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Carencia sensorial

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Sin embargo, durante miles de años las personas han luchado con la difícil pregunta sobre cuán precisamente, o sin precisión, nuestros sentidos nos presentan el mundo. ¿Cuál es la diferencia entre la realidad que está fuera de nuestros cerebros y cómo esa realidad nos parece en nuestros cerebros? Cuando miramos un árbol, por ejemplo, lo que vemos no es el árbol en sí mismo, sino una imagen del árbol que existe en nuestra mente. Si nuestra mente dejara de funcionar, la imagen del árbol dejaría de existir: no el árbol en sí. Esta es la prueba de que se trata de dos cosas diferentes. Lo que haya en nuestra mente, que nos parezca un árbol, no es el árbol en sí.

¿Qué transformación, entonces, sucede cuando nuestros sentidos captan lo externo y lo convierten en los impulsos químico-eléctricos en nuestros cuerpos y cerebros, que forman la base de toda nuestra experiencia? En resumen, ¿cuál es la diferencia entre la imagen del árbol que existe en nuestra cabeza y el árbol en sí? Mucha diferencia. Porque lo que hay en nuestra mente, sin dudas, no es la corteza, las hojas y la madera real.

Como mostraba el ejemplo del museo, nuestros sentidos pueden darnos visiones opuestas de lo que existe. A una persona la habitación puede parecerle bien iluminada, y a otra puede parecerle oscura. Si la ciencia estudiara lo que realmente existe allá afuera, no debería preocuparse por cómo parece frente a las diferentes personas. El tema es la realidad de la habitación en sí. ¿Por qué a un geólogo que está estudiando un acantilado de esquisto le importaría cómo se ve el acantilado a los ojos de un murciélago, en la lente de una cámara Cannon o para un daltónico? De la misma manera, a la ciencia le interesa cómo es realmente la habitación en sí misma y de sí misma, sin importar el tamaño de los alumnos que la miran o lo que sucede en el cerebro de los seres dotados de sentidos en la habitación.

Si la ciencia fuera la psicología o la fisiología, el foco principal serían las sensaciones subjetivas de los seres en cuestión.95 Pero si la ciencia trata con cosas como la presión del aire o la estructura de la Galaxia Renacuajo o las primeras floraciones de plantas en el período Cretácico, hace entre 146 y 65 millones de años, entonces la brecha entre cómo nos parecen las cosas en nuestro cerebro y la manera en que realmente son en sí mismas se hace crucial.

¿Por qué? Porque esta pregunta llega a una de las varias limitaciones de la ciencia, una limitación que se hace exponencialmente más problemática cuando la ciencia trata no solo con lo que está ahora delante de nosotros, sino con lo que se dice que le sucedió hace miles de millones de años a cosas que ya existían, supuestamente, mucho antes de que existieran nuestros sentidos.

Volvamos al ejemplo sobre cuántas personas hay en la habitación. Algunos dicen que hay diez personas. Entonces entramos a la habitación y contamos. Sí, hay diez personas en la habitación. ¿No es esa una conclusión sólida y certera? ¿No puede alguien estar tan seguro de eso como sobre la declaración de que si hay diez personas en la habitación, entonces hay tres personas más de las que habría si hubiera solamente siete personas?

Sin embargo, supongamos que había una mujer escondida debajo de la mesa y no la contamos. O supongamos que había tres personas más en las vigas del techo y fuera de la vista. O supongamos que para alguien la definición de la palabra habitación incluye el armario, donde había dos personas más escondidas. O supongamos que eres un estadounidense que vivió durante La Confederación, cuando se consideraba que los esclavos eran solo dos tercios de persona, y cuatro de las personas en la habitación eran esclavos.

Entonces, no se puede estar totalmente seguro sobre cuántas personas había en la habitación como sí se puede tener certeza en cuanto a la afirmación de que cuando hay diez personas en la habitación, entonces eso significa que hay tres más de las que habría cuando hay siete.

“El meollo de la cuestión es que si estamos familiarizados solo con nuestras percepciones, y nunca con las cosas que se supone que hay detrás de ellas, ¿qué podemos esperar del conocimiento de esas cosas, o incluso recibir justificación al afirmar su existencia?”,96 declaró A. C. Grayling.

Iris Murdoch escribió: “Es una tarea llegar a ver el mundo como es”.97 Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo; si es que fuera posible siquiera.98

Otra vez, si esta limitación epistemológica fundacional es verdad para las cosas que creemos que existen hoy (como el número de personas en una habitación), ¿cuánto más grande sería el problema con aquellas cosas que no existen ahora, como los miles de millones de años de la historia de la evolución que nos precedieron a nosotros y nuestros sentidos?

Sir James Jeans escribió hace algunas décadas: “Nuestros estudios nunca pueden ponernos en contacto con la realidad; no podemos penetrar más allá de las impresiones que las que la realidad implanta en nuestra mente”.99

Al escribir sobre el sentido de la visión, el ganador de premio Nobel Francis Crick argumentó que “el cerebro combina la información proporcionada por las diferentes características de la escena visual (aspectos de forma, color, movimiento, etc.) y la establece en la interpretación más plausible de todas estas claves visuales juntas”.100 Y continuó diciendo: “Lo que usted ve no es realmente lo que hay; es lo que su cerebro cree que hay [...]. Su cerebro hace la mejor interpretación que puede, de acuerdo con su experiencia pasada y la información limitada y ambigua proporcionada por sus ojos”.101

Entonces, ¿diferentes cerebros, diferentes realidades?

William Butler Yeats escribió: “Busca la realidad, deja las cosas que aparentan”.102 Bien, pero ¿cómo lo hacemos, si es que se puede lograr?

Hilary Putnam escribió que “los esfuerzos por proporcionar una base para el Ser y el Saber [...] son esfuerzos que han fracasado de manera desastrosa, y no podríamos haberlo visto hasta que se les dio tiempo para probar su inutilidad”.103

El bautismo del diablo

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