Читать книгу Cuerpo, emociones y sentido de vida - Carmen Lucía Díaz L - Страница 22
Enfoque psicosocial
ОглавлениеDefinida como una ciencia bisagra (Martín-Baró, 1998) la psicología social, pionera del enfoque psicosocial, tiene por objeto “la interacción entre las personas, las maneras en que los pensamientos, sentimientos y comportamientos de los individuos, son influidos por la presencia actual, imaginaria o implícita de los demás”. Con un trasfondo eminentemente político, el análisis de la realidad y la referencia e influencia entre personas constituye el objeto de estudio del enfoque psicosocial (Orellana, 2008, pp. 5-6).
El enfoque psicosocial deslinda el aislacionismo de los sujetos e implica una manera de mirar e intervenir los problemas sociales desde la perspectiva integradora de la psicología social psicológica y la psicología social sociológica (Rizzo, 2009). Esto que los autores llaman “lugar híbrido”, desde donde opera tanto la comprensión de los problemas como su intervención, permite enfocar un problema no solo desde sus componentes psicológicos sino también desde sus aspectos sociológicos, posibilitando la integración de las dimensiones individuo-comunidad-sociedad, o la de sujeto-interacción-cambio; en tanto que desde el enfoque psicosocial, todo proceso comprensivo se orienta a la transformación participativa y colectiva de los problemas y fenómenos indagados.
El enfoque psicosocial desarrolla su base conceptual a partir de la comprensión social de los fenómenos psicológicos, estableciendo la importancia y reconocimiento de la tensión entre lo propiamente individual y lo propiamente colectivo en la configuración de la identidad, así como en la constitución de un síntoma. Quizás de manera paradójica, en este escenario adquiere notoriedad el concepto de interacción social, desarrollado por Moscovici (2000) y su teoría de las representaciones sociales, en tanto se comprende que, más que una expresión autónoma, el individuo es una “representación” emergente de la interacción constante entre el medio social y la cultura, que se instituye (construye y descubre) a través del lenguaje, las prácticas sociales y la vida colectiva. Esto permite comprender que, en la construcción de lo individual, lo personal y lo propio (identidad) se hallan presentes los referentes de sociedad. En la construcción social de la realidad, Berger y Luckman (1967) se hacen partícipes de esta comprensión de una dinámica vinculante y lógica dialéctica desde la cual se construye y reconstruye la vida cotidiana, entendida a partir del universo intersubjetivo de significados y prácticas compartidas con otros, y no necesariamente plenamente correspondientes (Luckman, 1996).
La interacción, entendida como lazo vinculante de significado, interpreta los fenómenos psicológicos como referentes de discurso, cultura, relaciones y valores de una sociedad, a partir de lo cual un sujeto se transforma y, a su vez, es transformado; una concepción del ser humano a partir de la relación de los sujetos y su contexto como un aspecto clave. El desarrollo del enfoque psicosocial, emergente de contextos sociales deprimidos y dependientes como herramienta del cambio (Martín-Baró, 1998, p. 319), fue influenciado por tres circunstancias: la apertura hacia el cambio social propia de la reconceptualización de las ciencias sociales de los años setenta; la búsqueda de aplicación desde los conocimientos particulares a las manifestaciones sociales (que desbordaban un análisis solo desde lo psicológico o lo sociológico) y el incremento del trabajo interdisciplinario que demandaron otras formas más complejas de comprender los problemas y los procesos de transformación y cambio implicados.
El enfoque, enmarcado en el ámbito de los derechos humanos y sociales, en la participación activa de los sujetos, en la interacción transformadora y el respeto por las identidades, se entiende como un enfoque que promueve y potencia las capacidades, la dignidad y autonomía de las personas para participar en el cambio de las situaciones que configuran los problemas. De aquí, el enlace con los enfoques sensibles al daño, y más concretamente los mínimos éticos del enfoque de acción sin daño.