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4. ¿Por qué pregunta?

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La fenomenología pregunta por el ser que se da en la experiencia, en cuanto la experiencia es la actividad abierta e ilimitada. Y no se limita a la experiencia sensible, porque incluye todo tipo de experiencia: la emocional, la estética, la ética, entre otras, y las más abstractas como la matemática y la lógica. El «¿qué es?» se encuentra en la experiencia sensible, y también en el «pensar» conceptual, pero en nuestro primer enfoque nos referimos exclusivamente a la experiencia sensible y a la consiguiente realidad de las cosas.

Si el ¿qué es? prescinde del existir, se refiere solo a su contenido, sentido y estructura. Si el ¿qué es? indica el existir, o simplemente es cópula, se refiere a identidad o equivalencia.

Esta no tiene la limitación del lenguaje, que es consecuencia, ni la condición de la experiencia ni la limitación del concepto, elaboración reflexiva sobre la misma. La experiencia no es un límite, sino una apertura continua.

En su libro Experience and Being: Prolegomena to a Future Ontology (Experiencia y ser), Calvin O. Schrag (1969), reconoce las críticas que rechazan a la experiencia como fundamento:

El reconocimiento de la genericidad inicial, ambigüedad y vaguedad del término ‘experiencia’ no ofrecería un fundamento suficiente para borrarlo del discurso filosófico. Pues hay una ventaja singular en el uso del lenguaje de la experiencia como punto de partida filosófico. Este término, por sí mismo, establece unidad de visión, de acción, de percepción y de concepción, de conocimiento y de valoración, de teoría y de práctica (p. 78).

En realidad, la experiencia es más que eso. No es «vaga», sino precisa; no es genérica, sino individual; no es ambigua, sino única en cada caso a pesar de ser mudable, dinámica y cambiante, precisamente porque «acontece».

La misma pregunta sobre el ser es un efecto de la experiencia. En el caso del «es», la pregunta misma debe ser liberada de todo contexto para concentrarse en el «es».

La pregunta completa incluye los elementos a continuación:

 ¿Qué es el mundo?

 ¿Qué es el valor?

 ¿Qué es el pensar?

 ¿Qué son el espacio y el tiempo?

 ¿Qué es el lenguaje?

Eliminado el «qué» todavía permanece la afirmación del «es». Al mismo tiempo que se pregunta, también se afirma. No habría pregunta sin la afirmación del «es»; ambas son inseparables, y la afirmación es un dato de la experiencia: experiencia y conciencia se hacen inseparables y como tales habrá que analizarlos. Por otra parte, el «es» lleva consigo un contexto que constituye su amplitud y su aplicabilidad, más allá del puro ser.

Es fundamental mantener a la vista la doble función del «es». La experiencia nos da el sentido de un «es» que significa «existir» y al mismo tiempo nos ofrece la posibilidad de entender de «qué» se trata este «existir». Esta ambigüedad entre una realidad y una posibilidad es fuente de muchos problemas.

Por otra parte, la respuesta también es ambigua. Por un lado, afirma el «es», al mismo tiempo que pregunta. Si no supiera que existe, no preguntaría. Por otro lado, declara su ignorancia acerca del significado del «es». Afirma un «que» sin saber si el «existir» es real o no.

Por esto, a veces se define la metafísica como «aquella actividad filosófica que se pregunta por el “ser”» (Heidegger loc. cit., p. 54). Para el fenomenólogo, la pregunta por él se refiere al ser primero, el que se da de repente y de inmediato en la experiencia. ¿Qué es lo que se experimenta? El ser es lo que se da ahí. Es lo dado, que se ve, que intuye, que se toca, que oye, que se encuentra; Zubiri (1962), en Sobre la esencia, habla de lo «de suyo» (p. 145).

En este contexto, el ser de la experiencia es: acontecer, presencia, devenir, realidad, objeto, causa… No todas estas palabras son sinónimos, y esto se debe a la complejidad del ser mismo, que no es solamente esto, o uno: es un acontecimiento con todas sus posibles cualidades y determinaciones.

Si especificamos con mayor precisión la pregunta sobre el ser experimental de la fenomenología, y consecuentemente creamos esta clase de «metafísica», se nos hará más fácil comprender y organizar las demás preguntas que surjan en conexión con los datos experimentales.

Tendremos la fórmula: R:/ [–«esto»] «es»…

La respuesta invierte los términos y coloca un nombre antes y el «es» a continuación de su contenido: el mundo «es», el pensar «es», la verdad «es», el espacio «es», el tiempo «es», el lenguaje «es», el devenir «es». También aquí existe el riesgo de confundir el sentido de la existencia con la aclaración del objeto. El «es» tiene el valor de una cópula gramatical, una partícula que tiende a desaparecer, para dar lugar a la identificación de dos nombres. Por ejemplo: «devenir es cambio». Solo establece una equivalencia o una inclusión. Con ello se genera una serie de problemas que deberán ser contestados. Pero el «es» no posee únicamente la función de cópula, porque al mismo tiempo afirma cierto tipo de existir.

Figura 3

Habrá que recordar esta dualidad del «es» tanto en la pregunta como en la respuesta. Dualidad no significa necesariamente dialéctica, en el sentido de que un término sea la negación del otro. Hegel nota inmediatamente esta oposición y la interpreta enseguida como una oposición dialéctica. De allí desarrolla su teoría de la conciencia, y condena el conocimiento experimental a un nivel inferior. Si tenemos que juzgar el carácter de esta oposición y la diferencia de contenidos, no podemos hacerlo desde principios a priori, sino desde la experiencia misma.

El Acontecer. Metafísica

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