Читать книгу El fin de la religión - Bruxy Cavey - Страница 16
—¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él (Juan 7: 37-39. Ver también Juan 4: 7-14).
ОглавлениеObserva que Jesús no solo está agregando algo nuevo a la religión de su época. Con esta oferta, la está suplantando. A través de Jesús, Dios vendría y moraría dentro de los individuos, animándolos con su presencia refrescante, desde adentro hacia afuera. Los fieles religiosos ya no necesitarían viajar a un lugar especial para reunirse con Dios. En cambio, el Espíritu de Dios estaría con ellos, en ellos, y fluiría de ellos a través de la fe.
Puede parecer que Jesús simplemente está reemplazando un intermediario entre Dios y la humanidad (el templo) por otro (él mismo). Pero eso es solo la mitad de la historia. Si Jesús realmente es Dios viniendo a nosotros en la carne, nuestro tema para el capítulo 14, entonces las palabras de Cristo cobran un nuevo significado. A través de Jesús, Dios está diciendo que Dios es el camino a Dios. En otras palabras, Dios quiere relacionarse con nosotros de manera directa, y por eso ha venido directo a nosotros en una forma con la que podemos relacionarnos.
Hoy en día, muchas personas usan el término “espiritualidad” de la misma manera que Jesús usó la palabra “fe” para describir la relación que uno tiene con la Realidad Última; directa, más allá de los sistemas e instituciones de la religión. Algunas personas religiosas se sienten amenazadas por este tipo de conversación. Personalmente, me siento alentado porque creo que por fin estamos alcanzando lo que Jesús ha estado diciéndonos durante más de dos mil años.
El Jesús descrito en la Biblia nunca usa la palabra religión para referirse a lo que vino a establecer, ni invita a las personas a unirse a una institución u organización en particular. Cuando habla de la “iglesia” se refiere a las personas que se reúnen en su nombre, no a la estructura en que se encuentran o a la organización a la que pertenecen (ver Mateo 18: 15-20). Y cuando habla de conectarse con Dios, no siempre habla de religión sino de “fe” (Lucas 7: 50; Juan 3: 14-16). Jesús nunca ordena a sus seguidores que adopten credos o códigos de conducta detallados, y nunca instruye a sus seguidores a participar de rituales religiosos exhaustivos. El trabajo de su vida fue deshacer los nudos que unían a las personas a la tradición ritual y vacía.
Al mismo tiempo, Jesús nunca enseñó que las personas podrían experimentar la verdadera espiritualidad si simplemente cortaran con esos mismos rituales religiosos. Te invito, por favor, a que entiendas (y esto es importante) que convertirse en un desertor de la religión no es más espiritual en sí. Jesús enseñó que el secreto era un cambio de corazón, no un cambio de expresión religiosa. No solo quería que la gente dejara de lamer la copa, ¡quería que bebieran su contenido!
He conocido a muchas personas que se llaman a sí mismas espirituales como una manera de decir que ya no les importa ir a la iglesia, la sinagoga, la mezquita o el templo. Sin embargo, ser espiritual no se trata de lo que no haces. Sí, por supuesto, caminar por el bosque puede ser una experiencia espiritual, pero también puede ser solo un paseo por el bosque. Del mismo modo, ir a la iglesia puede ser una experiencia espiritual o puede ser una simple tradición religiosa. El meollo del asunto es el corazón humano.
Hay una diferencia, una supremamente importante, entre relacionarse con Dios a través de sistemas de doctrinas, códigos de conducta, tradiciones heredadas o instituciones de poder, y hacerlo de forma directa, de alma a alma, de mente a mente, de corazón a corazón. Jesús enseñó esta distinción, vivió este mensaje y fue asesinado debido a sus implicaciones.
En una escena escandalosa registrada en Juan 4, Jesús inicia una conversación con una mujer samaritana con una reputación vergonzosa. El hecho de que él tenga esta conversación desafía múltiples fronteras religiosas. En primer lugar, habla con una persona samaritana (enemigos étnicos y religiosos de los judíos del siglo I). En segundo lugar, conversa con una mujer (en una época en que los líderes religiosos enseñaron que un hombre nunca debía hablar con una mujer en público, ¡ni siquiera con su propia esposa!). En tercer lugar, interactúa con una “pecadora” conocida, una mujer sexualmente quebrantada, de mala fama. A esta persona poco probable Jesús le revela el plan de Dios para la humanidad: inaugurar una nueva forma de comunicarse directamente con él.
En su conversación, la mujer plantea el tema de un debate religioso en curso entre judíos y samaritanos: ¿en qué monte sagrado se debe adorar a Dios? Es un debate que aún se discute en la actitud mi-religión-es-mejor-que-la-tuya de tantas personas religiosas. Jesús responde con palabras sobresaturadas de connotaciones irreligiosas: