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INTRODUCCIÓN

Esta investigación acerca de la obra de Javier Vásconez tiene que ver tanto con la literatura como con la geografía del país donde inscribió sus novelas y cuentos. Prueba de ello es su título: Escribir sobre una línea imaginaria. Cuando me encontré con el escritor en Quito, en el año 2012, insistió en que él no era un autor ecuatoriano sino un autor “a secas”, un novelista, sin precisión de nacionalidad, y así lo declara en numerosas entrevistas. No le interesan las llamadas novelas “nacionales”, sino la literatura, dondequiera que se produzca y se elabore. Sin embargo, el espacio en que nació la ficción influye, con toda seguridad, en ella. El contexto de creación de la obra presenta un interés indiscutible, más todavía cuando el modo de referirse a él revela una preocupación que he querido aclarar.

La obra de Vásconez me inquietó después de leer por primera vez El viajero de Praga y realizar un análisis comparado1 entre este libro y la famosa novela de Albert Camus, La peste. Los temas de la enfermedad –sea peste o cólera–, del médico –despistado o firme en su deseo de salvar a los demás–, y del país inventado –símbolo de la barbarie humana para Camus o de la mezquindad cotidiana para Vásconez– se entrecruzan en ambas obras y se hacen eco a través del tiempo y del espacio. Puntualizo que, en Europa y, sobre todo, en Francia, los universitarios y críticos siguen interesándose con fervor en las relaciones entre la literatura y la nación, la identidad nacional y los textos que contribuyen a fortalecerla o moldearla. Aquellas fueron las primeras hipótesis e interrogaciones que se me presentaron sobre las creaciones literarias de Vásconez, principalmente porque mis anteriores trabajos se enraizaban en cuestiones de civilización2: ¿cómo se percibe el Ecuador en las novelas y en los cuentos del escritor? ¿Por qué el nombre del país o de su capital no aparecen expresamente citados hasta antes de su última novela publicada en el 2016, Hoteles del silencio? Al final de esta obra3, el narrador opone Quito a París, en un inciso que interpreté como un grito liberador después de tantos rodeos que callaban el nombre de la patria. Nombrando por fin la capital del país, el narrador equipara las dos ciudades, París y Quito, y las confunde en un diálogo entre dos espacios muy alejados el uno del otro, fenómeno únicamente posible en la literatura. El escritor ecuatoriano ya había utilizado este recurso en el cuento “La carta inconclusa”, al reunir Barcelona y Quito en la memoria del narrador4. Pero lo que más llama la atención en este nombramiento inesperado de la capital del Ecuador es su equiparación con espacios que son símbolos de libertad, de creación, y de fuertes huellas de una literatura universal.

La metamorfosis geográfica del Ecuador que iremos estudiando en estas páginas me parece significativa porque manifiesta el deseo que tiene Vásconez de cambiar la mirada de los lectores, ecuatorianos o extranjeros, sobre su nación. Ya oigo, a pesar de la distancia que me separa de Quito, el enfado de Javier cuando me lea, porque me explicó con insistencia que este no es su propósito. Pero sabrá entender que mis trabajos anteriores sobre la Casa de la Cultura Ecuatoriana, las otras instituciones culturales del país y el papel decisivo del intelectual Benjamín Carrión en la vida de la nación, influyen de forma notoria en mi perspectiva crítica sobre la producción novelística en Ecuador y sobre su obra, como experiencia singular. Es decir, mi problemática, conforme leía sus textos, se impuso de la siguiente manera: en vez de reinventar una mitología nacional, como lo hizo su compatriota Benjamín Carrión en El cuento de la patria en 1967, Vásconez opta por trastornar la geografía del país. Por ello, en sus textos, transforma Quito en un puerto marítimo o construye puentes ficticios entre las capitales y las grandes ciudades europeas o norteamericanas, por una parte, y la capital de Ecuador, por otra. Intenta, en mi opinión, romper el aislamiento del país y hacerlo más visible a los ojos del resto del mundo. Tal propuesta estética coincide con la conexión que el escritor establece con los autores que venera. Nabokov, Conrad, Kafka, Faulkner y Colette son algunos de los artistas que aparecen y actúan en el Ecuador en el libro de cuentos que lleva el preciso título de Invitados de honor. La intertextualidad y la filiación reivindicada con dichos artífices son herramientas y procedimientos que le permiten a Vásconez liberarse de una tradición literaria nacional marcada sobremanera por el realismo social y el costumbrismo. Interpreto esta voluntad de intercambios con otros espacios y otras literaturas como un doble anhelo: afirmar una identidad nacional renovada y anclar su existencia como autor en un país poco visible para el resto del mundo.

A lo largo de este ensayo, el lector se dará cuenta de la frecuencia con que cito a dos críticos franceses, quienes renovaron el enfoque sobre el análisis literario. Me refiero a las reflexiones de Dominique Maingueneau, lingüista y universitario, catedrático en la Universidad de la Sorbona, así como a las contribuciones teóricas de Bertrand Westphal, catedrático en la Universidad de Limoges5.

He optado por presentar al final del libro una bibliografía completa de todos los libros que me permitieron llevar a cabo mis investigaciones: el corpus literario de Javier Vásconez, textos críticos, referencias de entrevistas en periódicos, internet o revistas, ensayos teóricos franceses o extranjeros. Todo este material bibliográfico me parece de gran interés. La abundancia de las referencias que remiten al estudio de la obra de Javier Vásconez –entrevistas, comentarios, críticas, análisis, reseñas– ya demuestra la importancia y el interés suscitado por la obra del escritor en Ecuador, en América Latina, en España y, desde hace algunos años, en Francia.

También, la larga entrevista que me concedió en 2012 aparece por primera vez en los apéndices de este ensayo y constituye un material crítico de primera mano que hay que leer como una ilustración y aclaración de mis interrogaciones e investigaciones acerca de la obra y del escritor.

Este intercambio privilegiado con Vásconez fue el fruto de un interés compartido por la literatura y por la manera de entenderla, concebirla y hablar de ella.

1. Morel, A. (2012). Doctor Kronz versus Docteur Rieux: deux figures de l’exil dans un contexte de peste et de choléra. Étude comparative de La Peste (1947) d’Albert Camus et de El viajero de Praga (1996) de Javier Vásconez. Crisol (17), pp. 249-262.

2. Morel, A. (1994). La Casa de la Cultura Ecuatoriana: recherches sur l’organisation et le développement d’une institution culturelle en Équateur. Les enjeux d’une politique ambitieuse (1944-1957). Tours: Universidad François Rabelais de Tours. Tesis de doctorado bajo la dirección de la profesora Eve-Marie FELL, vol 2., 756 p.

3. “Sin embargo, durante los últimos meses en París, como si habitara entre dos ciudades totalmente diferentes –París reinventándose a sí misma en sus cafés llenos de gente y Quito aplastada por la sombra del volcán– debió vivir una terrible experiencia […]” (Vásconez, 2016, p. 314).

4. Ver: Sinardet, E. (2016, mayo). De Barcelona a Quito: recuerdo y melancolía en “La carta inconclusa” de Javier Vásconez. OtroLunes n° 41. Recuperado de http://41.otrolunes.com

5. Todavía no se han traducido al español todas las obras de estos especialistas del “discurso literario” y de la “geocrítica”, inventores ambos de métodos inéditos para estudiar la literatura. Por estas razones tuve que realizar la traducción de las citas empleadas dejando en las notas el texto original en francés para los que quisieran profundizar el tema.

Maingueneau, D. (2004). Le discours littéraire. Paratopie et scène d’énonciation. París: Armand Colin. Otros títulos del autor se pueden consultar en la bibliografía.

Westphal, B. (2007). La géocritique. Réel, Fiction, Espace. París: Les Éditions de Minuit.

Escribir sobre una línea imaginaria

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