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LA GIRA DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO

Doce meses después

Nueva York

Septiembre de 2017

08:32 horas

SENTADA ERGUIDA EN LA SILLA, Megan McDonald observó a Dana Campbell leer las notas de la entrevista, mientras una maquilladora le empolvaba la nariz y a su alrededor se desplegaba un caos general de productores vociferando órdenes y cambios de luz durante el tiempo restante de la pausa comercial. Los movimientos de hombros y las inspiraciones profundas no habían servido de nada; de hecho, se le había formado un nudo en el trapecio que sentía tensarse. Megan se sobresaltó y dio un respingo cuando otra maquilladora le tocó la mejilla con un pincel.

—Perdón, tesoro; estás demasiado brillosa. Cierra los ojos.

Megan cerró los ojos mientras la mujer le pasaba el pincel por la cara. Una voz en la oscuridad, al otro lado de las cámaras televisivas, comenzó una cuenta regresiva. Megan sintió la boca como si estuviera llena de algodón seco y las manos comenzaron a temblarle. Los maquilladores desaparecieron y de pronto quedó sola frente a Dana Campbell, bajo las luces potentes.

—Cinco, cuatro, tres, dos… estamos en vivo.

Megan escondió las manos temblorosas debajo de los muslos. Dana Campbell miró a la cámara y habló con el tono y la cadencia ensayados y perfeccionados de los anfitriones de programas televisivos matutinos, entre los cuales el suyo se destacaba por su gran audiencia.

—Todos conocemos la horrorosa historia de Megan McDonald. Una típica joven estadounidense, hija del alguacil de Emerson Bay, raptada en el verano de 2016. Un año después, Megan ha publicado su libro, Perdida, el relato verídico de su secuestro y valiente huida. —Dana Campbell apartó los ojos de la cámara y sonrió a su invitada—. Megan, bienvenida al programa.

Megan inspiró una bocanada seca y vacía que casi la hizo atragantarse.

—Gracias —respondió.

—El país entero y, por supuesto, Emerson Bay, han querido conocer tu historia desde hace más de un año. ¿Qué te inspiró para finalmente compartirla?

Desde que había pactado la entrevista, Megan se debatía con las respuestas que daría. No podía contarle la verdad a la gran Dana Campbell: que escribir el libro era la forma más sencilla de aplacar el dolor de su madre y procurarse algo de espacio para respirar. Era una forma de quitarse de encima por unos meses a su madre, neurótica por la preocupación y la angustia.

—Fue tiempo, nada más —dijo Megan, eligiendo por fin las respuestas que la sacarían de los potentes focos de luz—. Necesitaba procesar todo antes de poder contárselo a la gente. He tenido la oportunidad de hacerlo y ahora ya estoy lista para relatar mi historia.

—Tiempo para procesar y para sanar, seguramente —añadió Dana Campbell. Por supuesto, pensó Megan. Porque, al fin y al cabo, había pasado un año y ese lapso era sin duda suficiente para sanar. En un año había vuelto a ser una persona completa. Porque, si Megan no daba la impresión de estar sana, feliz y recuperada, Dana Campbell, la reina de los programas matutinos de televisión, quedaría como una malvada por bucear en busca de información. Por favor, pensó Megan, cuéntale a tu audiencia cuán recuperada y sana estoy.

—Eso también, sí —respondió Megan.

—Debe de tomar mucho tiempo reponerse de algo así y, de alguna manera, documentar los acontecimientos te habrá resultado terapéutico.

Megan se esforzó porque sus ojos no delataran su irritación. Tenía muchos adjetivos para describir el proceso que había dado nacimiento al libro. Terapéutico no era uno de ellos.

—Lo fue. —Megan sonrió con los labios apretados. Era su nueva sonrisa, la mejor que podía ofrecer, tan distinta de aquella resplandeciente que había visto hacía unos días al hojear el anuario de su último año escolar. Allí se la veía con una sonrisa ancha y dientes alineados y brillantes que llenaban el espacio entre la curva de los labios. Lo había intentado al principio, pero le resultaba demasiado difícil fingirla, por lo que comenzó a utilizar esta versión: labios juntos, comisuras curvadas hacia arriba. Feliz. La gente se lo creía.

—¿Qué puede esperar el público al leer tu libro?

Megan no estaba del todo segura, pues había escrito muy poco de él; todo el mérito era de su psicoanalista, que apenas había conseguido que lo nombraran en la portada.

—Bien… ejem, veamos… cubre la noche en que sucedió.

—La noche en que te raptaron —aclaró Dana.

—Sí. Y las dos semanas que pasé en cautiverio. Una gran parte son pensamientos que tuve mientras estuve encerrada. Sobre dónde me tenían prisionera y mis intentos fallidos de huir. Y luego sobre la noche en que… en que escapé corriendo del bosque.

—La noche en que huiste.

Megan vaciló.

—Sí. El libro documenta mi huida. —De nuevo la sonrisita apretada—.Y hay un capítulo entero sobre el señor Steinman.

Dana Campbell también sonrió y habló con voz suave:

—El hombre que te encontró en la ruta 57.

—Sí. Es mi héroe. Y el de mi padre, también.

—Seguro. Tuvimos al señor Steinman aquí en el programa, poco tiempo después de tu terrible experiencia.

—Sí, lo vi, y me alegró que tuviera el reconocimiento que merece. Me salvó la vida esa noche.

—Así es. —Dana bajó la mirada a sus anotaciones antes de volver a sonreír—. No es ningún secreto que el país entero se ha enamorado de ti. Hay tanta gente que quiere saber cómo estás y cómo sigue tu vida ahora. ¿Encontrarán algo de eso en el libro? ¿Algo sobre tus planes para el futuro?

Megan quitó la mano de debajo del muslo y la movió en el aire para ayudarse a pensar.

—Hay mucho sobre lo que ha sucedido desde aquella noche, sí.

—¿Contigo y tu familia?

—Sí.

—¿Y en cuanto a la investigación que se lleva a cabo?

—Lo que sabemos hasta ahora, sí.

—¿Es muy difícil para ti saber que tu secuestrador sigue libre?

—Es duro, pero sé que la policía está haciendo todo lo posible para encontrarlo. —Megan se dijo que recordaría agradecerle a su padre esa respuesta. Se la había brindado la noche anterior.

—Antes de que sucediera todo esto, estabas por comenzar los estudios en la Universidad Duke. Todos queremos saber si sigues con ese plan.

Megan se pasó la lengua por el interior de los labios ásperos como papel de lija.

—Emm… me tomé un año después de lo sucedido. Pensaba comenzar este otoño, pero no resultó. No pude… no pude organizar las cosas a tiempo.

—Debe de ser difícil volver a la normalidad, desde luego. Pero entiendo que la universidad te ha dejado una invitación abierta para cuando estés preparada, ¿verdad?

Hacía tiempo que Megan había dejado de cuestionarse la fascinación de la gente con su secuestro y su sed por conocer los datos escabrosos del cautiverio. Y ahora, ese deseo lujurioso de que prosiguiera su vida como si nada hubiera sucedido. Dejó de cuestionárselo cuando por fin comprendió el razonamiento que había detrás. Ingresar en la Universidad Duke y llevar una vida normal permitiría a todos los que saboreaban los detalles morbosos de su cautiverio sentirse bien consigo mismos. Para ellos, la normalidad de ella los alejaba de su propio pecado. Porque si ella se mostraba desequilibrada por lo sucedido, ¿cómo podían ellos o Dana Campbell desear tan intensamente adentrarse en los detalles perturbadores del secuestro? Si ella fuese una joven quebrada, con una vida hecha pedazos que nunca volvería a ser igual, la sed de ellos por su historia resultaría sencillamente inaceptable. No podían permitirse esa atracción por su relato si terminaba de algún modo que no fuera feliz. Sin embargo, si ella había sanado, si se veía que avanzaba gracias a su libro terapéutico y ocupaba un asiento reluciente en el aula de primer año de la Universidad Duke, y si se la veía exitosa… entonces todos podían retorcerse como gusanos en la suculenta carne de su perturbadora historia y alejarse volando limpios y perlados como mariposas.

Era necesario que Megan McDonald fuera una historia de éxito: tan simple como eso.

—Sí —dijo Megan por fin—. Duke me ha brindado muchas opciones para el próximo semestre, o aun para dentro de un año.

Dana Campbell volvió a sonreír con mirada suave.

—Bien, sé que has pasado por muchas cosas y que eres una inspiración para sobrevivientes de raptos en todas partes. Y no dudo que este libro será un faro de esperanza para ellos. ¿Vendrás a conversar con nosotros de nuevo más adelante? ¿A ponernos al tanto sobre tu vida?

—Por supuesto. —Sonrisa apretada.

—Megan McDonald, mucha suerte.

—Gracias.

Después de repetir para la audiencia dónde podía adquirirse el libro Perdida, la señora Campbell pasó a una pausa comercial y el estudio volvió a llenarse de voces provenientes de la zona a oscuras detrás de las cámaras.

—Estuviste muy bien —dijo a Megan.

—No me preguntaste sobre Nicole.

—No hubo tiempo, querida, estábamos retrasados. Pero pondremos un enlace sobre Nicole en el sitio web.

Y sin más, Dana Campbell se puso de pie y se alejó, palmeándole el hombro al pasar. Megan asintió, a solas en el sillón del estudio. Esto también lo comprendía. La entrevista de hoy solamente podía incluir los detalles agradables. Las partes inspiradoras. La huida heroica, el futuro auspicioso y las jóvenes a quienes el libro sin duda ayudaría. La entrevista matutina era la conclusión del melodrama de Megan McDonald, que debía terminar exitosamente. No podía incluir ninguno de los elementos repugnantes de ese verano que todavía flotaban en el aire. En especial sobre Nicole.

Nicole Cutty ya no estaba. Nicole Cutty no era una historia de éxito.

La chica que se llevaron (versión latinoamericana)

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