Читать книгу Correr al máximo nivel - Arthur Lydiard - Страница 8

Оглавление

Capítulo 3: La esencia de la juventud

El gran preparador sueco Gosta Holmer, entrenador olímpico en 1948, dijo que si puedes conseguir que un atleta entrene en la adolescencia, sin que compita hasta que haya madurado, habrás puesto los fundamentos para crear un campeón olímpico. Es una teoría con la que siempre he estado de acuerdo. En mi opinión, hay que tener paciencia con los atletas que quieren ser campeones rápidamente. No hay atajos seguros.

Hace poco estuve en Kenia y me acordé de la lección que los atletas africanos nos dieron cuando empezaron a destacar como corredores de fondo y media distancia en todo el mundo. Una gran parte de su modo de vida se correspondía exactamente con lo que Holmer había aconsejado.

En Kenia, como en otros países africanos, muchos jóvenes van a la escuela y vuelven corriendo cada día. No hay coches ni autobuses, sólo sus piernas. Un chico llamado Biwott, por ejemplo, corría 15 km para ir y volver de la escuela cinco días por semana, 150 km cada semana. Llegó a ser campeón olímpico en los Juegos de 1968 en México, lo cual demuestra lo acertado de la afirmación de Holmer. Estos chicos corren porque para ellos es el único medio de trasladarse. Corren sin ninguna presión y se toman las carreras como si fuera un juego. Con ello están sentando las bases para crear una alta absorción de oxígeno y una excepcional resistencia. De manera que, cuando se presentan a una competición en cualquier parte, la mayoría consigue unos tiempos fantásticos. Pudimos verlo en los campeonatos mundiales de campo a través en 1988, cuando los juveniles de Kenia demostraron ser muy superiores a los demás. Actualmente, marroquíes, tunecinos, argelinos y algunos otros atletas que participan en competiciones internaciones hacen tiempos rápidos porque, como los kenianos, han corrido, sobre todo aeróbicamente, en su juventud; tienen una importante base natural sobre la que incrementar una velocidad y una técnica adecuadas.

En Estados Unidos, cuando los jóvenes muestran una buena forma física en el instituto, la tendencia es ponerlos en la pista y hacerlos trabajar anaeróbicamente. En consecuencia, su desarrollo no es adecuado.

Sabemos que la gente joven, antes de llegar a la pubertad y de empezar a crecer con rapidez, es capaz de usar el oxígeno más eficazmente, en relación con su peso corporal, que los adultos. También tienen unos sistemas nerviosos muy sensibles; por consiguiente, están protegidos por la naturaleza para poder hacer una actividad continuada durante mucho tiempo a escala aeróbica. Pero no pueden aguantar dosis intensas de entrenamiento anaeróbico ni la presión de unos programas de preparación para correr intensamente. Esto sucede en la mayoría de los países desarrollados, generalmente porque el éxito deportivo es tan positivo en un instituto como el éxito académico. Y éxito significa beneficios económicos. Por esta razón, estos jóvenes no desarrollan su capacidad aeróbica suficientemente, de modo que, cuando son adultos —si aún tienen interés de seguir corriendo— tropiezan con los africanos, y su nivel de absorción de oxígeno relativamente bajo no está a la altura del alto nivel de sus contrincantes. Cuando la presión aparece en una carrera, la rodilla no se eleva suficientemente, sufren un colapso neuromuscular y, al final, no pueden esprintar; los africanos, en cambio, sí pueden.

Es un hecho antropomórfico, por supuesto, que los africanos tienen ventaja sobre loa caucasianos, de glúteos más grandes. Pueden hacer determinadas cosas para conseguir más fuerza que los de piel blanca. De hecho, pueden inclinarse hacia delante y mantener las rodillas levantadas; en cambio, los caucasianos tienen que ponerse mucho más erguidos.

La revista americana Running Research News ha echado recientemente nueva luz sobre la supremacía keniana al publicar los resultados de un estudio realizado por el fisiólogo deportivo sueco Bengt Saltin, del conocido Karolinska Institute de Estocolmo. Saltin comparaba a siete corredores suecos de élite con estudiantes del instituto St. Patrick de Kenia. En este instituto, entre una lista de unos 500 estudiantes, había seis campeones mundiales de campo a través, cuatro maratonianos sub-2.10 y más de una docena de corredores olímpicos.

Saltin, según Owen Anderson de la Running Research News, doctor en filosofía, calculó que había miles de corredores kenianos tan buenos como los diez mejores suecos, pero descubrió que los atletas de St. Patrick seguían unos programas de entrenamiento increíblemente sencillos. Estos programas incluían una carrera de 1.500 m a toda velocidad seis días por semana. El hecho de ir hasta la escuela, y volver, corriendo suponía de 10 a 30 km más de carrera, aunque más lenta.

Saltin descubrió que los kenianos tenían una pequeña ventaja sobre los suecos en lo que respecta a su capacidad anaeróbica total (un tres por ciento). El VO2 máximo de los suecos oscilaba entre 76 y 81 ml/kg/m; el de los kenianos, entre 79 y 87. Cada grupo tenía un índice igual de contracción de los músculos rápidos y lentos, pero Saltin descubrió una diferencia significativa en lo que había dentro y alrededor de los músculos de los corredores kenianos. Los kenianos eran propensos a tener más mitocondrias por célula muscular y más capilares que cubrían sus fibras. Los corredores suecos tenían de cuatro a cinco capilares por célula muscular en sus cuádriceps, mientras que los kenianos tenían de siete a ocho. Estos resultados eran muy parecidos, descubrió Saltin, a los que tenían los mejores esquiadores de fondo del mundo, y les proporcionaba mayor capacidad para utilizar oxígeno y mayor resistencia a la fatiga.

En el interior de sus células musculares, los kenianos tenían una mayor concentración de las enzimas que descomponen grasa y grandes cantidades de citrato sintasa, una enzima importante necesaria para proporcionar a los músculos energía aeróbica.

Volviendo a Biwott, la revista americana Sports Illustrates publicó un excelente artículo sobre él cuando ganó la medalla olímpica. En ese artículo se le veía en su pueblo natal, lleno de barro y de chozas de paja. Aquí, decía la revista, hay un atleta que nunca ha tenido un preparador, no ha sido entrenado adecuadamente y ni siquiera ha tomado una alimentación correcta, pero ha ganado una medalla de oro olímpica.

Si analizamos la situación sensatamente, Biwott no necesitaba a un preparador. Estaba mejor sin él. Estableció los fundamentos de su éxito con sus carreras entre su casa y la escuela, sin más presión que el peso de su cartera. Trotaba a su ritmo, jugando a la vuelta, como hacen los críos cuando se les deja a su aire; y éste era el mejor entrenamiento que podía recibir. Nada que ver con el estilo americano: el chico con un «preparador» a su lado, una carpeta y un cronómetro en las manos, obligándolo a repetir hasta que se cae de cansancio, desmayándose y vomitando porque la falta de oxígeno que padece es tan importante que su sistema nervioso central es agredido. La mayoría de esos chicos, que recibieron una educación académica, sólo consiguieron ganar unas becas para deportistas; pero me dijeron que entonces dejaron de correr tan pronto como se licenciaron, aunque luego volvieron a hacer jogging y a participar en algunas carreras con sus amigos y su familia. Sentían la misma satisfacción que si compitieran.

Ha habido muchos ejemplos en Nueva Zelanda de estudiantes universitarios de alto nivel que, con su habilidad natural, podían vencer a cualquiera en carreras de fondo, en carretera y en pista, pero que, a los veinte años aproximadamente, dejaban de ganar campeonatos. En la madurez, la gente pierde la alta absorción de oxígeno que es natural en los niños. Estos corredores no se habían entrenado para desarrollar o mantener el nivel a medida que se hacían mayores. Pero los niños a los que habían ganado, que no tenían un talento natural pero que habían trabajado más dura y sensatamente a fin de desarrollar sus habilidades atléticas y de mantener una alta capacidad de absorción de oxígeno, siguieron corriendo hasta ser campeones.

Peter Snell fue sólo el mejor tercer corredor en los 800 m en la Mt Albert Grammar School en Auckland. El mejor batió el récord nacional junior de Murray Halberg; el segundo fue campeón nacional junior de 800 m. Snell continuó, con la idea de ganar el mundial. Los demás abandonaron y desaparecieron.

Respecto a la alimentación, Biwott nunca fue a un supermercado ni tomó cereales preparados de estos de los que los fabricantes han extraído unos 18 minerales y vitaminas y sólo han reemplazado tres. Sports Illustrated lo representa rodeado de unos campos de cereales preciosos. Cuando cosechan este cereal, no lo manipulan. Lo parten, lo golpean y lo cocinan. Además, otro factor importante es que África es quizá uno de los últimos sitios del mundo donde la mayor parte del campo está bien equilibrado.

De modo que Biwott tuvo el mejor entrenamiento y la mejor dieta. Por eso ganó una medalla de oro, lo contrario de lo que Sports Illustrated trataba de demostrar.

De manera que, si vamos a entrenar a niños, hay que animarlos para que vean cuánto pueden correr y no a qué velocidad. Hemos de conseguir que troten y que disfruten en parques, caminos y campos. Hagamos que correr sea un ejercicio agradable dentro de sus limitaciones. Predisponerlos para que venzan a otros niños es contrario al desarrollo de unos futuros campeones.

Los niños están mejor preparados que los adultos para correr. Les gusta correr, saltar, lanzar objetos… Todo lo que sea una descarga natural de energía. Si vas a la calle y dices a todos los críos que hay allá: «Venga, vamos a hacer una carrera», probablemente todos te seguirán. En la mayor parte de los casos, los niños que parecen poco activos y perezosos sólo necesitan a alguien que los motive. Si no tienen nada que hacer, es probable que se metan en líos; pero si alguien les propone un objetivo como correr o jugar un partido de fútbol o de cricket, no lo harán.

Hace años, los niños del Owairaka Club de Auckland se presentaron los sábados por la tarde ante unos corredores. Fueron con ellos y corrieron 4 o 5 km por unas pistas. Volvieron al club y, en lugar de tumbarse, enseguida empezaron a jugar a perseguirse alrededor del cobertizo. No se sentían cansados después de la carrera. Cuando se cansaron o, lo más probable, cuando estuvieron muy acalorados, descansaron y pararon hasta que tuvieron ganas de empezar otra vez. La resistencia de los niños es un gran recurso natural.

Las chicas pueden correr perfectamente igual que los chicos. Cuando son jóvenes incluso pueden hacerlo mejor. A medida que crecen, a la mayoría de ellas se les ensanchan las caderas y no pueden correr tan bien, porque sus cambios físicos les impide mover las piernas con facilidad. Pierden agilidad y se balancean un poco. La talla, la esbeltez, lo que podríamos llamar el tipo sueco, está físicamente mejor dotado para correr. No es una norma estricta —he visto a chicas con unas caderas notablemente anchas convertirse en excelentes corredoras—, pero suele ser lo habitual.

Otro factor, por supuesto, es que las mujeres tienen más grasa subcutánea en los músculos que los hombres. Respecto a la resistencia, parece que tienen ventaja. Es un depósito natural de energía que pueden utilizar como reserva durante la carrera.

En 1971, en Copenhague, dos doctores especializados en cardiología participaron en una carrera de 100 km en la que se inscribieron unos cien principiantes. Era la primera ultra que había visto, de modo que estaba profundamente interesado en el resultado. Y fue curioso observar que, al final de esta carrera, la mayoría de los hombres estaban tumbados y descansando mientras que las mujeres aún estaban en pie y charlando.

Las mujeres no corren tan velozmente como los hombres, porque no tienen la misma fuerza muscular—probablemente, un 30 o 40 por ciento menos—, aunque también hay hombres que son débiles. Añadiría, además, que su nivel de absorción de oxígeno no es tan elevado, de modo que el rendimiento cardiorrespiratorio no es tan grande, aunque su rendimiento cardiovascular sí que puede llegar a serlo. Podría estar equivocado, pero la evidencia parece bastante convincente.

Esto significa que no tienen la capacidad de correr maratones con tanta velocidad como los hombres, porque no pueden generar fuerza, impulso y velocidad tan económicamente como ellos, que tienen mayor capacidad de absorción de oxígeno. Sin embargo, no hay ningún motivo por el que las mujeres no puedan, más pronto o más tarde, correr un maratón en 2:18, pero tienen las mismas limitaciones que los hombres, tal como ya predije hace 30 años. Entonces dije que, a aquellas alturas de la evolución humana, era físicamente imposible que un hombre corriera un maratón en menos de dos horas y que 2.05 sería el tiempo más rápido que podrían lograr. Creo que actualmente estamos situados en este tiempo más o menos.

Los tiempos en los maratones femeninos han ido mejorando y son más rápidos en comparación con los tiempos logrados en los maratones masculinos durante los últimos años, porque, hasta hace diez o veinte años, había pocas mujeres que corrieran maratones. Actualmente, hay muchas corredoras de maratones que se entrenan tan intensamente como los hombres, con lo cual sus tiempos bajan velozmente en comparación con los masculinos.

Siempre cito el maratón de Boston como ejemplo de carrera creada para conseguir tiempos rápidos, porque los corredores descienden unos 60 m de altitud y siempre tienen el viento del oeste a favor que los ayuda. Hace algunos años, llevé a Maria Moran a Boston para que me ayudara en unos cursos. Maria era de un lugar llamado Taiko, situado al pie de una sierra en la isla Sur (Nueva Zelanda). Yo la había entrenado para que fuera la campeona junior de fondo en campeonatos de instituto en Nueva Zelanda. Continuó durante cuatro años con un curso de educación física en la Universidad de Otago, en Dunedin, la mayor parte del cual se hace en unas colinas empinadas. Así que, mientras estuvimos en Estados Unidos, le sugerí que corriera en Boston. «Nunca he corrido un maratón», me dijo. Yo le respondí: «Bueno, te he entrenado yo. Así que puedes correr este maratón. Sólo has de meterte y correr».

De modo que Maria corrió. No era una corredora de talón a punta. Corría con el tercio anterior del pie. Aun así acabó en 3:12, aproximadamente. Se limitó a hacer jogging y parecía que hubiera ido a dar una vuelta alrededor del barrio.

Aquella tarde, después de la ceremonia final de la carrera, alguien le preguntó: «¿Es su primera vez en Boston?». Ella respondió: «Sí». Le preguntaron entonces: «Bueno, ¿qué le parece la cuesta de Heartbreak Hill?». A lo que María respondió: «No he visto ninguna cuesta».

En Boston, la subida de Heartbreak Hill es muy conocida, pero para Maria, gracias a su experiencia entrenándose en colinas, sólo se trataba de una pequeña subida.

Los niños pueden empezar a correr a la edad de cinco o seis años haciendo jogging con sus padres. No hay ningún motivo por el que no puedan participar en carreras cortas en la escuela o en algún club. 60 o 70 m es la distancia preferida; los sprints prolongados, de 200 a 400 m, no son recomendables. La mayoría de los niños tienen un corazón fuerte y les encanta ganar y, en largas distancias, corren bien y con fuerza hasta que llegan a la recta final y empiezan a cansarse. El riesgo entonces es que noten la presión por querer contentar a sus padres o ganar a quien va por delante de ellos.

El entrenamiento anaeróbico es lo que destroza a los corredores jóvenes. Ha habido gente que se quejaba de que los niños no deberían correr tanto como yo les mando; pero les hago practicar ejercicios aeróbicos que son beneficiosos para ellos. No hago entrenamiento anaeróbico.

Volvamos a los africanos. Entrenan siempre con ejercicios aeróbicos, como los niños, y practican muchísimo. Es el principal motivo por el que vencen a la mayoría de contrincantes cuando crecen.

Los niños corren desde hace siglos. La mayoría de ellos lo hacen descalzos, de manera que sus pies se desarrollan adecuada y naturalmente. En general, no se meten estas dichosas zapatillas llenas de artilugios para correr que provocan problemas. Evidentemente, sus huesos no están completamente desarrollados hasta que son adultos, pero mientras corran con facilidad no surgirán problemas.

No sufrirán ninguna lesión, porque correr, entre las muchas cosas que hacen, es algo natural. Los niños obesos son una excepción y probablemente deberían vigilar su alimentación.


© Thinkstock/Thinkstock Images/Comstock

Correr al máximo nivel

Подняться наверх