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Оглавление26 de febrero
El bombardeo del Trade Center
“Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben queen ningún asesino permanece la vida eterna” (1 Juan 3:15, NVI).
A las 12:18 p.m. del 26 de febrero de 1993, una bomba explotó en el World Trade Center de Nueva York; dejó un cráter de 60 metros de ancho, mató a seis personas e hirió a varios cientos. Cincuenta mil personas fueron evacuadas de forma segura en una operación de rescate que costó millones de dólares por la interrupción de los sistemas de comercio y transporte de la ciudad. Fue un momento de miedo desesperado para todos los atrapados en las torres. Algunos tuvieron que bajar hasta 110 pisos para escapar del edificio. Muchos aprendieron lecciones que les salvarían la vida ocho años después, cuando las torres volvieron a ser atacadas, y muchas más personas murieron. El FBI encabezó una persecución sin cuartel que, finalmente, condujo a la captura de Omar Abdel Rahman en julio de ese mismo año. El líder islámico radical de Oriente Medio fue detenido en la puerta de una mezquita en Brooklyn, Nueva York.
Este crimen desesperadamente odioso no fue el producto de la emoción de un momento. Durante los dos meses anteriores al atentado, los terroristas, motivados por un odio que les destrozaba el corazón, trabajaron con perseverancia para reunir los materiales necesario y prepararlos a fin de conseguir el máximo efecto posible. Vivían en Nueva Jersey, y alquilaron un espacio de almacenamiento donde podían trabajar en la bomba antes de cargarla en una furgoneta de alquiler que denunciaron como robada. Condujeron la bomba de 680 kilos de explosivos hasta el estacionamiento en el sótano de una de las Torres Gemelas, activaron el temporizador y huyeron. Cuando detonó, la explosión sacudió el World Trade Center, trayendo el oscuro amanecer de una nueva era en el terrorismo.
Juan nos recuerda que aquellos que se deleitan en odiar y permiten que esa oscura emoción les infecte el corazón, no tienen ninguna posibilidad de vida eterna. El odio siempre lleva al camino de la muerte eterna. Algunos que han permitido que la flor negra del odio floreciera hasta la destrucción han sentido que estaban obligados a seguir ese camino, pero no es cierto. Es posible detenerse. Como seres humanos, tenemos total libertad para elegir entre el odio y el amor, entre la muerte y la vida. Sin embargo, aunque pensemos que nunca detonaríamos una bomba que acabará con algunas vidas, si elegimos comprar los materiales y pasar nuestros días ensamblando los componentes, estamos albergando odio en el corazón aunque nos detengamos allí. Y es el odio lo que nos alejará de la vida eterna. ¿Por qué no le pides a Dios ahora mismo que te llene tanto de su amor que no haya lugar para el odio?