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7. Como pensamiento filosófico

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Cualquiera que sea la actitud filosófica que se adopte frente al problema del «es», el ser y la existencia, la metafísica que se elabore da vida a un pensamiento. Incluso cuando se pretende adherir a las cosas mismas, el resultado es una frónesis, un saber intelectual. Este, a su vez, se expresa en palabras, las cuales se alejan mucho del mundo de la vida donde este saber ha nacido. En este distanciamiento entre vida y pensamiento, se efectúa un cambio que responde a la actitud especulativa del filósofo. En todo caso, existe un peligro que consiste en caer en un lenguaje exclusivamente epistemológico, y un condicionamiento a cierta clase de conceptos que lo expresan y le corresponden.

Por ejemplo, Aristóteles (Metafísica, 1968, p. 25) habla del ser como algo que «se conoce», como la ciencia primera y más perfecta. Y este «conocer» es tomado en sentido conceptual: algo que pueda ser conceptualizado y constituya un saber conceptual, al ser su actitud polémica directamente enfrentada a la interpretación de las ideas de Platón (Obras completas, 2011, p. 78) y a otras teorías del conocimiento. Esto puede suceder a pensadores modernos cuando se confunde o se identifica el discurso sobre el «ser» con el discurso sobre la verdad.

1 Las palabras que caracterizan este discurso en Aristóteles son del tipo siguiente: sustancia, accidente, potencia y acto, tiempo y espacio, forma y materia, causa y efecto, finito e infinito, bien y mal, uno y múltiple, estabilidad y devenir, todo y parte. Y son las mismas palabras con las que se construye la metafísica, generalmente en todo el período clásico de la filosofía hasta la edad contemporánea. Y este conjunto de palabras da lugar a un discurso eminentemente «epistemológico» y conceptual, acentuado por la preocupación de elaborar conceptos claros y definibles.

2 A menudo los filósofos se esfuerzan por liberarse de la estrechez de este discurso, y esto se ve claramente –en sentido negativo– en Wittgenstein con su obstinada negación de «sentido» al lenguaje, y en Nietzsche con la pretensión de la transmutación de todos los valores. Pero también existen esfuerzos –en sentido positivo– que buscan ampliar el discurso sobre el ser, como en La evolución creadora de Bergson y en El fenómeno humano de Teilhard de Chardin.

3 La fenomenología en cambio se coloca en una actitud completamente nueva que se abre a regiones más amplias del ser, y que evaden los esquemas epistemológicos, encontrándose con una ontología y una metafísica que rompen la terminología tradicional, precisamente para realizar un nuevo discurso. En los autores que han elegido este curso –desde Heidegger hasta Gabriel Marcel, además de Merleau-Ponty, Sartre, Zubiri y Levinas–, surge este discurso nuevo que incluso en la más elemental terminología, es de inmediato reconocible.1. En Heidegger, aparecen la angustia, la frustración, lo auténtico y lo inauténtico, el ser arrojado, el proyecto, la cura, la libertad y el aislamiento, la propiedad y la alienación, la nada y la muerte, el ser ahí y el horizonte, lo cotidiano, las habladurías, la avidez y la caída, que no son términos epistemológicos y que, por otra parte, son apenas conceptualizables.2. En Gabriel Marcel hay otra serie de palabras que no son propiamente epistemológicas: esfuerzo, exigencia de trascendencia, situación, vago e inquietud, emoción, embarazo, refractario y condensado, perito e inexperto, ser bloqueado y mundo destrozado, burocracia e intimidad, esterilidad, insatisfacción, deseo y cansancio, intercambio, acceso, misterio.3. Igualmente, Merleau-Ponty utiliza expresiones como las siguientes: malhumor, acusación, silencio, visiones, fe en la realidad, falsedad de los sueños, exploraciones concordantes, ilusión de ver lo que no vemos, eclipse, distorsión, milagro de una totalidad, presentimiento, retiro de un cuerpo, percepción que resbala sobre las cosas, paradoja de mi percepción, génesis, pensamiento salvaje, divergencia de testimonios, proposiciones compatibles, operaciones autorizadas, validez imperativa, fe perceptiva, ocultación posible, convicción, existencia bruta, encarnación, vivencias bastardas e impensables, a primera vista, secreto del mundo, descentrados, ingenuo, mundo macizo y opaco, desilusión, fisura, discordancia, inscritos en el mundo, usurpar el lugar, ausencia provisional, vínculo umbilical, desprenderse de los seres, saber previo, sentido primitivo, solidez de la esencia, núcleo duro del ser, imposibilidad, vacío ontológico, situarse dentro del ser, pregunta inagotable, ser se apaga.4. Más atrevidas y desconcertantes son las perspectivas que fundamentan el enfoque de Emmanuel Levinas: suficiente, culto del esfuerzo, conservadurismo inquieto, defensa contra las cosas, paz interior, brutalidad de su afirmación, más allá de la distinción entre perfecto e imperfecto, identidad del ser, insuficiencia de la condición humana, evasión, pasar al lado de sí mismo, sabor del absoluto, restituir a las cosas su inutilidad, inamovilidad de nuestra presencia, horror de cierta definición, prisión de un presente, rigidez del ser, necesidad de excedencia, salir de sí mismo, romper el encadenamiento del yo a sí mismo, malestar, sufrimiento, decepción, inadecuación de la satisfacción, ser que se siente vaciar, instante fragmentado, vergüenza, vergüenza que se funda en la solidaridad de nuestro ser, es nuestra presencia a nosotros mismos que es vergonzosa, náusea, impotencia frente a la propia realidad, experiencia de su impotencia, brutalidad de la existencia, el hecho anónimo de ser, conquista del ser que recomienza perpetuamente, el ser es sin respuesta, el ser es esencialmente extraño y nos hiere, lucha del ente con la existencia, lucha por un porvenir, cansancio y pereza, su realidad está hecha de rechazo.5. En esta perspectiva, también se incluyen: una languidez que es languidez de sí, languidez como un rechazo imposible, aversión al esfuerzo, pereza esencial y desesperada; la existencia carece de simplicidad, fatiga, poder de suspender el ser, el esfuerzo debe superar la desesperación, los instantes en la melodía no están allí más que para cesar el esfuerzo, es el cumplimiento del instante, el esfuerzo es condena, la fatiga crea la distancia donde se inserta el advenimiento del presente, la intención con el estímulo del deseo que la anima en cuanto fin de un deseo, el objeto es un «ser», destino inscrito en su revelación, la sanidad, la buena voluntad, mide lo real y lo concreto del ser humano; lo iluminado es comprendido por la luz, los objetos son un mundo, la totalidad se refiere a una interioridad en la luz, el exotismo, la alteridad de los objetos representados, la musicalidad de la sensación, el «hay» con su rechazo de tomar una forma personal, el incubo del «hay» es el horror, el ser se insinúa en la misma nada, es la sombra del ser la que horroriza, el horror ejecuta la condena a la realidad perpetua, la oscuridad en tanto que presencia de la ausencia no es un contenido puramente presente, el insomnio, esta presencia que surge detrás de la nada, la vigilia es anónima, la posición, el guiño del ojo hecho de mirada y de «no mirada», la posibilidad de descansar, la perennidad es la forma superior de la existencia; la aparición de un existente no se puede nombrar porque es puro verbo.

Es suficiente comparar los discursos anteriores para comprobar dos cosas: primero, el aflorar de su variedad suscita una temática común; incluso, ciertos términos están repetidos. Segundo, las palabras definen un clima espiritual, una perspectiva de acceso al ser que no responde a los cánones establecidos o acostumbrados. Se esfuerzan por abrazar al ser en su mero existir, que a fin de cuentas es singular sin géneros ni universales. Todos parten de la experiencia y explotan algunos de los infinitos matices de la experiencia para fundamentar un encuentro real con el ser que devora al sujeto y, al mismo tiempo, a lo fundamental.

El Acontecer. Metafísica

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