Читать книгу Capricho De Un Fantasma - Arlene Sabaris - Страница 8
CapÃtulo 6
ОглавлениеAquel sueño la habÃa despertado otra vez. Sudorosa y respirando afanosamente se puso de pie y quiso correr a la cocina pero recordó que no era su casa. «Hay agua en la jarra del escritorio», pensó, y fue a buscarla, tomó un sorbo y recuperó el aliento. Eran las tres de la madrugada.
Recapituló la noche poco a poco y pensó que apenas harÃa media hora de su regreso de La Marina con Andrés. Se separaron en la puerta de su cuarto, no porque ella quisiera, pensó en ese instante, sino porque probablemente ninguno de los dos se atrevió a proponer un arreglo distinto para dormir. La habÃan pasado fenomenal en el yate, donde encontraron una botella de vino más y siguieron hablando de los viejos tiempos hasta que la música de jazz de la fiesta vecina se apagó y pensaron que era hora de volver. La corta distancia de La Marina a la casa hizo más fácil conducir el carrito, pero a la hora de encontrar la llave para abrir la puerta, las risas no se hicieron esperar y ambos parecÃan chiquillos traviesos burlándose de la situación. Virginia recordó que alguno de los dos sugirió ir a la piscina, quizás⦠¡TraÃa puesto el traje de baño y no la pijama! Y entonces recordó que por eso se habÃan separado en la puerta, porque se reunirÃan en unos minutos en el jacuzzi. ¿Cuánto tiempo habÃa pasado? Solo sabÃa que habÃa tenido aquel sueño, por tanto, se habÃa quedado dormida al menos unos minutos. Tomó otro sorbo de agua y aún aturdida por el vino decidió lanzar una mirada al patio para saber si él estaba allà esperándola. El traje de baño negro y de una sola pieza cruzaba en tirantes su espalda y dejaba al descubierto un escote discreto, pero escote al fin. Tomó un chal del mismo color que descansaba en la silla del escritorio, se envolvió en él y atravesó el pasillo. Lo vio saliendo de la cocina con un gran vaso de agua en la mano, su bañador azul y una toalla blanca colgada al cuello, estaba mojado, por ende habÃa estado en el agua. Ãl la miró con cara de sorpresa y le dijo:
âYa iba de vuelta a la habitación, ¡pensé que te habÃas arrepentido de ir a la piscina!
âPues la verdad es que me quedé dormida unos minutos, pero sà que me hace falta entrar al jacuzzi y con agua muy caliente, asà que vamos âdijo Virginia pensando en olvidar la desagradable sensación que le dejaba tener aquel sueño, justo cuando todo parecÃa haber sido olvidado.
â ¿Más vino? âpreguntó Andrés riendo a sabiendas de que ya habÃan tomado demasiado.
âNo es de princesas tomar de más⦠âle respondió Virginia guiñándole un ojo y quitándole el vaso de agua para bebérselo ella.
Andrés se dio vuelta entornando los ojos mientras pensaba en lo mucho que le gustaba la idea de quedarse con ella en la casa. « ¡Qué importa!», pensó⦠¡Quizá le gustarÃa quedarse con ella para siempre!
Virginia se deshizo del chal y entró al jacuzzi que burbujeaba incesante. El olor a lavanda impregnaba el ambiente y el agua tibia acariciaba con ternura su cuerpo. Se sumergió por unos agradables segundos que quiso hacer eternos y, cuando salió a la superficie, Andrés ya estaba entrando al agua. No pudo evitar el sobresalto y el grito ahogado que llegó con él, provocando las burlas de Andrés por su «valentÃa».
âNo esperaba verte de repente. ¡Me asustaste! ¡Tú también hubieras gritado! âdijo ella en tono defensivo. Y agregó, cambiando drásticamente el temaâ ¿Por qué el agua huele a lavanda?
âMi mamá insiste en poner sales aromáticas cuando viene a meditar. Han de haberse quedado por allà âmintió Andrés; era él quien las usaba para meditar.
âPues el gusto de tu mamá es impecable. ¡Amo la lavanda! âdijo ella, mientras se sumergÃa otra vez.
Andrés se sumergió también y tomó un largo y profundo respiro mientras se decÃa a sà mismo que habÃa llegado el momento que por tantos años ambos habÃan procrastinado.
Virginia lo sintió moverse a sus espaldas y rodear con sus manos su cintura, no sabÃa si quedarse sumergida o salir, en pocos segundos ya no tendrÃa que decidirlo y, aunque no estaba segura de si ella habÃa emergido o si él la habÃa sacado, lo cierto es que ahora la mitad de sus cuerpos estaba debajo del agua y la otra mitad estaba fuera. Ella esperó impaciente y callada, pues estaba de espaldas. Ãl, sin soltar su cintura, la giró muy despacio en el agua hasta que finalmente quedaron frente a frente. Las burbujas reventaban estrepitosamente por todas partes y bajo la luna del solsticio, Andrés se inclinó hacia Virginia y la besó en los labios, primero con ternura y luego con la pasión de un amor colegial. Virginia pensó que seguÃa sumergida por completo en el agua. SentÃa cómo sus cuerpos se acercaban hasta querer ocupar el mismo espacio, y sus manos, controladas por una fuerza superior a ella, subieron hasta alcanzar el rostro de Andrés. Sus cuerpos se enlazaban como imanes el uno al otro dentro y fuera del agua y, por un breve instante, fueron un solo cuerpo. Mientras tanto, la luna en cuarto menguante sonreÃa satisfecha.