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Una chica triste y solitaria golpea las puertas del cielo

He vivido al borde de la locura, queriendo saber las razones

y llamando a una puerta. ¡Había estado llamando desde el interior!”.

Rumi

Los años transcurrían y la angustia era ya mi compañera de vida. Peligrosamente... se tornó normal. Mi soledad me caracterizaba. Al igual que mi falta de alegría y de espíritu divertido. Las invitaciones a salidas grupales entre mis pares, lejos de atraerme, me parecían deprimentes. Las eludía sistemáticamente. Prefería estar sola en compañía de mis libros.

La angustia, pesadillas por repetición, pensamientos oscuros obsesivos y una tristeza perenne se instalaron en mi cotidianeidad como un telón de fondo donde mi vida era una obra que transcurría sin variaciones. Había crecido y mis preguntas también. Me había convertido en una chica triste y bastante solitaria. A veces, dudando de mi cordura.

El madurar no había traído respuestas o algún tipo de alivio, por el contrario. Ya sabía que no iba a encontrar respuestas por los lugares comunes: psicólogos, consejeros, libros, terapeutas. Nadie parecía tener la respuesta.

Quizás esta prolongada ausencia de respuestas o de alivio tenía un objetivo: salirme del camino y comenzar a buscar por otros lados.

Pedí ayuda al cielo, a gritos.

“Señores... allí en el cielo... si es que existen... ¿me pueden enviar ayuda?... Estoy al límite...

Me siento al borde de la locura... Ya no sé qué puerta más golpear”...

El Cielo

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