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Encuentro con la poesía beat

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DT. ¿Cuándo tuviste conocimiento de lo que estaban haciendo los beats?

JVA. Ya percibía una cierta sensibilidad beat a través de la música del rock que escuchábamos mis amigos y yo en Tijuana. Porque las letras de las canciones de Bob Dylan, Donovan, Doors, Rollings y Beatles tenían cierta carga poética que después identifiqué con la poesía beat. Además, a lo largo del tiempo se supo que esos músicos tenían algún enlace directo con ese grupo de poetas. A veces también amistad personal. Jim Morrison era muy de platicar con Michael McClure. Y esta rockera Patti Smith era muy amiga de William Burroghs, incluso grabaron algo juntos, el disco de “Mr. Shark”, donde Burroghs graba una canción con su voz aguardentosa. En mi caso la sensibilidad beat se dio con estos cruces entre el rock y la poesía.

DT. ¿Estaríamos hablando como entre 1966-67?

JVA. Incluso de unos años antes. Los hippies de San Francisco publicaban un periódico, que se llamaba The Oracle (El Oráculo). Yo era lector de ese periódico, donde seguido aparecían poemas de los beats.

DT. ¿El Oracle llegaba a Tijuana?

JVA. Yo lo compraba en San Diego o en Los Ángeles. Llegué a la Facultad de Ciencias Políticas (UNAM) con mi morral llenó de Oracles, y cuando se los enseñé a mis compañeros estos pensaron “mmmmmh, este es un hippie retrasado del norte de México” (risas), porque inmediatamente me asociaron a este periódico. Aunque simpatizaba con el movimiento hippie, en ese momento era más cercano a la New Left (Nueva Izquierda), especialmente por esa formación politizada que había tenido, que era una de las características que esta corriente tenía en los Estados Unidos.

DT. Estás en Tijuana en 1966, puedes leer el Oracle allá. Podríamos decir que éstas son parte de las señales que están llegando al norte de México del movimiento contracultural que está sucediendo en ese momento en la Bahía de San Francisco.

JVA. San Francisco, Los Ángeles, San Diego, como corredor que literalmente lo es, y que era el camino hasta Tijuana, donde prácticamente llegaban todos estos cambios, estos movimientos contraculturales.

DT. Entonces llegaste al DF con estas propuestas.

JVA. Es el momento de las grandes liberaciones de las que ya hemos hablado, de esos sectores como los negros, los jóvenes, las mujeres, los indios, los chicanos que deciden ya no agruparse en partidos políticos, sino en agrupaciones con intereses afines, más cercanos, que se fundaban en proyectos contestatarios que buscaban un cambio.

DT. Muy bien.

JVA. A partir de que pasaban los años era un más decidido lector, al tiempo que empezaba la escritura. Escribí notas, algo relacionado con lo que pudiera llamarse ensayo, la reflexión. Escribí muchos fragmentos de reflexiones, algo así como un diario. Nunca pensé en un diario, pero sí en escribir momentos de reflexión. ¿De qué reflexionaba? Pues en la injusticia que existía en el mundo y en México, y ahí me echaba un discurso. Pero eso ahí quedaba guardado. He comentado que en la secundaria estaba en la Sociedad de Alumnos, pues hacíamos un periódico. Algunas de las cosas que escribí llegaron a aparecer ahí, en ese periódico, que obviamente es como de niños. No es un periódico muy serio, pero es un aprendizaje que lo lleva a uno a seguir pensando, de ahí también nace el gusto por ser editor, que también he tenido a lo largo de los años.

DT. ¿Cómo se llamaba el periódico? Si es que recuerdas el nombre.

JVA. Era nombrado el Periódico de la Sociedad de Alumnos, una cosa así.

DT. ¿Qué escribiste en ese periódico?

JVA. Imposible recordarlo. Seguramente algún poema. Algún texto que ya he llamado de reflexión, alguna protesta, o alguna noticia… También fui conductor de un programa estudiantil de radio, que se transmitía los sábados temprano en una estación radiofónica local, el tema era la cultura en general y yo me encargaba de llevar los discos de música clásica y dar los datos de los compositores: Mozart, Beethoven, List, Silvestre Revueltas.

Luis Flores Ramos. Una duda: ¿te identificaste de inmediato con los poetas beats, de una manera natural?

JVA. Sí, fue una identificación de inmediato con sus temas. El periódico El Oráculo fue como una puerta abierta. Luego ya, específicamente, encontré libros traducidos de los beats, que por cierto eran ediciones argentinas, sumamente raras de una editora marginal llamada Ediciones del Mediodía. Tengo que agregar otra cosa: la revista El Corno Emplumado que fundaron Margaret Randall y Sergio Mondragón, se publicó de 1962 a 1968, ahí publicaron a beats. Las ediciones argentinas eran rarísimas, si los tirajes eran de 1000 ejemplares, supongamos que 800 se vendían en Argentina, quedaban 200 para Chile, Uruguay, Perú, Colombia, Nicaragua y México, ¿cuántos llegaban a nuestro país? Esto implica que fuimos pocos los que adquirimos esos libros. En Ediciones del Mediodía publicaron antologías de Allen Ginsberg,Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti. Creo que en la editorial Losada publicaron En el camino de Jack Kerouac, y en alguna otra El almuerzo desnudo de William Burroughs. Por mi parte, fui buscando a los beats en inglés hasta que armé una numerosa bibliografía, que ha sido la base de mis estudios y traducciones.

DT. Esos libros ¿te los encontraste aquí en México?

JVA. Las ediciones argentinas sí. Las ediciones en inglés las conseguí durante las varias veces que he viajado a los Estados Unidos, principalmente en San Diego, Los Ángeles y San Francisco. Como mi familia seguía viviendo en Tijuana, los periodos de vacaciones de aquí los aprovechaba, en realidad con cualquier pretexto, para irme a Tijuana y hacer esas incursiones fronterizas al resto de California. Mi hermana María tenía la residencia y todavía vive en Los Ángeles (además de mis otras hermanas y sobrinas y sobrinos).

DT. ¿De qué años estamos hablando?

JVA. De 1967 en adelante.

DT. Decías que la revista El Corno Emplumado también significó para ti una referencia importante.

JVA. A El Corno Emplumado lo empecé a leer desde 1968. O sea llegando a la UNAM (a la Ciudad de México llegué en 1967) y a través de este grupo de amigos disidentes que conocí en la Facultad de Ciencias Políticas. Mi amigo Rene Cabrera Palomec tenía la colección completa, y como compartíamos departamento, digamos que de su librero empecé a conocer al Corno, y al paso del tiempo fui encontrando Cornos en librerías de viejo. Yo tengo 20 de los 30 ejemplares que se publicaron. En definitiva, esta revista influyó mucho y hay que decirlo, El Corno Emplumado estuvo publicando poemas de los beats en el momento mismo que se iban escribiendo. La generación beat está muy viva en El Corno Emplumado. Luego vendrían los viajes a California que implicaban la compra de muchos libros y visitar a mis amigas y amigos. Un día mi amiga muy querida, Mabel Conde, me saludó muy afectuosa y me dijo que quería presentarme a una pareja de San Diego, Lizbeth Haas y Víctor Zamudio Taylor, a quienes les había platicado de mí. Eran discípulos de Herbert Marcuse con quien estudiaban en la Universidad de California en San Diego.

LFR. Yo conocí a Víctor Zamudio

JVA. ¿Cómo? ¿De qué manera?

LFR. Por un amigo, Víctor Mendoza, que trabajó con él en una revista de arte. Zamudio era curador y asesor de varias galerías, mi amigo diseñaba la revista y los catálogos de los artistas. Yo trabajaba ocasionalmente con él y siempre me invitaba a las inauguraciones de las galerías, así conocí a Zamudio, lo traté poco pero me acuerdo bien de él.

JVA. Pues me da mucho gusto. Fue uno de mis mejores amigos. Y extrañamente nos dejamos de ver en sus últimos cinco años. Incluso cuando vivía aquí en la Ciudad de México me evadía. Pero bueno, esa es otra historia. Fue un hombre muy brillante, no es nada gratuito que Herbert Marcuse lo haya considerado su mejor discípulo en sus últimos años en que fue su maestro en San Diego. Volviendo al encuentro con Mabel, ella preparó una reunión. Al día siguiente a Tijuana llegaron Víctor y Lizbeth, una mujer bellísima y muy inteligente, ahora es historiadora, ha escrito y publicado libros sobre la historia de California. Llegaron con un amigo colombiano que se decía poeta. Asistieron también algunos amigos de Tijuana. Fue una reunión nocturna donde se me pidió que les leyera poesía. Hasta ese momento yo tenía los libros Los valles solitarios nemorosos y Morgue. Les leí poemas Morgue y les gustó mucho. Parte de la conversación fue hablar de los beats y de la contracultura. Resultó que Víctor era amigo de los poetas Ginsberg y Ferlinghetti. Me propuso que nos volviéramos a ver al día siguiente para cenar, y llegó con un montón así (abre los brazos) de libros de la generación beat, más de 50 libros. Los traía en un morral. Fue el primer regalo que recibí de él. A lo que yo ya tenía se sumó esta cantidad grande de libros. Esos viajes se repitieron muchas veces. Lizbeth y Víctor estaban estudiando un doctorado en filosofía. Unos años más tarde Víctor tomó un curso de traducción de poesía, en la Universidad de California en San Diego, impartido por el poeta Jerome Rothenberg, ese gran poeta teórico de la etnopoesía, también relacionado con la generación beat. Un día en que llegamos a San Diego de vacaciones, mi compañera Doris y yo, Víctor dijo que teníamos una invitación para cenar en la casa de Rothenberg y Diane. En ese momento yo no ubicaba bien a Rothenberg, aunque sí lo había leído en El Corno Emplumado, además, El Corno le publicó un libro de poesía (Gorki’s poems), pero lo tenía ahí medio escondido. Víctor me dijo: “Tomé un curso de traducción de poesía con Rothenberg, y al final del curso, pidió como tarea, que tradujéramos algún poema del español al inglés. Yo traduje las primeras 15 páginas de Híkuri. Cuando se lo enseñé a Rotenbergh él se sorprendió y me preguntó ¿Quién es este poeta? Inmediatamente identificó a Híkuri con la etnopoesía, de la cual él es teórico, investigador y promotor, junto con Gary Snyder”. Y por eso tuvo el interés de invitarme a cenar en su casa. Fue una noche hermosa, memorable. La esposa de Rothenberg, Diane, es antropóloga y ha estudiado a los indios del norte, especialmente a la etnia de los seneca, que viven al norte del estado de Nueva York. Rothenberg acompañaba a su esposa en sus trabajos de campo. Y él hacía su propia investigación, que consistía en recopilar lo que pudiera verse como poesía o cuentos, y aprendía en conversaciones con el chamán. Este trabajo, sumado al de otras etnias, está recopilado en dos volúmenes gruesos (Shaking the Pumpkin. Traditional Poetry of the Indian North Americas y Technicians of the Sacred. A Range of Poetics from Africa, America, Asia…). Son dos libros notables sobre la experiencia literaria de los indios de los Estados Unidos. Así conocí a Rothenberg y a Diane. Luego me platicó que él y su esposa habían estado en México durante meses. En ese tiempo eran muy amigos de los beats que también habitaban en la Ciudad de México (Ginsberg,Kerouac, Di Prima, Lamantia) de Margaret Randall y Sergio Mondragón. Por cierto, él me preguntó por Mondragón, que si sabía algo de él. Esa pregunta me hizo recordar que yo había leído El aprendiz de brujo, cuando recién se había publicado en Siglo XXI, por 1970 o 71, es decir en esos años de mi primera formación en el DF. Hacía años que no sabía nada de él. Rothenberg me dijo que cuando regresara a mi casa buscara a Sergio y que le dijera que un día él y su esposa volverían a México y que querían encontrarse con él. Ya estando en México me informaron que Mondragón había acabado de regresar de Japón, donde vivió en un monasterio budista, y que iba dar una conferencia sobre El Corno Emplumado. Fui y pude saludarlo y darle el mensaje de Rothenberg. Había estado dos años en Japón, y efectivamente, había acabado de regresar. La historia de Sergio es muy interesante como persona, poeta, editor, amigo de los beats y del poeta Juan Martínez, como parte de todas estas historias y mitos de la poesía mexicana.

Conversaciones con José Vicente Anaya

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