Читать книгу Budismo, escuela de sabiduría. Las enseñanzas de Buda, su moral, su filosofía - Bernard Baudouin - Страница 13

No es un asceta como tantos otros aquel al que van a escuchar para rezar, al que quieren acercarse a toda costa, sino el Salvador de los hombres, cuya fama lo precede de pueblo en pueblo. Su aura se extiende de manera gradual, y supera valles y montañas. Recibe una serie de sobrenombres, cada vez más evocadores, entre ellos Arahat (el Digno), Tathâgata (el Auténticamente venido), Saccamâna (Aquel cuyo nombre es verdad), Bhagavat (el Beato) y Anomâ (el Insondable).

Buda no se dirige tanto al pueblo en su gran diversidad como a las elites intelectuales y religiosas. Sabe perfectamente que el pueblo está todavía estancado en creencias milenarias de otros tiempos, en las que se mezclan indistintamente representaciones de múltiples dioses, así como la superstición o la magia más sencillas. Además, la influencia de los brahmanes ha acabado desde hace demasiado tiempo con la libertad de pensamiento de la gente humilde. Por lo tanto, en una primera fase, la Palabra debe pasar a través de los que poseen el saber.

Hasta la bella edad de noventa años, aquel al que ya nadie llamaba Siddhartha Gautama siguió haciéndose grande. Y cuando dejó de vivir, sus discípulos se contaban por millares. Después de haberse aislado y tumbado sobre su lado derecho, recordó a sus más fieles discípulos los puntos esenciales de la Ley y pronunció sus últimas palabras, en las que subrayó una vez más el fundamento de la no existencia y la indispensable búsqueda de la liberación definitiva: «Ved el cuerpo del Tathâgata: todo lo que está compuesto está destinado a la destrucción… Perseguid vuestro fin en la sobriedad». En los días y semanas siguientes, el país está a punto de caer en el caos, tan violentos son los enfrentamientos para saber quién heredará las reliquias del santo hombre. Finalmente, siguiendo el consejo de un brahmán, estas se dividirán en ocho partes y se repartirán por diferentes provincias: «Siete estupas de cuarenta codos se erigirán por siete reyes para recoger las reliquias. Y la octava parte de las cenizas se confiará a las serpientes Naga de las siete cabezas, en el corazón del bosque».