Читать книгу Dédalo - Camilo Bogoya - Страница 12
Оглавление8. Flora. Leyendo
hoy vino con el libro de serial killers, me dijo que ella cumplía los tratos, aquí está, el mejor libro de historia, le pregunto si quiere que lea en voz alta, me dice que pues claro, me da la linterna y me dice que lea, que yo le conté mi primera vez, ella me cuenta la suya, esto es dando y recibiendo, me dice, bueno, empiece, recuesta el fusil, coge al perro en sus brazos, y yo intento empezar, tiemblo, o es el aleteo de los zancudos atravesando la luz, empiece a ver, dice la guardiana, ¿o quiere más público?, ¿le llamo unas gallinas?, voy a empezar, le digo, pero no empiezo, y ella me dice tranqui, son unas historias como las suyas, gente que no lo piensa dos veces, un libro que habla de mí
El cine popularizó a un tipo de hombre, se trata del asesino en serie, más conocido como serial killer. Son individuos que utilizan el arma blanca o un objeto cortopunzante. Son versados estranguladores, ¿qué quiere decir versados?, me pregunta la guardiana, y le digo que una persona versada es alguien que sabe lo que hace, por ejemplo, ella es una versada cocinera, sobre todo por la sopa que me prometió, y me dice la guardiana que no solamente cocina, que es versada en cortar leña, en asear la casa, en dar ejemplo, que las cosas hay que versarlas y que ella no tiene la culpa de que el perro se tome la sopa, y no hablemos más, siga a ver, Son versados estranguladores, necesitan sentir el tránsito de la vida a la muerte. Las mujeres prefieren el veneno; es el arma que usan las viudas negras. ¿Por qué matan? La mayoría son psicópatas, y la guardiana me interrumpe, ¿qué es un secópata?, le respondo que no sé, alguien que es como sus amigos, la guardiana me dice que ella no tiene amigos, que le explique, le digo que un psicópata es alguien que vive en dos mundos a la vez y por eso no sabe dónde está, por ejemplo, un psicópata tiene un cuchillo entre las manos, un cuchillo para cortar cebollas, y eso se convierte en algo distinto, en un arma, y hay muchos que dicen que son psicópatas, que se ponen el uniforme de psicópata y en realidad no lo son, pues saben muy bien para qué sirve un cuchillo y una cebolla, la guardiana me dice que entiende, que deje la cháchara y lea el capítulo once, ¿por qué el once?, ¡ay carajo!, porque yo se lo digo
Capítulo once. Helena Ruiz fue una mujer acusada de cincuenta y siete homicidios, una de las mujeres más importantes en la historia mundial del crimen. Y con todo, su nombre apenas es mencionado fuera del país. No hay más que una alusión en Bad Girls Do it! An Encyclopedia of Female Murderers, ¿quiere que le traduzca?, le pregunto, para qué si no hablo inglés, mejor siga, Su fama empieza con la fuga de la primera cárcel del país, la Penitenciaría de la Isla Gorgona, aquella isla del Pacífico rodeada por un mar de tiburones, una fuga que otros intentaron sin éxito, pues ella fue la única reclusa que huyó sin terminar en las fauces del océano, me interrumpe la guardiana, me asegura que entiende todo, hay palabras que ella nunca utilizaría, pero entiende todo, me dice que ponga cuidado, me lo dice a mí o al perro, se mete una espiga en la boca, veo los labios diminutos, perdidos entre las mejillas, veo la punta del fusil, me dice que no le clave la linterna y lea más ligero
Al hablar de un serial killer, hablamos de un nómada, eso me gusta, dice la guardiana, o sea que van de un lado a otro, es que les pica la casa, les toca así para engañar, fue con las monjitas que aprendió Helena, yo le cuento la historia porque con usted leyendo nos amanece, con ellas desde temprano conoció la violencia, una de esas violencias de las que nunca se habla, mucho tira y afloje, rece, peque y empate, así que se voló del colegio a los quince, envenenó a la superiora, utilizó una dosis de asénico y la fue matando de a poquitos, Helena hizo lo que leyó, porque Helenita decía que todo se lo debía a los libros, decía que su primer crimen fue pura justicia, después de la fuga empezó a ganarse el pan vendiendo cosméticos de rancho en rancho, es que le gustaba vender cremas y menjurjes, y que una se viera bonita, fue un tiempo de calma, hasta que un día le sacaron la piedra y cometió el mayor de sus crímenes, yo se lo cuento, usted vaya pasando la hoja, imagínese que la pobre Helenita estaba la mar de triste
¿cuántos años tiene?, me pregunta la guardiana, veintiuno, ella me dice que es una buena edad para huir, el cuerpo, así no haya hecho ejercicio, puede correr, luego empieza a joder la espalda, la cadera, cuando no es una cosa es la otra, pero con veintiuno se llega lejos, vea lo lejos que llegó Helenita, lástima que la cogieron y le clavaron treinta años, se imagina, usted lleva aquí unos días y Helenita se mamó años y bisiestos, la sangre le hervía cuando salió, ¿me sigue?, y lo que hizo fue lo que hacen todos, perderse, cogió trocha hasta So Paulo, ¿usted sabe dónde queda?, se fue a Piquitos en el Ecuador, al archihelado de San Andrés, cogió por donde la llevara el istinto, lejos de la Isla Gorgona, ¿quiere saber cómo se voló?, es el capítulo doce, abra más la jeta que no se le entiende, y ponga cuidado, a ver si Helenita la espabila
Capítulo doce. Durante un cuarto de siglo fue la prisión de más alta seguridad, una isla bordeada de acantilados y ballenas jorobadas, yo nunca he visto una ballena, dice la guardiana, ¿usted conoce la Gorgona?, un paraíso, ahí el que estaba preso se moría de tanta enfermedad, que la picadura de serpiente, que la mordida de los otros, allá enviaron a Helena Ruiz, una mujer en un penal de homicidas, la chica trabajaba en la biblioteca, en las tardes se mantenía en forma, dicen que era una persona muy solita, que se la recuerda mirando siempre el mar, un informe dice que la muy bruta pasaba los meses mire que mire, lea usted, Se teme que la demencia la contagie, la demencia del veintidós por ciento de los presos, haga usted la cuenta, sume y reste y vea lo que pasaba en la Gorgona, yo se lo voy a decir, con tanto loco y tanta fiebre nadie pensó que Helena estaba pilas, y un día la suertuda, echando ojo, vio un objeto que se acercaba, una canoa que enterró ahí mismito, en unos meses Helena juntó enlatados que robaba de la cocina, esperó la Navidad y mientras los muchachos empinaban el codo, ella cogió su canoa y se echó al Pacífico, a huir como huyeron muchos criminales de los que nunca se supo nada, se orientó por las estrellas y los barcos, y la dieron por muerta, lea ese pedacito, ahí al final de la hoja, dice el director del penal que Helena Ruiz colgó los guayos, esa es mucha verraca, deberían hacerle un templo, llevarla al vaticano, escribirle un libro, pero ni esto
la guardiana escupió la espiga, le dijo al perro que yo no sabía remar, que me daba pistas y no escuchaba, se lo dijo varias veces, con una voz llena de cariño y afecto, como si fuese una declaración de amor
la guardiana se va y me quedo pensando en Helena Ruiz, ella y yo sumidas en una sola esperanza
una mujer embarazada no podría salir de aquí, por esa puerta que me raspa las costillas no podría salir, en cambio escarbaría la tierra en busca de lombrices, hay tantas que pueden alimentar a dos bocas
me ha dejado el libro solo por una noche, me ha dejado el libro que no puedo leer, lo hizo para que piense en ella, fue lo que me dijo, aquí tiene compañía, doscientas cuatro páginas que todas las noches duermen conmigo
cuando llegue el momento le diré que no es una serial killer, ese libro no habla de ella, en el fondo no habla de ella, voy a convencerla de su error, voy a arrancarle sus creencias, matarle sus dioses, voy a hacer lo mismo que hicieron los misioneros con los indios, ¿pero cómo?
sigue el pastor alemán cuidando el escondite, puedo escucharlo, juega con las moscas, debe estar amaneciendo, es la hora en que mi papá termina su levantamiento de discos y entra en la habitación, me despierta, me dice que el desayuno está servido y voy tarde a la universidad, es la hora en que me deja diez mil pesos y una fruta, luego va a sentarse en el sillón de gobelinos que prestamos a los teatros, ahí se pone a leer, ajeno al ruido de la calle, mientras salgo de la ducha con el cabello mojado y me pongo un jean, sin saber, ninguno de los dos sabe, que a la mañana siguiente me despertaría con la ropa sucia, el cuerpo sucio, en este hueco bajo tierra, custodiada por un pastor alemán y la gritería de las montañas y una mujer que sueña con ser famosa como Helena Ruiz
me pongo a excavar pequeños túneles, un cuerpo líquido se desplaza, una babosa, distingo los filamentos de un ciempiés, hago una masa que trituro despacio, tengo una albóndiga que mastico, se me llena la boca de saliva, tengo ganas de escupir, en los dientes rechinan los restos de un caparazón, el anillo de una lombriz se retuerce, al final escupo, hay que seguir agrandando los túneles, llenar el escondite de galerías subterráneas, puedo encontrarme con un topo y hasta de pronto con un conejo
vino la guardiana y le pregunté dónde estábamos, ella me contestó que no le iba a creer pero estábamos en El Paraíso, y le empezó la risa, una tierra que se llama El Paraíso, imagínese, hay que tener chispa, o ser muy huevón, el caso es que es ahí donde estamos
no me voy a quejar, vino tarde, en la noche, no podía dormir y vino a que habláramos, a que siguiera la historia del inventor, le gusta que se la cuente en la oscuridad, mientras ella juega con la linterna y el fusil, me dice que una se puede enamorar del que sea, de un toro, un perro, un gorila, y no hay vuelta de hoja, me dice que todo debería ser así, de frente y sin razones, y que empiece a contar ligero, porque a la linterna se le están acabando las pilas
voy a seguir, domino a la guardiana con mi voz, la veo aflojar, ceder, abrir los ojos, añorar el momento en que le hablo, es una pequeña victoria