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4.- Potro desbocado.

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Piero llegaba de madrugada a las caballerizas para tener todo listo para cuando apareciera el señor conde y su hija, pero ese día el señor conde no iría, pues había marchado a Roma, según decían a hacerse cargo de un importante puesto en el Vaticano. Piero pensó que ese día ya no cabalgaría, grande fue su asombro cuando apareció la joven condesita quien le solicitó su caballo y le pidió que la acompañara, Piero con el corazón latiendo a mil ensilló rápidamente su cabalgadura y partieron a galope tendido, llegando al lugar favorito, la rivera del estero en medio de la arboleda, Piero se bajó de su caballo, lo ató en una rama y luego fue a ayudar a la joven a descender del caballo, entonces ambos se pusieron nerviosos, trastabillaron y se abrazaron para no caer, eso encendió la llama y sus bocas se unieron en un apasionado beso que dio origen a muchos otros, la pasión se había desbocado, ambos eran muy jóvenes y plenos de vitalidad, la pasión se disparató a tal punto que rodaron por el pasto y ambos unieron las inexperiencias para dejar hacer a los instintos, Piero llegó a la gloria cuando entró en su amada y al punto estalló en su ser, ella sintió un ardor que la transportó a lo más profundo de sus emociones, siguieron galopando hasta caer exhaustos en un nuevo grito, luego retozaron hasta que decidieron reponer sus vestimentas para volver a las caballerizas.

Mucho tiempo demoró el señor conde en volver a Siena, en todo ese tiempo los jóvenes enamorados vivieron intensamente su amor, la joven condesita estaba esplendorosa en su belleza y vivía muy discretamente su sentimiento, era muy astuta, se las arregló perfectamente para que su madre no se enterara ni nadie sospechara de la relación con el caballerizo, por su parte el muchacho estaba más macizo, la relación lo había madurado, habían tenido las primeras experiencia sexuales, ambos se habían entregado la virginidad y en esos meses habían gozado intensamente la fuerza de la juventud, el sauce había sido testigo de mil galopes y corcoveos.

Obviamente que la ingenuidad de los muchachos pronto vivió el gran golpe cuando la joven se dio cuenta, bastante tardíamente, que estaba embarazada, la primera en darse cuenta fue la nodriza, la mujer estaba al servicio de la condesa desde siempre, pues ya venía de la casa de los padres de la condesa, había criado a la madre y ahora ya de bastante mayor había cuidado a su hija. Al darse cuenta entró en pánico, estaba perdida, la condesa buscaría a alguien a quien culpar y esa sería ella, qué culpa tenía ella si no sabía nada.

A la muchacha no se le notaba, pero pronto entró en cuenta y empezó a fajarse el vientre y hablo con Piero, eran jóvenes e ingenuos, pero nunca tanto para no darse cuenta que los condes nunca consentirían que se casasen, lo más probable es que quisieran matarlo,

Esa noche el muchacho habló con su abuelo, el viejo Miguele Crestuzzo lo escuchó atentamente, le dijo que tenía que huir, pues lo más probable es que la condesa lo mandase a matar, no quiso decirle que toda la familia corría peligro, para no hacer que el muchacho se sintiera más mal de lo que estaba. Miguele pensó que debía proceder muy rápidamente y llamó a su hijo Alfredo para ponerlo al corriente, lo hizo sin ambages, directamente, y le manifestó que debían huir inmediatamente, antes de que los condes se dieran cuenta y estallara la noticia, debían enviar a sus hijos Piero y Bruno fuera del alcance de la furia de los condes y de toda la familia Borghesi, pues estaba muy claro que la ofensa era a todo el honor de la familia y por lo tanto responderían en bloque, esa era una realidad indiscutible que tenía siglos de tradición. Esa noche hicieron una reunión de familia y discutieron hasta tarde un plan de escape para los muchachos, la madre, la signora Mafalda, no paraba de llorar, su anciana madre Adelina Debenedetti fue mucho más realista y junto con Miguele dieron las ideas más inteligentes para el escape y la manera de protegerse como familia, incluso fue la primera en decir que tal vez, incluso todos tendrían que emigrar. El resto de la familia quedaron mudos de estupor pensando que eso podía ser una exageración, muy pronto se darían cuenta que no lo era.

Le dijeron a Piero que se despidiese de la joven, que la idea primitiva que habían tenido de arrancar juntos era absolutamente inviable, que no dijese nada, habían sacado las cuentas de cuando habían empezado la relación y sabían que muy pronto estallaría la bomba.

Al otro día, Piero en cuanto pudo se juntó con su amada y analizaron la situación, llamaba la atención la madurez de la condesita, y la frialdad para pensar, le dijo que huyese, pues ella conocía perfectamente a su familia e intentarían matarlo, se despidieron dando rienda suelta a sus ardores y luego volvieron a las caballerizas, Piero trabajó todo el día, aparentando normalidad.

Esa noche, Miguele Crestuzzo no pudo conciliar el sueño pensando en su nieto, habían barajado diversas posibilidades, al principio doña Adelina sugirió que fuese donde unos parientes que vivían en el ghetto de Roma, pero la idea fue desechada, pues ambos muchachos no estaban circuncidados ni sabían de la cuestión, por otra parte, la familia Borghesi, si en alguna parte tenía excesivo poder, era en Roma, por lo que era muy probable que descubriesen muy pronto a los muchachos. Se barajaron posibilidades en pueblos cercanos y lejanos, pero al final decidieron que la única posibilidad efectiva era el extranjero. A Miguele todavía le quedaban algunos parientes en su patria natal, Kiev, y sería posible enviarlos lo antes posible. Pero era un viaje muy peligroso y caro, podría ser que los muchachos huyeran a Génova y si las noticias eran muy terribles podrían embarcarse y partir hacia América, otra opción era Venecia y embarcarse para el oriente. Mañana lo decidirían mientras tanto estaban haciendo los preparativos, saldrían a caballo, el dinero ya estaba recolectado, se habían escrito cartas para amigos en Roma y en Kiev, para que los muchachos las pudiesen usar según donde los llevase la suerte. Miguele había tomado una decisión, buscando posibilidades de ayuda para sus nietos si el destino los llevaba a Venecia, les pasó una carta que debían usar como último recurso, iba dirigida a Vincenzo delle Pianne.

Al amanecer Miguele se quedó traspuesto, recordaba lo que había sucedido cuando venía en la lancha que llevaría a la familia de judíos y a los tres hombres a Estambul sin pasar por la policía del puerto. Estaban escondidos con Angelo bajo la lona que ocultaba algunas mercaderías y veían al matrimonio con cara de terror, se les notaba preocupados al igual que su hermosa hija a la que llamaban Yael y al muchachito Natan, era obvio que huían, como era evidente que el viejo no se podía mover por el pesado abrigo que llevaba, sin duda tenía cocidas monedas de oro o joyas. Los tres hombres estaban conversando y parecían tranquilos, hablaban en voz baja. La lancha se demoró como una hora antes de arribar a una ensenada, estaba recién amaneciendo cuando acercaron la lancha a un pequeño embarcadero. De pronto los dos hombres que iban en el lanchón sacaron unos cuchillos y amenazaron al viejo para que les diera el abrigo, la mujer gritaba y trataba de proteger a sus hijos, el viejo sacó del abrigo un pedreñal y disparó al patrón de la lancha hiriéndolo de muerte, pero al disparar perdió el equilibrio y cayó al agua, el muchacho que iba con él saltó a tierra y escapó, los tres hombres entonces se acercaron a la mujer quien gritaba mientras intentaba saltar a tierra firme, pero los hombres se abalanzaron sobre ella tratando de quitarle el vestido, suponían que también llevaba dinero, si no lo llevaba sería una entretención, llevaban mucho tiempo sin mujer y la judía era hermosa al igual que su hija virgen, en Turquía hasta al muchacho podrían vender bien. La mujer y su hija se lanzaron al agua y nadaron hacia la orilla mientras los hombres trataban de ubicar al hombre que había caído al mar, pensando obviamente en sus monedas de oro. Pero al judío se lo había tragado el mar, no se veía por ninguna parte, era extraño por cuando ese lugar no era muy profundo. Uno de los hombres se tiró al agua para bucear y los otros dos se quedaron en la orilla del lanchón, entonces Miguele y Angelo, en un acto de arrojo enorme empujaron por la espalda a los hombres quienes gritaban que se ahogaban, pues no sabía nadar, ambos muchachos corrieron hacia la orilla, acercándose hacia el lugar por donde la mujer y su hija habían orillado, se acercaron a la mujer y su hija, ambas gritaban el nombre Natan, quien apareció de entre unos matorrales, el muchacho estaba pálido, todos tiritaban de miedo.

Corrieron a ocultarse entre el espeso follaje, sin saber qué hacer, la mujer le pasó a Miguele una daga bastante grande que traía oculta y ella sacó otra, estaban al acecho, sentían que alguien se acercaba. Efectivamente era el hombre que había ingresado al agua quien venía hacia ellos mojado, estaba furioso y cuando vio a la mujer se abalanzó hacia ella, iba tan enceguecido que no vio a Miguele quien se puso entre la mujer y el sujeto, la misma fuerza del hombre hizo que la daga entrase en su cuerpo en una herida mortal, se desangró ahí mismo. Miguele no podía creer lo que había pasado, se había convertido en un asesino, aunque en defensa propia, había muerto a un hombre.

La mujer se acercó y constató la gravedad de la herida, abrazó a sus hijos, Yael lloraba y Natan estaba callado mirando con ojos desorbitados. Angelo estaba demudado y Miguele estaba choqueado. Miguele se acercó al pequeño embarcadero y vio los cuerpos de los dos hombres que no sabían nadar, se lanzó al agua y buceó, los hombres estaban muertos, se los llevaba la corriente mar afuera, subió a tomar aire y bajó nuevamente, encontró atascado al anciano judío en uno de los pilares del embarcadero, Intentó sacarle el abrigo, pero no pudo entonces subió a decirle a la esposa y a los hijos lo que sucedía, la mujer estaba angustiada, no podía dejar a su esposo ahí, pero por otra parte ¿cómo sacarlo?. Entonces Miguele preguntó a Angelo si sabía bucear, Angelo sonrió socarronamente, se sacó la ropa quedando en ropa interior y se lanzó al agua, al rato Miguele y Angelo soltaron el cuerpo del infortunado judío, dejaron amarrado el abrigo y lo subieron a la superficie, la mujer y los hijos lo rodearon y abrazaron llorando. Angelo y Miguele, nuevamente se sumergieron, con una daga rompieron el abrigo sacando algunas monedas de oro que subieron a la superficie, repitieron la operación varias veces, hasta que entregaron a la esposa una cantidad considerable de bolsitas con joyas y monedas, la mujer lloraba.

Cuando se tranquilizaron, Angelo y Natan buscaron maderos e hicieron una fogata para secar la ropa y calentarse. Ya estaba amaneciendo y tendrían que tomar una decisión, la mujer dijo que no podían dejar a su marido ahí, entonces decidieron alejarse un poco y hacer un hoyo muy profundo para darle sepultura, así lo hicieron, pusieron sobre la sepultura muchas piedras de tal manera que pudiesen reconocer el lugar, lo taparon con ramas y se fijaron muy bien donde quedaba, para ello, con la daga marcaron algunos árboles.

La mujer hizo que todos se juntaran en torno a la fogata, empezó a decir que les debía la vida y merecían una recompensa, pero primero quería que la ayudasen a llegar a casa de unos parientes en Estambul. Esta ciudad, tenía un fuerte arraigo judío como toda Turquía. Desde siempre esta nación había acogido a los judíos, los otomanos dieron la bienvenida a los judíos oprimidos bajo la dominación romana y bizantina. Posteriormente, judíos expulsados de diferentes partes habían huido a Turquía, como los judíos asquenazies provenientes de Europa Central, los judíos expulsados de Hungría en mil trescientos setenta y seis; los expulsados de Sicilia a comienzos del siglo XV; en mil cuatrocientos setenta los judíos bávaros encontraron protección en Turquía; los judíos rusos, que ya habían sufrido los primeros progroms y avisos de lo que vendría, escapaban de Rusia, como es el caso de la familia que ahora sufría tan cruel destino, y llegaban a Turquía buscando la salvación y una vida tranquila.

Los judíos encontraron en los Otomanos muchas libertades, aunque como miembros de una religión diferente a la mayoritaria debían pagar un impuesto y debían en sus ropas llevar distintivos que señalaran la religión que profesaban. Las comunidades judías se desarrollaron y multiplicaron, existiendo distintas comunidades según la procedencia. Los judíos llevaron la imprenta al Imperio Otomano constituyendo un gran aporte cultural. Todo esto hacía que llegar a Estambul fuese considerado una salvación.

¿Cómo llegar a Estambul?, ninguno de los que estaba ahí sabía, debían primero esconder las joyas y el dinero, tranquilizarse y emprender el camino, era evidente que ese embarcadero debía quedar lejos de la ciudad, pero debía haber un camino que llegase a alguna ciudad. De ahí sería posible alquilar un transporte. Debían tratar de pasar desapercibidos.

Emprendieron el camino a través de una huella que evidenciaba el paso de carretas que los llevó a un pueblo que contaba con una posada en la calle principal que cruzaba todo el pueblo, ya era media mañana así que entraron a la posada y pidieron un opíparo y luego de caminar casi una hora empalmaron con un camino desayuno, la muchacha que servía en la posada era alegre y cuando vio a Miguele y sus enormes ojos verdes, le brindó una gran sonrisa, éste se aprovechó de la situación para hacerse el amistoso y presentar a Angelo para que le sirviera de intérprete, pues sabía hablar turco, había que ser cauteloso y pidieron información a la muchacha sobre las bellezas del lugar, cómo si anduviesen visitando la región, para tener conocimiento a cuanta distancia estaban de Estambul. La muchacha se sorprendió un poco con las preguntas de la cercanía a Estambul, les preguntó que cómo había sido el viaje en el barco, al principio los muchachos se demudaron, pero al continuar conversando se dieron cuenta que estaban en una de las nueve islas y dos islotes rocosos que integraban el archipiélago de las Islas Príncipes, o islas rojas en el mar de Marmara, a unos doce kilómetros de Estambul, debían bajar al embarcadero y esperar la lancha que los llevaría de regreso a Estambul. Inmediatamente a Angelo se le ocurrió señalar que: “Debido a que se habían juntado con estos amigos”, si había algún pescador o navegante que los llevara a Estambul podrían regresar más temprano. La muchacha les dijo que esperaran, fue a llamar a un pescador y le propuso el negocio, se los presentó, transaron el precio que les pareció muy barato y les dijo que los llevaría, que bajasen al puerto, que lo siguieran. Esto facilitó las cosas al grupo y pronto estuvieron instalados en una embarcación de pescadores que los llevó a Estambul, quedaba bastante más cerca de lo que ellos imaginaban. La viuda, era mucho más inteligente de lo que Miguele imaginaba y muchísimo más fuerte de carácter, se le ocurrió que le pidieran al pescador que no los dejara en el embarcadero del puerto sino en la caleta, desde allí ellos se ubicaban, pues les quedaba más cerca de donde estaban alojados. Claro que eso era falso, pero así eludían a las autoridades por si pesaba sobre ellos alguna sospecha por los hombres que habían muerto ahogados y por el asesinado, situación que más tarde o más temprano descubrirían.

Cuando llegaron a tierra la viuda pagó con dinero turco, los judíos habían sido previsores y llevaban dinero de ese país en el que pensaban instalarse. Subieron por una pequeña cuesta y llegaron caminando a la ciudad, la viuda sacó un papel donde tenía anotada una dirección y fueron preguntando hasta que llegaron a la casa.

Miguele Crestuzzo recordaba perfectamente todo lo que había pasado, su memoria funcionaba muy bien, pues todos esos acontecimientos de su aventura juvenil los llevaba marcados a fuego intenso, muchas veces en su vida se había acordado, en más de una oportunidad sentía mucho miedo que el pasado regresara. Había asesinado a un hombre, además, en el barco había vivido la peor y más indignante experiencia de su vida.

Llegaron a la casa de los parientes de la viuda, también eran originarios de Kiev, una de las ciudades con mayor número de judíos de Rusia, la comunidad judía de Kiev tenía una larga data en ese lugar y había influenciado mucho en la cultura popular, la comunidad había estado orientada hacia Bizancio, Babilonia y Palestina, posteriormente se fue abriendo a los askenazíes. Miguele empezó a descubrir en la viuda a una mujer extraordinaria que no tenía nada de indefensa, ya lo había podido constatar cuando le pasó la gran daga y ella tenía otra en la mano, vale decir era una mujer capaz de defender su vida y a los suyos, la iniciativa constante la mostraban como inteligente y ahora cuando le preguntó su nombre ella dijo con orgullo su apellido, se sabía que entre los judíos el uso de los apellidos familiares, además de los nombres religiosos, había sido una práctica impuesta por las sociedades en las que estaban inmersos como control, entre los askenazi el uso de apellidos hereditarios sólo empezó a ser común muy recientemente, cuando se les obligó por ley a asumir un apellido a fin de agilizar el cobro de impuestos y de reclutamiento militar. El primer imperio en el que fue obligatoria la adopción de apellidos había sido en el imperio austríaco cuando el emperador José II promulgó una ley por la que todos los judíos del imperio debían adoptar un apellido. Los judíos que ya tenían apellidos, podían seguir utilizándolos, y aquellos que no los tenían, estaban obligados a tomar uno, que desde ese momento se convirtió en hereditario. Si un judío no elegía su propio apellido, éste era impuesto por la fuerza por los funcionarios imperiales, lo que produjo algunos apellidos de ridiculización de los judíos.

Desde la incorporación al Imperio austríaco de nuevos territorios, como resultado de la tercera partición de Polonia en áreas de Cracovia, Lublin y Radom, el régimen de la adopción obligatoria de apellidos se amplió en mil ochocientos cinco a estas zonas. Similares leyes se adoptaron en los Estados Germánicos como en Baden en mil setecientos noventa; en Fráncfort del Meno en mil ochocientos siete; en Prusia en mil ochocientos doce; en Baviera y en Mecklemburgo en mil ochocientos trece; en Wurtemberg en mil ochocientos veintiocho. En el imperio Ruso, la ley que obligaba a adoptar apellidos a los judíos, fue aprobado por decreto imperial en diciembre de mil ochocientos cuatro.

En las diez provincias polacas que formaban el Reino de Polonia, con un grado mayor de autonomía dentro del Imperio ruso, los apellidos hereditarios fueron introducidos a los judíos en mil ochocientos veintiuno, a través de la resolución del rey del Reino de Polonia, Constantino Pávlovich Románov.

Cuando le preguntó a la viuda el nombre ella le contestó: Zita Baronovich, con una actitud que denotaba que se sentía orgullosa de pertenecer a una clase social alta.

Los parientes vivían en una hermosa casa muy bien alhajada, con muebles importantes, hermosas lámparas de cristal y grandes alfombras, sin duda era una casa suntuosa, cuando se reunieron todos en el comedor, Zita refirió lo ocurrido en ruso, Miguele cuya familia también era de esa zona intentó recordar si conocía a esa persona, pero era evidente que pertenecían a una clase de la élite judía. Ambos muchachos se quedaron dos días con ellos, Zita que pensaba en todo, les señaló que al otro día irían de compras pues requerían de ropa, no podían andar así por las calles, llamarían la atención, sería peligroso y la situación de todos dependía de que cada uno de ellos se cuidara y estableciera un compromiso de silencio, de no ser así, todos corrían el peligro de ir presos, pues no les creerían que fue en defensa propia, más aún para ellos que como judíos, venían escapando de Kiev. Información privilegiada, que tenían en su círculo de amigos, señalaba que la situación de los judíos se complicaría. Felizmente, les agradeció, habían salvado el patrimonio familiar y no tendrían problemas de dinero, ellos ya habían logrado sacar dinero de su país y tenían una casa en Estambul, que estaba alquilada a una familia judía. Descansaron esa noche, Miguele y Angelo compartieron una habitación, pudieron conversar mucho antes de dormirse, la historia de Angelo era parecida a la de Miguele en el sentido de tener ansias de libertad y de aventuras, pero diferían radicalmente en cuanto a las familias y sus realidades económicas. Angelo era de Odessa, de una familia humilde, su padre había fallecido cuando él tenía nueve años y su madre se había vuelto a casar con un marinero, cuando él tenía once años. Vivían en un barrio pobre de la ciudad, su madre era una mujer hermosa y trabajaba mucho para mantenerlos a él y a sus dos hermanos, un niño de ocho años y una niña de cinco, su madre trabajaba como costurera en una fábrica de ropa, pero la despidieron o ella renunció por que no podía trabajar y criar a los hijos, por lo menos eso ahora estaba entendiendo Angelo. Posteriormente su madre entró a trabajar como camarera en uno de los muchos bares del puerto, trabajaba solo de noche y llegaba todos los días de madrugada, durante el día los cuidaba una vecina a quien la madre le pagaba para atenderlos. Un día su madre apareció en casa con Igor, un marinero turco, era un hombre grande de pelo rubio, algo largo, era robusto y bebía bastante, continuamente llegaba borracho en la madrugada cantando y armando escándalos. Al principio todo anduvo bien, la madre se quedó en casa y el marido traía el dinero, pero al año más o menos la mujer tuvo que salir nuevamente a trabajar, pues el marino no tenía trabajo, se quedó en tierra y pasaba todo el día borracho, la madre trabajaba haciendo limpieza en casa de gente adinerada y cuando llegaba tenía que trabajar en casa limpiando, cocinando y cargando con Igor que estaba casi siempre borracho.

Una tarde en que se habían quedado solo con Igor, éste invitó a Angelo a su dormitorio y lo acarició, al niño de once años le latió muy fuerte el corazón, parecía que se le iba a escapar de su pecho, pero le gustaron las caricias de Igor y se quedó callado. Desde ese momento cuando estaban solos Igor lo llamaba a la habitación para jugar juntos, poco a poco Angelo fue aprendiendo las caricias varoniles y cada vez fue a mayor, pero no fue obligado, le esclareció a Miguele, sentía mucho placer en hacerlo, y cuando Igor comenzó a besarlo Angelo correspondió a sus besos y caricias y despertó en él una sexualidad temprana. Su madre estaba ajena a todo esto, pasó un año, a los doce años, Angelo tenía actitudes que llamaban la atención a los vecinos, pero nadie dijo nada, hasta que una tarde Igor lo hizo suyo con pleno consentimiento de Angelo, ahora era grande y había pasado por muchas cosas, pensaba que era así porque Igor lo había acostumbrado al sexo con hombre, a sentir ese olor, esa fuerza en las caricias y ese dolor que lo hacía sufrir, pero a la vez, desear más y más a su padrastro. Igor había dejado de beber y no maltrataba a su madre más que lo que significaba para ella el esfuerzo de mantener a toda la familia, Angelo hacía las cosas de la casa y le gustaba hacerlo, era feliz pasando las tardes retozando con Igor y gozando sus caricias, hasta que una tarde Igor lo envió a comprar y cuando llegó estaba acariciando a su hermano menor, eso no lo pudo resistir y en cuanto llegó su madre en un arrebato de celos, ahora lo comprende muy bien, le contó a su madre todo lo que había pasado en esos años. Fue la hecatombe, la mujer fue a la policía.

Angelo alcanzó a huir y desde ese momento su vida fue muy dura, pues huyó al puerto para embarcarse, pero no encontró quien le permitiera subir a un barco y trabajar hasta por lo menos una semana, tiempo que pasó merodeando por el muelle y haciendo sexo a los marineros borrachos a la salida de los bares. A Miguele todo aquello le produjo una profunda impresión y repulsión, pero no se lo dijo a Angelo. Entonces ¿su sexualidad con los hombres había sido algo adquirido? O ¿siempre había tenido esas inquietudes? Se lo preguntó a Angelo, quien pensaba que desde siempre había tenido esas inquietudes y que Igor solo había adelantado el proceso, sentía que había nacido para puta, le gustaba imaginarse en un prostíbulo y que los hombres le pagaran para tener sexo Pensaba que, aunque no le pagasen lo habría hecho igual. También reconocía haberle dicho al gigante lo que pensaba y ahora se daba cuenta de que era muy posible que, en el fondo, le había metido en la cabeza al gigante la idea de venderlo en Turquía. El gigante era la personificación de su amado Igor, aunque al gigante lo temía por que le gustaba pegarle, antes o después de abusar de él, el gigante lo golpeaba e insultaba, gritándole: “Por tu culpa puta asquerosa”. Era algo que lo había sorprendido siempre.

Se quedaron dormidos conversando, al otro día, luego de un buen desayuno, Zita propuso que se separasen, uno de los muchacho de la casa iría con Angelo y Miguele a comprar ropa y ella con sus hijos iría por su cuenta, les dio una cantidad de dinero más que suficiente y les dijo que no comprasen todo en una misma parte para no despertar sospechas sobre la cantidad de dinero que tenían, les propuso que cuando comprasen la chaqueta la vistiesen y fuesen deshaciéndose de la ropa vieja, buscasen la manera de cambiar de apariencia, si fuese posible pasaran a una barbería. Así lo hicieron y cuando en la tarde llegaron a la casa eran otras personas. Habían pasado todo el día comprando y recorriendo la ciudad, habían merendado cerca del mercado, habían cambiado su apariencia de manera notable. Los muchachos lucían su belleza, Angelo había cortado su pelo y su cara estaba muy fresca, pues era lampiño y de facciones muy bellas, casi femeninas, lo que confirmó a Miguele que Angelo tenía desde siempre tendencias femeninas. Miguele por su parte se veía muy elegante, acostumbrado a vestir bien había seleccionado ropa de buen gusto, y evidenciaba una tendencia a la elegancia y a las buenas telas, sin duda producto de la educación de su casa y del negocio de la familia. Se había rasurado dejando un bigotillo que le daba una apariencia de galán, sus hermosos ojos verdes lucían maravillosos y su pelo negro había sido cortado dejándole un mechón que caía sobre uno de sus ojos, dándole un aire de misterio. Había comprado hermosas botas negras que conferían a su esbelta figura un aire muy distinguido y varonil.

Zita se veía muy hermosa, había adquirido hermosos vestidos y un abrigo estilo ruso, un cuello de visón y sombreros. Su hija adolescente se veía como una hermosa señorita de la nobleza y su hijo de trece años lucía como un pequeño príncipe. Se juntaron en el comedor de la casa y Zita dijo que debían separarse, les agradeció lo que habían hecho por ella, sus hijos y su difunto marido. Les pedía que se cuidaran, pues la estabilidad de cada uno de ellos dependía del otro. Acto seguido le entregó a Miguele y a Angelo unas bolsitas que contenían, cada una de ellas, cinco monedas de oro, y dinero turco en efectivo para el viaje, una fortuna que les permitiría afianzar su vida en cualquier parte del mundo.

Angelo pensó inmediatamente en viajar, quería conocer Italia, en cambio Miguele en volver a Kiev a casa de sus padres y olvidar para siempre lo que le había sucedido, principalmente, que había muerto a un hombre, situación que le daba vueltas en la cabeza y le quitaba el sueño. A la mañana siguiente los muchachos partieron, dejando atrás a Zita y su familia.

Miguele Crestuzzo se sentía mal, los últimos días había dormido poco, no podía apartar de su mente aquella fatídica mañana en que se había convertido en un asesino. Recordaba que nada más, al recibir el dinero de Zita, había ido al puerto para comprar un pasaje para volver a Odessa, ahora no iría trabajando, no quería sorpresas. Adquirió un pasaje y al otro día embarcó rumbo a Odesa, el viaje se le hizo largo a pesar de las comodidades de un barco dedicado a pasajeros, recordaba constantemente su viaje anterior y no estaba tranquilo, deseaba con ansias llegar a su casa en Kiev y olvidarlo todo, refugiarse en los brazos protectores de sus amados padres.

Esa noche despertó sobresaltado varias veces y a la mañana, cuando recién estaba amaneciendo, sus nietos vinieron a despedirse, pues partían a Genova para burlar la venganza de los Borghesi, que no tardaría en llegar. Un empleado los acompañaría hasta las afueras de la ciudad.

El viejo esa noche lloró hasta quedar agotado, hacía muchos años que no lloraba de esa manera, recordó cuando finalmente, después de muchos avatares, había llegado a Kiev a la casa de sus padres, recordaba que ese día estaba lloviendo, su abuela siempre decía que la lluvia traía felicidad, pero precisamente ese día no la trajo, pues su amada abuela había muerto, al principio nadie le explicaba. Llegó justamente el día que se celebraban los funerales, la sorpresa y el dolor no le permitieron hacer más preguntas, pero al otro día y al notar que junto a los funerales de su abuela habían sepultado a varias personas mayores conocidas de la comunidad, se sorprendió más y preguntó, como todos callaban interrogó al rabino, éste le contó que habían pasado unos militares atacando el barrio judío justo cuando los mayores estaban en una reunión para analizar las situaciones de peligro que podían vivirse, habían sabido de progroms en otros pueblos cercanos. Al salir los mataron a todos.

Miguele quedó consternado, los pocos días que había pasado en Estambul había sabido de progroms en algunas ciudades de Rusia, incluso se hablaba de Odesa. Pasados los días de duelo conversó con sus padres, les habló de las condiciones de Rusia, que probablemente empeorarían, lo mejor era huir, sus padres luego de escuchar los argumentos y analizar los pros y los contras le dijeron que estaban de acuerdo en huir, pero no podían vender rápidamente sus bienes para huir, ¿cómo dejarlo todo? ¿De dónde sacarían dinero para el viaje y para establecerse en otro país? Entonces Miguele comprendió que su sacrificio tenía un fin, que Dios le había enviado todo lo que había pasado por algo, que nada era inicuo, sino parte de un plan divino como había dicho el rabino en muchas oportunidades. Les contó de la salvación de la viuda y de las cinco monedas de oro, una fortuna con la que contaban para iniciar sus vidas en otro lugar. Hicieron un plan y fueron vendiendo los bienes que tenían, antes de seis meses partieron de Odesa rumbo a otro mundo, a Roma, el otrora centro del mundo. Así habían llegado a Roma y luego a Siena donde inició una nueva vida contrayendo matrimonio con una hermosa joven que había conocido en Roma donde vivió algunos años y donde nacieron sus hijas mayores.

Il palio di siena

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