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Mente y cosmos

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Imaginemos nuestro universo de la manera en que muchos científicos contemporáneos insisten que era antes: solo electrones, positrones, neutrinos, fotones, y luego helio e hidrógeno, que “bajo la influencia de la gravitación para agruparse [...] eventualmente se condensarían para formar las galaxias y las estrellas del presente universo”.93

Pero supongamos que este universo tampoco tenga un Dios (como muchos creen que es), sin consciencia, sin vida en absoluto. Nada más que energía, gases, estrellas y rocas compuestas de entidades subatómicas que en la actualidad se cree que forman toda la materia y la energía.

Supongamos que todo continúa siendo de esa manera.

En ese universo, ¿podría existir el conocimiento? Fotones, electrones, estrellas, rayos cósmicos sí. ¿Pero conocimiento? La idea de “conocimiento” en sí demanda no solo consciencia (después de todo, un murciélago frugívoro de Egipto tiene “consciencia”), sino un nivel más elevado de consciencia, una mente capaz de contener pensamiento racional. El conocimiento sin mente es tan imposible como el pensamiento sin la mente, pues ¿qué es el conocimiento, sino una forma de pensamiento? Si no existiera Dios, o no existieran dioses ni vida inteligente en ningún otro lugar del cosmos más que en los humanos, entonces el único conocimiento en toda la creación sería lo que está en las mentes de los seres humanos. Y si todos los humanos murieran, todo el conocimiento moriría con ellos.

Tenemos conocimiento solo porque tenemos mentes; sin mentes, no hay pensamientos ni conocimientos. Y dado que tenemos mentes humanas, todo el conocimiento humano está limitado por el tipo de pensamiento que pueden tener las mentes humanas. Cualquier cosa que nosotros, como humanos, sabemos, o pensamos que sabemos, incluyendo el conocimiento científico, solo lo sabemos o conocemos como pensamiento humano.

Eso nos lleva, probablemente, a la pregunta más funcional que podemos hacer: ¿Cómo sabemos que nuestros pensamientos son correctos? ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que sabemos, o creemos que sabemos, es verdad? Lo que sea que sepamos (o creamos que sepamos), lo sabemos (o creemos que sabemos) solo a través de procesos que crean conocimiento en nuestras mentes. Entonces, preguntar cómo sabemos si los procesos que usamos para obtener conocimiento son correctos es lanzarse a un laberinto autorreferencial, el equivalente intelectual a una ilustración de Escher. ¿Cómo sabemos que nuestros métodos de obtener conocimientos son correctos cuando necesitamos algún método de obtención de conocimiento para juzgar esos métodos? Pero, si lo que estamos cuestionando desde el principio es el tema de cómo obtenemos conocimiento, entonces, ¿cómo podemos confiar en nuestro juicio de ese método en sí mismo? Debemos asumir lo mismo que estamos cuestionando. Este es otro ejemplo de los límites del conocimiento humano. No solo sobre lo que sabemos (o creemos que sabemos), sino sobre el proceso de conocer en sí mismo. Este proceso se denomina epistemología.

El bautismo del diablo

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