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CINTA 2
ОглавлениеPor supuesto que les doy caza, doctor, incansablemente. Desde niño, aunque entonces no era consciente de su poder y de sus –nunca mejor dicho– negras intenciones. ¿Sabe lo que hacía? Iba por la casa con una pistola de ligas y les daba muerte como un eficaz pistolero del Viejo Oeste. Mis padres veían un insano entretenimiento en ello, pero yo sentía que cumplía una misión. Por fortuna, nunca me lo prohibieron, aunque sospecho que mi conducta era motivo de conversaciones en voz baja en su cama después de que apagaban la luz. Mis hermanos –todos mayores que yo– estaban muy ocupados en sus trabajos o preparando agotadores exámenes universitarios, y no le dieron mayor importancia a la obsesión que crecía en mí. Los hijos menores, los llamados benjamines, estamos más expuestos a las peligrosas fantasías que germinan en la soledad. Eso usted lo sabe bien. Tan poca atención y en cambio demasiadas ocurrencias que se van acumulando… Como un frasco lleno de moscas. Curiosa metáfora, ¿no le parece?
He matado muchas de ellas, más que cualquier otro ser humano que no se dedique a ello de manera profesional. Y sé que mi aportación en esta guerra perdida es inútil. Pero dígame una cosa: si un ejército enemigo invadiera sus tierras y amenazara su propiedad, ¿no combatiría hasta el último aliento? Y aún más: si una horda de asesinos amenazara a sus hijos, ¿se quedaría de brazos cruzados sólo por el simple hecho de que el rival lo supera en número? Yo no tengo hijos, es cierto, y las pocas parejas que he tenido no supieron entender mi cruzada. En la oficina intenté formar un Club de Amigos Exterminadores de Moscas, pero fracasé. Al principio, mis compañeros de trabajo me miraron divertidos, pero cuando comencé a insistir en el tema, me dieron la espalda. Recibí incluso un memorándum del jefe pidiéndome que “pusiera fin de inmediato a una iniciativa tan absurda como perjudicial para el ambiente de trabajo”. Así que estoy solo en esto, ¿se da cuenta, doctor? A veces pienso que es mejor así. Dejar al resto de la humanidad a merced de su propia ignorancia.