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4. LA TRADICIÓN MANUSCRITA75
ОглавлениеHay unanimidad entre los editores y estudiosos en que todos los manuscritos que trasmiten el texto de las Filípicas pertenecen a dos familias, que presentan un gran desequilibrio en el número los miembros que las componen: en efecto, la primera familia cuenta con un solo testimonio, el Vaticanus Basilicanus H 25 (V), del segundo cuarto del siglo IX; el texto ofrece dos grandes lagunas (XI 22-XII 12 y XII 23 hasta el final de este discurso) y ha perdido el último cuaternión que contenía desde XIII 10 hasta el final. La segunda familia (D) agrupa a todos los demás manuscritos, cuyo origen común está ratificado por diversas lagunas, interpolaciones y correcciones presentes en todos ellos; a su vez, es posible establecer dentro de ella dos grupos76: el primero está formado por los mss. Bernensis 104 (b), del siglo XIII, Monacensis 18787 (t), del siglo XI, y por cuatro manuscritos que son todos ellos copia de un códice hoy perdido que perteneció al humanista Angelo Colocci (1467-1549) y que fue utilizado en la edición veneciana de 1542; el consenso de estos cuatro manuscritos, que tan sólo trasmiten los cuatro primeros discursos, forma la llamada familia colotiana77 y recibe en las ediciones la sigla c. Al segundo grupo pertenecen el Leidensis Vossianus O 2, del siglo x, y dos códices vaticanos: el lat. 3228, de la segunda mitad del x, y el lat. 3227, de principios del XII y que fue copiado en Montecasino.
Pese a estos testimonios la reconstrucción del arquetipo, anterior al siglo VI, presenta no pocos problemas, pues, aunque V ofrece por lo general mejores lecciones, contiene muchos errores y grandes lagunas y, a su vez, aunque la segunda familia presenta algunas buenas lecturas —a veces únicas de t y b—, es demasiado fantasiosa; por ello, como señala P. Wuilleumier78, el «eclecticismo» se impone y no basta para resolver todos los problemas. Para muchos pasajes se han propuesto diferentes correcciones —a veces inútiles— y otros han de ser considerados loci corrupti.
Buena muestra de que circularon copias diversas de los discursos contra Marco Antonio, antes de que el arquetipo que hoy conocemos se configurase, con variantes respecto al texto ofrecido por los manuscritos conservados es, por ejemplo, el testimonio indirecto del lexicógrafo Nonio Marcelo, cuya datación —entre el s. III y el s. V— resulta dificultosa: en su Compendiosa doctrina ejemplifica en treinta y dos ocasiones con el texto de las Filípicas79 y dos de estos pasajes, que según Nonio pertenecen a las Filípicas IV y XIV, no se corresponden con el texto canónico; se trata, por lo demás, de adiciones o transposiciones de frases completas, lo que lleva a pensar en variantes de autor que obedecerían a una doble redacción por parte del propio orador, dado que acostumbraba éste a corregir sus escritos atendiendo especialmente a las sugerencias de su amigo Ático. En este sentido, el propio Cicerón acepta, según dice en una carta a su íntimo amigo del 5 de noviembre del 44 a. C. (Cartas a Ático XVI 11, 1), las correcciones propuestas para la primera versión de la Filípica II, de la que suprimió el nombre de Sica80 y cambió el texto quo Scipionis por quo Rubriana (II 103), siendo ésta la lectura ofrecida por toda la tradición manuscrita conservada; igualmente, tal y como se lee en Cartas a Ático XVI 11, 3, debió de añadir los nombres de Mustela y Lacón como aposición a «anagninos» en § 104.
Hay, además, otro ejemplo de una posible doble versión: todos los editores añaden en III 31 el texto 〈fudit apothecas〉 siguiendo la autoridad de Servio, que en su comentario a las Bucólicas (6, 55) presenta la siguiente cita: sic Cicero in Philippicis fudit apothecas, cecidit greges armentorum. Supone tal cita no pocos problemas, pues, de admitirse, queda en entredicho la fiabilidad de todos los manuscritos de las Filípicas, dado que ninguno ha trasmitido esta frase; y, de no admitirse, queda en entredicho la fiabilidad de Servio, que citaría de memoria confundiendo una situación paralela —en la que el orador criticaba la actuación de Marco Antonio— y una mención hecha por Cicerón del término apotheca (Fil. II 67)81.
De los manuscritos conservados en España, dos son mencionados por M. Reeve y R. H. Rouse82: los mss.V.III.6 y R.I.2 de la Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial; los dos fueron copiados en la segunda mitad del siglo XIV y los dos pertenecen a la familia colotiana, dado que tan sólo ofrecen el texto de las Filípicas I-IV. El ms. V.III.6, por su parte, fue copiado probablemente en Verona y el R.I.2 parece ser copia del Parisinus latinus 6602, uno de los cuatros códices de la familia colotiana. Otros tres códices recentiores, del xv, forman parte de los fondos de El Escorial: son el ms. T.III.21, que contiene las catorce Filípicas, junto con excerpta de las Verrinas y de Tito Livio y algunas cartas de Plinio el Joven; el ms. V.III.1, dedicado en exclusiva a las Filípicas completas; y el ms. V.III.23, un códice que también está dedicado sólo a los discursos contra Marco Antonio, pues bajo esta signatura son dos los códices encuadernados en un solo volumen; el segundo (ff. 145-253) es el que contiene las Filípicas I-XIV, acompañadas al final de diversos paratextos que se corresponden con los epitafios de Cicerón de la Anthologia Latina (603-614). Un último manuscrito, el códice 7813 de la Biblioteca Nacional de Madrid, del siglo XV, trasmite las catorce Filípicas —los únicos discursos—junto con diversas obras filosóficas de Cicerón.
Pero hay además otra presencia manuscrita de las Filípicas en diversos códices conservados en las bibliotecas españolas: me refiero a los extractos que ofrecen diversos florilegios, en concreto, los manuscritos de El Escorial Q.I.14 y S.II.3 y 4; el ms. 80 del Archivo Capitular de Tortosa, el códice 2306 de la Biblioteca Universitaria de Salamanca y los mss. 3057 y 6510 de la Biblioteca Nacional. Si los códices de las bibliotecas españolas antes citados —de obra «completa», por así decirlo, aunque algunos ofrezcan tan sólo los cuatro primeros discursos— han merecido poca atención por parte de los estudiosos de la tradición manuscrita de las Filípicas, los florilegios no han recibido, hasta el momento83, atención alguna, cuando, sin embargo, son muestra de una recepción selectiva y deliberada de los pasajes de la obra ciceroniana que se consideraban de mayor interés, ya fuera para la enseñanza ya fuera para el conocimiento de las «mejores páginas» de la literatura latina.