Читать книгу Milagros - Cecilia Sorace - Страница 6
Un poco
de historia…
ОглавлениеPasa el tiempo y te sigo buscando en los lugares de la casa, inconscientemente, sin pensarlo, la realidad es otra y escribirte me alivia un poco el alma.
Quiero recordar tu historia, tu primer día con nosotros, pero para esto tendría que contarte el porqué de tu nombre “Milagros” y el porqué de lo difícil que fue que te aceptara papá en nuestra casa.
Nosotros, cuando nos pusimos de novios, en 1976, hace ya tantos años, teníamos cada uno su mascota; yo, Cecilia, tenía en ese entonces un poco más de 18 años, y papá, Rodolfo, un poquito más de 20. Mi mascota se llamaba Pelusa, de más o menos 13 años, era una foxterrier de pedigree muy buena y bonita que me dio muchas alegrías en mi niñez. En ese tiempo yo estaba muy poco en mi casa, porque trabajaba, estudiaba y pasaba mucho tiempo en la casa de la Abuela Elsa, obviamente donde vivía papá. Ahí había una perrita también de muchos años, llamada Artemisa, pero ella no era tan buena ni tan bonita, tenía un carácter especial y era una mezcla de ovejero alemán con salchicha, el resultado, nada lindo, pero para mí fue muy importante en mi vida.
Pelusa era una perrita feliz, muy bien cuidada por mi madre, la Abuela Olga, que no trabajaba y le daba amor y compañía permanente, muy mimada por mi padre, Fernando, consentida por mi hermano, Juan Manuel y por mí. Sumado a eso, teníamos un parque hermoso donde ella corría y disfrutaba enormemente, vivía rodeada de amor.
Artemisa, por el contrario, estaba mucho tiempo sola, papá trabajaba y estudiaba, se iba muy temprano a la mañana y volvía muy tarde a la noche, la abuela trabajaba todo el día y llegaba muy cansada, y Claudia, la hermana de papá, en esa época salía mucho y no estaba tan pendiente por su edad, de sus necesidades. Así, de a poco, me fui quedando mucho en esa casa y entablé una relación con Archi, como yo la llamaba, muy especial en poco tiempo, hasta que decidimos casarnos y vivir ahí, el 20 de Mayo de 1978, a pesar de ser tan jóvenes y con la inconsciencia de pensar que podría resultar una convivencia con tanta gente, pero…..solo queríamos estar juntos.
A los seis meses de casarnos, quedé embarazada de Mariano, felices seguíamos construyendo la familia, pero durante mi embarazo, Pelusa se enferma de los riñones, gravemente, y en poco tiempo muere. Todos querían evitar por mi estado que sufriera, pero era tan grande el dolor que por las noches, en soledad, la lloraba en silencio, para que no se preocuparan los demás, pero yo, lo necesitaba.
Artemisa, intuitivamente, me protegía y me cuidaba como nadie, tanto que ni papá podía acercarse sin el permiso de ella, y al poquito tiempo antes que naciera Mariano, le salió un tumorcito en el cuello que por su edad no tenía remedio.
Fueron tiempos muy difíciles, pero la alegría de la llegada de nuestro primer hijo, amortiguó el dolor que sentíamos, y todo giró alrededor de Mariano. Me hicieron sacar a Archi de la habitación porque, obviamente, había un bebé. Yo era muy chica, tenía veintidós años, y aunque no lo creas en ese tiempo no tenía carácter y me dejé llevar por lo que me decían. Sin dudarlo, eso empeoró la situación de Archi, que aguantó apenas dos meses y también murió, porque el tumor había crecido y le provocaba unos ahogos que eran imposibles de soportar.
Entre tanto dolor, Mariano nos daba la alegría que necesitábamos para seguir adelante. A los tres meses de nacido, nos fuimos a vivir solos a un departamento alquilado, pero en ese momento, los dos, dijimos convencidos que nunca más íbamos a pasar por esto, que nunca más tendríamos una mascota. Fue un acuerdo basado en el dolor que estábamos viviendo en ese momento, y que fue muy difícil de revocar, obviamente hasta que te vi, pero eso después te lo cuento.