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Оглавление27 de febrero
Sustituto del azúcar
“La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. [...] Son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado; son más dulcesque la miel, la miel que destila del panal” (Salmo 19:7, 10, NVI).
Hoy en día tenemos todo tipo de endulzantes sustitutivos del azúcar, como la sacarina, la sucralosa y el aspartamo. La sacarina fue anterior a todos ellos al menos por cien años. En este día de 1879, se inventó la sacarina. Es un hecho muy sorprendente. Cuando pensamos en los sustitutos del azúcar, no se nos suele ocurrir que se descubrieron hace 140 años. Al fin y al cabo, en el siglo XIX, el azúcar recién estaba empezando a ganar terreno como endulzantes en las empresas de alimentos y en las mesas.
La sacarina fue descubierta por Constantine Fahlberg en la Universidad John Hopkins de Baltimore, Maryland, Estados Unidos. Se refirió a ella como tolueno-sulfoclorido. (¡Repítelo, repítelo, rápido, rápido, rápido, cinco veces seguidas!) La sacarina es una sustancia química edulcorante que tiene algunas propiedades muy interesantes. Es 550 veces más dulce que el azúcar de mesa, no tiene calorías y el cuerpo humano no puede absorberla. No tiende a favorecer las caries dentales, tiene una vida útil bastante larga y deja un sabor ligeramente amargo. En la década de 1970, los estudios de laboratorio sugirieron que la sacarina podía provocar cáncer de estómago en las ratas. Sin embargo, estos hallazgos se revirtieron posteriormente cuando se descubrió que las ratas habían ingerido cantidades exorbitantes de sacarina. A pesar de su atractiva cualidad de tener cero calorías, incluso la sacarina puede causar problemas de salud si se consume en exceso.
Nuestros cuerpos son el templo de Dios y necesitamos mantenerlos sanos para él. David dijo que las leyes de Dios son perfectas y están diseñadas para hacernos sabios. Al hablar de ellas, no solo se refería a los Diez Mandamientos, sino también a leyes de la salud, entre otras. Dios nos presentó estas leyes de salud en el Jardín del Edén con Adán y con Eva, las compartió en el desierto con los hijos de Israel, y las explicó con gran detalle a través del ministerio de Elena de White. Dios no inventó estas leyes arbitrariamente para robarles a nuestras papilas gustativas un placer temporal o para hacernos sentir culpables por no comer bien. Son sus dones. Él quiere que experimentemos el placer duradero que disfrutamos al mantener nuestros cuerpos en la mejor condición. Cuando nos comprometamos a comer alimentos sanos y naturales, descubriremos que las papilas gustativas empezarán a disfrutar del cambio. Las leyes de Dios son más valiosas que el oro fino y más dulces que la miel. ¿Por qué no te sirves un poco hoy mismo?