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Su obra
ОглавлениеLos sermones del Abad de Igny nunca circularon como sermones aislados. Varios manuscritos (19 testigos), algunos provenientes del siglo XII, trasmiten una colección homogénea de cincuenta y cuatro sermones; se puede suponer que se trataría del librito del cual hablará el Exordio Magno (Dist. III, cap. 8). La mayoría de estos manuscritos proviene de monasterios cercanos a Igny, esto permite decir que la difusión de los sermones fue principalmente “regional”.
Estos sermones fueron considerados desde siempre como patrimonio de la Orden del Císter, y quedaron mezclados con la obra de San Bernardo de Claraval. Conrado de Eberbach, en el Exordio Magno, compuesto unos cincuenta años después de la muerte de Guerrico, dice al respecto que son: luminosos por su claridad, simplicidad y elegancia, llenos de sabiduría, habitados por el Espíritu Santo y propios de un hombre espiritual... (III,8). Y más adelante leemos: En ese librito brilla de forma admirable el destello de la verdadera sabiduría y en él resplandece la simplicidad de la cristiana humildad de tal modo que no solo no se hace pesado a quienes lo leen sino al contrario, resulta muy de su agrado. En verdad, la elocuencia que se encuentra en esos sermones llena del fuego del Señor (Sal.18:14), conmueve, impresiona y enardece a quien los lee de tal manera que, por muy duro e insensible de corazón que sea, si se deja llevar de su lectura puede estar seguro que le aprovechará para lo mejor (III, 9).
Conrado, nos cuenta también que Guerrico, al fin de su vida, movido por los escrúpulos, por haber obrado en contra de una disposición del Capítulo General que prohibía la publicación de libros sin la debida autorización, mandó quemar la colección de sus sermones. Lo cual fue llevado a cabo, pero providencialmente sucedió que el libro ya estaba transcrito en unos cuadernillos, y de esta manera dispuso Dios lo mejor para nosotros, es decir que la Santa Iglesia y en especial la Orden del Císter no se vieran privados de tan gran erudición, ya que en ese libro brilla de forma admirable el destello de la verdadera sabiduría y en él resplandece la sencillez de la cristiana humildad... (III, 9). La crítica moderna considera este detalle como un “lugar común” para manifestar la humildad del escritor.
Desde otro punto de vista, podemos decir que el “cuerpo” de sermones litúrgicos de Guerrico no es una simple colección de sermones litúrgicos; por el contrario, los sermones han sido organizados de manera que tienen una coherencia teológica en sí mismos, en cada grupo y en el conjunto entero.
El primer sermón, sobre el Adviento, se presenta como la introducción del librito; si bien está en íntima relación con los otros cuatro sermones sobre el mismo tema, tiene su propia identidad y función en el conjunto: sigan vuestros corazones en pos de sus tesoros, el pensamiento permanezca fijo en lo alto y la espera colgada en el Señor...
El último sermón, sobre la salmodia, engancha con el precedente y sirve asimismo como conclusión del conjunto, se trata de una excusa de Guerrico por haber hablado... si lo ha hecho es porque la Escritura le ha asegurado la atención de sus oyentes: Tú que habitas en los jardines, los amigos te escuchan, hazme oír tu voz (Cant.8:13). Tanto en el sermón inicial como en el sermón conclusivo destaca un tema común: el gozo y la alegría.
La experiencia de Dios es el hilo conductor de la colección, la finalidad de esta experiencia es la maternidad del monje respecto a Jesucristo, elaborada en perspectiva moral o tropológica, bajo la metáfora de la formación de Cristo en nosotros.
Estos sermones capitulares versan sobre el año litúrgico, concretamente de la siguiente manera:
Adviento: cinco sermones (1 al 5).
Navidad: cinco sermones (6 al 10).
Epifanía: cuatro sermones (11-14).
Purificación: cinco sermones (15-19).
Cuaresma: dos sermones (20-21).
San Benito: cuatro sermones (22-25).
Anunciación: tres sermones (26-28).
Domingo de Ramos: cuatro sermones (29-32).
Resurrección: tres sermones (33-35).
Sermón en las Rogativas (36).
Ascensión: un sermón (37).
Pentecostés: dos sermones (38-39).
San Juan Bautista: cuatro sermones (40-43).
Santos Pedro y Pablo: tres sermones (44-46).
Asunción: cuatro sermones (47-50).
Natividad de la Santísima Virgen María: dos sermones (51-52).
Todos los Santos: un sermón (53).
Sermón para excitar la devoción en la salmodia (54).
En los cincuenta y cuatro sermones de Guerrico encontramos alrededor de dos mil quinientas citas bíblicas, es decir, un promedio de cincuenta citas por sermón. El epílogo de la colección, el sermón (54) para “excitar la devoción por la salmodia” es un claro testimonio de que la Biblia, sobre todo el Salterio, es la fuente principal.
La lectura del librito o colección de sermones nos permite detectar tres características que saltan a la vista:
Todos los sermones comienzan con un texto bíblico o litúrgico de la celebración del día. Concluyen con una doxología, casi siempre cristológica, a veces trinitaria.
En todos los sermones aparecen una o más oraciones a Dios, en referencia al tema que se está tratando. No es un mero artificio literario, sino que es el fruto de la lectio divina. Podemos decir que estas oraciones son como la corona del sentido moral o tropológico del texto en consideración.
Guerrico considera habitualmente los textos bíblicos en un doble sentido: el mistérico-alegórico y el moral-tropológico.
En difinitiva, podemos afirmar que el autor de estos sermones y “año litúrgico” es un auténtico “Liturgo”, alguien que se re-encuentra a sí mismo en el simbolismo y los textos de la Liturgia. El predicador-escritor Guerrico nos ofrece un florilegio bíblico en el que la Biblia es comentada por la misma Biblia según los textos seleccionados por la Liturgia. Nuestro Abad ofrece una introducción a la Liturgia mediante el trasfondo bíblico que la sostiene y que ella evoca. Guerrico es el autor cisterciense que más centró su doctrina en el Misterio de Cristo y sus consecuencias prácticas para nuestras vidas, sus sermones son una clara prueba de esta afirmación.