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Ediciones, comentarios y traducciones

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La editio princeps fue impresa en Subiaco —antiguo Sublaqueum , ciudad del Lacio— en 1465 en la primera imprenta que hubo en Italia, fundada un año antes por los monjes alemanes Amoldo Pannartz y Conrado Schweinheim. Aunque hay otras en medio, merece citarse la Aldina (Venecia 1514), la Juntina (Florencia 1514), la de Pearce (Londres 1716 y varias reediciones aumentadas, en especial las de 1732 y 1771), la de Emesti (1771) y Schütz (Leipzig 1814). Todas ellas tomaban el texto de la familia L, aceptando muy raramente las lecciones de los mutili .

La edición de Ellendt en 1840 fue la primera que empezó a dar más valor a los testimonios de M, aunque, como indica Kumaniecki —pág. XXI—, no a los más antiguos. Los estudios y colaciones de los códices HAE por Scheinedewin en 1842, Rülh en 1876 y Stroebel en 1884 llevaron a que las ediciones de Sorof (Berlín 1882), Friedrich (Leipzig 1902) y Wilkins (1892 y 1901) le prestasen a la tradición del Laudensis menos importancia de la debida.

Ya en el siglo XX , los trabajos de Stroux, Kroll y Kumaniecki han devuelto su peso al grupo L, tal como Courbaud en su edición de Les Belles Lettres, 1959 (3.a ed.) y Kumaniecki 76 (Teubner, Leipzig 1969).

6. NOTA SOBRE LA PRESENTE TRADUCCIÓN

Esta traducción sigue la edición de Wilkins (Oxford 1901) en todas sus lecturas, elección y totalidad que asumo 77 . Declaro desde aquí, en lo que a las notas se refiere, mi deuda con los ya mentados comentarios de Wilkins y, en especial, el de Leeman-Pinkster, por más que en más de una ocasión disienta parcial o totalmente de uno o ambos autores. El carácter de una traducción anotada ha impedido aprovechar buena parte de la información y sugerencias que estos magníficos comentarios ofrecen.

A lo que yo sé, esta es la primera vez que se traduce al español el De Oratore 78 . No voy a hablar de las dificultades de la obra a la hora de traducirla, que parece tópico o excusa para justificar los posibles fallos. Sólo espero que el espléndido latín de Cicerón pueda resistir unos y otras.


1 No tiene tanto la acepción moral de ‘dignidad’ cuanto la de ‘honra’ en el español del Siglo de Oro. Está determinada por el grado de consideración y deferencia que una persona tiene en un entorno social determinado. En Roma esto era tan importante que un personaje tan poco ‘calderoniano’ como Julio César justifica el paso del Rubicón y la guerra civil subsiguiente como un modo de restaurar la dignitas que sus enemigos habían atacado. Cf. nota 1 del libro I.

2 Se trata de la famosa y larga carta dirigida a Léntulo (Ad famil . I 9, 23), importante por otros extremos distintos.

3 Como veremos más adelante y en el propio diálogo Cicerón, por más que alabe el estilo y la práctica de Isócrates y su escuela, en la ratio , a mi juicio, está más cerca de Aristóteles.

4 «En efecto, he escrito, al modo de Aristóteles, tres libros Acerca del orador en forma de diálogo expositivo y que, a mi juicio, no les resultarán inútiles a tu Léntulo».

5 «Tienen la manera de los de Aristóteles, en los que la intervención de los demás es tal que él ocupa el primer lugar».

6 El término en esta época no significa ‘propietario’, que lo era el Populus Romanus . sino ‘ocupante legal’, mediante arriendo u otro tipo de compensación.

7 La Lex Thoria del 111 parece reconocer a los nuevos propietarios y establece un pago para los antiguos possessores .

8 Ambos se habían cruzado quizá ya desde el 133, pues parte de los possessores del ager publicus eran individuos pertenecientes a la nobleza itálica, creando las correspondientes tensiones entre el poder político de Roma y la aristocracia local, tradicionalmente bien avenidos.

9 Se trataba de exacciones ilegales cometidas por un magistrado y que habitualmente se ejercía sobre los provinciales.

10 Ambitus equivale por lo general a corrupción electoral. Sobre maiestas , cf. II 107 y nota.

11 Curioso personaje; en el 104 propuso como tribuno una ley agraria que no prosperó. En el 100 se le ve luchando contra Saturnino. Su oposición a las leyes de Druso y a la cuestión itálica no está clara (quizá por enemistades con los optimates) . Tras la guerra social y las terribles luchas de Cina, Mario y Sila logra sobrevivir; con los primeros llega a Censor y termina siendo legatus de Sila.

12 Es decir, guerra que los aliados —socii — provocaron al sublevarse contra Roma.

13 Aunque A. S. WILKINS , Cicero. ‘De Oratore’ libri III , Oxford, 18922 [reimpr. Hildesheim, 1990], pág. 9, relaciona la fundación de esta colonia con la Lex Thoria , quizá sea un error si su tribunado últimamente se ubica en torno al 111.

14 Cf. I 178.

15 Que no era su suegro, como afirma Der kleine Pauly , s.v. Crassus , sin duda confundiéndolo con su homónimo el Augur, que sí que lo era.

16 Cf. II 197 y ss.

17 Cf. ROBIN SEAGER , The Cambridge Ancient History , IX, Cambridge 1994, cap. 6, págs. 168 ss.

18 El sincero y profundo afecto que, al parecer, ambos hermanos se profesaron, no solamente refuerza de un modo general la confianza en la familia, sino que, en el caso de la romana, sirve para ahuyentar esa ominosa pareja fundacional de Rómulo y Remo —curiosa versión de Caín y Abel— y compensar esa cuasi-morbosa afición que los romanos tuvieron por la espantosa historia de Tiestes y Atreo.

19 Sobre las circunstancias políticas y los personajes del diálogo, cf. supra .

20 Sobre la consciente evocación del Fedro y de Platón en este diálogo, cf. A. D. LEEMAN , Orationis Ratio: the Stylistic Theories and Practice of the Roman Orators, Historians and Philosophers , Amsterdam, 1963, págs. 113-114, y G. ZOLL , Cicero Platonis Aemulus (Zúrich, 1962).

21 Sobre los participantes en el diálogo, cf. supra .

22 El mismo tópico se desarrolla tanto en el Bruto como en El Orador .

23 Ret . 1367b.

24 Los símiles jurídicos.

25 Recuérdese que escritura y exposición oral pueden ir estrechamente unidas en la práctica del orador.

26 No hay que olvidar que en Roma el orador (patronus) en pleitos civiles y penales es en rigor un protector de su cliens , que a él acude en situación de apuro para que lo defienda. Tal actividad forense —en principio no directamente remunerada— se simultanea con otras políticas o de administración de la propia hacienda.

27 En la teoría griega phýsis, téchnē, melétē .

28 Me estoy refiriendo, claro está, a la terminología retórica latina, pues la original griega circulaba sin duda en manuales desde más de un siglo antes.

29 A. D. LEEMAN , H. PINKSTER , E. RABBIE , M. Tullius Cicero: ‘De Oratore’ libri III , Band 3, Heidelberg, 1989, pág. 20.

30 En la Retórica a Herenio aparece diecisiete veces y en La invención retórica , doce.

31 LEEMAN , op. cit ., tomo 2, pág. 155.

32 Remito al lector al § 166, donde se narra —con el garbo y amenidad que un proceso in iure permite— un divertidísimo caso en el que los patroni litigantes eran dos excónsules.

33 Se trataría de un sofisma del tipo cum hoc ergo propter hoc .

34 No se olvide que la filosofía que según Craso sería precisa para el orador ideal sería la llamada filosofía moral y la que trata de la psicología.

35 Cf. nota ad loc ., en la que se testimonian otros procedimientos más alejados aún de la filosofía.

36 En Cartas a Ático IV 16, 3, Cicerón explica por qué Escévola sólo interviene en un libro; con ello quiere en primer lugar imitar al Céfalo de PLATÓN en su República , que sólo interviene en la primera sesión del diálogo. Y añade Cicerón que como las siguientes sesiones estaban dedicadas a la tecnología, huic ioculatorem senem illum, ut noras, interesse nolui . La interpretación del texto y en particular de ioculatorem —con variantes textuales y su condición de hápax legómenon — presenta problemas, sobre todo si se tiene en cuenta el cariño que Cicerón le profesaba.

37 Cf. supra el apartado sobre los personajes del diálogo.

38 Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis, qua voce alia nisi oratoris immortalitati commendatur?

39 Véase, con todo, LEEMAN , Orationis ratio , págs. 67-91.

40 Una obra clásica es la de M. RAMBAUD , Cicéron et l’histoire romaine , París, 1953.

41 Cartas a Ático IV 16, 3.

42 En especial de Diógenes de Babilonia.

43 A. D. LEEMAN , H. PINKSTER , E. RABBIE , M. Tullius Cicero: ‘De Oratore’ libri III , tomo 3, Heidelberg, 1989, págs. 102-103.

44 Cf. LEEMAN , op. cit ., tomo 3, pág. 129 y ss.

45 LEEMAN , op. cit ., tomo 3, págs. 172-212 y en esp. 188-189 para esta cuestión.

46 Se trata de lo que los manuales llaman asimismo orationis partes , pero siempre consideradas secuencialmente: el exordio o proemio, la narración, la argumentación (a favor o en contra) y el epílogo o peroración.

47 Aunque aquí Antonio está tratando el género stricto sensu , tanto él como Craso lo han considerado como el propio de cualquier exposición en el que —como decía Aristóteles— el oyente es mero espectador y no juez.

48 No es claro el sentido de consequentia en este pasaje, que Wilkins lo asimila a deducción.

49 Sin entrar a fondo en esta cuestión, parece que Cicerón, aun acertando en la valoración final de la renovación de la retórica por parte de Aristóteles, confunde las etapas: parece que Aristóteles en la «primera Retórica» pretendía dejerla reducida a los argumentos retóricos, que él introdujo de sus Tópicos . Pero al final terminó incorporando tanto la léxis como el éthos y el páthos como medios de convicción (vid . QUINTÍN RACIONERO en su Introducción a la Retórica de ARISTÓTELES , en esta colección).

50 Orationis Ratio , pág. 125 ss.

51 No se trata de fenómenos de colocación que impliquen ritmo, sino precisamente de evitar palabras en contacto que provoquen cacofonías, como el hiato.

52 Múnich, 1974, págs. 270-315.

53 Así, de la amplia colección de fragmentos de los estoicos (Stoicorum Veterum Fragmenta , ed. VON ARNIM , 4 vols., Stuttgart, 1902) sólo en el segundo tomo dedicado a Crisipo hay once testimonios —cinco de ellos de Cicerón y Quintiliano, y dos de Plutarco— y un solo fragmento —amplio pero lacunoso— de sus Logikà zētḗmata , pero cuyo contenido ni puede claramente relacionarse con la doctrina de Hermágoras ni parece ser citado en la tradición retórica posterior. Y del valor que Cicerón le daba al ars que sobre retórica escribió, da una idea lo que dice al respecto en Sobre los límites , IV 7: Quamquam scripsit artem rheroricam Cleanthes, Chrysippus etiam, sed sic ut, si quis obmutescere concupierit, nihil aliud legere debeat , «Por más que Cleantes, y también Crisipo, escribieron un tratado de retórica, pero de tal tenor que, si alguien desease volverse mudo, no debería leer ningún otro libro».

54 Retórico del s. II a. C. y cuya obra perdida —que ejerció una notable influencia en la retórica escolar romana— ha sido reconstruida, en un curioso pero no excepcional ejercicio de feed-back filológico, a partir de la Retórica a Herenio, La invención retórica, El Orador y Los tópicos ciceronianos, así como por el testimonio de Quintiliano. Sobre Hermágoras, cf. D. MATTHES , «Hermagoras von Temnos», Lustrum 3 1958, 58-214. Sobre los status causa , cf. L. CALBOLI MONTEFUSCO , La dottrina degli ‘status’ nella retorica greca e romana , Hildesheim, 1987.

55 II 99-113.

56 Cf. P. MORAUX , «Cicéron et les ouvrages scolaires d’Aristote», Estratti da Atti del II Colloquium Tullianum , Roma, 1975, págs. 1-19; sobre la influencia aristotélica, F. SOLMSEN , «The Aristotelian tradition in the ancient Rhetoric», Amer. Journal of Philol . 62 (1941), 35 ss y 167 ss.

57 Eso no quiere decir que en el De Oratore no estén tratados las cinco elementos o partes básicas del arte retórico. Está claro que —con todas las distancias respecto a un manual— el libro segundo, como hemos visto, trata de la elocutio la memoria y la dispositio y el tercero de la elocutio y la actio . Y que el mismo Cicerón en la mentada carta a Ático en la que explica la ausencia de Escévola fuera del primero dice que en esos dos siguientes se iba a tratar de technología . Lo que pretendo decir es que hay algo más que ese contenido común y que Cicerón quería trasmitir ese plus .

58 Doy de momento esta equivalencia entre los términos que más abajo precisaré.

59 Es un punto que no he visto tratado. Una vez descartado por inverosímil y aun absurdo que la razón se deba a escaso interés por el género, apunto a lo siguiente: en repetidas ocasiones tanto Craso como Antonio mantienen que la virtud, la habilidad de un orador se manifiesta en su capacidad para influir y cambiar —quiza manipular sea un término más adecuado— la actitud del juez a través del éthos o actitud con que el orador se presenta ante el público y del páthos , es decir, de cómo puede modificar en el público las páthē, passiones —amor, odio, compasión, miedo— que considera más beneficiosas para su causa. Pero buena parte de los discursos políticos se pronunciaban en la Roma republicana en el Senado, aunque las arengas en el Foro o las contiones no fueran ni mucho menos excepcionales. Quizá Craso y Antonio —y en el fondo Cicerón— que no dejan de ufanarse de su capacidad para manejar los sentimientos de su auditorio, tuvieran su reparo en poner a los patres o al soberano populus Romanus al mismo nivel de un juez o jurado. O, dicho de otro modo, que las discusiones en el Senado eran tan ausentes de páthos , tan racionales, que no precisa de tales medios. Algo de eso señala Antonio en II 333.

60 III 60.

61 Verdad es que epidiktikós tiene parte de su acepción orientada a la exhibición y al aparato, pero tampoco excluye otras acepciones más neutras, como demuestra su traducción al latín —demonstrativum .

62 Págs. 85 y ss.

63 Págs. 90-91. El subrayado es del autor.

64 Los cuatro primeros ejemplos de oratio (I 12, 17, 20 y 28) tienen esa acepción y no el de ‘discurso pronunciado’.

65 Cf. la anécdota de del discurso de DEMÓSTENES contra Tesifonte en III 213.

66 Cf. II 97 lo que dice Antonio, de quien se decía que no los escribía.

67 Sigo aquí en esencia la introducción de KUMANIECKI a su edición teubneriana (Leipzig, 1969) y, en particular Texts and Transmision (ed. L. D. REYNOLDS ), Oxford, 1983, págs. 102-109, sección correspondiente a De Oratore, Brutus y Orator , obra de WINTERBOTTON , REYNOLDS y ROUSE , citados por mí como Reynolds.

68 Pero no necesariamente escrito en capitales, como señala KUMANIECKI en el prólogo a su edición, por faltas comunes debido a ese tipo de letra. Muy justamente señala Reynolds que eso lo único que indica es que un antepasado del M estuvo escrito en capitales.

69 HEERDEGEN en su edición del Orator en Leipzig 1884 lista 36 descendientes de A que contienen asimismo el De Oratore (ap . REYNOLDS ).

70 Pág. VIII: … Qui omnes recentioris aevi, cum ex illis vetustistissimis originem ducant omnino neglegi possent

71 «Ciceronis ‘de Oratore’ librorum codices mutilos antiquiores examinavit» en Acta Seminarii Erlangensis , III, Erlangen, 1884, págs. 1-74.

72 REYNOLDS , op. cit ., pág. 105, y KUMANIECKI , pág. VII.

73 D. S. A. RENTING , «The Manuscripts of Cicero’s De Oratore: E is a Descendant of A», Classical Quarterly 46, 1996.

74 JEAN STROUX , Handschrifttliche Studien zu Cicero De Oratore , Basilea, 1921.

75 El copista de este manuscrito asegura que es copia del apógrafo llevado a cabo por el humanista Giovanni Lamola, hoy perdido, pero según su autor en carta conservada, con extraordinario cuidado y escrupulosidad respecto al Laudensis . Pero ya en 1932 un estudioso norteamericano —N. Brightbill— demostró que este manuscrito estaba contaminado con la familia M, hecho que Kumaniecki —XV— ha confirmado con una muy amplia cata y con porcentajes de lecturas de M que llegan al 10% en el libro primero.

76 LEEMAN , quien la ha tomado como referencia en los tres primeros tomos de su casi exhaustivo e inacabado Comentario —vid. supra e infra — publica en las primeras páginas del cuarto tomo una lista de unos ciento veinticinco lugares (correspondientes a II 291-III 95) del aparato crítico, con erratas o ausencias en las variantes de los testimonios que documenta, fruto de los últimos trabajos de Renting (vid. supra) .

77 No quiere decir esto que no haya examinado los lugares en los que difieren las ediciones de Wilkins y Kumaniecki. Tengo contados no menos de 164 lugares en el libro primero, 232 en el segundo y 104 en el tercero. Más del 90 ó 95% de las variantes no suponen necesariamente un cambio en la traducción, y cuando esto ocurre ello no afecta seriamente a un punto importante de los tratados en la obra.

78 No figura en los catálogos de la Biblioteca Nacional —fondos antiguos o modernos— ni entre los libros publicados en los últimos 50 años. Pido excusas si así no fuera.

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