Читать книгу Semillitas vuelasiglos - Arturo Guerra Arias - Страница 5

Оглавление

Prólogo

En el desarrollo del ser humano se van sucediendo distintas etapas: infancia, juventud, adultez, vejez… Y aunque cada una es individual, todas presentan vivencias comunes. Durante todas ellas, cada ser humano va guardando, manejando, aprovechando o descartando experiencias para forjar su manera de ser.

De entre todas las etapas, la primera infancia –de los 0 a los 12 años– es la más determinante, porque lo que ahí se viva o el cómo se viva, dejará una huella imborrable. La etapa preescolar queda ahí incluida, y aunque todo lo vivido en ese tiempo es tan importante (se aprende a compartir, a ser ordenado, honesto, sincero, sensible, cariñoso, servicial; se adquieren buenos hábitos y modales, se modelan impulsos y enojos, etc.), pareciera que el humano lo manda al inconsciente y lo olvida, pero la huella que deja determinará al futuro adulto. Por eso el jardín de niños es tan importante en la formación del hombre.

Curiosamente, cuando se elabora el “curriculum vitae”, casi nadie menciona el nombre del jardín de niños al que asistió. ¿Por qué?, me pregunto yo, directora de un kínder durante 60 años; ¿cómo se pueden olvidar esas primeras vivencias que dejaron huella para siempre?, ¿cómo se da eso, si en el preescolar se siembran semillitas que florecerán en la futura vida del ser humano?, ¿por qué esas semillitas sembradas por los amorosos padres y maestros se van al inconsciente y aparentemente se olvidan y quedan como apagadas y muertas?

Lo cierto es que padres y maestros procuramos sembrar mucho y dejar, en el niño, buenas semillas. Semillas de calidad, que con el tiempo se transformen en un gran árbol, con fruto. Sabemos que, aunque “aparentemente se olvidan”, quedan en hibernación y algún día germinarán.

Cuando Arturo Guerra Arias asistió al jardín de infantes Don Bosco, era un niño hecho de buena madera, vivaracho, obediente –en aquel entonces todos eran obedientes–, inteligente, trabajador, educado y de buen natural, que despertaba sueños en mí, su maestra, directora y tía –su papá, primo hermano mío.

Hoy, a 43 años de la graduación preescolar de Arturito, y en el marco del 60 aniversario de la fundación del kínder Don Bosco, me pide que escriba estas líneas a manera de prólogo de su libro Semillitas vuelasiglos.

Puedo comentar, sin desvelar, que este libro es ameno, alegre y profundo, y que cada “semillita” está llena de poesía y de sueños.

Me encantó la de “Asterisco asterisco”, porque la deshumanización del hombre actual a mí también me parece horrible. Ya no se puede aclarar o protestar nada, más que a través de una máquina o de una tecla que hay que pulsar.

También disfruté la de “Cristianismo con mostaza, por favor”, porque no tolero el hígado ni en artículo de extrema debilidad… Era yo una flacucha y me bajaba la hemoglobina con frecuencia, por lo que el doctor me recetaba comer hígado o inyectarme vitamina B12. ¿Y saben qué escogía yo? Las inyecciones…

Me impactó la de “La voluntaria de Lourdes”, porque tengo una conocida como ella y siempre está contenta, y su ejemplo de vida y de aceptación de su limitación me da fortaleza ante los problemas y frustraciones de la vida.

Y así podría seguir describiendo cada una de las “semillitas” que se esconden en este libro. Pero se trata de que lo lean y lo vivan y lo aprehendan.

¡Adelante con la lectura, que les auguro les resultará encantadora! Y aunque estas semillitas “se lean rapidito”, irán dejando huellas, despertarán reflexiones y nos harán mejores seres humanos.

Con mucho gusto y cariño, para mi sobrino, el padre Arturo Guerra Arias, legionario de Cristo, el 3 de noviembre de 2019.


Cecilia Vázquez Guerra

Maestra, directora y fundadora del Jardín de Niños Don Bosco

Semillitas vuelasiglos

Подняться наверх