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Unas pocas palabras sobre las geishas

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La cuestión de las geishas y el sexo siempre ha sido compleja. Algunas lo practican, otras no. De hecho, como sabréis, las primeras geishas fueron hombres (bufones y tamborileros). Su arriesgada labia provocaba la risa de los invitados. Pero en 1780 «geisha» ya era sinónimo de mujer y el sofisticado negocio de las casas de té había sido sometido al control del gobierno. Algunas geishas eran artistas y se llamaban a sí mismas «blancas». Otras con apodos como «gata» o «acróbata» levantaban sus casetas todas las noches en la ancha vaguada, para luego desaparecer con el día. Lo importante era que hubiera alguien por quien suspirar. Independientemente de que el edredón fuera largo, o la noche excesivamente larga, o te adjudicaran este o ese otro lugar para dormir: alguien a quien esperar hasta que por fin se acerca y la hierba se agita, y que lleva un tomate sobre la palma de la mano.

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