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Capítulo 1

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Bajo las faldas de los hermosos nevados y los susurros de los glaciares, se extiende una vasta región asombrosamente protegida por un frondoso bosque silvestre, que ha sobrevivido a la dramática extinción causada por el desmedido aprovechamiento de la madera para los quehaceres domésticos de sus habitantes. Mucha gente se asentó en esta comarca por la nobleza del suelo, la pureza del ambiente y, sobre todo, por las facilidades que presentaba para el desarrollo de las actividades agropecuarias que, desde varias generaciones atrás, ha constituido la principal ocupación de Angamarca, a pesar de la severidad del clima.

Tras un largo peregrinar, llegaron a esta región los ancestros de Manuel Rendón e Isidora Araujo, quienes, con gran visión y optimismo, lograron alcanzar una aceptable posición económica para el medio social del que provenían. Sus pocos familiares con los que acamparon a su arribo, amparados bajo su espíritu aventurero, buscaron otras regiones más benignas para su desarrollo, aprovechando las habilidades artesanales y mercantiles que poseían. Desde que se fueron, a causa de los medios precarios de comunicación de la época, casi perdieron todo contacto con ellos, salvo alguna que otra remota oportunidad.

En sus catorce años de matrimonio, solo habían concebido a su hija Carmelina que frisaba las doce primaveras y estaba terminando la educación primaria en una escuelita de la localidad, situada a una distancia considerable. El anhelo de sus padres era que su hija continuara con sus estudios y no se quedara como ellos que se consideraban a sí mismos personas de poca cultura. Este hecho, en esas tierras lejanas, no les acarreaba mayores problemas pero, para su hija, querían un futuro distinto. Les urgía esta decisión ya que el año académico estaba por terminarse.

Manuel, de acuerdo a su tradicional costumbre que adquirió en Angamarca, cada fin de mes se dirigía a Santa Isabel, la ciudad más cercana a su comarca, con el propósito de adquirir las provisiones indispensables para el sustento diario de la familia. En su último viaje, con gran sorpresa, pudo divisar un gran anuncio suspendido en el portón de una hacienda que solicitaba un administrador con experiencia para el sector ganadero. Muy entusiasmado descendió del transporte e ingresó a la garita a solicitar información.

—Estimado amigo, mucho le agradeceré informarme si la vacante todavía está vigente.

—Si señor, ¿Es usted algún aspirante?

—Sí compañerito, y espero tener suerte para lograrlo, ¿Podría dialogar con el señor?

—En este momento no se encuentra presente, salió muy por la mañana con su familia a cumplir un compromiso. Posiblemente esté de regreso ya entrada la noche. Si le interesa el trabajo, moléstese en regresar mañana.

—Gracias por su atención. ¿A qué hora cree prudente, que debería presentarme para no pecar de inoportuno?

—Con toda seguridad a las 08h00 porque generalmente a esa hora los patrones ya están en pie.

Manuel retornó a su casa, luego de haber cumplido con su habitual compromiso mensual, en un estado de serena Exaltación; rememoraba paso a paso esta inesperada casualidad y sabía que, si lograba conseguir ese trabajo, se evitaría escuchar en el futuro las consabidas insinuaciones de su mujer, quien siempre le reclamaba más preocupación por el porvenir de su hija (sobre todo ahora que estaba por terminar el año escolar). Como era habitual, a su arribo fue recibido con los usuales reproches por la tardanza en sus obligaciones y recriminaciones por pasar mucho tiempo en otras actividades ajenas a sus responsabilidades.

—Por favor mujer, no seas tan impaciente —le respondió con vehemencia sabes perfectamente que, desde hace algún tiempo, he venido buscando alguna alternativa para solucionar el problema de Carmelina, pero lamentablemente no he podido lograrlo por más empeño que he puesto en esta tarea. Parece que por fin, en este viaje, he logrado conseguir nuestro objetivo, aunque no lo creas.

—No trates de engañarme con tus usuales cuentos, que ya conozco perfectamente tu repertorio.

—Por favor tranquilízate, comprendo que como madre tienes toda el derecho de preocúpate pero, por lo menos, te ruego poner atención a los trámites que he realizado y, si no son de tu agrado, fácilmente puedo desechar lo actuado y buscar otra oportunidad con más futuro.

— Esta bien Manuel, pongámonos a dialogar para que veas que me encuentro en mis cabales y que no es que tenga ganas de fastidiarte por la falta de resultados.

— Cuando tomé el transporte a Santa Isabel, logré hacer amistad con un señor que viajaba a mi lado. Conversamos sobre muchos temas relacionados al trabajo y las dificultades que día a día se van presentando. Después de un largo trayecto solicitó al conductor que detuviera la marcha para descender en aquel lugar. Este hecho, me permitió mirar en aquel sitio un anuncio pendiente del portón de una hacienda, que solicitaba un administrador con experiencia. Ante esta realidad, también descendí del transporte e ingresé inmediatamente hasta la garita, donde solicité al encargado la información requerida. Desafortunadamente, los propietarios habían salido a un compromiso que les tomaría todo el día, por lo que me sugirió que regresara Mañana a partir de las 08h00 que los patrones, a esa hora, ya se encontrarían en pie. Como comprenderás, esta es una magnífica oportunidad para salir adelante con nuestros planes y, por eso, debemos ponerle todo el empeño para conseguirlo. Además es una ventaja la cercanía a Santa Isabel. Sin embargo, a pesar de este alegrón, el trayecto de retorno me resultó un tanto nostálgico. No por dejar atrás unos cuantos años de feliz historia, sino por la incertidumbre acerca de la calidad humana de los patrones, a los que estaríamos sujetos a servirles, acostumbrados como estamos a tomar nuestras propias resoluciones.

Este razonamiento impresionó visiblemente a Isidora.

—Manuel, por encima de todas las dificultades que pueden sobrevenir, pienso que esto no lo podemos desaprovechar, por la brillante oportunidad que se presenta para la educación de Carmelina. En cuanto a la manera de proceder de los patrones, podríamos probar un par de años y, en este lapso, ir buscando otras opciones pues, ya relacionados con ese ambiente, se nos podrían facilitar otras posibilidades.

Si ese es tu criterio, mañana en cuanto amanezca regresaré a la hacienda y me encomendaré a Dios para conseguirlo antes de que alguien se nos interponga. Al siguiente día, muy temprano, tomó el primer transporte para ir en busca de su preciado objetivo. El trayecto le pareció más largo de lo normal, por la incertidumbre y las dudas sobre si sería elegido o no para ese trabajo, hasta que por fin llegó al lugar esperado.

—Estimado amigo, espero no haber llegado tarde para conseguir el trabajo. ¿Se encuentran presentes los patrones?

—Si señor, moléstese en esperar un momentito hasta preguntarles si están disponibles.

—No se preocupe, esperaré todo el tiempo que sea necesario. Después de permanecer un largo rato lleno de vacilaciones en la garita de la propiedad, al fin sonó el teléfono informando que se encontraban disponibles para cualquier entrevista. Siguiendo las indicaciones del guardia, caminó junto a él hasta llegar a la puerta de la residencia y se puso en contacto con el patrón.

—Entiendo que vienes por el anuncio de portón ¿verdad?

—Sí señor.

—Dime…

—Manuel señor.

—Para no pasar el tiempo, dime con toda honestidad si tienes experiencia en esta actividad porque, lo que yo necesito, es un auténtico experto en manejo de ganado para recuperar mi verdadero potencial lechero ya que, últimamente, he podido detectar algunas deficiencias por la negligencia del anterior administrador.

Para afirmar su capacidad, en forma suscinta, expuso sus actividades desempeñadas anteriormente, haciendo hincapié en que siempre trabajó en su propia finca, tratando de conseguir los mejores resultados en esos ambientes más hostiles.

— La pregunta cae por su propio peso: si tienes la comodidad de explotar tu propia granja, ¿Por qué te re signas a convertirte en un asalariado?

— Señor, mi problema no radica en lo económico, sino en lo educativo; el sector donde yo he residido toda mi vida es muy apartado y no existen facilidades para la preparación intelectual de mi hija. Al momento está terminando la escuelita primaria y necesitamos que siga proyectándose para que, en el futuro, adquiera alguna profesión que le permita defenderse en la vida, ahora que la supervivencia está muy difícil. Esta posibilidad, con mi esposa, la hemos estado buscando por algún tiempo.

— Si es este el noble fin, creo que tienen sentido tus aspiraciones. Considero que has llegado al lugar apropia do porque nosotros los necesitamos a los dos: tu mujer nos puede atender en los asuntos domésticos. ¿Estás de acuerdo?

— Sí señor.

— Confiando en tu honestidad, ¿Desde cuándo podrán iniciar sus labores? Porque nosotros no podemos pasar sin servicio durante mucho tiempo.

— Con toda seguridad, desde la próxima semana, pues debemos arreglar nuestras pertenencias para poder trabajar con más tranquilidad. Desde luego que ya están bien encaminadas las gestiones.

— Estamos de acuerdo. Solo espero que el día lunes ya pueda contar con ustedes para empezar con pie firme la semana.

Con la emoción propia de un triunfo, tomó el primer transporte para retornar a su casa y comentarle a Isidora el resultado de sus trámites. Además de esta conquista, lo más satisfactorio fue conocer que ella también tendría ocupación, atendiendo los asuntos domésticos de los patrones. Esta oportunidad significaría un salario adicional (que mucho lo necesitaban) para fomentar su economía.

A su arribo fue recibido por Isidora con muestras de felicidad, sin embargo, la ansiedad por no conocer los resultados le generaba un ligero desasosiego.

— Por la apariencia de tu rostro, considero que me tienes buenas noticias ¿verdad?

— Sí mujer, y en esta oportunidad el triunfo ha sido por partida doble porque tú también tendrás tu actividad atendiendo a los patrones, que ya se encuentran pasaditos de años. Están tan interesados en nuestra presencia, que inclusive me preguntaron cuando podríamos integrarnos a nuestras labores. Ante tanta insistencia, les manifesté que el día lunes lo haríamos.

— Discúlpame Manuel pero, lamentablemente, para esa fecha no podré acompañarte, a pesar de la felicidad que experimento. Recuerda que ese día finaliza el año escolar y debo asistir a la ceremonia, como todos los padres de familia lo hacen. Además, tengo que gestionar con el señor director la entrega del certificado de haber terminado la educación primaria para poder matricularla en algún colegio religioso, de suerte que tenga una formación cristiana.

— Te prometo que por la emoción del momento no medité en este detalle y, aunque nunca me ha gustado quedar mal, tendré que pedirles mil disculpas por tu involuntario retraso y, desde luego, explicarles el motivo de tu ausencia. Estimo que sabrán disculparnos. Además, en el trayecto entré a visitarle al compadre Gerónimo para pro ponerle el arriendo de la propiedad porque no podemos abandonarla, sobre todo por los animalitos que tenemos.

— ¿Qué te contesto?

— Luego de satisfacer la curiosidad sobre el motivo de nuestra decisión, aceptó gustoso la proposición puesto que, como recordarás, alguna vez nos insinuó esta inquietud. Mañana elaboraré el contrato de arrendamiento y actualizaré el inventario de los semovientes para dejar todo en regla y evitarnos preocupaciones posteriores cuando nos encontremos ausentes. Después de haber resuelto todos los temas pendientes, el día lunes, con marcada preocupación, se presentó en la hacienda tal como se había comprometido. Fue recibido por el propio patrón, que le estaba esperando para entregarle toda la responsabilidad de sus actividades.

—Dime Manuel, ¿por qué no está presente tu mujer como habíamos acordado?

— Le ruego me perdone, pero por la emoción del momento, el día que conversamos no recordé que ella tenía que permanecer en Angamarca para asistir a la ceremonia de finalización del año escolar de nuestra hija y conseguir el certificado de culminación de su educación primaria, de modo que nos facilite la matrícula en algún colegio secundario de Santa Isabel.

— Está bien, pienso que es una situación justificable porque los padres tenemos que velar por la superación de nuestros hijos. Solo espero que tu capacidad esté a la altura de las necesidades de la hacienda.

— No se preocupe patrón. Pondré a su disposición toda la experiencia que adquirí explotando durante quince años mi propia finca.

— Estoy de acuerdo y creo en tu sinceridad. Por ahora, ponte en contacto con Melchor, el vaquero, que debe encontrarse en el establo, y dile de parte mía que te haga conocer toda la propiedad y sus instalaciones, para que tengas una idea del tamaño y su capacidad de producción. Te sugiero que, desde este momento, vayas analizando todos los problemas que encuentres para rectificar procedimientos.

Satisfecho por el recibimiento y la aceptación de las disculpas expuestas, salió en busca de Melchor, para conocer en forma prolija la magnitud de sus responsabilidades y ponerse a investigar las falencias, de acuerdo a las disposiciones del patrón.

Todo el día les tomó cumplir con el objetivo propuesto, debido a la gran extensión de la propiedad, la dotación de modernas instalaciones que disponía para su explotación y el número de animales disponibles y personal capacitado para su funcionamiento. Al finalizar la tarea, y como epílogo de la labor cumplida, entraron en un amigable diálogo de confianza.

— Mi nombre es Melchor Prado, trabajo hace diez años debido al ambiente propicio que se respira y la calidad humana de los patrones, que me han hecho sentir como parte de su propio hogar. Para que vayas analizando, esta es mi casa y aquella será la tuya de acuerdo a las disposiciones del señor. Si tienes alguna inquietud, pregúntame con confianza para que tengas un mejor elemento de juicio de tus responsabilidades.

— Tengo entendido que la producción láctea ha tenido una baja muy preocupante, ¿tienes alguna idea del motivo?

— Como tú debes haber observado en el recorrido, es impostergable la renovación de potreros y de los componentes que, por el tiempo de servicio, van perdiendo lentamente su valor nutritivo pero, si se pretende compensar esta deficiencia alimentando el ganado con nutrientes preparados, resulta antieconómico. Considero que lo primero que debes hacer es elaborar, a corto plazo, un proyecto de renovación de praderas para recuperar su producción. La verdad, no entiendo el motivo del abandono del anterior administrador.

— ¿En alguna oportunidad no le hiciste notar esta anormalidad a tu compañero para que rectifique procedimientos?

— Por su especial carácter, no le gustaban estas sugerencias y, para evitarme complicaciones, he tenido que abstenerme.

— Gracias Melchor por tu amabilidad. Espero que algún día pueda retribuir tus gentilezas. Con tus oportunas su gerencias, voy a poner todo mi empeño para sacar adelante el prestigio de la propiedad, de suerte que el patrón recupere su optimismo. Pasando a otro tema, aunque la pregunta resulta un poco confidencial, ¿podrías decirme cuántas personas forman su familia?

— En la propiedad residen tres: el patrón, que se llama Amable Aguirre, su señora: Martina Blandón y el joven Carlos su nieto, que es el mimado de la familia y, al momento, le tienen estudiando en una escuela muy tradicional, apta solamente para gente adinerada. Sé que, para la secundaria, lo inscribirán en un colegio religioso de mucha categoría.

— ¿Tienen otros familiares?

— De lo que yo conozco, sus otros hermanos se regresaron a Europa porque sus ancestros residen allí. En cambio, sus hijos, viven en otros sectores del país. Debo informarte que su último vástago y su señora esposa, lamentablemente, fallecieron en un accidente de aviación, por lo que al joven Carlos lo están formando con todo esmero.

— Perdona la confianza al consultarte sobre asuntos de tipo familiar.

— No te preocupes, estoy para servirte.

— Pasando a otro tema, ¿de qué medio se valen ustedes para movilizarse a Santa Isabel cuando desean cumplir alguna diligencia?

— Si es muy por la mañana, aprovechamos el transporte que va a entregar la leche a la planta; caso contrario, en cualquier vehículo de los que suelen pasar por aquí a toda hora.

— Me has quitado una seria preocupación que teníamos con mi esposa sobre la movilización de mi hija.

— ¿Acaso tiene algún compromiso imprescindible que cumplir?

— Continuar con sus estudios en algún colegio de Santa Isabel para que, en el futuro, adquiera una profesión. Claro está que debe ser en algún establecimiento que esté acorde a nuestras economías o, si es gratuito, mejor.

— No te preocupes, en la cuidad existen colegios para todas las posibilidades, ya sean laicos o cristianos.

— Nuestra aspiración ha sido darle una formación cristiana para seguir el ejemplo de nuestros ancestros.

— Disculpa mi injerencia, ¿para cuándo está fijado el arribo de tu esposa? Pues la patrona no puede estar tanto tiempo sin una persona responsable del servicio.

— Espero que dentro de un par de días, cuando deje arreglado todo lo referente a nuestras pertenencias. Gracias a Dios ya teníamos adelantadas las gestiones.

Como estaba previsto, Isidora llegó a la hacienda en el tiempo estipulado y, antes de acudir a saludar a los patrones y ponerse a las órdenes para empezar sus faenas, iniciaron un minucioso diálogo preparatorio a este encuentro, con el propósito de que esta entrevista resultará más asequible.

— Tú, que ya debes haber sacado algún concepto de sus procedimientos, dime qué te han parecido sus actitudes porque, para decirte la verdad, me ha entrado un cierto desasosiego debido a la presencia de un jefe que nos ordene, a pesar que he venido resuelta a afrontar cualquier contingencia.

— No obstante el corto tiempo de conocernos, he saca do la conclusión de que se trata de una familia de muy buenos sentimientos; consideran al personal como personas de servicio y no como siervos, como suele ser la costumbre en otras empresas, por lo que sus trabajado res se encuentran muy contentos, lógicamente cuando cumplen diligentemente sus obligaciones. Sin embargo, además de esta buena ventura que nos ha sonreí do, lo que más me ha satisfecho es que disponemos de transporte seguro para que Carmelina pueda asistir a clases cuando ingrese al colegio.

— ¡No te lo puedo creer! Para decirte la verdad, ni en sueños imaginé tanta fortuna que Dios nos ha prodigado; hasta el momento no lo puedo admitir.

— Te cuento que, antes de conocerlos, yo también tenía la misma sensación tuya en cuanto a sus procedimientos y solo por la obligada necesidad de cambiar el medio, vine resuelto a cualquier sacrificio sin imaginarme que el azar nos iba a sonreír con tanta cordialidad.

De acuerdo a las disposiciones del patrón, esta será nuestra casa de aquí en adelante. Dispone de dos dormitorios, una sala comedor y una cocina con todos los servicios, suficiente para que puedas desenvolverte con toda comodidad. Creo que no le podemos pedir más al señor, ¿verdad?

— Sí Manuel, estamos de acuerdo.

— Pasando a otro tema, dime ¿cómo quedo Gerónimo al despedirte?

— Como es natural, muy triste por la relación que ha existido por tantos años.

— Bueno mujer, dejemos la tertulia para otro momento y vamos donde los patrones para que te conozcan y puedas recibir las instrucciones que ellos demanden. No está demás indicarte que pongas toda la atención en sus exposiciones, para que se hagan un buen concepto de tu capacidad.

— Patrón, como fue mi compromiso, les he traído a Isidora mi mujer para que la conozcan y puedan informarle sobre sus necesidades y costumbres, de suerte que pueda servirles como ustedes se merecen. Solo les pediré un poquito de paciencia, hasta que ella vaya haciéndose al ambiente.

— Mi nombre es Martina y el de mi esposo Amable. Como comprenderán, nosotros ya tenemos nuestros añitos y, por lo tanto, necesitamos un servicio muy es merado para una feliz supervivencia. El desayuno lo tomamos a las 8h00 y el almuerzo a la una; por la no che, solo nos servimos algún alimento liviano para no trasnocharnos.

— Por ahora solo necesito alguna información sobre la sazón de los alimentos, para poder complacerlos con mayor preocupación, de suerte que se sientan satisfechos.

— No somos muy exigentes en nuestros gustos, tan solo un poco de moderación en la sal porque nuestra edad así lo exige. También es importante sugerirte que, mientras nosotros permanezcamos en el recibidor, tú tendrás el tiempo suficiente para limpiar cuidadosa mente la casa, manteniendo abiertas las ventanas para que entre la suficiente cantidad de aire y evitar los olores desagradables de las casas abandonadas.

Por obvias razones, durante un buen tiempo se dedicaron a cumplir con diligencia todas sus obligaciones, con el propósito de mantener a los patrones conformes con sus servicios, situación que no les daba tiempo a prestar atención a sus remembranzas. Sin embargo, cuando ya se afianzaron en sus labores, comenzaron a revivir esa querencia a la tierra donde se formaron; extrañaban aquellos majestuosos paisajes adornados con frondosos bosques que, como una cortina mágica, les protegía de la inclemente ventisca que cubría toda la zona. Tampoco dejaban de pensar en aquel vecindario de familias bonachonas, que se amparaban mutuamente cuando se necesitaban y, desde luego, las reuniones de padres de familia en el salón de actos de la escuelita, cuando el señor director los citaba para informarles de algunas disposiciones oficiales. No obstante estos entrañables afectos, con el transcurso del tiempo y los logros que estaban alcanzando, poco a poco fueron quedando atrás sus recuerdos que antaño los extrañaban.

Manuel, acostumbrado al recio trabajo de su campiña, no sentía agotamiento en sus normales faenas diarias, de suerte que sus actuaciones satisfacían plenamente al señor Amable, que sentía verdadera complacencia por sus desempeño, circunstancia que le brindaba seguridad en su nueva ubicación.

Isidora, si bien desconocía las costumbres de sus patrones por el diferente ambiente en el que habían desenvuelto, con esmero pronto aprendió sus tradiciones y consiguió la confianza de la señora Martina que, según comentarios de la gente, se caracterizaba por ser exigente en sus caprichos.

Carmelina, era la que más extrañaba su ámbito, no dejaba de pensar en sus compañeritos que por seis años habían asistido a su escuelita. Por su edad y con la alegría de sus juegos infantiles, no experimentaba la dureza del clima, al contrario, sentía nostalgia cuando era la hora de regresar a su casa después de haber cumplido con sus labores estudiantiles.

A diferencia de su extrañada Angamarca, donde solo existía una escuelita de educación primaria y no se disponía de ningún establecimiento secundario, en Santa Isabel lograron seleccionar un distinguido colegio religioso, sin escatimar ningún esfuerzo pues sus ingresos así lo permitían, con lo que aspiraban a que Carmelina se rodeara de gente representativa que sería un estímulo para su futuro.

Un Sueño Imposible

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