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Capítulo 2

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Girón capital de Lérida, fue el lugar preferido por los inmigrantes de la época pues, al tratarse de una ciudad grande y diversa, había más oportunidades de trabajo para sostener a esa gran masa de desplazados ávidos de superación. Entre este gran éxodo, llegaron artífices de la pintura, música, actores, etc., que, por traer actividades novedosas, pronto comenzaron a superarse y alcanzar sitios privilegiados en medio de esa exigente sociedad.

Uno de los migrantes más representativos fue el señor Agustín Belmonte, no solo por su don de gentes, sino también por su capacidad artística. Sus partidarios le impulsaron a crear una pequeña academia a la usanza de las existentes en Europa. No obstante, su popularidad y primicia solo podían disfrutarla alumnos de familias aristócratas, como un alarde de su poder económico y social. Este pequeño organismo, por su prestigio alcanzado, pasó de generación en generación, hasta que el Estado, consciente de la importancia de esta manifestación artística en todos los estratos sociales, tomó a su cargo el desarrollo de esta disciplina. Esto trajo, como consecuencia, el desfinanciamiento de las corporaciones existentes, que se vieron obligadas a cerrarlas ante la magnitud y virtualidad de la gubernamental y una gran desocupación, pues tuvieron que buscar otras actividades para poder subsistir.

Ante esta crítica situación, Agustín Belmonte, nieto de su fundador, un hombre inteligente y sobre todo práctico, invitó a su esposa Doménica y a sus pequeños hijos Agustín y Roberta a una charla familiar para poner en claro la crucial situación financiera a la que estaban expuestos por esta sorpresiva decisión gubernamental y, al mismo tiempo, comentarles sobre la resolución que había tomado para salvaguardar ese pequeño patrimonio que habían creado con sus ancestros.

Empezó haciendo referencia al momento difícil que se avecinaba. Si bien al momento no tenían necesidades apremiantes, estaba seguro que con el paso del tiempo su situación se volvería crítica si mantenían ese mismo ritmo de erogaciones, considerando además, que él no tenía ninguna otra habilidad que la de la pintura, con la cual había dado ciertas comodidades a su familia.

—¿Qué has pensado hacer al respecto?, preguntó Doménica.

—Después de una meticulosa reflexión, he decidido viajar a Canadá porque he conocido que allí la situación es bien propicia para los inmigrantes y muchos de ellos, conscientes de las facilidades de trabajo, han llevado a sus familias y, con este flujo, han llegado a formar poderosas agremiaciones muy respetables en ese medio.

—Entonces, según tu proyecto, si la situación en ese país se vuelve atractiva, tendremos que mudarnos allá, ¿verdad?

—No quiero adelantar los hechos pero, considerando que aquí hemos tenido una vida feliz, solo tomaré una decisión de acuerdo a las oportunidades que se me presentaren. En todo caso, espero que nuestra separación no sea muy prolongada porque los quiero mucho y no podría vivir sin la presencia de ustedes.

—Me parece una magnífica idea, que hayas seleccionado a Canadá como el país de tus aspiraciones, porque yo también he conocido que allí se asientan colonias musulmanas muy prósperas que, por tradición, son personas muy creativas y emprendedoras, y lo mejor es que, en cualquier momento, te pueden dar una manito.

—Agradezco tu sugerencia, pero yo no pretendo ser una carga para nadie porque estoy convencido de que tengo la iniciativa necesaria para salir adelante, a pesar de que conozco mis debilidades, toda vez que mi vida ha estado supeditada a mi habilidad pictórica. Además, en esas grandes ciudades, sus habitantes se cambian de vecindario con cierta frecuencia, de acuerdo a las necesidades laborales y, en muchas oportunidades, ni siquiera llegan a conocerse y menos darse la mano en caso de una necesidad urgente.

—Discúlpame Agustín por esta insinuación, la verdad no medité en ese aspecto. Cometí este error solo por darte un poquito de ánimo en este duro momento que estamos atravesando.

—Está bien Doménica, para iniciarme pondré todo mi empeño por encontrar alguna alternativa que no sea la pintura y buscaré alguna actividad que me permita subsistir y, con un poco de experiencia, seleccionar la mejor opción para estar en capacidad de enviarles un aporte mensual.

—¿Cuándo has pensado marcharte?

—Aspiro hacerlo dentro de quince días para dejar solucionando todos mis asuntos personales y económicos, de suerte que puedan sobrevivir hasta yo esté con condiciones de ayudarles.

—Gracias Agustín por tu preocupación, pero de todas maneras, como ya presentía que esta situación nos iba a ocurrir a corto plazo, yo empecé a buscar con paciencia alguna residencia de prestigio donde necesiten el servicio de una ama de casa. Al fin, debido a mi perseverancia, logré mi objetivo que garantizará nuestro sustento cuando nos encontramos solos, inclusive me hicieron conocer la propiedad, que es un verdadero sueño.

—¿Por qué no me habías comentado anteriormente?

—Quería darte una agradable sorpresa para que viajes con más tranquilidad y puedas desenvolverte sin mayor apremio.

—Para sentirme más tranquilo, ¿puedes informarme dónde está ubicada la mansión?

—En el lugar más exclusivo de la ciudad, conocido como San Marcos.

—Lo que quiere decir que tus futuros patrones deben ser muy potentados.

—Desde luego que sí; te comento que, al mirarlo personalmente, recordaba que los he observado con frecuencia en los sociales de la prensa.

—Como se llaman, para tener una idea de quiénes son.

—El señor Bartolomé Higuera y la señora Carlota Manet; tienen dos hijos: el varón, que es el mayor, se llama Julián y la mujercita Eugenia.

—Entiendo que te habrán hecho alguna entrevista antes de darte el empleo, porque esa es la práctica general.

—Naturalmente. En primer lugar me pidieron referencias de otros trabajos. Como no los tenía, me vi obligada a comentarles el motivo de tu decisión, haciéndoles una pequeña referencia de tus actividades como dueño de la academia y los motivos por las cuales te visite obligado a cerrarla. Para completar el relato, les informé que tu proyecto era viajar a Canadá, en busca de alguna oportunidad para mejorar nuestra situación económica.

—Resulta una verdadera suerte que no te hayan puesto ninguna objeción por tu falta de experiencia, requisito que siempre exigen para conseguir un esmerado servicio.

—Yo también me imaginé lo mismo pero, por fortuna, solo me consultaron desde cuando podía empezar. Como comprenderás, esta aprobación me tomó por sorpresa y tuve que decirles después de quince días hasta que tú hayas partido. Además, me anunciaron que yo podía disponer de una pequeña casa cerca de la residencia, por cuanto ellos con frecuencia tienen visitas sociales y de parientes que viven en el extranjero, con la aclaración de que mi mayor compromiso com prendía en velar cuidadosamente la integridad de los diversos objetos valiosos que disponían y, desde luego, en el control estricto de las obligaciones del resto de la servidumbre.

—¿Ya conociste tu nueva casa?

—Aún no, pero pienso hacerlo mañana mientras los niños van al colegio para, entre los dos, realizar una prolija limpieza y detectar las más indispensables necesidades para nuestra comodidad. Conforme al diálogo mantenido, juntos se encaminaron a su nueva casa llevando los implementos más esenciales para esta faena.

Con verdadera sorpresa encontraron un pequeño departamento con todas las comodidades y pulcramente limpio. Lo único que faltaba eran los enseres personales más indispensables para ser usados.

—¿Qué te ha parecido?

—Simplemente maravilloso, te prometo que nunca imaginé encontrarme con una sorpresa tan agradable como ésta. Pienso que esta circunstancia nos brindará mayor seguridad para nuestra superación, pues con la renta de la casa y tu salario, prácticamente estaría asegurada tu permanencia mientras yo, sin ningún apremio, buscaré una mejor oportunidad para la familia.

Un Sueño Imposible

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