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25 de enero

El primer trasplante de mano

“Y todo lo que te venga a la mano, hazlo contodo empeño” (Eclesiastés 9:10, NVI).

¿Te imaginas vivir sin tus manos? Piensa en todas las cosas que serían difíciles de hacer: atarse los cordones de las zapatillas, servirse un plato de cereal, aplaudir después de una actuación musical. Y si perdieras las manos, ¿qué estarías dispuesto a hacer para conseguir unas nuevas?

Matthew Scott de Absecon, Nueva Jersey, Estados Unidos, lo sabe muy bien. En 1995, Matthew tuvo un accidente con un cohete y perdió el uso de su mano y, durante cuatro años, usó un brazo protético. Entonces, el 25 de enero de 1999, el doctor Warren Breidenback y un equipo de cirujanos de Louisville, Kentucky, hicieron el primer trasplante de mano con éxito del mundo. Utilizando una mano, una muñeca y una parte del antebrazo de un donante, los médicos las fijaron al hueso del brazo de David con placas metálicas, y conectaron nervios y arterias con pequeños puntos de sutura. La operación duró unas agotadoras quince horas, pero entonces, milagro de los milagros, Matthew volvió a tener una mano. ¡Es increíble!

La mano humana es una de las herramientas más increíbles de toda la creación de Dios. Hecha de hueso, músculo y piel, es una maravilla. Una mano puede dibujar círculos en la arena, trazar constelaciones en el cielo nocturno y dirigir el tráfico. Puede llamar a un amigo o señalar acusadoramente a un enemigo. Una mano puede enhebrar una aguja, romper un huevo, pasar las páginas de este libro y doblar clavos. Manos hábiles pueden tocar un piano de cola, pintar una obra maestra, o realizar una operación quirúrgica como lo hicieron el doctor Breidenback y su equipo de cirujanos. Las manos pueden refrescar una frente febril o quitar una vida. Pueden acariciar a un bebé, hacer una escultura, atrapar un balón de fútbol, escribir un trabajo de investigación, firmar un documento y orar.

Caín utilizó sus manos para matar a su hermano. Abraham usó las suyas para dar la bienvenida a desconocidos que resultaron ser ángeles. Moisés utilizó sus manos para librar a los israelitas de la esclavitud en Egipto. El rey Saúl usó las suyas para arrojar una lanza a David con rabia demoníaca. David utilizó sus manos para acariciar el rostro de la esposa de otro hombre. Daniel usó las suyas para orar, incluso bajo pena de muerte. Jonás utilizó sus manos para limpiar la grasa de ballena de su cara. María usó las suyas para mecer a su bebé hasta que se durmiera. Y Jesús...

Jesús usó sus manos para sanar y salvar a un ciego, a un leproso, a una prostituta avergonzada, a un muerto y a todo el mundo, cuando permitió que claváramos esas mismas manos en una cruz. ¿Cómo vas a usar tus manos hoy?

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