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CAPÍTULO 5 La arteria carótida
ОглавлениеLa arteria carótida lleva el flujo sanguíneo al hemisferio cerebral. Hay una a cada lado del cuello y tiene un diámetro aproximado de 6 a 9 mm. Aproximadamente a la altura del cuello de la camisa, la arteria carótida se bifurca en sus ramas externa (irrigación de la cara) y la interna (irrigación del hemisferio cerebral). En esa zona de bifurcación, la carótida tiene receptores de “presión” que pueden generar respuestas en el organismo para “ajustes” de la presión.
Tan sensibles son que los médicos en situaciones de emergencia por una arritmia pueden frenar la frecuencia cardíaca del corazón luego de masajear estos receptores. La terminología correcta es “masajearlo” en singular, ya que la estimulación de ambos en forma simultánea puede causar un reflejo de “bradicardia” (baja frecuencia de latidos cardíacos), que eventualmente llevaría a un paciente a perder el conocimiento.
Se trata de algo bien sabido en las artes marciales orientales, algunas de cuyas técnicas consisten en comprimir ambas carótidas para causar el desmayo de un contrincante. Ello se debe a una baja de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial que lleva al desmayo, y no por comprimir el flujo sanguíneo que corre por la carótida hacia el cerebro, lo cual resultaría casi imposible de lograr comprimiendo el cuello. Este efecto de los receptores carotídeos dio el nombre a la arteria carótida que del griego significa “estupor, adormecido”.
La base —desconocida para la mayoría— del tratamiento de la arteria carótida se basa en la popular cita: “Si no está roto, no lo arregles”. Me refiero a que el escenario más frecuente —descripto más adelante— es el hallazgo de una arteria carótida ocluida, pero que no ha causado síntomas. Y en estos casos, esa arteria no debe ser abierta con cirugía o con un stent. Este es quizás uno de los ejemplos paradigmáticos sobre el resultado negativo de los incentivos erróneos del sistema de salud.
Aunque resulte abrumador aceptarlo, los médicos generan ingresos cuando “destapan” una arteria, y no cuando evitan que se tape. Y el proceso resulta tan efectivo (con esta palabra no pretendo ironía alguna) que no solo gana el que hace el procedimiento sino también el que lo indica y, en muchos casos, algún otro que también es eslabón de la cadena diagnóstica.