrescante que me imaginaba viviendo ahí. Después de un rato me gruñó el estómago, me senté y vi como el caballo plácidamente comía sin apuro alguno, de repente solo se quedó muy quieto con las orejas rectas dirigidas hacia donde yo estaba.

—¿Te cayó mal la comida? —Le pregunté por su repentina reacción, se puso muy inquieto y empezó a relinchar, reparaba y golpeaba el suelo con sus pezuñas, me levanté para ir con él y tranquilizarlo pero en cuanto lo hice solo se dio media vuelta y corrió hacia el bosque, traté de gritarle pero se empezó a poner muy oscuro y una sombra se levantaba en el suelo frente a mí, no sabía si voltear o quedarme inmóvil o solo salir corriendo como el caballo sin hacer preguntas y sin querer averiguar nada, simplemente huir.

Escuché unas fuertes pisadas y resoplidos a mis espaldas, decidí girar lentamente y lo que vi fue a un lobo parado sobre una roca y de un salto bajó de ella y al estar a mi nivel el lobo era aún más grande que el caballo. Me quedé atónita ahí parada con los ojos como platos y sin aliento, la luz de la luna que se reflejaba en el arroyo a su vez se reflejaba en sus enormes ojos verdes y hacía brillar su pelaje negro azabache. Ambos nos quedamos inmóviles esperando la reacción del otro y recordé aquel lobo al que ayudé a escapar, no era posible que fuera él, moví un pie hacia atrás seguido de mi otro pie lo que no le gustó para nada ya que me enseñó sus grandes dientes aperlados, empecé a retroceder un poco más rápido y el lobo empezó a caminar hacia mí al mismo tiempo, lo que me asustó y retrocedí lo más rápido que pude a lo que el lobo respondió dando tres zancadas y por querer huir tropecé cayendo de pompas en las piedritas y solo cerré los ojos tan fuerte que se me escapó una lagrimita y solo pensaba que si me iba a comer querría que fuera rápido.

Unos segundos después creí que ya había pasado a mejor vida y solo agradecí por no haber sentido nada, pero al sentir una fuerte respiración en mi frente, mi cuerpo tembló y decidí abrir mis ojos; me costó un poco de tan fuerte que los había cerrado; frente a mí se encontraban aquellos enormes cuchillos afilados que tenía por dientes aquel enorme animal, y su caliente respiración me despeinaba, me veía con sus grandes ojos que parecían hurgar hasta lo más profundo de mi alma. Dejó de gruñirme pero se quedó ahí sobre mí como si me dejara ir y empecé a arrastrarme hacia atrás lentamente, y sin movimientos bruscos me levanté de igual manera, detrás de mí escuché un galope y relinchando llegó el caballo como si hubiera tomado valor, se puso entre el lobo y yo dando pataditas según ęl alejándolo, aquel lobo lo vio con soberbia y retrocedió unos pasos, tomé al caballo diciéndole que nos fuéramos y retrocedimos pero algo evitaba que no dejara de ver al imponente lobo mientras nos alejábamos, me di cuenta de que su pata trasera escurría un poco de sangre.

—¿Se habrá lastimado en aquella trampa? —me detuve y me quedé viéndolo, y entendí el porqué de su reacción: no valía la pena desgastarse por unas presas como nosotros, y de alguna manera le agradecí por eso.

Entrando de nuevo al bosque con la mirada en el suelo no dejaba de pensar en su herida y al ir divagando me percaté de una planta conocida, y me acerqué para verla mejor. —¡Sí es! o al menos parecida —seguía hablando con el caballo—. Esta planta es medicinal, ¿tal vez si pudiera…? —Arranqué una parte de la planta y di media vuelta— No, no, no, ¡estás loca! nos dejó ir una vez no creo que nos deje ir una segunda.

Tomé al caballo que parecía que me jalaba hacía el lado contrario de mi descabellada idea, y sin pensarlo más, arranqué una parte de mi playera debajo de mi suéter y machaqué la planta lo más que pude en el pedazo de tela para que se impregnara bien.

—Pero qué mala idea —Me lo volví a repetir para creer que de verdad era mala, pero aun así empecé a caminar de vuelta; de nuevo algo inhibía mis instintos de alerta. Me recargué detrás de un árbol a una distancia segura del gran lobo, apenas si me asomaba para verlo y solo estaba tendido en el suelo viendo hacía el arroyo, tomé aire y valentía para acercarme, con solo un paso en falso sería un error letal. Salí de mí escondite y empecé a caminar como si tuviera todo el tiempo del mundo, al lobo no le importó mi presencia, muy apenas si movía las orejas a mi dirección por el sonido que hacían mis pies con las piedritas, me acerqué a un tronco y solo me senté, al hacer esto el lobo volteó a verme fijando sus ojos en mí analizándome, me dio la sensación de que hasta él se dio cuenta de que yo no era de por aquí.

—Quiero ayudarte con tu pata herida —decía mientras le enseñaba el pedazo de tela con la planta—. Esta planta te ayudará a sanar más rápido, sé que no necesitas ayuda pero eso se ve muy grave —Le señalaba la pata. Y ahora que lo pienso no sé por qué le explicaba todo eso.

Él volteó a ver su pata como si supiera de lo que hablaba y volvió su mirada hacia mí, se levantó, dio media vuelta y se tumbó en el suelo. Me di cuenta de su indiferencia y que para nada quería mi ayuda, era entendible hasta cierto punto, pero de nuevo sentía ese algo en mí que no me dejaba irme sin poder ayudarlo. Me quedé sentada por algunos minutos para que se acostumbrara a mi presencia y después de un rato posó su cabeza en una de sus patas delanteras con los ojos aún abiertos, creí que ese era el momento de acercarme y así lo hice, con un paso más lento, aún caminando en su rango de visión para que no tuviera ninguna sorpresa, entre más me acercaba podía ver mejor su pelaje negro azabache, se veía tan sedoso que daban ganas de acariciarlo y estrujarlo. Al estar a dos pasos de su pata no me había dado cuenta de que tenía su completa atención lo cual me dio un enorme escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.

—Esto te va a doler —le advertí mientras me acercaba a su pata y puse mi rodilla en el suelo frente a su pata, arranqué otro pedazo de mi playera para limpiar su herida lo más que se pudiera y estaba a punto de ponerle la tela con la planta y le supliqué—. Si te enojas mucho y me comes, hazlo rápido ¿sí? —Solo se quedaba mirándome y esperando, respiré profundamente, vi fijamente su pata y rápidamente puse el vendaje, se le escapó un gruñido ensordecedor, quitó su pata y yo solo cerré los ojos y apreté los dientes como para aguantar el dolor, después de unos segundos abrí los ojos y tenía su hocico en mi cara enseñándome los dientes por completo y su aliento en mi rostro lo cual no era nada agradable, tenía sus dos patas delanteras acorralándome.

—Te dije que te dolería —Le recordé firmemente pero por dentro estaba que me cagaba.

Dejó de gruñirme y se acomodó de forma que quedó su pata trasera a mi alcance. —Termina lo que empezaste.

Obedientemente vendé su pata tan rápido como pude. —Qué mandón eres —pensé en voz alta.

—Tú eres la que está molestando con todo esto —se quejó.

—Yo solo… —levanté la cabeza asombrada y me quedé viendo a sus ojos— ¿Acabas de…

—¿Tú me… —dijimos al mismo tiempo—… Entiendes? —terminó el lobo.

De alguna manera lo escuchaba fuerte y claro con voz masculina y no tan grave, no era como si lo escuchara en mi mente sino como si estuviera hablando con otra persona.

—¿Tú hablas? —dije sorprendida.

Me sentía mareada y mis piernas no respondían, todo se tornaba borroso y lo único que veía eran sus resplandecientes ojos verdes desvanecerse.

Qué bien huele y es tan sedoso, quiero abrazarlo siempre, es tan cálido y esponjoso; eso pensaba mientras me acurrucaba y estrujaba esa cosa sedosa; me dio un poco de comezón en la nariz. —Mhmm ¿qué será? —me pregunté. Abrí los ojos despacio mientras se acostumbraban a la luz. Vi a lo lejos al caballo pastando tranquilamente, y casi al mismo tiempo me di cuenta en donde estaba acurrucada y de inmediato lo solté y me arrastré hacia atrás lo más rápido que pude, era la cola del lobo que por cierto me veía con indiferencia mientras levantaba su cola y la hacía a un lado.

Me sentí nerviosa y un tanto extrañada de que me haya dejado acercarme tanto a su cola. Mientras él lobo se ponía de pie me di cuenta de cómo el sol hacia resplandecer su negro pelaje revelando reflejos azules en cada parte de su cabeza y lomo, giró su cabeza hacia mí al darse cuenta de que lo observaba y evadí su mirada al instante lo que me dejó ver el arroyo caudaloso que también brillaba con el sol, me levanté y me estiré tanto como puede, sentí que había tenido un merecido descanso.

El caballo se acercó a mí rozando su suave nariz contra mi mano. —Dormí muy bien —Sonreí mientras lo acariciaba.

—Dormiste demasiado, incluso pensé que empezarías a hibernar —dijo el lobo mientras se sacudía y se dirigía a beber del arroyo.

—Bueno, después de andar caminando sin rumbo… —¿Por qué le estaba contestando? Vi al lobo a los ojos— ¿Entonces no fue un sueño? —pregunté.

—Parece que no —respondió con tono desilusionado.

Yo trataba de imaginar cómo era esto posible y mi cabeza no encontraba ninguna respuesta lógica. Agité mi cabeza como si eso aclarara mis ideas y me di cuenta de que el lobo se alejaba de nosotros y noté que claudicaba ligeramente de su pata lastimada.

—Oye, ¿A dónde vas? —le grité mientras lo seguía casi corriendo, un paso suyo eran como cinco míos— Aún estás muy lastimado, deberías estar quieto un poco más y así podría cambiarte el vendaje.

—Tengo hambre —dijo cortante y sin detenerse.

—Bueno, te agradezco que no me hayas comido aún —Me arrepentí de habérselo recordado—. O al caballo —Trataba de darle otra opción y el caballo relinchó al escucharlo, le encogí mis hombros y le sonreí apenada para tratar de disculparme.

El lobo se detuvo en seco y volteó a verme y con la mirada me barrió completamente y después de que arrugó un poco la nariz comentó: —Tu olor me desagrada demasiado —Y simplemente siguió caminando.

—¿Disculpa?—cuestioné indignada.

—Realmente no quisiera vomitar mientras te devoro, me gusta aprovechar bien a mis presas —dijo con indiferencia.

—En mi defensa he estado deambulando en este bosque sin rumbo alguno, junto a un caballo que no deja de seguirme, ¿qué esperabas? —gritaba de nuevo mientras a tropezones trataba de alcanzarlo— Además tengo que cambiar tu vendaje —insistí alcanzando su pata y al tomarla el reaccionó volteando hacia mí enseñándome los dientes, gruñéndome y con una mirada llena de ira, me asusté pero no dejé que lo notara llevando las manos a mi cintura.

—Yo sé que te duele, pero entre más te rehúses más tardara en sanar y menos podrás cazar —enfaticé y crucé los brazos y retándolo agregué—. Tú decides.

El lobo me miró fijamente mientras yo me mantenía firme, aunque por dentro me moría de miedo ante sus enormes fauces y luego de unos segundos se tumbó en el suelo rocoso dejando su pata a mi alcance, solo exhalé y dejé salir el miedo. Mientras le quitaba la venda vi que estaba avanzando muy bien la herida me quedé pensativa y le volví a vendar enigmáticamente la pata y mientras hacia el ultimo nudo pensé en voz alta: —¿Cómo es que puedo entenderlo?

—Desearía saberlo —Se levantó y movió la pata hacia delante y atrás revisando la movilidad—. La verdadera cuestión aquí es: ¿Cómo duraste tanto tiempo tú sola en el bosque? —Vio al caballo y con tono burlón corrigió— Bueno, ¿cuánto duraron?

También vi al caballo y solo pensé que me hubiera vuelto loca sin su compañía.

—Soy una mujer muy inteligente e intuitiva —Crucé los brazos y levanté el rostro con orgullo—. Además solo fueron un par de kilómetros —expliqué, mientras caminaba hacia el caballo y le di unas palmaditas en un lado del cuello.

—¿Estás segura? —preguntó, mientras daba un par de pasos hacia nosotros.

—¿A qué te refieres? —respondí con una cara de interrogación.

—Veamos, desde aquel día en las trampas fueron, déjame pensar; tal vez cuatro días —Recordaba, mientras caminaba a nuestro alrededor—. Más casi todo el día que te quedaste dormida. Han pasado cinco días en total, inteligente mujer —Se detuvo para ver mi reacción y fue la que tal vez él esperaría: mi cara de preocupación y con la mirada perdida en el suelo tratando de recordar cómo es que habían pasado tantos días y cómo es que había perdido la noción del tiempo de esta manera.

—¿Tanto tiempo? —pensé en voz alta. Bueno, me he desmayado mucho últimamente, puede que por eso haya perdido la noción del tiempo.

Entonces recordé que no me había agradecido por salvarlo de esa trampa. —Bueno, desde que te rescaté de la trampa, quedé atrapada yo también y unos torpes cazadores me llevaron en tu lugar, a algo que parecía más bar que posada —Después de hacer énfasis en ciertas palabras hice una pausa para esperar que me agradeciera.

—La posada de los suspiros —empezó a caminar con dirección al bosque y lo seguí.

—¿Qué?

—Por lo que dices, te llevaron a la posada de los suspiros, es el único lugar cerca de ese punto y al que un cazador iría después de obtener su premio —dijo con mucha seguridad.

—Realmente no sé. Cuando me llevaron iba inconsciente y solo desperté encerrada en una habitación que olía horrible —me quejé un poco disgustada por su comentario y todo eso fue por querer ayudarlo—. ¿Y tú cómo sabes todo eso? —Trataba de seguir su paso.

—Tengo mis secretos —Quiso sonar misterioso pero yo solo lo imaginaba espiando a los humanos desde la seguridad y oscuridad del bosque—. ¿Cómo saliste de ahí? —Evadió mi pregunta.

—Pareces muy interesado —expresé.

—No realmente, solo curioso de saber cómo tu gran intuición te sacó de ahí y te trajo hasta aquí —Burlándose de lo que había dicho antes siguió caminando sin siquiera esperarme. Se le daba tan fácil caminar por el bosque, parecía que conocía muy bien el lugar mientras yo tropezaba con cada raíz y rama que aparecía en mi camino y me costaba.

—Realmente no fue tan difícil —decía tomando fuerte bocanadas de aire—, todos estaban muy borrachos y caían como troncos, otros no tanto que sí me hicieron batallar —El solo me miraba de reojo mientras yo continuaba—. Cuando al fin salí, tomé al primer caballo que vi y salimos corriendo hacia el bosque —Sin aliento me recargué en un árbol y el lobo también se detuvo.

—¡Una batalla épica, eh! —dijo irónicamente.

—Deja de burlarte de mí —imploré después de recuperar el aliento.

—Es solo que de todos los caballos que pudiste robar, elegiste ese y eso es gracioso —puntualizó con un sonido parecido a una risita.

—¡No lo robé!

—¿Entonces mataste al jinete?

—¡¿Qué?! No, claro que no, yo nunca haría eso, ¿por qué dices una cosa así? —Realmente me indignó que pensara eso, mi cara molesta me delató y el lobo se acercó a mí.

—Los lethianos solo les son fieles a un jinete durante toda su vida y solo hay una manera de que eso cambie —explicó el muy sabelotodo.

—De qué carajos estás hablando, yo no le he hecho nada a nadie —Me alteré al escuchar que me culpaba de la muerte de alguien y empecé a caminar de un lado a otro—. Desde que llegué a este lugar no he hecho más que tratar de sobrevivir y apenas llevo cinco días aquí —berreé y me senté en un tronco con los codos en mis rodillas y la cabeza entre mis manos, sentí que el caballo acercó su suave nariz a mi cabeza y lo acaricié para relajarme.

—¿Qué es un letuano? —curiosa le pregunté al lobo.

—Lethiano —corrigió, mientras se sentaba sobre sus cuartos traseros y tras o un gran bostezo empezó a explicarme—. Son una raza de caballos específicamente criados para las guerras. Para que duren días sin comer y beber, tengan un duro temperamento. Y para que los enemigos no los usaran en su contra solo pueden obedecer a un solo jinete toda su vida, hasta que el jinete muera o lo maten.

Observé bien al caballo y parecía como cualquier otro. —¿Cómo sabes que es uno de ellos?

—Por el escudo de su montura, azul y plateado, son los colores de alto rango de un caballero real —se levantó y siguió caminando, yo aún seguía asombrada—. Y seguramente este caballero estará buscándolo. Me sorprende que aún no te haya encontrado y la verdad no quiero estar cerca de ti cuando lo haga.

Llegamos a un pequeño río que tenía una corriente un poco fuerte. El lobo lo contempló unos segundos como estudiándolo, sin pensarlo dos veces y de un gran salto sin esfuerzo llegó a la otra orilla.

—Oye lobo, ¿podríamos quedarnos contigo mientras encuentro el camino de regreso? —suplicando le grité desde el otro lado.

Apenas giró la cabeza para verme de reojo y con un tono frío me contestó. —¡No me llames así! y no, no puedes estar conmigo ya te he dicho que tu olor me asquea —Y solo así desapareció en el bosque.

—Qué grosero, ni una sola vez me agradeció —me desahogué con el caballo un poco molesta por los modales de aquel lobo—. No puedo oler tan mal o ¿sí? —Tomé el cuello de mi suéter lo levanté y bajé mi nariz para comprobar que estuviera equivocado pero lo único que percibí era ese olor a sudor, pues como no, si llevaba cinco días sin un baño y caminando por el bosque sin rumbo. Suspiré y noté que al irse el lobo, todo se quedó en silencio y solo escuchaba cómo el caballo masticaba unas hierbitas por ahí y de repente paró y sus orejas se dirigían hacia un sonido muy extraño que entre tanto silencio sonaba como eco entre los árboles, parecían gruñidos lejanos y apenas se escuchaba cómo se movían entre las ramas y hojas secas, el caballo se puso nervioso y empezó a golpear el suelo con sus pezuñas. Al ver su reacción también me asusté, los gruñidos se acercaban más y de otras direcciones, mis latidos se aceleraban de solo imaginar lo que seria y que tal vez estos animales no apelarían a una conversación.

Me acerqué al caballo. —¿Te parece si lo seguimos? —sugerí y él solo relinchó, lo monté torpemente y corrimos hacia una parte del río no muy lejana que fuera fácil cruzar pues la corriente se veía un poco ruda, cruzamos y entramos en el bosque pero aquellos animales aún nos seguían. Se escuchaban sus gruñidos y jadeos detrás de nosotros y esta vez un poco más cerca, el caballo aceleró el paso sin pensar.

Cuando las escuché pisando nuestros talones, la curiosidad me hizo voltear y apenas veía siluetas en la oscuridad del bosque y parecía que volaban por detrás de nosotros, eran unas criaturas extrañas que jamás había visto en la vida, el caballo aceleró aún más, parecía que nos adelantábamos, y en un instante unas criaturas volaban sobre nosotros y entre los árboles, parecían muy decididas a atacarnos ya que unas caían en picada hacia nosotros, otras se ponían a nuestro costado y trataban de morder al caballo, solo así podía verlos bien y eran horribles, parecían no tener pelo, eran igual de grandes que un perro labrador y unos dientes enormes y afilados les destacaban de su cabeza, sus ojos eran pequeños como canicas y de un negro opaco, parecían sacadas de un cuento de terror. Trataba de esquivarlas pero era cuestión de tiempo que su enormes garras nos alcanzaran, definitivamente éramos su cena.

Memorias de Nehober

Подняться наверх