Читать книгу La prometida del conde - Deseos del corazón - Christine Rimmer - Страница 7
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ОглавлениеAntes de que Genny se marchara esa noche, acordaron casarse en Hartmore el sábado siguiente.
Rafe le dijo que lo primero que haría por la mañana sería llamar a su abuela. Eloise se encargaría de los preparativos. También hizo que Genny le prometiera que verían inmediatamente a sus padres, los soberanos de Montedoro.
No era necesario, y ella trató de decírselo.
—Ya sabes cómo son mis padres, Rafe. No me van a repudiar ni nada parecido. Se pondrán de nuestra parte y de lo único que querrán estar seguros es de que hemos tomado la decisión correcta.
—La hemos tomado —afirmó él.
—Lo que quiero decir es que no debes…
Él alzó la mano.
—Sí que debo.
Y se mostró tan inflexible que ella estuvo de acuerdo. Después, él llamó un taxi para que la llevara a casa.
La casa de Genny era el Palacio Real, situado sobre un acantilado con vistas al Mediterráneo. Dentro del edificio ella tenía un apartamento.
Se pasó en vela la mitad de la noche pensando en su decisión de casarse con Rafe. Al final, ya muy tarde, se quedó dormida.
El teléfono sonó a las ocho. Era Rafe para recordarle que fijara una hora para hablar con sus padres.
—Y no les digas nada del niño ni de que nos vamos a casar hasta que esté contigo.
—Ya te he dicho que no lo haría.
—Estupendo.
—¿Has llamado a Eloise?
—Voy a hacerlo ahora.
—Tal vez deberías esperar y se lo decimos juntos.
—La boda será el sábado. Estoy seguro de que tus padres querrán acudir. Alguien tiene que hacer los preparativos.
Tenía razón. Eloise se encargaría de todo.
—De acuerdo.
—Llámame cuándo sepas la hora para ver a tus padres.
—Así lo haré.
Genny se duchó, tomó un desayuno ligero y estaba esperando en la recepción del despacho de su madre cuando esta llegó.
Su Alteza Real, tan elegante como siempre con su traje de chaqueta de Channel, le sonrió con afecto, y accedió a reunirse con Rafe y con ella.
—Cariño, ¿para qué tenemos que vernos?
Genny sabía que su madre lo entendería y quiso contárselo y acabar de una vez. Pero le había prometido a Rafe que esperaría. Pronto sería su esposo, y quería que confiara en ella.
Rafe, su esposo.
¿Era real todo aquello?
Su madre le tocó el brazo.
—¿Estás bien, cariño?
—Sí, muy bien. Te prometo que te explicaremos todo cuando llegue Rafe. Nos vemos a las dos —afirmó ella y le pidió que también estuviera presente su padre.
Y se fue corriendo antes de que su madre le hiciera más preguntas.
De vuelta en su apartamento, llamó a Rafe para decirle la hora a la que habían quedado. Él llegó a la una y media y fue directamente a su habitación, como ella le había pedido.
—Está bien que hayas llegado pronto, así tendremos tiempo para trazar un plan.
—¿Es que hay algo más que planear?
Ella retrocedió para mirarlo.
—Tienes un aspecto estupendo.
Lo tenía, con su traje ligero, sus espesos rizos negros, labios carnosos, ojos negros y cuerpo enorme.
—Y tú eres hermosa —dijo él en tono formal.
Genny no lo creía. Su madre sí que era hermosa, y sus cuatro hermanas. Ella era la menos agraciada de todas. Con el pelo rubio y los ojos castaños, era bastante guapa, pero nada espectacular.
Se alisó el cabello y se estiró la chaqueta blanca que llevaba sobre un vestido azul.
—Gracias. ¿Has hablado con Eloise?
—Sí.
—¿Le has dicho que vamos a tener un hijo?
—Sí.
—¿Y cómo se lo ha tomado?
—Se ha puesto muy contenta.
—¿No le ha sorprendido que seamos amantes?
Él la miró con infinita paciencia.
—Deberías saber que nada le sorprende.
—Sí, supongo que sí.
Eloise nunca había ocultado que deseaba que Genny entrara a formar parte de la familia DeValery y había sido clara partidaria de su unión con Edward. Genny, además de adorar a la familia y Hartmore, tenía mucho dinero. Y un lugar antiguo y enorme como Hartmore requería una fortuna para su mantenimiento.
El dinero de Genny procedía de su madrina, Genevra DeVries, que no se casó ni tuvo hijos y siempre consideró a Genny hija suya.
Como Edward ya no estaba, Eloise, una mujer práctica, no vería mal que Genny se casara con su otro nieto, el nuevo heredero.
—Mi abuela te quiere, no lo dudes.
—Claro que no lo dudo.
Él la miró fijamente y ella, como le sucedía con frecuencia, tuvo la impresión de que él le leía el pensamiento.
—A ver, ¿cuáles son esos planes de lo que quieres que hablemos?
Ella lo miró mientras se mordía los labios tratando de decidir cómo empezar.
—Pues he estado pensando que no deberíamos contarles a mis padres todavía que estoy embarazada.
Él enarcó una ceja sin decir nada. Ella prosiguió como sin darle importancia.
—Creo que podemos hacerlo más tarde.
—¿Cuándo?
—Cuando nos hayamos instalado en Hartmore. Cada cosa a su tiempo.
—¿No crees que les extrañará la prisa en casarnos?, ¿que te cases conmigo, ni más ni menos?
—¿Por qué ni más ni menos? —preguntó ella como si no lo entendiera.
Edward, se tenía que haber casado con Edward.
Él la miró con solemnidad.
—Sabes perfectamente a qué me refiero.
Genny estuvo a punto de enfadarse. Al fin y al cabo, había sido él quien le había pedido que esperara hasta que estuvieran juntos para hablar del niño. Si ella se lo hubiera contado a su madre esa mañana, esta se lo hubiera dicho a su padre y no habría nada más que hablar.
Pero ahora Rafe y su padre estarían presentes. Genny se dio cuenta de que debía haberlo pensado mejor, ya que no estaba preparada para sentarse frente a su progenitor y hablarle de su embarazo.
Su padre era un hombre maravilloso, y no soportaba la idea de decepcionarlo.
Rafe la agarró del brazo, por lo que se percató de que se había tambaleado levemente.
—¿Quieres sentarte, Gen?
Ella lo miró, muy consciente de su cercanía, de su aroma, de la negrura aterciopelada de sus ojos.
—Estoy bien —afirmó retirando el brazo.
—¿Estás segura?
—Sí. Lo único que quiero es que me dejes hablar a mí cuando estemos con mis padres.
Él la examinó con el ceño fruncido. Era evidente que no pensaba que se fuera a desmayar porque no trató de agarrarla de nuevo. Después se encogió de hombros.
—¿No quieres que les pida tu mano? —preguntó en tono burlón.
—Pues claro que no —dijo ella agitando una mano.
Él la atrapó al vuelo y se la llevó a los labios. Un delicioso escalofrío recorrió el brazo de Genny. Para ser un hombre tan enorme, tenía una boca muy suave.
—Como quieras, cariño.
Siempre la había llamado así, al menos desde que Genny tenía trece años, y a ella siempre le había gustado.
Pero en aquel momento recordó que él no la quería como debería querer a su prometida.
Genny carraspeó.
—¿Listo?
Él le ofreció el brazo y ella lo tomó.
—Muy bien —prosiguió—. Acabemos con esto de una vez.
En el despacho de su madre habían servido el té en la zona de estar, donde había un sofá y unos antiguos y valiosos sillones de orejas.
Al principio, charlaron sobre temas triviales y sobre la familia de Rafe. Él les contó que su sobrino Geoffrey, al que Genny adoraba, estaba interno. Su madre, Brooke, hermana de Rafe, estaba bien. Su abuela se encontraba bien de salud y seguía tan activa como siempre en la casa y el jardín.
Pronto se agotaron los temas de conversación y los padres miraron a Genny expectantes.
Ella se dio cuenta de que no sabía cómo enfocar aquello. No había planeado expresamente qué decir porque no quería hacer un mundo de ello y porque creía que lo que debía decir le saldría de forma espontánea.
Se había equivocado.
Sintió un nudo en la garganta mientras el pulso se le aceleraba y se estremecía de miedo.
—Gen —dijo Rafe con dulzura mientras ponía la mano sobre la de ella.
Ella lo miró con ojos implorantes.
—Yo…
Y él se hizo cargo de la situación. Inclinó su gran cabeza con lentitud y solemnidad.
—Sé que esto puede sorprenderlos, pero amo a su hija con todo mi corazón.
¿Que la quería con todo su corazón? ¿Había dicho eso? Genny tragó saliva y trató de sonreír.
Rafe continuó hablando con calma y claridad sin soltarla de la mano.
—Y Genevra me ha hecho el honor de aceptar ser mi esposa. Hemos venido a pedir su bendición.
Genny miró a sus padres, que parecían sorprendidos, pero no irritados. ¿O eso era lo que ella deseaba creer? Sus progenitores se miraron durante unos segundos.
Y fue su madre la que habló.
—No teníamos ni idea.
Rafe apretó la mano de Genny. Esta sabía que debía decir algo, pero no se le ocurría nada. El pobre Rafe tuvo que volver a contestar en su lugar.
—Es muy repentino, lo sé, pero estamos deseando vivir juntos, hasta el punto de que hemos decidido casarnos en Hartmore el sábado.
El padre de Genny frunció el ceño.
—Faltan solo cuatro días para el sábado.
—Cinco, contando hoy —apuntó Genny,
—¡Qué prisas! —exclamó su madre antes de volver a mirar a su esposo.
Pero este no la vio, ya que miraba a su hija.
—¿Te encuentras bien, Genevra?
Genny se dio cuenta de que no podía seguir callada y dejar que Rafe mintiera por ella. Así que reveló la verdad.
—Estuvimos cuatro días juntos en marzo, cuando Rafe vino a ocuparse de las reformas de Villa Santorno. Y, bueno… Estoy embarazada. Y Rafe insiste en hacer lo que es debido y casarse conmigo.
Rafe la corrigió.
—Los dos creemos que es lo que hay que hacer. Y, desde luego, quiero casarme con su hija.
Se produjo un interminable silencio.
Por fin, la madre dijo:
—Entiendo.
El padre de Genny miró a Rafe.
—Sabes que tenemos una excelente opinión de ti, Rafe. Pero ¿en qué demonios estabas pensando…?
La madre lo interrumpió pronunciando su nombre.
—Evan.
Este le dirigió una mirada furiosa y después suspiró.
—Muy bien, Adrienne.
Genny se sentía fatal por los tres. Por sus padres, ya que habían pasado por aquello con otros dos de sus hijos, por lo que odiaba que tuvieran que volver a hacerlo. No era tan difícil utilizar métodos anticonceptivos correctamente.
Y ellos lo habían hecho. Habían usado preservativos todos los días.
Y para el pobre Rafe, que tenía en alta estima a sus padres, debía de ser terrible darles aquella noticia.
—Sois adultos y os corresponde decidir —dijo la madre—. Lo único que deseamos es que estéis seguros de que habéis tomado la decisión correcta.
—Lo estamos —afirmó Rafe.
Su madre fijó sus oscuros ojos en Genny.
—¿Y tú, cielo? ¿Estás segura de que es lo mejor para ti?
Genny repasó mentalmente sus motivos: el bebé, que tenía derecho a reclamar su herencia, y el cariño que sentía por Rafe. Sin duda conseguirían que su matrimonio funcionase sobre la base de su amistad. Y tener relaciones íntimas con él no le supondría un problema. Pero, bueno, ¿a quién pretendía engañar? El sexo con Rafe era estupendo.
Y estaba Hartmore.
Sí, tendría Hartmore, a pesar de que se sentía un poco avergonzada de que la finca le importara tanto.
—¿Genevra? —insistió su padre.
Genny apretó la mano de Rafe.
—Sí —dijo con firmeza—. Casarme con Rafe es lo mejor para mí.
Después de tres días de compras, preparativos y visitas a abogados para negociar los acuerdos legales y financieros, Genny y Rafe llegaron el viernes al aeropuerto de East Midlands, acompañados de los padres de ella y de Aurora, a quien todos llamaban Rory.
La boda sería una ceremonia íntima y familiar. El padre de Genny la llevaría hasta el altar y Rory haría las fotografías. Era la benjamina de la familia, un año más joven que Genny y todo lo que ella no era.
Rory se salía de lo común. Le encantaba la naturaleza y la aventura. Estaba licenciada en Bellas Artes, en la rama de Fotografía, y ya había publicado fotos en National Geographic, Country Digest y Birds & Blooms. A Genny la intimidaba un poco.
Pero, en realidad, la intimidaban todos sus hermanos. Todos sabían lo que querían y trataban de obtenerlo con pasión y determinación. Y aunque Genny sabía lo que deseaba, ser miembro de la familia DeValery y dueña de Hartmore, la ambición de sus hermanos era mucho mayor que la suya.
Dos coches los esperaban en el aeropuerto para llevarlos a Hartmore. Genny, Rafe y Rory fueron en uno. Los guardaespaldas de ambas hermanas se sentaron delante y uno de ellos condujo.
El trayecto duró una hora. Rafe apenas habló y Genny tampoco tenía muchas ganas de hacerlo. Rory, siempre llena de energía y planes, trató de conversar con ellos, pero acabó dándose por vencida. Genny se quedó dormida.
Se despertó bruscamente, con la cabeza apoyada en el hombro de Rafe, cuando el coche se detuvo en la entrada norte de Hartmore. Un bosque de robles y hayas se extendía ante la vista hasta la mansión, de estilo georgiano.
La fachada se conservaba magníficamente, pero Genny sabía que, en su interior, el agua procedente de las goteras del tejado había dañado algunas de las doscientas habitaciones. Habría mucho que hacer en los meses y años venideros. Pero en aquel momento solo pensó en la primera vez que había visto la casa, cuando su madre había llevado de visita a las cinco hermanas, Arabella, Rhiannon, Alice, Rory y Genny. Ella tenía cinco años.
Para Genny, aquella visita fue una revelación; de pronto, a la tierna edad de cinco años, supo lo que quería. Veinte años después, seguía sintiendo lo mismo. Había llegado a su hogar para, por fin, quedarse.
—Ya estamos en casa —afirmó Rafe como si le hubiera leído el pensamiento.
Ella se alisó el pelo, aplastado por haberse dormido, y le dedicó una temblorosa sonrisa.
Una hora más tarde, después de que los padres y Rory hubieran ido a sus habitaciones, Genny y Rafe se reunieron en el salón del ala este del edificio con Eloise, la abuela de Rafe, duquesa de Hartmore.
Alta, de aspecto mucho más joven del que correspondía a su edad, Eloise tenía un rostro alargado y lleno de arrugas, ojos azules y el cabello casi blanco y recogido en un moño. Siempre llevaba pantalones viejos y botas e iba acompañada de Moe y Mable, sus dos collies.
Genny quería a Eloise de forma incondicional. A esta le encantaba la jardinería y cuidaba de los jardines de la finca. Y lo hacía bien. En general, el terreno de la finca estaba en mucho mejor estado que la casa.
—Moe, Mable, sentaos —ordenó la anciana a los perros señalándoles un lugar al lado de la chimenea. Los animales la obedecieron dócilmente. Después, Eloise se volvió hacia Genny—. Mi niña querida.
Genny lanzó un gritito y corrió hacia ella.
Eloise la abrazó riéndose.
—Así que, por fin, serás uno de los nuestros.
Genny la abrazó con fuerza.
—Me alegro mucho de verte.
—Déjame que te vea —Eloise la agarró por los hombros y la separó de ella—. Estás un poco pálida.
—Estoy bien, de verdad.
—Así me gusta. Pronto haremos que se te coloreen las mejillas y que ganes unos kilos —le acarició la mejilla—. Estoy muy contenta de que vayas a ser mi nieta.
Genny se mordió los labios sin saber qué decir.
—Me siento un poco abrumada.
Se oyó ruido en el pasillo. Los perros irguieron las orejas y la puerta se abrió de golpe.
—¡Genny!
Vestido con el uniforme escolar, Geoffrey, de ocho años de edad, entró como una exhalación.
—¡Estás aquí!
—Despacio, jovencito —le ordenó Eloise ocultando una sonrisa.
Genny y el niño se abrazaron estrechamente.
—Me han dejado salir del colegio por la boda. La bisabuela dice que vas a ser mi tía.
—Así es.
—Mi madre quiere que vuelva al colegio el lunes —afirmó Geoffrey frunciendo el ceño.
Genny le acarició el cabello.
—Me alegro mucho de que hayas podido venir.
—Y yo estoy muy contento de estar en casa —dijo el niño sonriendo de oreja a oreja. Después se volvió y se lanzó hacia Rafe—. ¡Tío Rafe!
Este lo levantó del suelo riendo.
—Bájalo, Rafe.
Brooke DeValery Landers, hermana de Rafe y madre de Geoffrey, se hallaba en el umbral de la puerta. Su aspecto era estupendo, como siempre, pero los miraba con desaprobación.
—Está muy nervioso y se porta como un salvaje —se apartó el negro cabello de la frente y sus ojos azul turquesa se fijaron en Genny—. Encantada de verte, Genevra —dijo en un tono que desmentía sus palabras. Brooke estaba divorciada de un americano que se había vuelto a casar y tenía dos hijos.
—Hola, Brooke. Tienes buen aspecto.
Genny y Brooke no se llevaban bien. Mantenían una actitud educadamente fría. Genny se le acercó y ambas se besaron en las mejillas.
Brooke miró a Rafe.
—Supongo que debo daros la enhorabuena.
—Así es. Gen me ha hecho el hombre más feliz del mundo.
—Genny —dijo Geoffrey tirándole de la mano—. ¿Sabías que Samson ha tenido gatitos?
Genny lo miró con los ojos como platos.
—¿Cómo es posible?
—Porque resulta que es una gata —afirmó el niño riendo.
—Geoffrey, ven aquí —Brooke los interrumpió bruscamente al tiempo que extendía la mano—. Quítate el uniforme antes de que te lo manches.
—Pero quiero llevar a Genny a la cuadra y enseñarle…
—Ahora mismo, Geoffrey.
Este fue hacia su madre arrastrando los pies y ambos salieron y cerraron la puerta.
Cenaron a las ocho sin Geoffrey. Brooke dijo que estaba agotado y que se había acostado. La conversación fue trivial. Rory hizo algunas fotos antes de que sirvieran la cena. Afirmó que se iría el lunes a Colorado, a la ciudad de Justice Creek, para visitar a su prima. Eloise habló de sus plantas, que estaba deseando enseñar a Genny. Los padres de esta se mostraron amables y encantadores.
Y Rafe estuvo callado y observando como de costumbre. Comía despacio, sin hacer ruido con los cubiertos ni con las copas. Genny trató de no mirarlo para no perderse en fantasías sobre los cuatro días que habían pasado juntos, dos meses antes.
Ni en recuerdos más lejanos del niño salvaje que había sido, siempre deambulando por los jardines o por el bosque, sin control de los adultos. Su madre, Sabrina, lo adoraba y se negaba a atarlo corto. Su padre, Eduardo II, apenas se relacionaba con él salvo para castigarlo cuando el conde consideraba que se había portado mal. Los castigos eran frecuentes y severos.
Genny había conocido a Rafe en su primera visita a Hartmore, cuando ella tenía cinco años y él trece. Seguía siendo un salvaje. Se dejó caer de un roble prácticamente sobre ella, que salió corriendo y gritando. Al día siguiente, él no la asustó y, al final, el segundo hijo del conde y la princesa de Montedoro se hicieron amigos. Él le dijo que odiaba a su padre y ella le confesó que deseaba quedarse en Hartmore para siempre.
Ese otoño, Rafe fue a estudiar a Londres, donde, para sorpresa de todos, le fue muy bien. De Londres pasó a Cambridge, donde obtuvo las mejores calificaciones de su clase. Eloise le había dicho muchas veces a Genny que su nieto tenía un cerebro tan grande como su cuerpo, y aptitudes para ganar dinero. Rafe invirtió con enormes beneficios una modesta herencia que había recibido de un tío abuelo. Las cosas le iban muy bien.
En la mesa, Brooke, que se hallaba sentada al lado de Rafe, se echó a reír.
—¿Qué miras, Genevra? —preguntó a Genny, aunque lo sabía perfectamente.
Esta trató de no ponerse colorada y le contestó rápidamente para que Rafe no tuviera que salir a defenderla.
—A ti, naturalmente, Brooke. Me encanta ese vestido.
Brooke sonrió burlona y levantó la copa de vino.
—Por la felicidad matrimonial, aunque, en mi experiencia, no es tan buena como la pintan.