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3. Lengua y estilo de Baquílides

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Baquílides, de origen jónico, compone en el artificial dialecto de la lírica coral, lengua literaria que no se corresponde con ninguna hablada en un determinado lugar y se caracteriza por su colorido dorio. En nuestro poeta, sin embargo, los rasgos propios de los dialectos jonios son más frecuentes que en Píndaro, según puede observarse, por ejemplo, por el mantenimiento en ocasiones de ē frente a ā (estos elementos jónicos son especialmente numerosos en el Fr . 20A). Junto a ellos son abundantísimas las formas, palabras y expresiones de la lengua épica, y, por fin, de cuando en cuando, nos tropezamos con alguna, rara, forma eolia 63 .

Un problema más complicado es la justa valoración de su poesía. Baquílides ha sufrido la «desgracia» de tener enfrente, como prácticamente únicos representantes de un importante género literario, a un poeta de la inmensa talla de Píndaro, y ello ha influido notablemente en su apreciación. Ya en la Antigüedad, en el tratado Sobre lo sublime 64 , de la comparación entre ambos sale ganador Píndaro, y parecido juicio se repite a menudo entre los filólogos modernos, hasta llegar, incluso, a afirmaciones que no dudamos en calificar de despectivas, como las expresadas por Wilamowitz o Christ (para quien la fama de Baquílides hubiera salido ganando, si no hubiera despertado de su sueño de siglos). Frente a manifestaciones de este tipo, ya en los primeros años que siguieron a la publicación del papiro algunos autores (con Jurenka y Mallinger a la cabeza) abogaron por una estimación más objetiva del poeta, que debía basarse en el estudio pormenorizado de su obra, explicándola antes de condenarla. La comparación, casi inevitable, con Píndaro debía tener como fin no constatar la superioridad del gran tebano, sino destacar aquellos rasgos que Baquílides comparte con Píndaro y aquellos otros por los que se distingue de él; nuestro poeta, no debemos olvidarlo, fue un autor apreciado, comentado e imitado en la Antigüedad, e incluido en el catálogo de los nueve líricos 65 .

En vano buscamos en Baquílides el ímpetu abrasador de Píndaro al que alude Pseudo-Longino, la profunda religiosidad que confiere a su poesía una gran dimensión teológica y ética, la fuerza abrumadora de su frase escultórica, las espléndidas caracterizaciones de personas, ciudades o escenas con breves y enérgicos trazos, sus atrevidas metáforas y brillantes imágenes, el estilo profético y oscuro de sus narraciones míticas, en las que hechos significativos son a menudo omitidos o, simplemente, aludidos. Los méritos de Baquílides son muy otros, reflejo de una personalidad bien diferente. Es un poeta más fácil, de estilo claro, noble y equilibrado, elegante y gracioso, que destaca sobre todo por su talento narrativo, describiéndonos brillantes cuadros llenos de vida, luz y color, en los que el relato rápido y fluido alterna con la presentación pormenorizada y dramática de las escenas clave.

Uno de los rasgos más sobresalientes de la poesía de Baquílides, como notó ya Kenyon, es el abundantísimo uso de epítetos, muchísimos de los cuales se encuentran solamente o por primera vez atestiguados en su obra dentro de la literatura griega conservada 66 ; buena parte de ellos expresan, en amplísima gama, brillo, color, flores. Una segunda característica del uso que Baquílides hace de los epítetos es su concentración: no sólo califica con un adjetivo casi a cada substantivo, sino que a veces caracteriza a una persona u objeto con dos, tres o, incluso, más (ejemplos notables son 5, 98-99; 5, 138-139; 11, 37-39; 13, 194-195) 67 . No obstante, a menudo nuestro poeta utiliza la concentración de epítetos con gran habilidad, para contrastar dos pasajes; es lo que Segal ha llamado «técnica de contracción y expansión de los epítetos», de la que puede servir como ejemplo el epinicio 4, en cuya primera estrofa se acumulan uno tras otro, en tanto que la segunda casi carece de ellos. También ha observado Mallinger que, cuando a un substantivo acompañan dos o más epítetos, uno de ellos es normalmente abstracto, mientras que otro enfatiza una cualidad particular.

Ahora bien, ¿estos adjetivos son un mero adorno superfluo o tienen un especial significado en el contexto en que aparecen? Muchos filólogos han sostenido, en efecto, que Baquílides emplea los epítetos libremente, como ornamento de su poesía, y no siempre de la manera apropiada; otros, en cambio, ya desde Mallinger y Jebb y sobre todo recientemente, en reacción contra esta actitud, han intentado atribuirles un significado y función propios y demostrar el acierto de Baquílides en la elección de los calificativos. Un ejemplo característico de esta división de opiniones podría ser 5, 98-99, donde Ártemis es llamada «coronada de capullos», «venerable», «de blancos brazos»; se ha criticado su irrelevancia e, incluso, su falta de coherencia con el contexto 68 , pero sin razón, ya que diversos trabajos han demostrado que la elección es muy afortunada. En primer lugar, «coronada de capullos», epíteto atestiguado por vez primera en Baquílides, califica a Ártemis como diosa de la fertilidad, y fue precisamente en unas fiestas agrícolas donde Eneo descuidó las ofrendas a la diosa y se atrajo su ira, que desencadenó todos los tristes sucesos narrados en el mito; Baquílides no menciona explícitamente este hecho tan importante, pero quizá lo sugiera al emplear tal adjetivo. En segundo lugar, «venerable» indica el rango divino de Ártemis y, como ya observó Mallinger, es el calificativo abstracto que acompaña casi siempre a las divinidades cuando son calificadas por más de un epíteto. Por fin, «de blancos brazos» es epíteto, ya desde Homero, propio de la diosa Hera; al aplicar Baquílides, por única vez en la literatura griega conservada, el adjetivo característico de la diosa enemiga de Heracles a la diosa enemiga de Meleagro, está subrayando indirectamente la identidad de ambos héroes, idea básica en el relato mítico de la oda 69 . Casos como éste nos llevan a pensar que Baquílides no utiliza los epítetos como mero adorno, sino que, al contrario, juegan éstos un papel importante para la comprensión del poema y merece la pena tomarse el trabajo de estudiar su valor y función en cada pasaje.

Pero el mayor timbre de gloria de Baquílides ha sido siempre su talento narrativo. Baquílides es un escritor puntillista, que gusta de los pormenores pintorescos, y ello se puede apreciar no sólo en sus narraciones míticas (véase, por ejemplo, la descripción de Heracles preparando su arco en 5, 71 ss.), sino también en las partes de sus epinicios que se refieren a la «actualidad». Nuestro poeta describe la victoria con mucha mayor frecuencia que Píndaro (cf. 5, 43 ss.; 9, 27 ss.; 10, 21 ss.; 11, 15 ss.) y, lo que es más importante, lo hace entrando a menudo en pormenores impensables en el tebano (un ejemplo típico es la descripción de 10, 21 ss., con el anónimo atleta cayendo sobre el público llevado de su impulso). La descripción del triunfo, en efecto, suele ser en Baquílides mucho más extensa y colorista, y a la vez más superficial, que en Píndaro, quien pasa por ella como sobre ascuas (Olímpicas VIII 67 ss., IX 89 ss.; Píticas VIII 81 ss.), excepto cuando relata las competiciones de héroes míticos que dieron origen a los juegos (Olímpicas X 64 ss., Ístmicas I 23 ss.). Este gusto por el pormenor pintoresco pudiera ser debido a la influencia de Simónides, a juzgar por los escasos restos que nos han llegado de sus epinicios. A lo dicho hay que añadir la frecuencia con que Baquílides recurre al aplauso del público o a su intervención para encarecer la alabanza (3, 9 ss.; 5, 48-49, 9, 30 y 35; 10, 21 ss.; 11, 17 ss.), rasgo igualmente muy raro en Píndaro (cf., por ejemplo, Olímpicas IX 93, y X 72-73) 70 .

El relato mítico ocupa en la obra de Baquílides un lugar más destacado que en la de Píndaro, y en él es donde el arte del poeta alcanza su cumbre, con la hábil combinación de relato fluido y escenas de diálogo dramático cuidadosamente descritas 71 . La técnica narrativa de Baquílides, con su manera directa, continua y pormenorizada de efectuar el relato y la introducción de elementos patéticos, está más próxima a la épica que la de Píndaro, quien elige un episodio o escena del mito y la describe con enérgicos trazos, pero no demasiado extensamente. Con frecuencia, Baquílides inicia el mito in medias res , especialmente en los ditirambos, o lo acaba bruscamente (cf. las Odas 15 y 16 y el mito del epinicio 5); este último recurso tiene su razón de ser y no se trata, como afirma Lesky 72 a propósito del epinicio 5, «simplemente de un abandono en el tema, a la manera de Alcmán», sino que es un efecto buscado por el poeta, que, en ese caso concreto, cierra su narración dejando en el oyente, que conocía perfectamente el desarrollo posterior de la leyenda, la impresión del nombre de Deyanira, que habría de ser causante indirecta de la muerte del héroe 73 .

Baquílides, en general, estructura con gran cuidado sus relatos míticos; hace abundante uso de la técnica de la «composición en anillo» y de otros procedimientos narrativos como son la «cronología retrógrada» (se inserta dentro de la narración principal otra que la precede cronológicamente; cf. Oda 11), la «mirada retrospectiva» (Oda 13) o la técnica de los «anillos concéntricos» (Oda 3: introducción, vv. 23-29 ~ conclusión, vv. 53-62; actitud de Creso, vv. 29-35 ~ actitud de sus hijas, vv. 49-52; palabras de Creso, que ocupan el centro del relato, vv. 35-49) 74 .

Este cuidado en la composición se puede apreciar también en las partes no míticas, donde, como en el mito, las repeticiones verbales 75 desempeñan un papel fundamental para establecer nexos entre los distintos miembros de un poema, señalando las relaciones temáticas existentes entre ellos y destacando una serie de procedimientos formales (la ya mencionada «composición en anillo», enmarcamientos, quiasmos, paralelismos, etc.) que aseguran la unidad composicional del poema y de cada una de sus partes.

Por último, igualmente las máximas (otro de los componentes característicos del epinicio y de la lírica coral en general) de Baquílides han sido comparadas con las de Píndaro. Es cierto que las sentencias de nuestro poeta no suelen alcanzar la profundidad de las pindáricas, pero también es exagerado afirmar que carece de pensamientos propios o, incluso, que sus palabras no son atinadas 76 . Diferente es, asimismo, el manejo funcional que ambos poetas hacen del elemento gnómico; mientras que Píndaro prefiere las sucintas máximas individuales, perfectamente imbricadas en su contexto, Baquílides acostumbra a presentarlas en grandes bloques, a la manera de la elegía jónica, sobre todo en la sección final de sus epinicios. Otra característica de las sentencias baquilideas, que ha resaltado especialmente Kirkwood, es la tendencia a aparecer no en boca del propio poeta, sino de alguno de sus personajes (generalmente en el relato mítico, pero también en la parte de actualidad: 3, 9 ss., en boca del público; 3, 76 ss., en boca de Apolo; 5, 191 ss., sentencia atribuida a Hesíodo), a quienes hace decir lo que conviene a cada situación, de modo que el elemento gnómico adquiere así una notable función dramática.

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