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ОглавлениеCAPÍTULO 2
¿Cuál es mi estilo de liderazgo?
A través de sus comportamientos, los líderes son quienes crean la cultura de las empresas. Pero antes veamos a qué me refiero con cultura:
a cómo se hacen las cosas;
a quién le va bien y a quién no;
a qué comportamientos son valorados, reconocidos, y cuáles sancionados;
a qué temas entran en agenda;
a en qué se gasta y en qué se invierte el dinero.
De ahí la importancia del liderazgo y la responsabilidad de los líderes. Si ahora te toca liderar a vos, tené en cuenta que cada acción tuya será observada, evaluada e imitada por los demás. Veamos algunos ejemplos:
Si dedicás tiempo a escuchar, a reunirte con tus colaboradores, para saber cómo están, vas a dar un mensaje de que las personas importan.
Si sos puntual, entonces el uso del tiempo será un valor en tu organización. Y así será con cada tema relevante.
Si trabajás en equipo, si las reuniones de tu equipo son “sagradas”, si alentás a tus reportes a que a su vez se ocupen de sus equipos, estarás diciendo: “Señores, en esta compañía el trabajo en equipo es un valor”.
Ahora que te toca liderar a vos, una pregunta que me gustaría que te hicieras es: ¿cuál es tu estilo de liderazgo?
Líderes que inspiran
Podés encontrar muchas “recetas” y artículos donde leerás frases como las siguientes:
“Lo que no hagas al principio, no lo podrás hacer más adelante”.
“Tenés que despedir al 20% de tus reportes directos para que vean quién manda”.
“Lo mejor es hacer lo mismo que tu jefe anterior”.
Y la lista continúa.
Por mi experiencia, creo que no hay un estilo que se pueda considerar como ideal. Pienso que cada uno debe desarrollar el estilo propio. Como ya sabés, prefiero ir a lo práctico e ilustrar este tema a través de un ejercicio que hago con mis clientes. En este caso, el ejercicio es así.
En primer lugar, proyecto un segmento de la película Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994). Por si no la viste o no la recordás, Forrest es un personaje de ficción con algún grado de retraso mental que tuvo una dura infancia, durante la cual necesitó usar férulas de metal en sus piernas para poder caminar. La parte del film que compartimos es aquella en la que Forrest decide correr y termina atravesando Estados Unidos desde el Atlántico hasta el Pacífico, ida y vuelta. Lo llamativo es que la gente empieza a seguirlo y muy pronto son una multitud. Una voz en off comparte los pensamientos de los seguidores: “El sí sabe lo que hace”, “Es un ejemplo”. Algunos le preguntan: “¿Corrés por la paz en el mundo?”. Otros le piden consejos: “Necesito un eslogan para mi negocio, ¿podés darme una idea?”, o “¿Qué nombre le pondrías a este logo?”. Forrest simplemente responde: “Sólo me dieron ganas de correr”. Y es que Forrest simplemente corría. Y aún sin quererlo, se transformó en un líder para sus seguidores. Muchas personas necesitan un líder al cual seguir, porque no todo el mundo sabe qué hacer, cómo hacerlo, hacia dónde ir, qué decisiones tomar. Por eso buscan ser guiadas por un líder que les marque el camino.
En la segunda parte del ejercicio proyecto un fragmento de la película Corazón valiente (Braveheart, Mel Gibson, 1995), la escena donde los miembros del pueblo escocés debaten frente a los nobles si van a pelear contra el ejército inglés o se van retirar. Un hombre grita a viva voz: “Vámonos a casa, no vale la pena pelear para que los nobles tengan más tierras”. En ese momento entra en escena William Wallace, el personaje principal, montado en un caballo. En esa época, ir a caballo era símbolo de poder, de estatus. Sin embargo Wallace no era un noble, iba a caballo y era uno más del pueblo. Sin mediar palabra, les transmite un fuerte mensaje a sus compatriotas: que no es necesario ser noble ni rico para liderar. Lo que hace es arengar al pueblo a pelear, pero apelando a los valores más profundos de cada uno. Los invita a pelear por su libertad, por ellos mismos. A la pregunta acerca de si pelear o no, les responde: “Si se marchan ahora, vivirán. Pero imagínense dentro de muchos, muchos años muriendo en sus camas, y pregúntense si no cambiarían esos años de vida bajo opresión por la oportunidad de vivir aunque sea un solo día en libertad”. Wallace los inspira a pelear por ellos, no por los intereses de los nobles. Y mucho menos por él. Lo más importante de los ejercicios es el análisis posterior.
En la tercera parte del ejercicio, analizamos las diferencias entre los fragmentos de estas dos películas y el impacto del comportamiento del líder en las personas.
En la cuarta y última parte del ejercicio les digo que existe una gran cantidad de libros que describen diferentes tipos de liderazgos: intuitivo, situacional, directivo, transformacional, entre otros. A mí no me gustan los dogmas ni las recetas, ya que lo que resulta efectivo para alguien, no necesariamente es bueno para otro o para el contexto en el cual están. Entonces, ¿por qué no confiar en tu propia capacidad, en tu instinto? Ocupar un puesto de liderazgo —nos guste o no— implica una gran responsabilidad.
Autoridad formal versus autoridad moral
Vimos que las personas necesitan ser guiadas. Vimos también que ocupar un puesto de liderazgo conlleva una responsabilidad con respecto a otros. Pero liderar no significa hacer todo uno solo. Es más, se trata de lo contrario, porque necesitarás de cada colaborador, si no, ¿para qué están? Y para que estos te sigan, deberás ser un líder que los inspire.
Ahora bien, para inspirarlos hay un concepto que quiero compartir: la diferencia entre autoridad formal y autoridad moral. Veamos cuáles son.
La autoridad formal implica ser respetado por la jerarquía. Pero recordemos lo que dice el refrán: “Cuando el gato no está, los ratones bailan”. En este caso, obedecen por temor. En cambio, la autoridad moral es aquella en la que sos respetado por quien sos, por lo que hacés, por lo que transmitís, por aquello de lo que sos capaz, por lo que inspirás en aquellas personas que tienen la hermosa oportunidad de trabajar y crecer junto a vos. Si lográs inspirarlas, las verás conectadas, energizadas, entusiasmadas.
Digo “entusiasmados” y no “motivados”. La diferencia radica en que la motivación es externa. Es como en las carreras de galgos, ¿alguna vez viste una? Es algo tremendo: los perros están en las gateras, de pronto sueltan una liebre mecánica que corre sobre una guía y los perros la persiguen. Cuando la liebre llega a la meta, se introduce bajo la tierra y los perros se quedan perdidos sin saber qué hacer. No hay premio, la carrera no valió la pena. Una vez terminado el incentivo, se acabó la carrera, la energía y la motivación.
Lo mismo ocurrió cuando Forrest se cansó y decidió dejar de correr. Se detuvo de pronto y uno de los seguidores exclamó: “¡Silencio, va a decir algo!”. Forrest simplemente dijo: “Estoy cansado, me voy a casa ahora”, y sus seguidores se quedaron desorientados, al igual que los galgos sin la liebre.
A diferencia de la motivación, el entusiasmo es energía interior que surge de la conexión con los propios valores e intereses. El desafío del líder es inspirar a sus colaboradores para que estos se conecten con su propio potencial y este brote desde su interior. Eso es pura energía.
Sí, ya me imagino lo que estás pensando: “Es imposible en una empresa tener tiempo para conectarse así, en profundidad e intensidad con cada empleado”. Correcto, pero lo que sí es posible es dar el ejemplo y ser un líder que promueva una cultura (¿te acordás?, cultura = cómo se hacen la cosas acá) en la que el mensaje sea: cada persona vale, es importante, y cada jefe en su nivel se ocupa de sus colaboradores.
En síntesis, ¿te preguntaste alguna vez cuál es tu estilo de liderazgo? ¿Por qué el liderazgo de los demás sería mejor que el tuyo? ¿Por qué no confiar en vos mismo en lugar de copiar a otros? En mi experiencia, no hay una forma de liderar mejor o peor. Tenemos que romper con este paradigma dual de bueno o malo, y pasar a uno donde lo que importe sea lo que sirva, y que sea efectivo.
Mi propuesta es que explores, que te animes, que descubras tu propio estilo.