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Lentes rojos o azules

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A lo largo del milenio, las personas han llegado a diferentes conclusiones con respecto al empirismo y el conocimiento en general (recuerde que el conocimiento solo existe si existe la mente). Algunas personas niegan “la posibilidad de todo y cualquier conocimiento, e incluso justificaron esa creencia”.106 Otros reconocen la brecha que hemos estado discutiendo, pero parece no importarles. Según lo que saben, el mundo real es el mundo de nuestras experiencias, y es inútil pensar de otra manera.

Cerca de unos dos mil años después de Platón, el filósofo alemán Immamuel Kant argumentó que nuestras mentes solas analizan la realidad que experimentamos. Nuestras mentes no son receptores pasivos de información sensorial, como la cera caliente que siente las impresiones y las moldea a su propia imagen. En vez de eso, nuestras mentes son complicados filtros que categorizan, organizan y hasta crean la realidad que vemos, escuchamos, olemos, gustamos y tocamos. No es que nuestras mentes creen el mundo, sino solo la manera en que el mundo se nos presenta.

Conocemos una metáfora cruda y popular: imagina que usas anteojos rojos. Todo lo que ves, por supuesto, estará teñido de rojo a causa de los lentes que llevas puestos. Si los anteojos fueran azules, aquella misma realidad se vería azul. De manera similar,solo conocemos el mundo que nuestra mente nos permite conocer. Esto es lo que Kant llamó mundo “fenomenológico” (o del “fenómeno”): la imagen del árbol en nuestra mente o la habitación en el museo como les parecía a los que estaban en ella. Estas imágenes son el fenómeno en nuestras mentes, en contraste con el árbol en sí y la sala del museo, que existen fuera de nuestras mentes. Ahora, si nuestras mentes estuvieran constituidas de manera diferente, tanto el árbol como la sala del museo también parecerían diferentes ante nuestra vista.

Esta distinción nos lleva nuevamente a una debilidad fundamental en todos los esfuerzos empíricos, incluida (y quizá de manera especial) la ciencia. A menos que los objetos de estudio sean la mente y la cognición en sí mismas, la ciencia no se interesa por cómo el mundo se muestra frente a seres subjetivos como los humanos, los chimpancés o las langostas mantis (que tienen cuatro veces más fotorreceptores que los humanos), sino por cómo es el mundo en sí mismo independientemente de cómo se nos presente a nosotros. Un paleontólogo que estudia un fósil se interesa por el fósil en sí mismo y lo que él cree que ese fósil revela, no por cómo parece el fósil a la mente humana.

Pero, de acuerdo con Kant, el verdadero conocimiento del mundo en sí mismo y de sí mismo, el árbol, la habitación, el fósil, es imposible. “La pregunta ‘¿Qué objetos se consideran cosas en sí mismos?’ continúa sin respuesta incluso después de minucioso examen del mundo fenomenal”.107 Esto es, sin importar cuánto estudiemos el mundo de nuestras experiencias, nunca podemos ir más allá de esas experiencias al mundo como es en sí mismo.

Alfred North Whitehead escribió: “Por consiguiente, la naturaleza obtiene crédito que, en realidad, debería estar reservado para nosotros mismos: la rosa para su aroma, el ruiseñor para su canto, y el sol para su brillo. Los poetas están totalmente equivocados. Deberían dirigir sus letras a ellos mismos y deberían convertirlas en odas de autoalabanza por la excelencia de la mente humana. La naturaleza es un asunto aburrido, sin sonido, sin aroma, sin color; meramente la circulación de material, infinitamente, sin sentido”.108

Aun así, permanece la pregunta: ¿Cómo nos retiramos de nuestros ojos u oídos o piel o boca o nariz para experimentar estímulos fuera de la manera en que estos tejidos –con sus diversas células, químicos y terminaciones nerviosas– responden a estímulos externos? En un nivel, todo lo que experimentamos es simplemente biología; incluso cuando los científicos hacen ciencia, es la biología trabajando. “Me gustaría señalar”, escribió Bas C. van Fraassen, “que la ciencia es un fenómeno biológico, una actividad por un tipo de organismo que facilita su interacción con el ambiente”.109

Nuestro único contacto con el mundo exterior es a través de los tejidos que forman nuestros receptores sensoriales y la biología que funciona en ellos. No es razonable asumir que, si estos tejidos estuvieran construidos de manera diferente y si su funcionamiento biológico fuera diferente, entonces, la manera en que interactúan con el mundo también sería diferente. Eso significa que nos darían una concepción del mundo diferente de la que nos dan ahora (piense en los anteojos rojos y azules).

Es por eso que, incluso hoy en día, este tema continúa siendo uno de los varios problemas no resueltos en relación con la diferencia entre lo que la gente cree que la ciencia nos revela y lo que realmente revela. Se supone que la ciencia nos debe decir lo que realmente existe, en contraste con cómo parece eso que existe frente a nosotros.

¿Puede?

Thomas Nagel escribió: “La ciencia física es, después de todo, solo una operación de nuestras mentes, y no tenemos razón para asumir que sus capacidades, destacables como lo son, se correlacionan plenamente con la realidad”.110

En un libro sobre el gran debate que aún no tiene solución sobre qué es realmente el color, M. Chirimuuta escribió: “Ser un realista del color es sostener que los colores son propiedades independientes del receptor, que son exhibidos en la superficie de las cosas, ya sea que haya alguien allí para verlo o no. Lo que el realista niega es que el color es de alguna forma un resultado de la actividad neuronal [...]. Los científicos de la visión han declarado que el color es identificable con estados del cerebro, o que se crea o construye en el cerebro”.111

¿Existe realmente el color o será que el color es simplemente un producto de la mente que responde a lo que ve? Para aquellos a quienes les interesa este asunto, permanece sin respuesta; al igual que muchas preguntas sobre qué puede o no revelarnos la ciencia sobre la realidad. Y si aún hay una multitud de preguntas sobre el color rojo, por ejemplo, ¿cuán dogmáticamente deberíamos aceptar lo que la ciencia nos dice sobre cómo se supone que evolucionaron las tortugas sus caparazones hace millones de años? Y si somos limitados en lo que podemos saber sobre el color rojo o sobre los caparazones de tortugas que existen hoy, ¿con cuánta seriedad deberíamos tomar lo que declaran los evolucionistas sobre cómo se supone que eran los caparazones de las tortugas hace millones de años?

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