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La vitalidad del impacto local

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En ecología, las escalas en orden descendiente son la biosfera, los ecosistemas, los biomas, la ecología de paisajes y los hábitats. Para los sistemas vivos, los fenómenos más acuciantes suceden a nivel de sus hábitats. Análogamente, en meteorología, cabe distinguir en general los climas y temperaturas, pero cualquier persona conocedora sabe que los acontecimientos verdaderamente significativos acontecen a nivel de los microclimas. Es aquí en donde emergen y se expanden los más fabulosos fenómenos que ocupan a los meteorólogos.

Pues bien, basta con algunos viajes caprichosos alrededor del mundo, o con una buena lectura, para comprobar una magnífica vitalidad de pensamiento, ciencia y cultura a nivel local, de un lugar a otro, de una latitud a la siguiente.

En efecto, numerosas editoriales locales, o también numerosas publicaciones de universidades en un país o en otro, en una región u otra, da muestra de una producción apasionante de pensamiento, reflexión, análisis y crítica con un evidente impacto inmediato local y, en el mejor de los casos, regional, sin embargo, a nivel nacional, internacional o mundial, esa vitalidad local pasa desapercibida y, finalmente, ignorada, como inexistente.

La inmensa mayoría de tirajes universitarios e independientes rondan las centenas de ejemplares. Incluso en los Estados Unidos, los tirajes universitarios son generalmente del orden de 1000 ejemplares por título. Se busca, con diversos criterios, consumos locales, y al cabo, regionales o nacionales. Los editores, habitualmente conservadores, apuestan a un mercado fijo, o al menor de los riesgos en las inversiones. Esta es, sin lugar a dudas, la principal motivación de los tirajes locales, libros, revistas y demás.

Solo las grandes trasnacionales de la cultura le apuestan a varios miles de ejemplares, y poseen sus propios circuitos de promoción y circulación. A decir la verdad, estadística y culturalmente hablando, las ediciones de las grandes industrias de la cultura constituyen la excepción. Una notable excepción, a decir verdad. Pues la norma es la existencia de autores, pensadores, científicos y artistas de impronta local; en cada caso.

Hace poco leía en Researchgate (un portal académico; o también una de las más importantes redes sociales de académicos en el mundo), que un profesor de Indonesia con frecuencia es invitado por universidades de Nyanmar, Vietnam, Laos, Tailandia, Cambodia y Laos a dictar cursos y conferencias. En otro espectro, por ejemplo, algún prestigioso investigador o autor latinoamericano es invitado con frecuencia a países como Costa Rica, México, Perú, Ecuador, Venezuela y San Salvador. En otro espectro del mapamundi, un prestigioso investigador nigeriano es invitado con frecuencia a participar en eventos académicos y culturales a países como Camerún, Benin, Togo, Ghana, Costa de Marfil, o Gabón. Pues bien, sin duda alguna, los tres profesores, desconectados entre sí, observan el mismo fenómeno que aquí comentamos.

Tres ejemplos conspicuos de tres fenómenos similares de escala local, o regional; según se mire.

La vitalidad local es, asimismo, una enorme dinámica regionalmente concentrada. Se requieren varias circunstancias para que un texto sea traducido a otros idiomas, eufemísticamente llamados mayores o menores. Las traducciones contribuyen mucho a des-localizar el pensamiento y la vida. Y, sin embargo, el gran catalizador de la cultura y la vida es, hoy por hoy, el internet.

Un texto o una obra subida a la web se hace virtualmente inmortal. En contraste con la fabulosa producción local impresa a nivel local en numerosos lugares. El internet permite romper la vieja clasificación de las ciencias sociales del siglo XIX entre geografía e historia. Al fin y al cabo, la propia noción de “cultura” remite siempre a experiencias locales, particulares, concretas. La “cultura” es un concepto conservador por particularista. El polo a tierra, en cada caso, de la experiencia humana.

Numerosas revoluciones locales están teniendo lugar permanentemente en el mundo hoy en día. A nivel de intercambios académicos, artísticos o culturales, o bien, igualmente, a nivel de una ingente producción local de reflexiones, pensamientos y estudios. Se trata de revoluciones que pasan desapercibidas ante la gran mirada superficial de los grandes medios de comunicación masivos. Que siempre tienden a uniformar el mundo y la realidad, a verlos como acontecimientos planos y lineales.

En contraste, la vitalidad local en cada caso es la evidencia de que, análogamente a lo que enseña la geología, los movimientos telúricos siempre acontecen a nivel local, y que lo verdaderamente significativo de los mismos son las réplicas que tienen o pueden tener. Las réplicas y no la fuerza. Las consecuencias y no el primer impacto.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace de un texto, un libro o una obra un acontecimiento de orden internacional o mundial? Esta pregunta no tiene una única respuesta. Sin embargo, con seguridad, se trata de las redes, conexiones y repercusiones que, siempre desde la esfera local, tiene o puede tener en otras esferas, redes, lugares y momentos.

Para el autor, se trata, siempre, de una apuesta. En ocasiones, una intuición. Desde luego que van habiendo indicios en el camino. Como quiera que sea, actuamos a nivel local, en ocasiones, con desconocimiento del espectro global del mundo, o bien, igualmente, por momentos, como una apuesta de un impacto mayor. Hoy por hoy se distinguen dos niveles: el impacto social y el impacto científico. El primero apunta exactamente a las expresiones locales que aquí consideramos. ¿El segundo? Bueno, es el objeto de otro texto aparte.

En cualquier caso, los microclimas y los hábitats: las raíces de la acción local.

Turbulencias y otras complejidades, tomo II

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