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Capítulo 1
¿De qué hablamos?
¿Es peligroso para la salud?

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El primer peligro se relaciona con la ebriedad cannábica. Como toda persona ebria, el fumador no tiene conciencia de su estado; sus percepciones están modificadas. Esta circunstancia resulta muy clara al volante de un coche o de un escúter. El fumador ya no domina sus gestos y reflejos, pero, al igual que el bebedor, está muy convencido de que «controla». Por otra parte, la asociación con el alcohol es aún más peligrosa. Todo padre que sabe – porque ya ha hablado de ello— que su hijo adolescente fuma con frecuencia debe mostrarse muy vigilante con el uso del ciclomotor.

La agresividad, exacerbada por el alcohol, es muy rara con el cannabis: el fumador de chocolate se deja caer en un sofá; a veces puede tener relaciones sexuales sin preservativo, pero no se pone a dar puñetazos en la calle.


A medio plazo, el cannabis altera las capacidades de la memoria y la concentración, cuando el joven fuma con mucha frecuencia, incluso fuera de los momentos de consumo. Es lo que se denomina síndrome amotivacional. El adolescente acaba encontrando su vida sosa y sin interés. El cannabis activa la liberación de dopamina en su cerebro, en particular en las zonas que participan en el llamado circuito de la recompensa, donde se sitúan las sensaciones de placer. Bajo la influencia del THC, el fumador empedernido ya no necesita otras satisfacciones, ya nada lo atrae. En el ámbito social, se repliega sobre sí mismo; sólo se interesa por los amigos con los que fuma, y la escuela le asquea. El fracaso escolar relacionado con la alteración de la memoria y el desinterés del joven por su propio futuro es uno de los efectos secundarios del cannabis más subestimado hoy en día.


El cannabis no provoca dependencia física inmediata, a diferencia del alcohol, el tabaco y los opiáceos (heroína, cocaína, crack). Ingerido, parece ser que el THC resulta bastante nocivo para el hígado. Pero, desde un punto de vista global, no ocasiona ese decaimiento que se observa con los opiáceos o el alcohol: adelgazamiento patológico, disfunciones fisiológicas (corazón, hígado, riñón…).


A largo plazo, algunas sustancias presentes de forma natural en el cannabis pueden ser cancerígenas. Puede empezarse ya a temer las repercusiones cancerígenas – bien establecidas, en este caso— del tabaco que sirve para liar los porros, aún más porque los fumadores de canutos inhalan profundamente el humo. Por otra parte, recientes estudios han demostrado que el cannabis puede incluso ser más nocivo para la salud que el cigarrillo; es posible que resulte más peligroso de lo que ha querido creerse hasta ahora. Habrá que seguir los resultados de cerca…

¿A qué huele en tu habitación? ¿Su hijo adolescente fuma hachís?

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