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Introducción

El diccionario Oxford define el hecho de correr como el acto de progresar avanzando con cada pie alternativamente, sin tener nunca los dos pies a la vez en el suelo. El Chambers dice que correr es el acto de proceder alzando un pie antes de que el otro toque el suelo. No hay ninguna definición que sea especialmente complicada ni ninguna que limite el momento exacto en que se da un paso adelante.

El arte y la técnica de correr, y los procesos de hablar y escribir sobre correr, también deberían ser sencillos. Correr, después de todo, es tan natural como andar. Una vez que el niño ha aprendido a andar, nadie tiene que enseñarle cómo correr.

Además, este libro está escrito de forma tan sencilla como el hecho de poner un pie delante del otro sin tener nunca los dos pies a la vez en el suelo. Su objetivo se resume en pocas palabras: permitirte ir más rápido y levantar ambos pies del suelo si así lo deseas o avanzar más; o las dos cosas, ir más rápido y más lejos, de acuerdo con tus objetivos y tus aspiraciones personales. Si deseas ser un campeón olímpico o un campeón del mundo, este libro va dirigido a ti. Si solamente deseas correr con comodidad por tu entorno cercano para mantener la forma física, este libro también va dirigido a ti.

Proponemos unas pautas generales, unos principios lógicos y sencillos que hay detrás del arte y el placer de correr mejor. Ofrecemos unos programas sobre los que basar tus propios programas de preparación para lograr aquello a lo que quieres aspirar. El resto depende de cada persona.

No es posible comparar la filosofía de Arthur Lydiard con ninguna otra. Esta filosofía tiene que ver con cualquiera que se ponga un par de zapatillas para correr. Lydiard trazó los métodos de entrenamiento que emplean actualmente los principales entrenadores y atletas en todo el mundo, en pista y campo y en muchos otros ámbitos del deporte. Inventó el ejercicio puro y simple de correr, un virus benigno que ha infectado a millones de personas.

El sistema de Lydiard se probó y se instauró con éxito en los años cincuenta. Con el tiempo, se ha ido sutilmente perfeccionando, pero los principios teóricos básicos que en un inicio clasificaron a un pequeño grupo de corredores siguen siendo los mismos. Desde el entorno más cercano a Lydiard en un barrio de Auckland (Nueva Zelanda) a la vanguardia internacional de corredores de fondo y media distancia durante más de una década, y después, a medida que Lydiard pasó de entrenar a corredores a entrenar a preparadores internacionales, su sistema se ha ido extendiendo por las pistas y los centros de entrenamiento de todo el mundo.

Arthur Lydiard ha convertido la autoconfianza en una panacea mundial para cualquier persona que busque un método para correr mejor. Su nombre y sus métodos fueron reconocidos enseguida en muchos países de lenguas diferentes. Siguen apareciendo gurús en el mundo moderno, pero él está considerado entre los mejores y, con toda probabilidad, entre los más eficaces desde el punto de vista físico y psicológico.

Durante muchos años, a mediados de los setenta, el gran preparador japonés de media distancia Kiyoshi Nakamura llevó a equipos compuestos por sus mejores corredores a Nueva Zelanda para que pasaran unos meses entrenándose en las inmensidades de la lejana isla Sur, en una zona recóndita detrás de Ashburton.

Éstos fueron los famosos corredores que, de un día para otro, recordando la explosión del equipo entrenado por Arthur Lydiard en competiciones internacionales en los años sesenta, se convirtieron en una potencia mundial, particularmente en carreras de fondo. Las estrellas fueron los hermanos Soh, además de Toshiniko Seko, la leyenda que ganó tres maratones consecutivos de Fukuoka, consiguió récords del mundo en 25.000 y 30.000 m en pista en Nueva Zelanda y corrió el maratón de Boston en 1981 en un tiempo de 2:09:26.

Nakamura, una de las figuras más respetadas del atletismo japonés, mantenía una estrecha vinculación con Nueva Zelanda que se remontaba a 1936, cuando representó a Japón en los históricos 1.500 m. En esa prueba, Jack Lovelock corrió de un modo espectacular: batió el récord del mundo y consiguió la medalla de oro. Pero ¿por qué año tras año llevaba a sus equipos de corredores de fondo a Nueva Zelanda?

La razón principal, según explicó a Tim Chamberlain, de la revista New Zealand Runner, en 1982, en su séptima visita, era que Arthur Lydiard había vivido en Nueva Zelanda.

Nakamura fue uno de los primeros japoneses en estudiar los métodos de Lydiard y el primero en invitar a éste a Japón en 1962. Había leído todos sus libros y se había llegado a creer que sabía más de su metodología que el propio Lydiard, porque en sus estudios establecía un vínculo vital entre las técnicas de Lydiard, el cristianismo y el zen.

Esto se podría discutir. Lo que era cierto era que Nakamura utilizaba a Lydiard como base para sus métodos. La filosofía de entrenamiento que colocó a Japón, durante una época, al frente en las competiciones de fondo y media distancia fue la de Lydiard. Sus corredores consiguieron casi 20 récords para Japón, diversos récords mundiales y toda una serie de éxitos internacionales.

Entre los japoneses, Nakamura era quien mejor conocía a Lydiard. Cuando murió, la chispa vital que había iluminado a Japón desapareció con él, pero había conseguido algo importante. El sistema de Lydiard, una vez entendido, había sido el factor fundamental que separó el éxito del fracaso entre los corredores japoneses.

El corredor olímpico de maratones y entrenador estadounidense Ron Daws fue un claro admirador de Lydiard. El nombre de Lydiard aparecía en la primera página de Running Your Best de Daws con la cita: «No gana el mejor atleta, sino el mejor preparado».

Sobre el sistema de Lydiard, Daws escribió: «Algunos niños esperanzados se acercan al barrio de un zapatero para que les enseñe a correr. El zapatero es un corredor de fondo retirado y sin estudios cuyo estilo y complicados procedimientos como entrenador le han dado cierto prestigio. Goza de consideración por parte de los demás entrenadores. Acepta ayudarlos y, aunque los corredores no son los mejores del país, ni siquiera los mejores de su ciudad —sólo chicos entusiasmados del barrio—, el zapatero les promete récords del mundo y medallas olímpicas si consiguen superar los entrenamientos. Uno de los chicos a quien el zapatero le predijo que conseguiría un récord del mundo públicamente tiene un brazo tullido; con respecto a otro corredor, que tenía un aspecto excesivamente musculoso y torpe, el zapatero auguró que sería el mejor corredor de media distancia. Unos años más tarde, el entrenador del contingente completo de corredores de fondo del país en los Juegos Olímpicos de 1960 era el zapatero. En un intervalo de treinta minutos, el corredor del brazo tullido y el corredor musculoso ganaron medallas de oro. Un día más tarde, otro de sus corredores, también con una constitución poco atlética, ganó una de bronce. Entre estos y otros chicos del zapatero consiguieron la mayoría de los récords del mundo, desde los 800 m hasta las carreras de una hora. Además, ganaron dos medallas de oro más y una de bronce en los Juegos Olímpicos siguientes. ¿Sueños de un loco? ¿Un cuento de hadas? Sólo estoy contando la aparición del neozelandés Arthur Lydiard, gurú de los corredores de fondo, padre del popular jogging, motor y motivador de atletas olímpicos internacionales. Lydiard ha entrenado e influido directamente sobre más corredores que han ganado récords y medallas olímpicas que ningún otro. Con una energía igualmente inagotable, ha dado conferencias en diversos países y ha ejercido de entrenador nacional en Finlandia, Dinamarca, México y Venezuela. Irónicamente, es, como muchos profetas, ignorado por completo en los círculos oficiales de su propio país. Cuando Peter Snell y Murray Halberg esprintaron para alcanzar la medalla en los 800 y los 5.000 m y Barry Magee ganó el bronce en el maratón en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, el resto del mundo seguía el sistema del entrenamiento intermitente. Tan arraigada está la filosofía de Lydiard actualmente, que hemos de hacer esfuerzos para recordar que, antes que él, el entrenamiento de los corredores de fondo apuntaba 180 grados en otra dirección. Lydiard fue el principio de una era mágica. El jogging se convirtió en algo grato, por no decir divino… Lydiard fue la clave y nunca dejó que olvidáramos que, como un profano sin educación, hizo lo que psicólogos, teóricos y entrenadores profesionales no habían sido capaces de hacer. Era poco sofisticado pero listo y tenía la tenacidad de un bulldog».

Fue la estrategia de Lydiard lo que dio un giro a mi carrera. Fue la base de mi concepto de una preparación eficaz.

Los métodos de Lydiard no están concebidos para conseguir unos resultados inmediatos. Lydiard habla de ir progresando a lo largo de los años, sacrificando el éxito rápido y esforzándose en el trabajo preparatorio de cara a conseguir grandes victorias más adelante. Probablemente, ni siquiera dentro de cada temporada alcanzarás tu máximo nivel hasta el último momento. Estos dos conceptos están implícitos cuando Lydiard escribió: «Conseguirás llegar a tu nivel máximo más lentamente que muchos otros y correrás el último cuando los otros vayan los primeros. Pero cuando sea realmente importante correr el primero, entonces los pasarás».

La edición de marzo-abril de 1992 de Peak Running Performance, una revista americana que publica artículos sobre investigación en relación con el jogging, estaba dedicada enteramente a un estudio sobre la filosofía del jogging de Lydiard. Se decía:

«Su legado se puede ver en los programas de entrenamiento de la mayoría de los mejores corredores del mundo de fondo y de media distancia. Aunque la época como entrenador de Lydiard acabó hace casi un cuarto de siglo, su avanzada estrategia en los entrenamientos continúa vigente.

»Tras sus grandes éxitos como entrenador en los Juegos Olímpicos de 1960 y 1964, estudiosos y psicólogos del deporte de todo el mundo han confirmado la solidez científica de sus métodos. Aunque Lydiard no era un científico, su estrategia básica en los entrenamientos era considerada de lejos la mejor por la comunidad científica en aquella época.»

El programa de Lydiard encarna un concepto general pero muy básico respecto al ejercicio y la psicología del deporte. Este principio general es la adaptación gradual. Mientras que la mayoría de atletas lo llamarían «puro sentido común», la experiencia nos dice que el sentido común no es tan común, sobre todo entre los corredores que desean firmemente mejorar su modo de correr.

La revista ilustra este concepto con la leyenda del hombre fuerte griego que alzó un becerro cuando nació y continuó levantándolo cada día hasta que se convirtió en una vaca. El aumento diario de peso casi no se notaba, aunque este aumento, con el tiempo, fuera significativo. Con el sistema de Lydiard, afirma la revista, este proceso de adaptación gradual puede producir unos resultados sorprendentes a largo plazo.

Garth Gilmour


© Thinkstock/Pixland

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