Читать книгу Ante el silencio y la oscuridad - Carmen Orellana - Страница 13

Burgos (1900)
Barcelona (1902-1904)

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La abuela tenía mucho sentido artístico; dibujaba de maravilla y después reproducía sus dibujos en bordados. Mi hermana y yo tenemos bordados en seda natural, hechos con hilos de seda importados de China, de una finura extraordinaria.

«Estuvimos viviendo en Granada hasta 1900. Como yo había pedido excedencia para sacarme el título de bachiller, el único lugar donde conseguimos plaza los dos fue en Burgos y allí nos trasladamos. En nuestra vida volvimos a pasar tanto frío; se helaban por la noche los orines en la bacinilla. Encima de las mantas teníamos que poner mi capa, que era una prenda de mucho abrigo, confeccionada en paño de lana muy grueso. Jacobo se había quedado con mis padres en espera de que al siguiente año pudiéramos organizar mejor el trabajo y la atención de nuestro pequeño. Eugenio, tu padre, nació el 3 de abril de 1902. Habíamos ido a un cortijo de la familia en Córdoba.

Nuestro siguiente destino concedido a los dos fue Barcelona. Tu abuela era huérfana; por eso acudimos a Córdoba para estar acompañados hasta la toma de posesión de nuestras respectivas plazas. Tu padre nació ochomesino y delicado; en realidad, fue delicado toda su vida. Los calores de Córdoba le producían diarreas y tenía peligro de deshidratación. El médico nos aconsejó que anticipáramos nuestro traslado con un niño de tres años y otro recién nacido.

Los trenes de aquella época tardaban más de veintiocho horas entre Córdoba y Barcelona. Nunca se sabía cuándo llegarían. Carmen estaba verdaderamente angustiada por la salud de Eugenio y el viaje parecía que nunca iba a acabarse. Yo había ido un mes antes para buscar alojamiento y les tenía preparado lo que sería nuestro hogar hasta 1904, fecha en la que tu abuela aprobó la oposición para la Escuela Normal de Madrid. Viajó a Barcelona acompañada por una chica de servir, que le ayudaba con los pequeños: el cambio de pañales, la comida… Tenían que bajar en las estaciones para conseguir agua potable. Carmen lo recordaba como una terrible pesadilla. Pero al fin llegaron. Nuestro hogar se encontraba en el paseo de San Juan, próximo a la plaza de Tetuán.

Una vez en Barcelona, tuvimos que buscar un ama de cría para Eugenio, ya que la abuela no iba a poder compaginar el trabajo con la lactancia. Para poder acudir al trabajo dependíamos de la chica de servicio y del ama de cría. Carmen dejaba a sus pequeños en manos desconocidas. Muchos días bajaba la escalera llorando si, por un casual, Eugenio no había pasado buena noche, estaba indispuesto o tenía fiebre.

Así conoció a doña Josefina, la esposa de un conde inglés. Ella y su marido habían tenido un palacete en Mahón, pero se vieron obligados a venderlo porque estaban arruinados. Vivían de las rentas que les producía el edificio, que les pertenecía por completo. El conde había participado en safaris en África y en una ocasión le trajo a su esposa un tigre bebé. Lo cuidaron como un gatito y se comportaba como tal, pero un día que doña Josefina se encontraba sola quiso atacarla. Tuvo que encerrarse en una habitación y cuando llegó el conde logró reducirlo y se vio obligado a regalarlo al zoológico.

Doña Josefina no tenía hijos, era su gran pesar, y al ver llorar a tu abuela la tranquilizó. A partir de aquel momento, hasta que nos trasladamos a Madrid estuvo muy pendiente de los dos pequeños».

Mi padre le tenía un gran cariño. Yo recuerdo ir a visitarla con él de niña. Ya viuda, vivía con una hija que habían adoptado. Seguía residiendo en la misma vivienda donde la conocieron los abuelos. Sentada en un sillón, muy erguida, con un moño al estilo de principios de siglo. Era muy cariñosa y me permitía tocar su piano. Tenían un loro que no paraba de parlotear.

«Mientras tu abuela preparaba su oposición a la Escuela Normal, yo había iniciado mis estudios para especializarme en la educación de sordomudos y ciegos. A la vez estudiaba Pedagogía, Psicología e idiomas. Tuve la gran suerte de que ella se ocupaba de la organización de la casa para que ambos pudiéramos disponer de tiempo para estudiar, sobre todo yo. Le faltaban horas al día para conseguir ir sacando todos mis proyectos adelante.

Nos trasladamos a Madrid. Esta vez el viaje solo duró diecisiete horas. Los niños ya no eran tan pequeños. Yo me adelanté para procurar un alojamiento para la familia, pero en esta ocasión regresé a Barcelona para recogerles. No quería que tu abuela volviera a viajar sola.

El 18 de mayo de 1908 nació Daniel y el 3 de diciembre de 1911, Leandro. En 1911 tu abuela contaba 39 años de edad y su vida transcurría entre la Escuela Normal por las mañanas y el hogar y la atención a nuestros hijos por las tardes. Eran tiempos felices; los pequeños llenaban la casa de alegría. El trabajo de la abuela era entonces más llevadero. Ella siempre necesitaba descansar después de comer y ahora se lo podía permitir. Ya no tenía que estudiar, por lo que se sentía relajada y feliz, sobre todo porque había conseguido un ama de cría para Leandro — c ariñosa y responsable—, que vivió muchos años con nosotros hasta que regresó a Santander, a su aldea. Si uno de los niños se hallaba indispuesto, el ama de cría lo atendía con sumo cuidado. Estaba pendiente de todo y ayudaba a la chica en las labores domésticas. Además, ya no teníamos que depender de traslados.

Yo ya trabajaba en la Escuela de Sordomudos de Madrid y empezaba a tener contactos con la Institución Libre de Enseñanza. Comencé a pensar en la importancia de viajar a Francia para aprender nuevos sistemas de enseñanza».



Profesorado de la Escuela Normal de Madrid (1882-1939), donde figura la abuela con el nombre de Leandra, que era el que aparecía en todos los documentos oficiales.1

Carmen de Burgos aparece en esta publicación como compañera de la abuela en la Escuela Normal desde 1909 —fecha en la que llegó a Madrid desde Almería— hasta 1932. A su llegada a la capital fue nombrada profesora especial de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid para impartir elementos de Historia del Arte y ese mismo año fue nombrada profesora numeraria de la sección de Letras y Prácticas de Enseñanza de la Normal Central, en la que permaneció hasta su muerte en 1932.

La verdadera vocación de Carmen de Burgos fue la de escritora. Se incorporó al magisterio, como muchas mujeres de aquella época, por una salida profesional digna, la única que le garantizaba su independencia y le proporcionaría una pequeña renta económica que le permitiera escribir. Y escribió mucho: encargos periodísticos, traducciones, cuentos. También pronunció conferencias, lo que le facilitaba poder aumentar los precarios ingresos como profesora. Como amiga de Blasco Ibáñez, fue una estrecha colaboradora de la editorial Sempere, que él dirigía. Realizó numerosos trabajos de traducción: obras de autores como Max Nordau, Ruskin, Renán, Tolstói, Anatole France, Nerval o Salgari.

En el periodismo fue precursora: la primera redactora de un periódico y la primera mujer corresponsal de guerra. En Madrid comenzó colaborando en diversos periódicos. Escribió artículos para La Correspondencia de España, El Globo, El País, etc., hasta que en 1904 es contratada como redactora del periódico El Diario Universal, donde tenía una columna diaria en la primera página, titulada «Lecturas para la mujer». En esas fechas adoptó el que sería su seudónimo: Colombine. En abril de 1904 forma parte como periodista de la delegación que acompaña al rey Alfonso XIII en su viaje a Almería. Visita la Escuela de Artes, el hospicio y la cárcel y a su regreso a Madrid publica dos artículos sobre su estancia. En 1906 trabaja en El Heraldo. Como corresponsal de este periódico estuvo en 1909 en Melilla, cubriendo la guerra al norte de Marruecos, y también informó sobre la Primera Guerra Mundial.

Vitalmente feminista, fomentó el debate y la opinión en temas comprometidos para la época como el divorcio o el voto de la mujer. En 1904 realizó en su columna diaria de El Diario Universal una encuesta sobre el tema del divorcio. Entre enero y junio recogió las opiniones de intelectuales, políticos y personajes destacados de la época sobre este tema. Participaron personajes de la talla de Emilia Pardo Bazán, Miguel de Unamuno, Pío Baroja o Antonio Maura. En el plebiscito, como lo llama la propia Carmen, se recogieron hasta 2.000 opiniones, en su mayoría favorables al divorcio. En 1907, desde las columnas de El Heraldo, realiza otra encuesta sobre el voto femenino. Fue un debate público, antesala de la reforma legal que se aplicó en la Segunda República. Su actitud vital fue consecuente con sus escritos. Participó en innumerables actos y en 1921 salió a la calle para exigir el voto femenino a las puertas del Congreso. También se implicó en otras causas como sus campañas en pro de los sefardíes, su apoyo a la abolición de la pena de muerte o su defensa de la infancia, en clara actitud pedagógica sobre la mejora de las condiciones higiénicas y de salud.2

A Carmen de Burgos se la reconoce como una de las mujeres que impulsó la masonería en España. Fue Venerable Maestra de una de las logias madrileñas, llamada Amor.3 He buscado esta información sobre Carmen de Burgos porque en su día el abuelo la nombró, haciendo referencia a la importancia de la lucha por la igualdad de muchas mujeres de su época. Ese era el ambiente que rodeaba también a la abuela. Ignoro la relación que tuvo con ella, pero es evidente que se conocían.


La abuela en Madrid durante el verano de 1911. Tenía 39 años

1 https://revistas.ucm.es 〉 index.php 〉 RCED 〉 article 〉 viewFile de RM Sebastián-1998 (p.v.8-01-2020), pág. 184.

2 http://www.dipalme.org/Servicios/IEA/edba.nsf/xlecturabiografias.xsp?ref=69 (p.v. 07-01-2020).

3 https://www.educacionyfp.gob.es 〉 cida 〉 guias-de-lectura 〉 escritoras 〉 b... (p.v.07-01-2020).

Ante el silencio y la oscuridad

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