Читать книгу Casi amor - Chiara F. Citterio - Страница 15
Capítulo 9
ОглавлениеSorpresa playera
—Emma, Emma, Emma, despierta —chilla Donna.
Abro los ojos y la luz me pega en el rostro como un faro cegador. Mi amiga y Mark me están sonriendo mientras gritan para que me levante.
—Vamos, llegaremos tarde y quiero surfear antes de que se vayan todas las olas —explica Mark mientras Donna revisa mi valija, que todavía tengo que ordenar. Ella me lanza unos shorts y una remera blanca, junto con un traje de baño.
«¿Surfear? ¿Será peligroso para el bebé?», me pregunto.
—¿Cómo entraron? —inquiero.
—Tu mamá nos abrió la puerta. ¿Qué piensa? —responde Donna como si me conociera de toda la vida.
Mark nos apresura para ir a la playa.
—No sé surfear…
No quiero decir la verdad: «Mmm… el problema es que hay un niño dentro de mí».
—Por eso, te enseñaré. —Mark me guiña un ojo y me levanta de un tirón.
***
Después de darme un baño rápido y ponerme la ropa que me eligió Donna, bajo las escaleras para encontrarme a mis dos nuevos amigos. Ellos están charlando con mi madre.
—¿Un café, hija?
—Sí, por favor.
—Bueno, como les contaba, Emma esa vez se levantó de tal malhumor que, cuando le llevé el desayuno a la cama, lo revoleó por los aires.
Mis amigos se ríen. Yo tengo sentimientos encontrados, por un lado, me gusta ese recuerdo: mi papá aún estaba vivo. Pero, por el otro, siento que no tiene ningún derecho a hablarle de mí a ellos. Opto por sonreír de manera fugaz y me termino el café que me dio hace un momento. Pronto, vuelvo a mi expresión indiferente, esta que llevo como una máscara desde hace dos años.
—Muchas gracias por el café, mamá. Muy bonita la charla, pero nos tenemos que ir.
—No sabía que te gustaba el surf.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí —respondo.
Al salir, dejo a mi madre con un rostro triste.
Me subo a la camioneta de Mark. Enseguida, Donna se encarga de la música y pone canciones americanas de los noventa: Whitney Houston y Mariah Carey. Me gusta. Es un viaje divertido. Me río de las ocurrencias de mi nueva amiga y pienso en cuánto extraño a Bella y a Nate. Pero quién sabe, tal vez ellos serán mi Bella y mi Nate norteamericanos. Pero claro, no pienso enamorarme de Mark como hice de Nate.
Pronto, unos ojos celestes inundan mi mente. No sé por qué Theo se aparece por allí en cualquier momento.
Cuando llegamos a la playa, leo un cartel que dice Venice Beach.
Dejo que el sol me pegue en la cara. De manera extraña, no me molesta. Mark me da un traje para surfear y una tabla. Creo que seré pésima a pesar de que Mark me enseña posiciones básicas y me comenta que donde más aprenderé, será dentro del agua.
De pronto, siento que algo me quema la espalda.
«No es el sol», pienso. Me doy la vuelta y veo que Theo me mira.
«Este chico está en todos lados». No entiendo cómo, pero me gusta que así sea. También me gusta como le queda el short y sus abdominales y sus brazos…
Le dedico una sonrisa hasta que veo que Inés aparece con dos bebidas. Una es para él y la otra, para ella.
Félix entra en mi campo de visión y se acerca.
—¡Hermanita! ¡No sabía que surfeabas! Si no, te hubiese invitado hoy a la mañana.
—Es que no lo hago. Mark me está enseñando.
—¡Suerte con eso!
Félix se va y mi mirada vuelve hacia Theo e Inés, quienes ahora se están besando. ¿No pueden parar? ¿No les da vergüenza hacerlo adelante de todos?
Dejo de mirar sus lenguas y me vuelvo a concentrar en Mark. No obstante, aunque intente centrarme en el surf, no puedo dejar de pensar en la lengua de Theo.
«Quiero decir, en Theo», me corrijo.
Sigo practicando. Me caigo varias veces y trago muchísima agua. Soy una total vergüenza.
Theo vio mis caídas y se rio de mí. Es un antipático, un engreído, un soberbio y muchas cosas más. Pero, en lugar de enojarme, tengo ganas de ir y besarle los dos hoyuelos que tiene.