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NE: el artista

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Según Max Weber10, el artista escapa a la racionalidad y busca producir desde su interior la salvación por el arte. Por ejemplo, inclusive cuando el músico interviene como parte de una orquesta permanece concentrado en su partitura. Inspirado por el mundo que lo rodea, el poeta extrae de lo profundo de su alma esos versos notables. Aunque se comparta con otros, el arte es una experiencia individual. Sabemos que los que nos acompañan están escuchando la misma ópera, pero el sentimiento es nuestro. Recorremos los museos rodeados de otros turistas, pero el acontecimiento artístico se produce en nuestro espíritu. El artista se nutre de las emociones nacidas de sus vivencias, procesadas por su libre intelecto y recreadas por su genio. Expresa sus emociones más íntimas por medio del arte. Para crear se necesita ser libre, por eso suele apartarse de las costumbres y de las normas sociales. El artista es trasgresor por naturaleza. Por eso, el prototipo del artista es el individuo que expresa la parte más irracional de su ser. Finalmente, en su trasgresión, el artista marca su época y la historia lo emplea para referenciarla.

Los individuos son el motor creativo de las instituciones. Los genios rompen los paradigmas institucionales y conducen el progreso corporativo. Ellos evitan que las organizaciones se entumezcan y las mantienen jóvenes. Traen un aire nuevo que ventila y tonifica. Son, en síntesis, los auténticos agentes de cambio.

Colocaremos el arquetipo del artista en el NE del mapa. Su modelo de organización será el atelier, un espacio colmado de formas y colores, donde sus obras –y las de otros– se acumulan anárquicamente y estimulan los procesos creativos. Su estilo de liderar será como la paleta del pintor: cambiante y policromático, impulsivo y genial. En la organización, el artista se nutre de aquello que recoge del entorno y lo combina en forma creativa para producir nuevas “obras de arte” e innovaciones.

El artista está cómodo siendo individualista, por eso busca hacer cosas que lo destaquen del resto. Quiere ser diferente. No es fácil clasificarlo ya que es adepto a cambiar y a intentar nuevas experiencias. Aprende más de la vida que de otros. No es extraño que un artista abandone un trabajo o una profesión porque considera que ya no tiene mucho más que aprender. Suele acumular varias carreras en su vida. Incluso puede tomarse un año sabático para intentar una nueva, probablemente opuesta a la anterior.

No es fácil motivar al artista, ya que se ve a sí mismo como trabajando para la organización y no como miembro de ella. El artista solo respeta a los individuos ya que las instituciones no lo conmueven, sino que, por el contrario, suele mantener serios reparos sobre todo lo corporativo. Lo organizacional es para él sinónimo de normas, lo que percibe como una restricción a su libertad. Es impredecible y tiene su manera particular de hacer las cosas. En su atelier podremos encontrar cualquier elemento atesorado para ser aplicado en algún collage. Todo esto hace que el artista sea difícil de liderar y virtualmente imposible de “gerenciar”. Suelen ser lobos esteparios que no viven en comunidad. Solo se agrupan por conveniencia, su propia conveniencia. Aún así, la organización lo necesita. Ella se nutre de su creatividad y de su inventiva. El artista trae nuevos aires a la empresa. Él puede ver cosas que se le escapan al resto. Es el encargado de mantenerla viva, atenta y joven. No lo dudemos: la paleta del artista contiene los colores que están al final del arco iris.

Gestión de personas en organizaciones innovadoras

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