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Capítulo Tres “La Entrada”
ОглавлениеEse sábado por la noche cuando Marco me dejó de regreso en mi casa me sentía tan ilusionada que había olvidado que casi no comí nada por estar platicando con él todo el tiempo, agregándole mi episodio de debilidad, y en casa no había mucho que preparar, tenía que ir al súper si quería sobrevivir la semana. Papá dejaba dinero en la caja fuerte como le llamábamos nosotros, porque no era ni caja ni estaba asegurada, era un simple sobre que envolvíamos en una bolsa que dejábamos debajo del lavabo de la cocina; un extraño lugar lo sé, pero ya se nos había hecho costumbre y si lo piensas bien si un ladrón entrara a la casa ese sería el último lugar que se le ocurriría buscar, ¿no creen?
Me di a la tarea de ir al súper en el carro de papá, pues él casi no lo usaba y mientras hacía las compras no podía dejar de pensar en Marco que de hecho ya me había mandado un mensaje de buenos días y preguntando cómo me sentía después de mi desmayo del día anterior que realmente era lo que menos me importaba en ese momento. Llegué a casa y puse todo lo que había comprado en su lugar y dejé en la barra de la cocina algo para prepararme mientras iba a mi cuarto a cambiarme a algo más cómodo, pero como Marco y yo seguíamos mandándonos mensajes me quedé un rato sentada en la cama mientras texteaba, Como Morgan me seguía a todos lados estaba sobre mi cama echado y aproveché a usarlo de almohada pues era un lobero bastante abrazable.
Después de un rato recordé que tenía hambre y había dejado todo en la barra de la cocina, dejé mi teléfono en la cama para no distraerme y regresar cuanto antes.
Cuando abrí la puerta de mi cuarto, porque tenía la fuerte costumbre de cerrarla siempre que salía y entraba, para ir a prepararme algo, sentí una corriente de aire fresco, lo cual fue muy raro, abrí por completo la puerta asombrándome de lo que había del otro lado: parecía un enorme jardín como si saliera al jardín de alguna casa pero no parecía coincidir con mi casa, que apenas tenía un par de metros cuadrados de pasto. Aquella imagen que mostraba una pintoresca mezcla de colores vibrantes: verdes, cafés e incluso amarillos y rojos llamaba tanto mi atención que todo mi cuerpo gritaba que diera un paso hacia adelante y mi instinto de aventura también. Mi intuición me decía que si daba un solo paso algo pasaría, ignoraba lo que fuera y si eso sería bueno o malo, bueno a fin de cuentas solo había una manera de averiguarlo. Parpadeé varias veces incrédula, cerré la puerta un par de veces más para que aquella imagen desaparecía pero esta no lo hacía, incluso sacaba la mano para cerciorarme de que no fuera una imagen o de esas pantallas verdes que usan en el cine y que Lola o mi padre me estuvieran haciendo una broma. Pero al sacar la mano se sentía una brisa deliciosa y una sensación de campo abierto que más me llamaba a cruzar la puerta.
Simplemente tomé una gran bocanada de aire y sin mirar atrás di un paso al frente cruzando el umbral, y al pisar el suave pasto me di cuenta que estaba en un lugar completamente diferente, creo que estaba en el centro de un bosque pues a mi alrededor solo había árboles y más árboles, en medio de una enorme explanada cubierta de una alfombra de pasto medio largo que bailaba al ritmo del viento, recuerdo la paz y tranquilidad que este transmitía. Detrás de mí yacía un enorme árbol que enmarcaba la puerta por la que crucé, avancé unos cuantos pasos lejos de mi cuarto para contemplar la inmensidad de aquel árbol, con un tronco muy ancho el cual me dejó asombrada; quién diría que ese fue el primer error.
Me di cuenta de que la puerta no tenía nada que ver con mi habitación, como si las dos puertas fueran de lugares completamente diferentes, el marco tenía incrustaciones de metal y alrededor del marco unos garabatos extraños que me parecían familiares, y aparte parecía tener algo escrito pero no entendía absolutamente nada de lo que decía. Una sensación extraña recorrió mi espalda y pensé que había sido demasiada aventura por hoy y creo que mis últimos sueños ya habían sido lo suficientemente raros, decidí regresar a mi habitación y tal vez así despertaría.
—¡Ya voy de regreso, Morgan! —le grité mientras él estaba ahí de pie moviendo su colita como si me esperara. Al dar el primer paso sentí una pequeña brisa que rozó mi mejilla pero no presté atención, di otro paso y esa brisa se hizo más fuerte. Vi cómo las hojas de los árboles se movían fuertemente junto con el pasto debajo de mis pies. Mi cabello revoloteaba por doquier, cada vez aumentaba más la velocidad del viento y no podía mantener mis ojos abiertos, tenía que inclinarme para dar un paso. Quise moverme pero el viento me entorpecía y en lugar de avanzar retrocedía un poco. Las hojas caídas pasaban entre mis pies y por más que me esforzaba, no lograba avanzar.
Trataba de ver hacia mi habitación y Morgan solo ladraba desesperado pero no lograba escucharlo, como si lo hubieran silenciado. Cada vez me alejaba más del árbol y mi habitación, y empezaba a sentir que mi esfuerzo era proporcional a la fuerza del viento que me arrastraba con facilidad hacia atrás. Por más que luchaba, el viento ponía más resistencia, incluso ramitas y piedritas eran lanzadas con fuerza y por error pisé una lo que me hizo perder el equilibrio y caí, lo que indujo al viento a que me revolcara por el suelo unos cuantos metros y de la nada de un instante a otro se detuvo así cómo empezó. Al incorporarme y lloriquear por aquel extraño suceso, pensé en regresar a mi habitación, pero cuando volteé a ver el árbol la puerta ya no estaba lo que me asustó mucho y corrí hacía él. Le di tantas vueltas que terminé mareada y no había ninguna puerta. —¿Qué carajos? —pensé en voz alta y un poco desesperada, toqué el árbol casi manoseándolo para ver si la puerta no estaba escondida o camuflajeada. Volví a darle un par de vueltas y no encontré nada— ¿Dónde está, qué rayos? —pregunté de nuevo un poco desesperada. Recuerdas esos sueños frustrantes donde corres con todas tus fuerzas pero no logras moverte ni un centímetro o incluso el lugar que quieres alcanzar se vuelve más lejano y de repente despiertas toda sudada y exaltada, así me sentía, pero de alguna manera todo se sentía tan real; solo esperaba despertar pronto.
Me quedé inmóvil ahí, frente al árbol, esperando a que la puerta misteriosa regresara, ya llevaba varios minutos como babosa esperando que algo pasara, la verdad es que no sabía qué más hacer. Estaba tan sumergida en eso que ni me había dado cuenta que estaba todo muy silencioso como para ser un bosque. Miré a mi alrededor y los árboles que rodeaban la pradera parecían hacer un círculo perfecto; solo podía pensar en lo extraño que era y algo me decía que no estaba más en casa. Traté de guardar silencio lo más que pude y agudizar mi oído para tratar de escuchar algo mientras rodeaba el gran árbol y justamente escuché un gran golpe junto con el chillido de un animal y un montón de aves salieron hacía arriba de entre los árboles, mostrándome la dirección de aquel sonido, quise dejarlo pasar pero había una especie de fuerza que me hacía no querer ignorarlo, volví a escuchar el lamento de aquel animal y no pude evitar pensar que a lo mejor estaría en apuros. Quería ir a ayudarlo pero de nuevo mi intuición me decía que sería otro paso del cual me lamentaría después. Tenía una mano sobre el tronco del árbol que de alguna manera me reconfortaba y al escuchar de nuevo el chillido de aquel animal di un paso pero sin quitar mi mano del árbol, di otro y solo mis dedos se aferraban a la corteza hasta que sin dudar empecé a caminar alejándome cada vez más de la seguridad de aquel árbol.
Entre más caminaba más cerca escuchaba aquel quejido y me di cuenta que no había ningún sonido de carretera o alguna ciudad por lo que imaginé estar en lo profundo del bosque, claro basándome en nada más que mi nula experiencia. —¡Ay! Estoy perdida —dije sin ánimos y sin esperanza, me detuve pues sentí que no llegaba a ningún lado y solo veía lo mismo en toda dirección y de repente escuché de nuevo el quejido de aquel animal y esta vez estaba muy cerca.
Se escuchaba como un animal grande, me acerqué despacio para que no se asustara más, llegué a un pequeño arbusto que me dejó ver de cerca y a unos cuantos pasos había un gran bulto negro aplastado e inmóvil por la enorme red sobre él. Sentí un escalofrío recorrer mi nuca y algo me decía que solo retrocediera y de nuevo tuve esa sensación de algo que apagaba mis ganas de ignorarlo, y no podía dejar a ese pobre animal morir así, tomé una bocanada de valor y me acerqué lentamente, después de un par de pasos lograba escuchar su fuerte respiración y veía cómo la red subía y bajaba, me asombré del tamaño que tenía, parecía un oso. Me distraje tanto con su magnificencia que pisé una ramita la cual, como buen cliché, crujió revelando mi posición y el gran animal se giró bruscamente como pudo para verme con sus enormes ojos verde esmeralda. Fue tan brusco su giro que levantó polvo del suelo y al disiparse reveló los grandes dientes y enorme cabeza.
—¡N-no eres un oso! —dije sorprendida y retrocedí asustada, pues el animal con sus gruñidos hacía retumbar todo el lugar. Escuché ruido a lo lejos y supuse que serían los cazadores.
—Te ayudaré a escapar, pero por favor, no me comas —Solo lo dije para tranquilizarme. Lentamente tomé un extremo de la red que estaba clavada en el suelo y mientras forcejeaba con la estaca, aquel animal no apartaba su mirada de mí. Logré ver su alargado hocico y sus respingadas orejas recordándome a un lobo.
—¿Qué clase de lobo eres? —pregunté, esforzándome por sacar la estaca y parece que el animal reaccionó pues me mostró sus afilados y blancos dientes, me dio un susto terrible pero estaba decidida a liberarlo por lo que hice un esfuerzo más y ese último me hizo caer. El enorme animal se levantó libre, se dirigió a mí dispuesto a matar, logré ver el tamaño del animal que era casi de un percherón, pero su complexión era toda de un lobo, pero nunca había visto uno como el en mi vida.
Estando en el suelo me arrastré tan rápido como pude hacia atrás activando otra trampa la cual me levantó en el aire. Se quedó ahí gruñéndome, escuchamos el barullo de unos hombres acercándose y le decía que se fuera pero el animal estaba inmóvil frente a mí. Tomé una rama que se había colado en mi trampa y se la lancé para ahuyentarlo.
—¡Tienes que irte! —le grité y dándome un último gruñido se dio media vuelta desapareciendo entre los árboles.
Los hombres se acercaban mientras yo trataba de salir de la red. Realmente no quería toparme con cazadores y menos si había dejado ir a su presa. Solo me venía a la cabeza una pregunta: ¿por qué aún no había despertado?
Un grupo de hombres llegaron por detrás, hablaban muy fuerte y decían cosas sin sentido, estaban borrachos.
—¡Miren camaradas, atrapamos algo! —dijo uno de ellos con voz ronca y arrastrando la lengua, yo muy apenas podía girarme para verlos pues la red limitaba mi visión y parecía que también la de ellos pues no se daban cuenta de lo que había caído en su trampa.
—Vaya, vaya miren lo que nos ha regalado el bosque, muchachos —dijo otro que sonaba un poco más sobrio, con voz gruesa, parecían ser de esas personas que cree que todo lo que hay en el mundo es para ellos. Por ahora prefería no decir nada y que solo me bajaran y correr en la primera oportunidad.
—¡¿Creo que es una mujer?! — dijo, eructando casi entre cada palabra una voz más clara y joven y todos se emocionaron tanto como si no hubieran visto a una mujer en siglos. Se pusieron alrededor de la trampa.
—Parece que hoy hemos sido bien recompensados por el bosque, muchachos —decía un señor que se puso frente a mí, solo así logré verlo, parecía un hombre maduro con una barba que apenas le estaba creciendo y tenía un aspecto muy descuidado—. Bájenla —ordenó.
—No, gracias prefiero quedarme aquí —dije, sintiéndome un poco más segura en las alturas. Todos rieron y el señor le hizo una señal a otro con la cabeza—. Pero creo que necesitaré una escalera o algo… —Cortaron el contrapeso y caí con todo y la pesada red— ¡Auch! Eso de verdad dolió —me quejé un poco molesta y me levanté con dificultad quitándome la red llena de hojas.
Al verme, todos empezaron a hablar entre sí y me di cuenta que todos tenían el mismo aspecto descuidado y vestían pieles y cuero, con sus cuchillos y espadas como accesorio. Se impresionaron también ellos al ver mi atuendo ya que no recordaba que traía puesta mi pijama y mi suéter favorito y claramente es un atuendo raro para estar en el bosque. Volteé a ver al que dio la orden de bajarme ya que parecía ser el que estaba a cargo.
—Lo siento, señorita ¿se encuentra bien? —Con su mano en el pecho me preguntó, pero no parecía genuino más bien estaba burlándose.
—¿Tienen permiso de caza? —Qué tonta me vi, claro que no tenían y obviamente todos empezaron a reír escandalosamente.
—¿Permiso? —Rieron más—. Aquí hacemos lo que queremos, señorita —dijo otro recargando su hacha en su hombro y sonriendo maliciosamente.
—No necesitamos el permiso de nadie —dijo el mismo joven aún eructando, creo que era el más borracho de todos, ni se podía mantener en el mismo lugar. Esas afirmaciones me preocuparon aún más.
—¡Jefe! —dijo otro detrás de mí y el jefe sin quitarme la mirada de encima caminó hacía donde lo llamaron. Vieron la otra trampa y se dieron cuenta que su presa había escapado. La mirada burlona del jefe cambió drásticamente y me dirigió una mirada fulminante; de alguna manera supo que yo había dejado ir a su presa.
—¿Dónde está mi presa, niñita? —dijo con una voz amenazante.
—N-no sé de qué habla —contesté ingenuamente temblando del miedo. El jefe enojado caminó rápidamente hacia mí con su cuchillo en mano.
—Bueno, parece que te quedaste tú en su lugar —Puso su cuchillo contra mi garganta y estaba tan cerca que podía oler su terrible aliento y agregó: —Además pareces ser buena mercancía, ¿Cuánto me darán por ti? —Me miró de arriba abajo y se retiró guardando su cuchillo—. Más vale que sea mucho, si no yo mismo te mataré. Vámonos muchachos y traigan a nuestra presa.
Al dar la orden algo se disparó en mí y empecé a correr, pero al instante dos de los hombres me agarraron y uno me levantó en su hombro como si fuera un objeto. Pataleé tanto que logré darle en el estómago y los dos caímos lo que me dio otra oportunidad para correr pero el hombre alcanzó mi tobillo entorpeciendo mi huida, intenté zafarme y le di una patada en el rostro; lo bueno era que traía mis converse; solo así me soltó, pero otro hombre me tomó del cabello y el dolor me hizo gritar.
—Muchachos dejen de jugar y vámonos —dijo el jefe mientras montaba su caballo. Mientras uno me tomaba del cabello, otro me hizo girar boca abajo y puso su rodilla en mi espalda inmovilizándome; fue una sensación terrible, la presión en mi pecho y la impotencia; mientras el que estaba sobre mí me amarraba las manos a la espalda y otro me amarraba los tobillos, todos reían victoriosos, uno tocó mis pompis curioso por el pantalón deportivo que traía, lo que me hizo girar enseguida quitándolos de encima.
El mismo hombre que pateé me veía con odio, y tras limpiarse la sangre de su pómulo, me tomó bruscamente, me cargó y como bulto me echó a una carretilla, me pusieron un saco en la cabeza y empezaron a avanzar. Estaba decidida a salir de ahí, así que me impulsé con los pies y como pude me aventé fuera de la carreta cayendo en seco contra el suelo lo que me sofocó, al darse cuenta volvieron a levantarme pero esta vez se asegurarían de que no diera más problemas por lo que recibí un fuerte golpe en la cabeza, noqueándome.
Me desperté de un sobresalto al escuchar un golpe, me senté y sentí un fuerte dolor de cabeza y todo me daba vueltas, traté de relajarme y me sobé la cabeza tratando de recordar todo y al lograrlo me di cuenta de que no sabía dónde estaba, levanté la mirada y con solo girar la cabeza de un lado a otro recorrí completamente la pequeña habitación en la que me encontraba.
—Aun no estoy en casa —dije desalentada.
En la pequeña habitación apenas cabía la cama y una pequeña mesita de madera como buró, una silla que hacía juego con la mesa, olía a rancio como si no hubieran limpiado la habitación, lo que me recordó que estaba tocando esa cama de dudosa limpieza y me levanté de un brinco lo que me hizo marearme un poco, me llevé la mano a la sien como si eso ayudara con el mareo, pensé en salir por la venta pero esta tenían protecciones por fuera, apenas si podía emparejar para que entrara un hilito de aire fresco. Fui a revisar la puerta que con un poco de suerte estaría abierta pero no, estaba cerrada por fuera.
Después de contemplar el suelo un rato, parada en medio de la habitación, pues no quería tocar absolutamente nada; trataba de pensar en la mejor manera de salir, escuché unos pasos fuera de la habitación y se abrió una ventanita en la puerta y un par de ojos se asomaron, balbuceó algo que no alcancé a entender, abrió la puerta y entró aquel joven cazador de antes tambaleándose de borracho y arrastraba la lengua tanto que no entendía lo que decía. Me señaló con un dedo y al dar un paso hacia mí, tropezó y se fue de lado hacia la cama, me agüité pues ya estaba imaginando varias formas de librarme de él y no ponérsela tan fácil y quería aplicar el típico rodillazo, pero al pensarlo bien qué bueno que se había quedado dormido.
Me quedé viéndolo unos segundos para cerciorarme de que estuviera dormido y dio un gran ronquido que terminó asustándome.
Me asomé por la puerta para ver que no hubiera moros en la costa, decidí salir y cerré la puerta con seguro para cerciorarme de que no saliera aquel joven. Caminé por el pasillo que rechinaba con cada paso, fui hacia unas escaleras que descendían y entre más me acercaba más escandalo escuchaba al final de estas; parecía que había fiesta pues se escuchaban risas, gritos y demás, me asomé por el barandal y no se veía nada sospechoso, empecé a bajar y cuando llegué al pie de la escalera vi un bar en su apogeo, todos brindaban y bebían, en su mayoría había mås hombres que mujeres y las pocas que había estaban al completo servicio de los hombres, levanté una ceja ante la escena. Algunas mesas reían otras parecían tener pequeñas peleas que a nadie le importaban, escuché una campanita que parecía venir de la puerta, lo que me mostró la salida y al ir caminando hacia ella, solo unos pocos se llegaban a percatar de mi presencia, simplemente por la clase de ropa que traía. Estaba a unos cuantos pasos de la puerta cuando un hombre bruscamente me tiró al suelo cayendo sobre mí, me molestó más su terrible hedor que su peso sobre mí y al querer quitármelo de encima otro hombre me vio en el suelo y que por su cara me había reconocido.
—Miren nada más quien decidió acompañarnos —Me tomó del brazo y me levantó. Todos los demás compañeros de su mesa me vieron y rieron al darse cuenta quién era y con una cara de asombro y miedo a la vez yo también los reconocí: eran los cazadores de antes. Empecé a forcejear con el que me tomaba del brazo y otro me tomó por detrás, me estremecí por la sorpresa pues no fue muy agradable, me solté como pude pero otro me sostuvo por las dos manos.
—¿Te vas tan pronto? —preguntó una voz ronca al fondo de la mesa, mientras yo forcejeaba con el otro hombre que me tenía de las manos—. Tiene que haber una manera de que me pagues, ven siéntate conmigo —ordenó señalándome un lugar junto a él del lado donde no tenía una mujer pechugona colgada de su brazo y con una pierna sobre la pierna de él, y claro que no quería ni averiguar lo que tenía en mente, el que me sostenía de las manos me giró haciéndome cruzar mis brazos y como me resistía mucho otro hombre se acercó para ayudarlo y solo pensaba que si no huía en este momento cada vez sería más difícil.
—Vamos querida, sabes que lo deseas —me dijo el hombre al oído y sin pensarlo levanté los pies recargándome del que me sujetaba y de un impulso pateé la mesa que tenía enfrente haciendo todo un relajo.
Caímos ambos y del golpe me soltó las muñecas, me levanté lo más rápido que pude y me escabullí debajo de una mesa, otro me sostuvo del tobillo y me di cuenta que era el mismo al que le había pegado en el ojo antes y con más gusto lo volví a patear para emparejarle el otro ojo, se levantó tan enojado que levantó la mesa y la volteó hacia el otro lado, pero como los de la mesa no eran sus compañeros se enojaron y se le aventaron a los golpes. Aproveché para escabullirme de nuevo pero lograron verme, me levanté y salí corriendo del lugar. No reconocí nada a mi alrededor y todos también me veían extrañados, lo único familiar eran los caballos atados al porche del bar y monté al primero que vi y sin dudar salí a toda velocidad.
Después de cruzar un arco que parecía el límite del pueblo me di cuenta que varios hombres me perseguían también a caballo pues los escuchaba gritar y latiguear al caballo apresurándolo, yo intentaba de apresurar al mío también pues los sentía pisándome los talones. Llegamos a un puente un par de minutos de persecución después, lo cruzamos y entramos a un bosque que por la rapidez con la que entramos las ramas de los árboles me golpeaban sin aviso yo trataba de esquivarlas, pero al hacerlo me libraba de una y aparecía otra detrás que sin salvación me golpeaba. Seguimos así unos cuantos metros y cuando volteé para cerciorarme de que ya no me seguían, una rama enorme me golpeó haciéndome caer del caballo; una caída bastante dolorosa; un poco aturdida vi al caballo alejarse. —¡No me dejes! —Apenas pude pronunciar esas palabras pues estaba sofocada por el golpe. Después de unos segundos que me logré recuperar me di cuenta que era un bosque muy oscuro pues había entrado aún con luz de día, me levanté todavía un poco adolorida de la caída y uno que otro raspón en mi cara, me sacudí la tierra y las ramas pegadas a mi suéter.
Llevaba unas cuantas horas caminando y ya empezaba a sentir que mis pies me suplicaban descanso, a pesar del tramo que ya había recorrido sentía que no llegaba a ningún lado, todo se veía tan similar, no había encontrado ni un solo claro de luz, ni me había topado ni un solo animalito, de hecho poniendo mayor atención no había ni un sonido ni de insectos ni de aves, me sentía preocupada, cansada y asustada. Me senté al pie de un árbol y me acomodé en sus raíces que parecía que me abrazaban, todo estaba tan oscuro que al menos el árbol protegería mi espalda y podría descansar un rato, me pesaban los ojos pero no quería dormir, prefería estar alerta por si venían los cazadores. A pesar de que mi padre me llevaba a acampar cuando era niña y la pasaba genial no era muy afín a estar en el campo, siempre extrañaba las comodidades de la ciudad. Volteé a ver el cielo pero no se veía nada por la espesura de la copa de los árboles, solo deseaba regresar a casa.