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3.- La salvación de Silvana.

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Desde el balcón Silvana entraba en un mundo de recuerdos, habían pasado años desde que el caballero David la recogió casi de la calle. El posadero le daba muy mala vida, la hacía trabajar como animal, y la obligaba a prostituirse cuando los clientes requerían una mujer, ella tenía miedo por cuanto a la muchacha que estaba antes de ella la habían marcado y tiempo después había aparecido ahogada en el río, todos decían que se había suicidado, pero en el mundo de la posada y los amigos del posadero sabían que la habían asesinado. La pobre mujer tenía un hijo que estaba en el asilo para huérfanos que tenían los monjes de la caridad, el muchacho se llamaba Vittorio y había nacido producto de una aventura amorosa de la muchacha cuando era muy joven y vivía en el campo. Silvana estaba desesperada, cuando alguien comentó en la posada que otro judío se había instalado en la ciudad y se dedicaría a la venta de telas en la antigua casa que ocupaba el peletero. Silvana recordó a il signore David y en cuanto pudo fue a la casa que le habían nombrado, estaba cerrada entonces se dirigió a la casa del peletero que había salvado al signore David. En la casa, Marietta la reconoció inmediatamente, la hizo pasar con gran amabilidad, preguntándole por su salud y su situación, la muchacha le dijo que se encontraba muy mal donde estaba, Marietta le contó que David había salido con su esposo a la casa que estaba arreglando, ella estaba muy preocupada por su esposo que cada día estaba más delgado y enfermo, así que había tenido que asumir la administración de la curtiembre y estaba totalmente sobrepasada de trabajo y responsabilidades, tanto más que se acercaba el Bar-mitzba de su hijo y tenían que preparar ambas casas para alojar a los parientes e invitados. Se encontraban conversando cuando apareció David con su primo quien apenas saludó y se fue a acostar, venía extenuado y se le veía muy enfermo. Marietta fue con su esposo al dormitorio, David se quedó conversando con la mujer, la notó muy desarreglada y con cara apesadumbrada, le agradeció la ayuda que le había brindado cuando llegó a la ciudad y querían asaltarlo a la salida de la posada, le preguntó si había tenido problemas por esa ayuda. Silvana le dijo que no había tenido problemas, pues no habían sospechado de ella, pero que se sentía muy abrumada, empezó a llorar, David se levantó y la abrazó y ella soltó años de dolor y le contó al signore David todo lo que le pasaba, sin omitir detalle. El hombre la consoló y le dijo que debía salir de ahí a la brevedad posible, que no le contara a nadie lo que le había dicho a él, que esa parte de su vida la obviarían dentro de lo posible, que iba a trabajar con él, llegaría su esposa y él tenía mucho que hacer todavía, además que en casa de sus primos había mucho trabajo y algunos contratiempos, le preguntó si quería ir a buscar sus cosas o si le convenía más dejar todo y perderse en esa casa, ya podrían pensar en algo. Silvana estaba mucho más calmada, no se esperaba una proposición semejante, ella era una mujer marcada por la prostitución, una mujer temerosa del posadero, no tenía ningún buen pronóstico en esa vida, no era tonta, siempre se lo decían las monjas, era estudiosa y podría haber tenido mejor suerte, pero estaba marcada por el oficio de su madre, no había tenido escapatoria, sintió en el fondo de su alma que se le ofrecía la gran oportunidad de su vida. No tenía mucho que pensar, ¿Qué tenía en la habitación de la posada? ¿Un jergón? ¿Unos cuantos vestidos de puta? ¿Muy poca ropa vieja y maloliente? Se lo dijo, abrió totalmente su corazón y se lo dijo. II signore David le indicó que esperase allí y salió, al rato volvió, venía con Piera, la empleada, a la que llamaban Pierina, ésta le señaló que la acompañara a la habitación, en el dormitorio había dos camas y compartiría con ella, era la habitación para el servicio doméstico. Antes de que saliera, il signore David le pasó disimuladamente una bolsita con dinero y le dijo que comprase ropa nueva, seria, discreta, y botara todo lo que tenía. Silvana lloraba recordando, desde entonces su vida había cambiado.

Fue con Pierina a conocer la habitación y luego salió hacia un barrio de comerciantes de ropa, adquirió un par de faldas muy amplias, una negra y otra gris, cuatro blusas blancas muy serias como las que usaban las empleadas de casas de familia, un par de botines negros, útiles de aseo, un par de cintas negras para amarrar su ensortijado cabello y volvió a casa, le pidió a Pierina el baño y se aseó, se puso la falda negra y la blusa blanca, amarró su pelo en un moño, luego en la cocina a leña, aprovechando que la cocinera no estaba, metió su antiguo vestido y lo quemó. Pierina le pasó un gran delantal que se usaba para servir en la casa.

Al rato, Marietta la hizo llamar, se juntaron en un pequeño saloncito que estaba al lado del dormitorio principal, Marietta le dio la bienvenida y le dijo que mientras no llegase la familia de su primo trabajaría en su casa, tenían mucho trabajo, y cuando su primo David se instalara pasaría a servir con ellos. Le informó cuanto ganaría, viviría con ellos y tendría casa, comida, materiales para lavar la ropa, se le otorgaría un par de grandes delantales para que no ensuciara su ropa, Pierina le iba a informar sobre lo que tendría que hacer. Silvana le dio las gracias y se retiró con lágrimas en los ojos, lágrimas que a pesar de haber pasado años seguían en sus ojos cada vez que se acordaba. Esa gente había sido muy buena con ella, no era quien para juzgarlas, siempre había sido fiel a la signora Marietta y al signore David.

Il palio di siena

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